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Poesía completa de Armando Rubio
Universidad de Valparaíso editorial, Valparaíso, 2015, 204 pgs.

Por Ignacio Valente
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 10 de mayo de 2015

 


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Notable es el caso de los Rubio, poetas de calidad los tres, padre, hijo y nieto. Alberto, el patriarca, es el autor de ese inolvidable libro que se llamó La greda vasija (1952). La poesía completa de su vástago Armando (1955-1980) se recoge ahora en este volumen póstumo, compuesto por "Ciudadano" (que su padre había publicado ya en 1983) y por "Poemas inéditos y dispersos" reunidos hoy por su hijo Rafael.

La obra de Armando Rubio, escrita antes de los veinticinco años, tiene un atractivo aire adolescente y juvenil, cruzado por rachas de madurez profunda, como si en ella germinara ya la sombra de la muerte, que es su constante temática más clara. En su cálida humanidad se entretejen los hilos de la melancolía, la ternura y la perplejidad ante el mundo y la vida. Por su parte, el lenguaje de esta poesía tiene aciertos memorables, que se alzan con frecuencia sobre los tanteos propios de un timbre natural afinado y precoz, pero que está todavía en pleno proceso de formación.

Los textos más tempranos de esta obra son más láricos, más cercanos al mundo del hogar y la familia, poblados de animales -bueyes, aves, perros, insectos-, y están dotados de un pintoresquismo ligero y ponderado que a ratos recuerda a Pezoa Véliz y a Teillier. Es curioso que éstos sean también los versos más métricos de Rubio, sobre todo decasílabos y endecasílabos, con rimas asonantes y aún consonantes, que se utilizan hábilmente al servicio de lo lúdico bordeando lo cómico.

El lector apreciará este uso de la rima como instrumento del humor, en un poema de tono menor y de graciosa factura titulado "Las palomas", que discurre entre lo popular y lo casi surrealista: "Cenicientas, mínimas y solas / sobrevuelan las palomas / sobre una miga de pan. // Ellas se peinan para atrás, / se engominan la frente / endomingadas y obedientes / a una ley municipal / o a una tradición sacerdotal. // ¿Son niñas, / son abuelas, / son pañuelos que caminan? // ¿Quiénes son estas palomas / paladinas / de la paz y la justicia, / estas palomas / edilicias / son de Chile / o son de Roma / son en serio / o son en broma / o tan sólo monas lisas / que sonríen / cuando lloran?".

El acento dominante de los textos posteriores es más grave y profundo, su lenguaje está más elaborado, y sus imágenes son más certeras. Así en este hermoso "Blanca Nieves": "¿Quién es la más hermosa?, / al espejo pregunta Blanca Nieves. / ¡Yo!, responde su imagen. / Y a Blanca Nieves, envidiosa, / se le quiebra la cara entre sollozos / que en el suelo relumbran". Bajo una apariencia de levedad, el juego de las asociaciones es óptimo, porque es excelente la identidad de rostro y espejo -de imagen y realidad- que producen los dos versos finales: la cara se "quiebra" como los espejos, y sus sollozos "relumbran" como los fragmentos quebrados: redondo final de un breve poema que invierte el sentido del legendario cuento, para revelar un motivo proustiano: la imagen es más real que la realidad.

El poema titulado "Semblanza" exhibe una madurez verbal que otros buenos poetas tardan años en conseguir: "La vida y yo nos juntamos / oliéndonos como perros / que no pueden separarse / sino hasta acabar el juego / (...) / Temeroso fui cediendo / aunque dientes me enseñaba. / Mas yo también le enseñé / mi dentadura apropiada. // Con todo su olor, la vida / me llamaba hacia el amor. / No pudimos separarnos / hasta que el juego acabó". Estos cuartetos con rima asonante son excepcionales por su aplomo y precisión verbal, por la calidad imaginativa de su planteamiento, por la síntesis de verdadera semblanza que el poeta consigue en la asociación de la vida con una triple familia de significaciones: el sexo, la "vida de perro" y el juego. Y todo ello con una crudeza de fondo revestida por la gran finura de su fantasía.

Las imágenes de la muerte -¿temida, deseada, presentida?- son la corriente secreta que da vida a esta breve obra. Ya estamos muertos: "Que mi rostro / siga / siempre pálido: / así / nadie sospechará / mi muerte". Pero el hilo existencial que lleva al desenlace trágico pasa por la vida experimentada como desilusión y cansancio, como rutina y desolación: "Ninguna novedad hoy en la tarde. / La ciudad y su curso inevitable. / Yo, bestia umbilical, pálido enfermo / he de seguir de noche / atado al parpadear de los semáforos, / a la misma ciudad donde parece / que ya no habita nadie". Hay un hado feroz en este presagio juvenil: "que tendré vida cara con un final de perros / o sea que no pienso morir como Dios manda."

Intensa vida, intensa experiencia de la desolación, intensa poesía la de este muchacho que iba camino de ser un gran poeta.

 



 

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