La edición ecuatoriana del libro de cuentos Del otro lado de la ventana
de Augusto Rodríguez
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Ya circula la edición ecuatoriana del libro Del otro lado de la ventana (Editorial El Conejo) en el mes de abril del año 2013. La primera edición de este libro salió con la editorial peruana Ediciones Altazor 2011. Este libro ganó el Premio Nacional Joaquín Gallegos Lara de Cuento 2011. Como prefacio de este libro, leemos:
Atrincherado tras la ventana de su panóptico, Rodríguez se pone a inventariar la realidad humana, la desarma, la moldea y congela en estas nouvelles, intentando atrapar y revalidar lo que queda de humanidad en el ser humano. El narrador condensa la información y la convierte en fórmula: el modelo de vida de la multitud no es sino el estilo de vida individual que se expande al por mayor, como una suma de ejercicios repetitivos. La piscina -por ejemplo-, contiene un mosaico de biografías individuales y previsibles, una suma de vacíos que se ahogan en la modernidad líquida, a pesar de la fachada comunitaria que les reúne. Los vecinos de la residencial son ocupantes de un mundo agotado desde el comienzo, víctimas de un accionar coercitivo invisible, de una violencia blanda con la que colaboran a las mil maravillas. Irónica y paradójicamente, en este mundo sin puerta de escape ni refugio y que parece agotarse palabra tras palabra, la única reconciliación posible pasa por la escritura. Las ovejas negras - los dueños de la fiesta- terminan siendo el poeta, él o la que lee y escribe. Peso pesado, patrón sedentario, arraigado a la altura desde donde mira, el escritor -además de acceder a la duración de la vida de una persona, una pareja o un barrio-, tiene el poder del que carece la masa (pensionistas tránsfugas) y se salva del desbarajuste dejado por las certezas comunitarias: orden, imposibilidad del azar y clonación de comportamientos. La residencia, la ciudad, el mundo y el cuerpo mismo de los personajes parecen estar sitiados. El Ojo del Escritor los revela sumisos y amaestrados, queriendo reemplazar las incertidumbres de la vida por la certeza de la necesidad, confirmando el aserto de Blanchot: Todo el mundo es libre, pero al interior de su propia prisión. Estos textos de Rodríguez, bien calibrados en su desmesura, suscitan la adhesión del lector más exigente. Leal al tono de algunos textos de Piglia, el narrador parece contar en off, camuflando cualquier pizca de emoción, no así la crueldad con la que va desmantelando esa fábrica llamada mundo.
Ramiro Oviedo
Comentarios de la contraportada:
Para que la poesía entre en la prosa, decía Cyril Connolly, la primera debe ser asimilada por la segunda y seguir a la composición narrativa. Augusto Rodríguez, autor de varios libros de poesía, ha resuelto ese paso en un primer libro de cuentos que revela a un narrador para quien las turbulencias del amor y la muerte son temas centrales.
Leonardo Valencia
Estos cuentos de Augusto Rodríguez deberían llevar un aviso de alerta: Si abres este libro no podrás cerrarlo. Hoy que los lectores de este mundo sobreimpreso leen sabiendo que dejarán pronto cualquier libro, estos cuentos son una lección límpida y feliz de retener al lector hasta el final, atrapado por el cuento empezado. Este libro, además, lo sabe, y avanza, como los clásicos, "raudo pero deleitoso." No sin humor, prolonga las estrategias retóricas de alimentar las expectativas de la lectura. Rodríguez ejerce esa proeza con el lenguaje más inmediato y, a la vez, más suficiente. Y con esa complicidad afectiva nos hace parte del trayecto narrado, como si se decidiese en la lectura la suerte de sus héroes, tan cotidianos y transparentes como el lenguaje que los enciende de certidumbre y empatía.
Julio Ortega
Cada tema, en alguna forma, impone el estilo, exige la forma cómo debe ser tratado. En el caso de Rodríguez, la respuesta adecuada al punto de vista es un asunto de talento, de técnica, de trabajo. Y esta cualidad, eminentemente estética, de los relatos contenidos en Del otro lado de la ventana hará que sus cuentos, como otras creaciones del autor, lleguen y conmuevan al lector.
Modesto Ponce Maldonado