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Poemas de Armando Romero
(Cali, Colombia, 1944)
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Armando Romero (Cali, Colombia, 1944). Poeta, narrador, traductor, ensayista y profesor universitario. Perteneció al grupo inicial del nadaísmo en Cali. Entre sus libros figuran: Poesía: El poeta de vidrio (Caracas, 1976); A rienda suelta (Buenos Aires, 1991), Hagion Oros- El Monte santo (Caracas, 2001), A vista del tiempo (Medellín, 2005); Cuentos: El demonio y su mano (Caracas, 1975); La casa de los vespertilios (Caracas,1982); La esquina del movimiento (Caracas,1992); La raíz de las bestias (México,2005); y las novelas: Un día entre las cruces (Bogotá, 1993); La piel por la piel (Caracas, 1997) y La rueda de Chicago (Bogotá, 2004), Premio a la mejor novela de aventura, Latino Book Festival, New York, 2005. Ha sido distinguido con el título de Charles Phelps Taft Professor de la Universidad de Cincinnati. En el 2008 recibió el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Atenas, Grecia.
Vagabundo
Con la cabeza a pájaros
Ruedo por el mundo
Y así consigo el doble cielo
De la hoja y su contorno
No detengo mi camino
Cuando en el mar
Se perfilan los obenques
De contrario sigo
Y mis pies se llevan huellas
De la arena
Es el viento entonces
Tan metido en la piel
Y en los cabellos
Es el jugo de las frutas
Al abrirse eterno
El paraíso de su carne
Con la cabeza a pájaros
Ruedo por el mundo
Al parecer de la huída
Huye de la ciudad que no se queda en las uñas;
de la ciudad que duerme sin ruido y esconde un cuchillo
debajo de la almohada;
corazón en blanco y negro como bandera al agite de los carros;
escapa de la belleza de sus días,
del terciopelo en las tardes;
dile al guardia que no han florecido los geranios
ni los tulipanes;
lanza tu risa de aguja fina por los callejones,
y huye, huye para huir
de la bocina sin aliento que aceita la máquina;
del polvo rucio que se pega a los zapatos;
del viento que pasea los semáforos;
tírate avenida abajo y arriba al pie de las locomotoras,
de las hélices, de la bencina.
Huye de la ciudad que hace llorar ojos
sin reír el alma.
Huye y huye hasta que huir sea sentido de recuerdo,
y allá, al borde de los desaguaderos,
espera que vuelva hacia ti,
para seguir huyendo.
Detener la historia
... . . . . . . . . . . . . . . . .. A Alfonso
El emperador de turno se ha levantado
hoy de su catre imperial
a detener la historia con la manos,
con los pies.
Así lo hace a diario pues ésa es su misión.
Lo fue de sus antepasados,
lo será de sus herederos.
Extraña realidad y trabajo para este hombre
por un rato omnipotente:
La historia empujó con fuerza antes
y ahora está cansada,
como piedra en el camino.
Pero el emperador de turno no quiere
que retroceda ni se dé por vencida,
porque su misión es detenerla.
Sin ella él tampoco tendría presente o futuro.
Cada mañana el emperador de turno
sonríe y hace gestos de gozo
frente a la multitud adherida al televisor,
mientras la historia detenida se lamenta,
y haciendo un esfuerzo, puja,
atendiendo el clamor de sus intestinos.
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