Si me pregunto por la poética de Ruiz, creo sentir en ella lo que W. Benjamin ve en el surrealismo: la poesía y el arte como manifestación de una iluminación profana, insinuando con ello una embriaguez que posibilita la entrada hacia un tipo de experiencia auténtica, no replicada y dada principalmente por la lectura y el pensamiento. Quien lee, piensa, espera y callejea es un iluminado para el crítico alemán: ¿Acaso no son estos los derroteros que ha demarcado el oficio poético, político y artístico de Ruiz?
Por supuesto. La poesía de Ruiz ilumina y profana, pero no se trata del místico que ulteriormente espera impoluto su confirmación beatífica o del anacoreta entregado a la misantropía del retiro. Al contrario de estos tipos, los poemas de Ruiz son una invocación radicalmente humana, por lo tanto, embebido de querer hurgar la comprensión del todo, sin más pretensión que sembrar poética y maravillosamente en la senda sinuosa de la iluminación profana, la cual Benjamin detalla de inspiración materialista y antropológica, dos de los terruños que Ruiz cosecha a mano alzada, a pesar de los pesares, al decir de Lihn.
Entonces, los poemas ¿qué iluminan, qué profanan? ¿Qué es lo que el poeta bucea en esa dimensión abierta por la embriaguez de la palabra y el pensamiento? Como hemos expresado en otra ocasión, su poema es transparencia y espesor: no reduce, amplifica, no aclara, colorea. Una poesía devocionalmente emotiva, profanadoramente sagrada.
Es su propia “Arte poética” (145) la que abre ciertas claves:
La poesía es un shock químico
Hija de la mudez, los alimentos y los ojos
Una alucinación que precede la idea del poema
Un sueño
El resplandor original del relámpago
Luz incolora, primera y blanca
Sobre los insomnes paisajes de la aritmética vivencial (…)
Golpe y mudez, acaso la poesía y su centro atómico en máxima tensión constante, la misma que nos lleva al estruendo mudo de Vallejo. Paradoja que no detiene, sino avanza en diversas y dislocadas direcciones hacia la conmoción: choque y colisión de las emociones revueltas. Poeta y lector devueltos a la edad del niño que descubre el mundo siempre por primera vez, y luego duerme para seguir soñando ese otro mundo posible.
Alucinación y sueño son también elementos constitutivos del universo poético de Ruiz, en cuanto necesidad de soltar todo tipo de amarras que tienden a apresar el vuelo de la mente, del cuerpo, del alma.
Alucinación poética porque es creación y re-creación: reacción sobreestimulada del espíritu ebrio de palabras y visiones. Dosis de dios, acceso para contemplar ese relámpago incomprensible de “luz incolora” y calcinada que nos permite descubrir y descubrirnos a contrapelo del orden.
La poesía que escribe Ruiz es contrapunto o negativo de una imagen del hombre y del mundo contemporáneo, sobresaturado artificiosamente de luces y flashes que han programado la ceguera como la pandemia de los nuevos tiempos. Por ello, se aleja y, ensombrecido desde la distancia, se nos devuelve asombrado de lo que el poema enrostra y vislumbra.
Los versos de Ruiz reman y remontan hacia la tormenta en busca del trueno y del relámpago, y es precisamente en el centro de ese ojo tormentoso donde encuentra la mirada reposando en el vacío, punto cúlmine del sujeto con su mismidad abismada por el silencio y la mudez. Grado cero de sí porque el cuerpo es la zona cero del universo:
La Poesía es un acto de transmutación
Un golpe desplazado
Que toca al hombre nacido bajo las Pléyades
Al hombre que hacia el azur (…)
Traspasa todas las zonas y significaciones del dolor… (146)
Valioso y necesario material esta nueva antología que reúne la extensa obra del poeta. Nos abre e invita a hojear al interior de este arcón colmado de pertenencias que llaman por salir al encuentro del viaje y regreso de uno de los últimos poetas chilenos testigos de una época literaria ya ex-tinta.
Dadivoso recorrido por la anchurosa trayectoria de cada uno sus libros, en cuya data se reúne más de medio siglo dedicado plenamente al oficio de escriturar la tierra. La antología dibuja en el horizonte la sombra iluminada de este “caminante inmóvil que es memoria genética / Por senderos imaginarios hacia el logro / Plenitud gestada en la naturaleza de una inteligencia universal (…)”. Poeta inquieto en búsqueda y recolección irretornable de aquellos “Asuntos de memoria y belleza / De bien morir y volver a nacer / Con la boca cerrada / Sin aliento de muertos” (146-47).
Entrado en el surco, sorprende de Ruiz la firme estabilidad de su embriaguez al escribir, por allá en el 77, la “Introducción” (11) de su primer libro, donde aún él tiende a permanecer en pie y que así sea por los siglos:
Hay una poesía que viene volando desde lejos,
viene roída por el cansancio del día y de la noche
y desciende a la piedra y al polvo
y se sumerge y emerge
y atraviesa por las caras y los dientes
y muere y nace (…)
voy cargando el silencio de la ciudad
y mis pies y mis pasos se extienden
recogiendo las uvas de toda la tierra.
Valparaíso, septiembre de 2021
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Juan Manuel Mancilla es académico de la PUCV, escritor y músico. Ha publicado los libros de poesía Baúl (Bordelibre, 2015), Arca (Oxímoron, 2017) y Testamento (Bordelibre, 2017) y los textos críticos reunidos en el volumen El oficio paralelo (2015). En el ámbito musical, ha participado en diversos proyectos teatrales y audiovisuales como compositor y realizador de banda sonora, así como en proyectos personales ligados al blues, rock y folk. Ha sido beneficiado por el Consejo de la Cultura y las Artes para presentar su trabajo en instancias nacionales e internacionales (2014-2015-2016-2019), así como las becas del Fondo del Libro en Creación (2016, 2018, 2019), Formación (2016) y Publicación (2020). Actualmente es crítico literario en la revista Viaje inconcluso y desarrolla una investigación sobre la obra poética de Roberto Bolaño en sus estudios de doctorado en la PUCV.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Introducción a "El resplandor original" de Álvaro Ruiz.
Por Juan Manuel Mancilla.
Publicado en Revista Elípsis, 31 de marzo de 2022
Golpe y mudez, acaso la poesía y su centro atómico en máxima tensión constante, la misma que nos lleva al estruendo mudo de Vallejo. Paradoja que no detiene, sino avanza en diversas y dislocadas direcciones hacia la conmoción: choque y colisión de las emociones revueltas. Poeta y lector devueltos a la edad del niño que descubre el mundo siempre por primera vez, y luego duerme para seguir soñando ese otro mundo posible.
