Consecuencia política de Skármeta Los días del arcoíris. Editorial Planeta. Chile 2011,
234 páginas Por Ramiro Rivas Publicado en Punto Final, N°750, 6 de enero de 2012
Entre las muchas cosas positivas que uno puede mencionar al referirse a Antonio Skármeta, al margen de su extensa labor literaria, está su inquebrantable consecuencia política, su moralidad y ética como escritor y hombre público. Resalto estas cualidades después de comprobar cómo dos escritores nacionales han recurrido a la voltereta política con el fin de obtener un par de embajadas.
Skármeta, con sus dos primeros libros de cuentos, El entusiasmo (1967) y Desnudo en el tejado (1969), tuvo la capacidad y la visión de romper con todos los moldes del cuento tradicional chileno, incorporando un lenguaje gozoso, juvenil, con personajes adolescentes plenos de vida y energía. Todo esto acrecentado mediante una prosa poética y rítmica que logró recoger el fervor de la crítica especializada y originar un singular resquebrajamiento a la forma de narrar de las nuevas generaciones. Con el tiempo, y su paulatino paso a la novela, su estilo ha evolucionado, recurriendo a una claridad expresiva que simplificó su narrativa dotándola de mayores componentes dialógicos.
Los días del arcoíris (Premio Iberoamericano de Narrativa, Planeta-Casamérica, 2011) constituye una novela con muchas de las características aludidas: temporalidad lineal, sencillez argumental, diálogos esclarecedores que, por momentos, presuponen la inclusión de elementos discursivos que atentan contra el relato o, más preciso, con las legítimas suspicacias del lector.
La historia se centra en un periodo histórico claramente delineado: los días previos al plebiscito de 1988 que dividió a los chilenos en dos bandos irreconciliables. El triunfo del No fue clave en un proceso político que logró reconquistar la democracia y poner fin a una dictadura que se prolongó por 17 años. No es fácil tomar como núcleo narrativo un hecho tan cercano y elaborar y retratar una realidad tan aflictiva y, a la vez, tan apasionante.
Se asegura que todo texto literario se define por los elementos extratextuales: la sociedad del momento, los conflictos políticos, la represión sexual y sicológica, entre otros. Pero lo que subyace en el mensaje narratológico, en el trasfondo del texto, es ese retazo de historia reciente que transformó la convivencia de los chilenos y que los volvió a hacer soñar con la libertad y el fin de la delación. Esta es una novela en que el mundo ficcional pasa a constituir un eslabón más en nuestro pasado, en los diversos estereotipos literarios. Una suerte de recurrencia a la crónica, a la documentación, a la reconstrucción de una época ominosa, a la jerarquización de la verdad y la utilización de las estructuras tradicionales del discurso novelesco para la cabal interpretación de una realidad metamorfoseada por la mentira.
Es posible que el resultado de todo este esfuerzo creativo no llegue a plasmar en la gran novela total que todo escritor anhela; pero es un intento de aproximación a esa atmósfera elusiva, lejana, que el inminente olvido puede terminar por borrar de la memoria. En definitiva, se valoriza como proyecto testimonial, como nota de advertencia para los jóvenes que no vivieron el proceso y perseveran en dar vuelta la página y comenzar de cero, como si el sacrificio realizado por sus padres y abuelos por reconquistar la democracia hubiera sido un hecho superfluo, producto del destino. He ahí lo valioso de esta obra, la responsabilidad para articular una unidad significativa mediante la cual se puede entender a una clase social y política que luchó por obtener lo que parecía una utopía: vencer a la dictadura por medio del voto popular.
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Los días del arcoíris. Editorial Planeta. Chile 2011, 234 páginas
Por Ramiro Rivas
Publicado en Punto Final, N°750, 6 de enero de 2012