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La parcelación de la vida: la poesía-crónica o la crónica poética
en el libro “Tres” de Ashle Ozuljevic

Por Paulo San Páris

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“OMNE TRINUM PERFECTUM”
“Todo número tres es perfecto”
                                             Virgilio

"No había duda, ni la menor duda, que al juntarnos así los tres, habíamos formado una figura,
(…) habíamos realizado un equilibrio, un perfecto equilibrio entre fuerzas aisladas"

Maldito Gato (Diez), Juan Emar.

La aparición semiótica- simbólica del número tres en la historia de la humanidad data desde tiempos antediluvianos.

Desde su étimo, ‘tres’ deriva del latín: “trinum” o “tiu­bium”, y es el primer número impar, puesto que se compone por la reunión de tres unidades; o, de otro modo, del uno y el dos; que vienen siendo la unidad y el primer número par.

Históricamente sabemos que entre los antiguos pobladores, el tres era el más sagrado de los números; aun cuando es una figura aritmética, a la que se le han atribuido algunas virtudes místicas, al asegurar que es la base de los signos de la perfección; por eso vemos que en la filosofía de Platón se le consideraba como la imagen del Ser supremo en sus tres personalidades: la material, la espiritual, y la intelectual, que es lo que tácitamente, determina a la unidad hombre, por cuya razón, tal vez Aristóteles llegó al convencimiento de que el tres contiene en sí; al principio, al medio y al fin, lo que también viene a indicarnos, que es el símbolo de la perfecta armonía, del factor de conservación y del progreso natural, entre todos los seres y las cosas.

A su vez debemos hacer referencia directa a su orden bíblico casi directo: Padre, Hijo y Espíritu Santo, lo que el mundo católico llama Divina Trinidad. En este mismo sentido, la triada aparece también en la Sagrada familia: padre, madre e hijo. Tres.

Diversas culturas adoptaron este guarismo como un número sagrado. Por ejemplo, los sumerios creían que el número tres representaba la fertilidad, la unión espiritual-material del ser humano entre cielo-tierra-espíritu.

Los druidas, los esenios, los asirios, los caldeos, los egipcios, los griegos, los romanos, los judíos; y más tarde en la India, la China y en todos los países civilizados conocidos, el número tres fue muy venerado, circunstancia por la que en la Edad Media siempre se le consideró como un signo favorito, atribuido al ser supremo, a la perfección.

De este modo, podemos sentar nuestra primera aproximación al texto de Ozuljević. La triada participante, como un símbolo estructurador del libro. Esto en motivos dichos como tres capítulos enlazantes con un énfasis común: la crónica diaria.

Dentro de historia de la literatura chilena no son pocos los títulos de libros que resaltan por su compresión lingüística y simbólica. Ya se nos había adelantado el poemario de Pablo de Rohka bajo el título enigmático de “U”, o el citado en nuestro epígrafe, Juan Emar, con su libro de cuentos dadaístas “Diez”. El número tres, referente al texto que presentamos, está estructurado bajo el signo de tres capítulos apartados pero interrelacionados que se inician con un breve texto de carácter minimalista.

El capítulo primero, abre una serie de textos que tocan diversas temáticas, donde las pulsiones son llevadas a cabo por trazos del recuerdo, lo significativo, lo erótico, lo femenino, la autocontemplación con el ser-mujer. En este punto es significativo el texto: “Hay distintos tipos de gritos”, que señala:

ligado en lo estrecho
a través de mis deditos toscos
a la imposibilidad de tener
un orgasmo silencioso
a la negación síquico-fisiológica
                                        [patológica
de mantener ese secreto tibio
                                            [o cualquier otro
la misteriosa humedad sagrada
                                          [o cualquier otra
dentro de la piel.

El sujeto enunciante es guiado por el poeta a través de la eroticidad, y la autocontemplación sexual a través de salidas placenteras, como lo es un grito.
 
Otro texto de relevancia en este apartado es el texto consiguiente inmediato, titulado “Matta oriente”, el cual aparece con un tono evocador a un manifiesto, plantea las leyes conductuales y morales del accionar político y social de un sujeto:

defender la revolución de los consumistas
de los medievales de los templarios de los románticos
de los joviales de los utópicos de los suicidas
de los temerosos de los realistas
defender la maldita revolución
plantando tomillo, yerbabuena y matico
bañándose en leche de higo

Si bien la mayoría de los textos y la técnica estética que propone la poeta en su libro, traza líneas fijadas en lo cotidiano, con tono simple y accesible a la comprensión, hay instancias simbólicas superlativas, hermosísimas, que si bien son de apariencia cotidiana, guardan un profundo componente metafísico, por ejemplo, en el texto “Maculada”, donde se señala:

“me leyó las pecas como si fueran las líneas de mi mano
le di monedas,
todas las que tenía:
necesitaba que me dijera
que iba a ser feliz.”

Los siguientes textos de este capítulos evocan momentos, situaciones, por ejemplo la instancia de la poeta de su vida en Buenos Aires. Un hecho que hacemos notar, es la utilización de elementos cotidianos en sus diminutivos, giro sutil, pero no menos despreciable que potencia la voz de la o el hablante como una voz cargada de ternura e inocencia consciente.  

El segundo capítulo se entrega mediante una disposición de textos mucho más extensos, que remiten a los temas vinculados con situaciones pasadas, situaciones quizás ficticias o reales, que no se alcanzan a decodificar en su totalidad.

La integridad del texto es perdida intencionalmente para dar movimiento significativo a las palabras en algunos pasajes. En este apartado encontramos referencias femeninas de la antigüedad como el texto “Ruleta griega”, donde se nos entrega la imagen de otra Penélope, mucho más astuta que la que conocemos por Homero. En ese sentido la poeta realiza una relectura de imágenes consagradas en la feminidad y deconstruye esas piezas para volver a formar una nueva imagen ciega aún. Un poema hermoso, que recuerda las evocaciones sinestésicas de Rimbaud, es el llamado “Blanco, negro, y verde” con el cual la poeta muestra una destreza consciente en la construcción de un texto y la potencialidad misma de la palabra creadora.

Si me concentro en los hechos
digo blanco
digo negro
pero también digo verde

Digo verde y amanece una isla se asoma un mono altiplánico
                                                                 con acento pueblerino
Digo verde y una ramita invisible deja nacer un pámpano
                                                               
En medio de la sal digo verde y no aparece nada
en medio de la sal digo negro y cae una foto suspendida
                                                               en una casa demasiado pequeña
digo negro y son los pasos bien marcados en el suelo que carcome
                                                               primero el cuero y luego la piel
digo blanco y negro porque sos una foto antigua colgada
en una pared clara
el marco rasguña la imagen, oxidado a dentellada limpia por mi
odio (…)

Este apartado se cierra con un texto titulado “Pero también lo pasamos bien”, que despliega un tipo de texto poético deslindado en una tonalidad de carta informativa, ante el tema del amor.

El último tramo del libro se torna aún más cotidiano, se hacen declaraciones sin impostaciones de imágenes rebuscadas, se entrega la realidad tal cual es, haciendo de ella una mimesis. La poeta está consciente de las relaciones significativas que la realidad tiene y no trata de ocultarlas sino que entregarlas en profunda claridad, a la usanza de la escuela guiada por Parra, Linh, Bertoni, etc., llamados “los poetas de la claridad”, o como prefiero llamarlos yo, “poesía objetivista”.

No se reclama al lenguaje una impostura simbólica, sino que el mismo reflejo de la realidad brinda su significancia. El mismo lector debe alzar desde su ideal reconstructivo, individual e imaginario personal las significancias del texto.

La colección de imágenes transforma al libro en una especie de collage turgente de significados denotativos.  Los espacios se van comprimiendo al final del libro, para dar paso a una serie de textos de carácter estructural más enfocados en la prosa, que colinda con las entregas anteriores que ha realizado la poeta, es decir, la narrativa. A pesar de ello, el lenguaje poético no puede escapar a su intencionalidad y se provoca el hibridismo textual acostumbrado en la poesía actual.

Finalmente, no es nuestro deber juzgar un libro en su totalidad mediante una presentación, pues entendemos exige una mayor carga referencial y de investigación para aclarar mediamente el panorama de lo que nos quiere proponer en esta ocasión Ashle Ozuljević. No obstante, no podemos dejar pasar esta oportunidad para llamar la atención del lector a la valorización completa de la obra, tanto en su entrega literaria, como en su  intencionalidad creativa, ya que, sin duda alguna, la poeta es una de las voces femeninas más reconocidas e importantes que ha dado la IV región, no sólo por la integración de otra vertiente más transparente, sino que por el mismo estilo de una raigambre que consigue fuerza, la cual no se apacigua en su pulsión vital, sino que cada vez se renueva así misma.

La Serena, 2016



 

 

 

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