por Miguel Yávar
en Pluma y Pincel Nº128, 16 de agosto de 1990
Este lujo de ser de Marina Arrate es un libro
turbador. En las breves páginas que lo componen asistimos, por una
parte, a un deslumbramiento, casi un "espanto" del lenguaje. De otra,
nos sobrecoge la tenacidad de la búsqueda del conocimiento. Este
conocimiento se desplaza entre su propia apetencia por ver; un
sentimiento íntimo, a veces confuso en la perspectiva dolorosa por la
"apertura" del mundo que explora: una especie de desvanecimiento
final, la apatía o cansancio de la "Visión".
Lo anterior
podría ser, en verdad, una conclusión para esta nota. Hemos querido,
sin embargo, apuntar desde ya los rasgos que más nos impresionaron en
una primera lectura, alertados y estimulados por esta voz nueva en la
poesía chilena escrita por mujeres y que se agrega a una lista de
otros poetas de ese ámbito.
Hay que prescindir de una
discusión que, por ahora, no viene al caso: la existencia o no de una
poesía femenina. Si bien en algún momento habrá que asumirla, a partir
de una "atmósfera" que surge de la producción de otras autoras que nos
parecen destacables: Verónica Zondek, Paz Molina, Teresa Calderón,
entre otras.
La lectura del notable poema Visión, que cierra
el conjunto, nos tentó a una reflexión sobre el eje poeta-palabra
(literatura). Al tiempo que vemos el cansancio de la poetisa ante el
ascetismo moral del verso, ella redescubre la inocencia primaria de
las cosas, es decir de la palabra, de ahí el "lujo de ser": "El
milenario ser que viene (y que) besa su sombra despedazada".
Estas bellas especulaciones presentes en todo el libro tienen
el mérito de tocar situaciones graves, de aglomerar temas en un corto
espacio de meditación. En fin, una larga-motivadora poesía que nos ha
entregado la editorial Lar de Concepción en su serie Del Mirador.
POESÍA EN TORNO AL
MAQUILLAJE
en El Diario, 31 de julio de
1991
"Máscara
Negra" es el título del breve libro de poemas de la escritora
penquista Marina Arrate, cuyo lanzamiento se efectuará hoy a
las 19 horas, en la Galería Espacio Arte.
Referido al acto
ancestral del maquillaje, los poemas exploran el desplazamiento de una
silueta femenina que se construye, figura y desfigura, se desdobla y
enmascara, se dibuja, en la medida que juega con su propio ornato y la
imagen que le devuelve el espejo. La mujer de la tapa -hermosa y
elegante, de cuello de garza- lleva a efecto la liturgia surgida in
illo tempore en que el hombre y la mujer se pintaban con un sentido
mágico y religioso. El libro se abre con un poema "Pintura de Ojos"
que no es sino eco, una mujer pintándoselos ojos. Y termina con una
aparente aproximación a lo contingente, a lo que es más moderno y
urbano, el rock. "Rock Woman", un poema en el que se altera la letra
en inglés de una canción con el castellano. "Los cinco poemas del
libro, "Pintura de ojos","La modelo rojo", "La dorada muñeca del
imperio", "Máscara negra" y "Rock woman"- constituyen un solo poema,
un solo ritual, un solo espacio mítico. Nos atrevemos a decir que
Marina Arrate es un caso insólito, una poesía dictada por una voz
extraña y aterradora, inédita, rutilante y misteriosa en la poesía
chilena", ha señalado el crítico Jaime Valdivieso.
Marina
Arrate y su poesía sobre la identidad femenina
en Las Últimas
Noticias
28 de abril
de 1993
“Tatuaje”,
su cuarto volumen de poesía, presentó en la capital -con el auspicio
de la Fundación Vicente Huidobro- la escritora osornina Marina Arrate.
La ceremonia se efectuó en la Casa Colorada y a ella asistió el
Ministro de Educación, Jorge Arrate, primo de la autora.
Marina
Arrate es también prima del destacado poeta Gonzalo Millán, quien fue
para ella una figura influyente en lo literario y de algún modo la
impulsó a escribir. Sicóloga titulada en la UC, la joven siguió luego
un magister en literatura hispánica y vivió siete años en Concepción,
donde Ediciones Lar publicó sus tres primeros libros.
Ahora
está en Santiago, donde continúa siempre ligada a la literatura a
través de sus talleres. “Intento acercarme a zonas más ocultas y
desconocidas del ser femenino”, dijo, al definir su trabajo poético.
Afirmó que su obra se configura como una indagación sobre la identidad
femenina. “De hecho, ya a partir de mi segundo libro hay un juego todo
el tiempo con la figura de la mujer. No es una protesta rabiosa,
aunque siempre existe la intención de protestar, sino que se trata de
una mujer que habla desde ella misma para decir cómo es. Y eso es lo
rebelde, si lo vemos desde la perspectiva de la tradición
literaria”.
Sicología y literatura van en ella de la mano,
afirmó. “Hay una dualidad permanente, Se alimentan bastante la una de
la otra, no tanto en la forma pero sí en el contenido”.
Sus
últimos 4 libros son de temática eminentemente amorosa y erótica, algo
que le parece natural porque “creo que el diálogo que se produce en la
poesía es siempre entre el yo y el tú, o sea, es un
diálogo eminentemente amoroso”.
Tatuaje ~ Marina Arrate
Ediciones Lar, Santiago 1992. 47
páginas.
por
Horacio Eloy
en Simpson Siete, Vol.
4, segundo semestre, 1993
Tatuaje es el tercer libro
de Marina Arrate, sicóloga y magister en Literatura Hispánica, según
nos señala la contraportada.
El libro estructurado en siete
extensos poemas nos inicia en la rituálica que significa trazar la
página en blanco o más bien el cuerpo carente de otra piel u otra
vestidura. Penetramos entonces en el templo donde «Tatuaje» el primer
poema que da nombre al libro nos da cuenta del ritmo y su desarrollo:
«Se taracea/ por punción/ con aguja o punzón/ lezna o espina/ cortando
con cincel,/ o con peines de espinas de palma/ o con laja de
obsidiana/ o por el fuego,/ o con huesos de ave marina y/ un pequeño
martillo de madera,.../»
Del tatuaje surgen los signos,
diversos y definitivos, católicos, egipcios y claro, también aquellos,
los innombrables, los tatuados de todos los tiempos: «Y desde el siglo
diez y seis/ se taracean los soldados, los marinos, los mineros,/ las
prostitutas, los obreros, y los criminales/ sobre la espléndida
epidermis.
En Satén, el texto se subdivide en tres fragmentos
que ponen en escena la irrupción de Ia Mujer en el bosque: «Todo es
terciopelo/ La sinuosa cabellera de una mujer antigua/ la seda negra
de una mariposa vibrante/ los músculos sagrados de las panteras
nocturnas.. .»
En otro de los fragmentos, la hablante
instalada en ese escenario expresa: «...Yo, la vidente de ojos negros
y huecos señalo/ el bruñido satén de las moradas de tu especie/ el
satén de las columnas de tus imágenes de lujuria/ veneno y
conflagración de tus ancestros. ..»
El lenguaje que recorren
estos «tatuajes» están cargados de símbolos por los cuales transitan
el deseo y el gozo operando sobre lo consciente y lo inconsciente.
La lectura de «Tatuaje» se hace interesante y compleja tanto
por su temática como por el tratamiento lingüístico que Marina Arrate
impregna a su obra: «...La muerte es un espejo/ que se triza/ y a su
orilla prenden fuego/ y se inflaman/ sus adoradores locos.». Este
fragmento de la Muerte es seguido de otro título «El Beso», de esta
forma la conjunción de placer y destrucción se hace más nítida:
«...Cometerás así un día/ tu
bello asesinato...»
Tatuaje constituye un libro que
poéticamente tiene un valor destacable en el conjunto de la producción
literaria de estos tiempos donde «un Angel ilumina la atmósfera».
Cuerpo
herido de amor
por Marcelo
Novoa
en Palabra por palabra, El Mercurio de
Valparaíso
14 de octubre de 1993
La poesía escrita
por mujeres en Chile, está viviendo, por fin, la paulatina
desaparición de la poco afortunada denominación: poesía feminista, con
la cual venia tachándose la producción de las actuales
escritoras.Tal
enjuiciamiento a priori, ya desechado por completo, para referirse a
la poesía denunciatoria como “poesía política”, tendrá que ocurrir con
críticos tan estrechos, respecto al tema de la escritura femenina
chilena. Por otra parte, también será necesario invitar al “desocupado
lector” a participar del hallazgo.
Marina Arrate (Ediciones
del Mirador, 1992) posee un tono personal interesante de contraponer a
los modales escriturales más en boga entre las mujeres poetas. Su voz,
lírica y sensual, barroca, logra momentos de intensa belleza, cada vez
más escasa entre tanto cultor de la impostura y la taquilla literaria.
Así, el libro dividido en seis capítulos -pues, sin violentar su
unidad poética, podemos visualizar una estructura narrativa que va
hilando temas y personajes- que nos enteran del trayecto mítico y
corporal de una hablante en busca de su voz y su amor.
“Tatuaje”,
la primera sección, señalará tono e intensidad, potenciando el acto
ritual de tatuarse hasta connotaciones mágicas, “por medio de heridas/
amorosa y artificialmente abiertas ...” (pág.10) señalando las
visibles y profundas relaciones que sostienen el dolor y el amor en la
existencia humana: “Satén” es prosa poética que no alcanza a
desembarazarse de la intencionalidad demasiado manifiesta de la autora
por señalarnos sus coordenadas culturales y teóricas.
“La muerte” y “El
beso”, las siguientes secciones, entregan la cuota más alta de
lirismo, al dejar que las palabras sin pudores ni tapujos, canten al
amor entre hombre y mujer. Así, la parafrasis de uno de los versos más
bellos de Pavese, recrea su propio sentimiento al decir, “la muerte
vendrá y tendrá tu boca” (pág. 35). Sólo así, el amado ...herido de
mí/ de mi deseo” (pág. 39) aprenderá la necesaria y dolorosa entrega
que significa la renuncia amatoria, el abismo pasional y la enrarecida
felicidad que da el hallarse unido a otro.
“Los grandes
animales” y “La danzadora”, las secciones finales, retoman la fuerza
de las imágenes orgánicas y vegetales del bosque primigenio, poblado
de criaturas salvajes, apasionadas. “Yo no sé del amor si no es por
tajos/ yo no sé de su ser sino rasgando/ y me hago carne y sed
devoradora/ de un turbio sino en las rompientes ...” (pág. 43). La
amplitud del decir poético se enlaza a las visiones plenas de
vitalidad, donde la animalidad surge natural y liberadora, dotando a
la hablante del libro de un poderoso aliento mágico.
La poesía de
Marina Arrate invita al descubrimiento gozoso de su escritura. Ya no
más, la sujeción de la emocionalidad, ni a la servidumbre de la poesía
a dictámenes ideológicos feministas. Poetas como Arrate, Zondek,
Mogro, Laffert, entre muchas otras, han advertido con lucidez y
talento, que la poesía debe ser escrita desde la propia corporalidad,
su naturaleza más íntima, sin descuidar, por lo mismo, la poderosa
humanidad -léase hombres y mujeres, sin importar orden o relevancia-
para así, encarnar a perpetuidad a la Poesia.
LA POESÍA
DEL DESPOJAMIENTO
URANIO. Marina Arrate
Lom Ediciones
Santiago
1999
por
Alejandra Ochoa
en Rocinante, Nº 18, abril de
2000
La poesía de
Marina Arrate podría ser entendida como una profundización/
viaje en el tejido del cuerpo, proceso que se iniciara en las escenas
de maquillaje de "Máscara Negra" (1990) , para continuar con el
acto de inscripcion/ perforación en el que se constituye
"Tatuaje" (1992), el cual retoma el maquillaje para profundizar
el acto de la inscripción. Uranio (1999), titulo de su más
reciente publicación, culmina este proceso, pues corresponde al
hundimiento en lo más profundo y estructural de nuestros cuerpos, la
calavera, aquello que permanece constante más allá de la
muerte.
En la primera
sección la hablante de "La ciudad muerta" recorre un territorio post
apocalipsis. Esa "ciudad muerta" es visitada por una figura femenina
que se presenta así misma como "fantasma", "galopante y flamígera",
"obsesiva", "encanecida". Se trata de un descenso:"...bajé del paraje
absurdo(...)/ la forma que tiene su cuerpo de roer la sepultura."
(13). En las profundiddes se enuentran las osamentas, únicas huellas
de una vida ya extinta, que es recordada lujuriosa y cromáticamente
mediante fragmentos discursivos que oscilan entre el verso y la prosa
poética: "Rojizas cabelleras que amor tornó doradas serpenteaban por
las tibias y se elevaban por los fémures trocándose licor, medusa y
lámpara..." (19). En este submundo se produce el encuentro último con
el amor desaparecido: "y le dije lo que debía decirle/ que mi amor
había sido entrañable." (28), para luego efectuar el ascenso que da
término al viaje, al recuerdo y a la sección. El cementerio, la ciudad
muerta entonces, como metáfora de la memoria o la memoria como
cementerio. "El hombre de los lobos", la siguiente sección, tiene como
hablante a una figura híbrida, mitad hombre, mitad lobo, eventual
imagen de la identidad, rescate de lo verdadero, búsqueda de lo
esencial poético que se encuentra en "lo oscuro y secreto", en esa
zona de la realidad primordial que es significada como "bosque",
"patria", "leyenda", "poema".
Es posiblemente en este
territorio donde se encuentre la matriz de la productividad poética y
a la que finalmente desea reincorporarse el/ la hablante, después de
haber concluido el descenso y despojamiento de la primera sección. En
todo caso, hay un cierto vértigo en la lectura de estos poemas de
Arrate, se escamotea el sujeto y el supuesto objeto buscado o deseado.
La última y más berve sección, "El deseo más profundo" se escenifica
en un espacio signado por la quietud. Atrás han quedado los viajes a
los infiernos cromáticos y a los parajes salvajes. En el aquí y ahora
se ha encontrado una especie de respuesta que el texto y sus hablantes
anigmáticos/ las han buscado arduamente. Los amantes escritos en el
primer poema se sitúan en "...un espacio celeste/ donde nada comienza
y todo encuentra fin." (57), a partir del cual se produce la
invocación a los "...dioses de la extrema pureza." (58), aquellos que
pudieran aludir a lo primordial, a lo "oscuro y secreto", al
despojamiento definitivo de una escritura poética que busca algunas
respuestas a aquellas interrogantes sobre el sentido.
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