"El Baile de la
Victoria" de Antonio Skármeta
El leve triunfo de los débiles
Por Darío Oses
Rocinante
Nª 64, Febrero 2004
Los jóvenes pobres y pletóricos de vida de los primeros
libros de cuentos de Antonio Skármeta, aquellos protagonistas
de los relatos de El entusiasmo, Tiro libre y Desnudo
en el tejado parecen resucitar
en El baile de la Victoria. Es como si se hubieran quedado
dormidos cuando se clausuró el fervor de los años 70
y ahora despertaran adoloridos, perplejos, pero todavía vitales
en el Santiago teñido por el smog del 2000. Ángel Santiago,
haciéndole honor a su nombre, es una especie de ángel
urbano, un precario centauro, un joven que cayó preso por robarse
un caballo solo por el cariño que le tenía al animal
y por darse el gusto de galopar en él. En la cárcel
fue ferozmente desangelizado, en un rito de bautizo sexual en el que
el propio alcaide de la prisión llevó la voz cantante.
Victoria Ponce carga con todo el trauma de la historia reciente del
país. Desertó del liceo y su vida sería pura
vagancia a no ser por su pasión por la danza, que solo puede
practicar en una academia casi tan triste como ella, que tampoco tiene
cómo pagar.
Los dos muchachos se encuentran, cuando él viene saliendo de
la cárcel y ella no se atreve a volver al colegio. Éste
es el punto de partida de esta novela neorromántica, con la
que Skármeta ganó el Premio Planeta España del
2003.
Es bastante conmovedora la relación amorosa de estos dos seres
desamparados, heridos, vulnerables, amenazados a cada paso por la
muerte y la miseria. Aunque Ángel Santiago no lo sabe, un presidiario,
temporalmente liberado por el alcaide, le sigue los pasos para matarlo.
La trama está armada con el arte de guionista de cine que Skármeta
sabe aplicar a sus relatos. Hay una progresión impecable y
una cantidad de historias secundarias, afluentes de la principal,
que finalmente desembocarán en ella para producir el desenlace.
Para sustentar su amor y pagar las clases de danza de Victoria, Ángel
Santiago planea dar un golpe maestro contra la caja fuerte de un ex
agente de la dictadura, que ahora maneja una lucrativa empresa de
seguridad. Y para dar el golpe necesita convencer que regrese a las
pistas, al maestro, un artista virtuoso que roba con absoluta limpieza
y sin violencia.
Así, paralelamente a la historia de amor de los jóvenes,
transcurre esta otra relación, la del maestro y modelo ejemplar,
con el discípulo.
El baile de la Victoria reconstruye literariamente el Chile
de principios del siglo XXI, con sus jóvenes desocupados, con
los sobrevivientes y veteranos de la dictadura, con su sistema educativo
aun anquilosado en formalismos y contenidos inútilmente enciclopédicos
y, sobre todo, con sus delincuentes, tanto los que cometieron crímenes
horribles y quedaron impunes, como los que fueron desproporcionadamente
castigados por delitos menores como el robo de un potro.
Éste, el de los delincuentes, que es hoy el sector más
demonizado de la sociedad y el que representa la principal amenaza
a la cultura triunfante, aparece en la novela de Skármeta tratado
con gran diversidad de matices. En este mundo lumpen hay criminales
desalmados y ladrones melancólicos, sabios; delincuentes que,
como los de Bertold Brecht, han desarrollado una ética sospechosamente
parecida a la de la burguesía. También hay alcaides
profesionales y otros que no muestran ninguna superioridad moral respecto
del lumpen y que más bien se mimetizan con él.
El otro mundo, el de los buenos burgueses, sobre todo el que gira
alrededor de la ópera y el ballet y la gran escena social,
es tratado con ironía. Se despliega también en esta
novela un Santiago imaginario pero que recuerda muy de cerca al verdadero.
Una ciudad literaria con su propia topografía: un club hípico,
un mercado, una calle de las tabernas con sus bares, prostitutas y
volteaderos, un barrio viejo y descascarado y otro reciente y reluciente,
un sector céntrico con sus cines porno y sus pasajes llenos
de boliches ínfimos.
Al final, el gran golpe se bifurca en dos: uno contra la caja fuerte
y otro puramente artístico. Éste es el más interesante
pues convoca la complicidad de todos los seres marginales y derrotados
de la novela: la profesora cesante por su honestidad pedagógica,
el carabinero que será degradado por su bondad, el cuidador
de autos, la cajera del motel. En fin, ésta es una especie
de confabulación de los débiles, que alcanzan su pequeño
triunfo transitorio.
El baile de la Victoria es una novela postutópica: prepara
y relata esta victoria mínima, local, acotada, limitada, que
no produce ninguna transformación social. Éste es tal
vez el único triunfo al que se puede aspirar después
del desvanecimiento de las utopías.