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"Ideas foráneas"

Por Andrés Sabella
Publicado en revista HOY, N°420, 5 al 11 de agosto de 1985


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Los que calculan que las ideas tienen fronteras, las privan de su nobleza y de su generosidad. Goethe habla de "la utilidad de una idea". Esta condición es la que les permite servir a los hombres, favorecerlos, henchiéndolos con sustancia e inquietud. Jacobo Juan Engel, el racionalista alemán del siglo XVIII, piensa que las ideas, "como chispas eléctricas", van encendiéndose "las unas en las otras". No es posible "la exclusividad de las ideas". Tal juicio las atacaría de raíz: las ideas surgen del hombre para ir hacia los hombres. Pasteur no crea la microbiología para uso únicamente de franceses; ni Fleming descubre la penicilina para el sólo disfrute de los ingleses. Las ideas, pájaros de altura, suelen, de frente en frente: su nido es la cabeza de la Humanidad.

Los que despotrican contra las "ideas foráneas", desesperados porque no toquen la mente de los chilenos, "infectándolos" de marxismo-leninismo, olvidan que sin la asistencia de factores ideológicos franceses no pudo haber 1810 para los chilenos. Alberto Edwards y Pedro Nolasco Cruz no los consideran. Pero Ricardo Donoso si que los advierte y destaca, indicando que para probarlo basta revisar los tres primeros periódicos —los de 1812 y 1813— para comprobar cómo pesa allí el pensamiento liberal, cómo cada línea aparece empapada en la tinta de Rousseau. En el primer editorial de Aurora de Chile se enseña que: "la autoridad suprema trae su origen del libre consentimiento de los pueblos, que podemos llamar pacto, o alianza social". Los chilenos leen, venturosamente, el Contrato Social de Rousseau, sin que le falte una palabra; no acontece lo mismo en Argentina, donde se lo entrega mutilado.

El más noble contrabandista chileno, José Antonio de Rojas, lo es de libros: de la más sutil de las cosas. En carta a su padre (7 de octubre de 1774), le recomienda que no pierda diligencia para que el envío de libros que hace a Chile llegue "sin que los abran, porque son libros extranjeros", esto es, "peligrosos". Las "ideas foráneas" triunfan de año en año, en los fundamentales del siglo XIX. Los miembros de la Sociedad de la Igualdad usan para sí los nombres de los revolucionarios de 1789. Bilbao traduce a Lemmenais. Arcos habla como ideólogo de 1848, cuando reconoce la división de la sociedad en clases.

Asistimos a un hecho notable en la vieja Escuela de Derecho. Un profesor de Política Económica anuncia ante sus alumnos que no "pasará" marxismo, porque es doctrina extranjera. Guillermo Retamal Bicharats se para y pide la palabra. Se la concede el profesor. Retamal, asombrándolo y asombrándonos, pregunta algo insólito: pregunta si el sombrero y el terno del profesor son chilenos. Este responde cándidamente que el sombrero lo trae de Italia y el terno, de Inglaterra. Retamal, entonces, le dice:

—Si éste es su nacionalismo, deje también que otros 'se vistan' con 'telas extranjeras'...

 

 

 

 



 

 

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"Ideas foráneas"
Por Andrés Sabella
Publicado en revista HOY, N°420, 5 al 11 de agosto de 1985