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Entrevista al escritor ecuatoriano Alfredo Noriega

Por Augusto Rodríguez

 

 

 

 

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Alfredo Noriega nació en Quito. Fue miembro del taller de literatura de Miguel Donoso Pareja a principios de los 80 y fundador del colectivo La pequeñalulupa. En 1985 se instaló en París donde estudió lingüística. Ha publicado Desasitios (1998), De que nada se sabe (Alfaguara, 2002), La pared norte, Yanasacha (2005), 9 mm parabellum (2008) y La erupción (2010). Ha escrito las obras de teatro La longue-vue (en francés), La trilogía equinoccial y Penélope y el gato. Es profesor de español y coordina, para la editorial madrileña SGEL, una colección de literatura hispanoamericana orientada a los alumnos que aprenden español como lengua extranjera. Colaboró en la escritura del guión de Cuando me toque a mí (2008), adaptación al cine de De que nada se sabe, dirigida por Víctor Arregui.

-¿Cuándo y por qué empiezas a escribir?
- Digamos que hay dos comienzos, el primero, el afectivo, el segundo, el real. Empecé a escribir a los 19 años, gracias al impulso de un amigo, René Jurado. Empecé sin preguntarme ni los por qués ni los cómos, casi por imitación, por hacer algo. Inmediatamente después tuve la suerte de entrar en el taller literario de Miguel Donoso Pareja. Trabajé con él durante cuatro años. Todo parecía natural, como si hubiese estado predestinado a ello. En el 85 me vine a Francia y empezó otra etapa, que fue larga y compleja, la que tiene que ver con los por qués y los cómos. Época durante la cual estuve muy lejos de saber si algún día llegaría a ser escritor e incluso de si ésa era mi razón de ser.

-¿Qué escritores son tus referentes o tus autores de cabecera?
- Fuentes leía el Quijote cada año. Yo lo leo cada diez años, cuando cambio de decenio. Digamos que el Quijote es la obra total, ¿no? Después creo que todos más o menos estamos en las mismas, o podemos sacar los mismos nombres, no creo que tenga mucha importancia. Sin embargo, prefiero a Cortázar que a Vargas Llosa, A Borges que a García Márquez, prefiero la poesía de Vallejo a la de Neruda. Tengo la suerte de leer en francés y he podido empaparme de la literatura francesa, casi con el mismo cariño que le tengo al español.

- ¿En qué ha beneficiado el hecho de vivir lejos del Ecuador?
- Siempre digo que el domicilio no hace mejor o peor a un escritor; no comparto esa idea sobre el exilio como leitmotiv de la escritura. Hay tantos escritores como experiencias literarias, querer reducirlas a una sola cosa es necesariamente un error. En lo que sí creo es que un escritor debe ser una persona capaz de viajar (en el sentido más amplio), de explorar mundos, de observar, de interpretar aquello que le es propio, pero sobre todo aquello que no le pertenece o que está lejos, físicamente o emocionalmente. En mi caso, vivir lejos me ha permitido estar al margen del mundillo literario del Ecuador, jajajaja.

- ¿Qué tal el salto de la literatura al cine?
- Chévere, muy buena experiencia; mi literatura es bastante visual y eso facilita el paso de la palabra a la imagen. Es importante, ante todo, establecer un respeto y distancia con el universo del cineasta, eso aprendí con Víctor Arregui. Otra cosa que me encanta del cine es que, como en el teatro, es fruto de un trabajo colectivo, en donde las sensibilidades, las miradas, las ideas no se oponen sino más bien se añaden, el riesgo industrial que corren es tan alto, que están obligados a escucharse y a avanzar juntos. Los escritores somos más cerrados.

- Sé que has escrito poesía y teatro, ¿qué me puedes decir sobre esto?
- Sí, teatro antes, ya no, o muy poco, más como un ejercicio, quizás luego vuelva. Poesía, en cambio, mucho, ahí está, se va haciendo poco a poco. Me cuesta porque me afecta; pero bueno, son cosas de mi cocina literaria, con las que debo pelear.

- Ecuador es un gran país pero ¿Qué pasa con su literatura? ¿Por qué no se la lee en el exterior?
- No creo que se trate del país, menos aún de sus gobiernos. Achacarles a los otros es fácil, mirarse al espejo es más complicado. Pienso que cada escritor es el único responsable de su obra, de su dimensión, de su pertinencia o no, por lo tanto de su calidad. Yo vivo en Francia desde hace casi 30 años y hasta ahora ningún escritor ecuatoriano ha sido publicado por una de las 5 grandes casas editoriales de aquí. Se han traducido algunos textos, pero ninguno ha tenido un gran impacto. Es una realidad. Si nos comparamos con otros países, por ejemplo, Haití, que es más pequeño y mucho más pobre, o con Uruguay, ambos han puesto escritores en el mercado francés con mucho éxito; no creo que el gobierno haitiano o uruguayo tenga que ver en esto, la única intermediaria es la gran calidad.

En el Ecuador hay textos de calidad, pero no de gran calidad. Me podrías citar el equivalente ecuatoriano del Siglo de las luces, de Conversación en la catedral o del Aleph? Me podrías citar un autor cuya obra esté al mismo nivel que la de Faulkner, Piglia o Houllebech? No quiero ofender a nadie, y por eso prefiero ponerme como ejemplo; yo tengo 50 años, es decir la edad de Cercas (ambos nacimos en el 62), soy contemporáneo de Pauls (nacido en el 59). Cercas publicó Soldados de Salamina en el 2001 y Pauls publicó El pasado en el 2003, yo publiqué De que nada se sabe en el 2002, La obra de Pauls como la de Cercas son excepcionales. Eso es lo que observo, eso es lo que hay que buscar. Creo que los escritores deberíamos inspirarnos de los futbolistas, sí se puede, y se debe. Le debemos al Ecuador una gran obra, que se consigue trabajando y trabajando, pero también quitándose de encima ciertos prejuicios, ciertas ambiciones mal enfocadas.

-¿Qué opinión tienes sobre nuestro pequeño mundillo literario? ¿Sobre todo de los clásicos egos, vanidades y luchas por territorios tan comunes para todos?
- El mundillo literario no cuenta en la vida de un escritor; una obra no se forma porque soy amigo de tal o cual, o conozco a este o a este otro; sí así fuera, ya lo sabríamos. En todas partes existen esas rencillas entre autores, esos micro mundos plagados de mentirillas y zancadas, en fin, no es nada nuevo ni único. Lo que interesa es saber qué valor tú, como autor, le das. ¿Es importante figurar para ti? ¿Es necesario ser uno más para poder existir? Lo que observo, de lejos, es que a algunos eso les despierta la adrenalina, tanto mejor; a mí, personalmente, no me interesa ni me importa. Lo que hago, a mi manera y sin deberle a nadie nada, es pensar en mi escritura, tratar de romper mis fronteras, luego ya se verá como la obra va ocupando el espacio, o como va desapareciendo del espacio. Ambos efectos me interesan: ser o desaparecer. Mi vida no depende ni de lo uno ni de lo otro.

- ¿Qué conoces o sabes de la nueva narrativa del Ecuador?
- Poco, pero los textos que he leído últimamente me causan buena vibra. Veo que muchos jóvenes empiezan bien; ojalá que no se queden en un par de textos de buena índole y que nos saquen del anonimato planetario gracias a obras de gran calidad. Y espero que no pierdan demasiado tiempo en disputarse entre ellos y/o contra los otros por los espacios de poder.

- ¿Actualmente en qué proyectos literarios estás?

- Estoy trabajando en la tercera parte del legista y en una novela de encuentros y desapariciones, del Guagua Pichincha y Mahuad, de un futbolista de tercera división en Europa y un bailarín que ha bailado para Pina Bausch, Caroline Carlson, Maguy Marin y Teresa de Keersmacker, entre otros grandes. Estoy en el guión de 9mm parabellum, que será una película de armas tomar, con escenas en Bilbao, París y Ecuador. Se me vienen buenos tiempos, personales, digo, que espero le den a mi literatura lo que le hace falta. En definitiva, busco y sigo buscando



 

 

 

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