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EL DISCURSO DEL OJO
Pedro López Adorno
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Hay en esta última poesía, alta poesía del dominicano Alexis Gómez Rosa (1950), la lucidez de un conocimiento cuyo trasfondo siempre parte de lo observado. La poesía del “ojo” proyecta y retiene. Por ello también es la pasión del cuerpo no escrito, del poema imposible elaborándole máscaras de tiza y tinta al poeta dentro del “desierto muchedumbre de la página en blanco” (“Así por el estilo”, p. 79)[1]. El discurso de la visión es, en los mejores momentos de Contra la pluma la espuma (1990), motor móvil, materia, cuerpo, paisaje, y, al unísono, oleaje, signo, tierra mental, pensamiento.
Ya el título de esta colección de poemas, Contra la pluma la espuma, que, de hecho, recopila la labor de dos geografías líricas: Opio territorio y Cabeza de alquiler, quiere orientar al lector hacia ese escenario antagónico en que la verdadera poesía lucha a brazo partido con lo transitorio (“la espuma”). A esa transitoriedad de la existencia, el poeta opone una materia no sujeta al desgaste: el poema (“la pluma”). Al materializarse los signos poéticos van plasmándose sobre las páginas pensamientos visibles. Esos pensamientos, dentro del mundo poético que nos desvela Gómez Rosa, no aspiran a la linealidad histórica, sino a una historia más íntima, más selecta, más crítica. Lo histórico se anuda a lo poético en un rebuscamiento tenaz hacia lo dominicano en su quehacer lírico y, bajo la misma perspectiva, surgen las vistas del exilio (Nueva York, Newark, Boston, Bradford, California), del amor y del oficio de escribir, ese Oficio de post-muerte que signa su primera obra, elaborada ahora con oportuna destreza a lo largo de Cabeza de alquiler.
Los textos de Contra la pluma la espuma revelan seis años (1980-1986) de fructífera labor creadora dentro de un espacio histórico sumamente accidentado, confuso, fascista: la era reaganiana. Pero al poeta aquí no le interesa la mera recopilación historicista. Alexis Gómez Rosa no hace crónica. Su búsqueda es más ardua y arriesgada: la del observador vivencial.
El tema fundamental de este libro es la vida sorteándose entre la transitoriedad y la permanencia. En ese sentido es una deslectura rigurosa del contexto manriqueño (vida/río/tránsito) al remontarse y ampliarse los planos discursivos del protagonista lírico usando, entre otras estrategias, su ojo-lector de toda la tradición lírica en español desde el Renacimiento hasta el Post-vanguardismo, de la tradición en lengua inglesa que, selectivamente, maneja: Eliot, Pound, Stevens, Ferlinghetti; y la francesa: Nerval, Reverdy, René Char, Yves Bonnefoy.
La historia según la entendemos asume entonces, en la obra de nuestro poeta, un nuevo confín expresivo: es historia pensada/internalizada. Es historia que se auto-refleja en las experiencias del protagonista lírico de Opio territorio por ejemplo. Gran parte de los poemas de esa sección, como “Paisaje manual de urbanismo”, p.13 y “Altibajo”, p.19, son faros discursivos ante la noche oscura del exilio. Su ars poética se convierte allí en archivo que visibiliza el pensamiento y lo anima sobre el único asidero para el peregrino-escribiente: la página en blanco: el espejo esencial. El poeta, plenamente consciente de sus dotes de contemplador, proclama sin disimulos: “Es una orgía del ojo lo que nombro” (“Mayo en las noticias”, p.22). No hay duda: en la poesía de Alexis Gómez Rosa reina el ojo. Parafraseando el título del poema de la página 57, habría que celebrar “ese ojo suyo que todo lo archiva”.
Al fin y al cabo, sólo lo archivado por el ojo permanece: es permanencia estética. Tal vez debido a ello algunas raras veces (a lo largo de los 157 poemas del libro), nos parece que ese ojo omnisciente resulta asfixiado por su “en babia”, por la confianza excesiva en la inteligencia de lo formal. La fuerza abrumadora de las visiones (recuerdos, anhelos, amores, esperanzas, frustraciones, viajes, encuentros, desencuentros, olvidos) a veces rebasa los planos discursivos del “nervio practicante” del protagonista lírico. Los mayores prodigios del “ojo” del libro no están exentos como en la vida misma del riesgo, del peligro, del reverso de la elocuencia: la abstracción y la mudez. Pero paradójicamente esto también es poesía, la gran lección de la poesía aquí reunida: asumir el cuerpo de la escritura como reflexión metapoética es acercarse al ser del silencio. Ese silencio es permanencia y brevedad. En su juego dialéctico plantea un materialismo visionario (un “lo veo todo” semejante al protagonista altazoriano de Huidobro) que la poesía de Gómez Rosa asume.
Estamos con Alexis Gómez Rosa en el confín de los objetivos de la visión: “Ver no hasta fijar sino borrar. Dicotomía de lo visto y lo no visto imaginado, mueve un tercer ojo superpuesto a mis dos ojos”. (“La suma”, p.93).
Volvemos con esta poesía a la remotivación de un antiguo tema: la coincidencia entre opuestos. En “Algo chévere” nos indica el hablante: “Prolongación de lo dicho: la censura, / los noes, el cero cabizbajo. / El lápiz amordazado sobre la página / disuelta: el lápiz zurdo. La página / envolvente contra el lápiz doctrinario: / la página carcelaria. (p.109). El poema surge tanto de la censura como de la afirmación, tanto de lo elaborado como de lo anulado. Resultado: la página (ya negra por las letras que la pueblan) se convierte en deseo. El ojo-archivista-pensador lo asume. Es un deseo que se materializa sobre las páginas convirtiendo a éstas en “cuerpos”. La poesía es el cuerpo del deseo. Es esa pluma-espuma que desenvaina contra el tiempo y la historia su origen, su verbal plenitud, su sagrado enigma y sus carnosas y existenciales agonías.
[1] Alexis Gómez Rosa, Contra la pluma la espuma. (Santo Domingo: Colección de Poesía “Luna Cabeza Caliente”, 1990). Todos los textos aludidos provienen de esta edición.
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Pedro López Adorno (Arecibo, Puerto Rico, 1952). Doctor en filosofía y letra de New York University (1982). Es autor de Hacia el poema invisible (1991(; Vías teóricas a Altazor de Vicente Huidobro (1986); País llamado cuerpo (1990. Tiene numerosos ensayos publicados sobre poetas puertorrique;os y latinoamericanos.
