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Antonio Skármeta: "Soñé que la nieve ardía"
Barcelona, Editorial Planeta, 1975. 228 pp. (Serie Latinoamericana-Novela)
Soledad Bianchi
Revista de la Universidad de México, Septiembre de 1978
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La mejor definición de esta primera novela de Antonio Skármeta, cuentista chileno, premiado en Casa de las Américas en 1969, está dada en la propia obra cuando uno de los personajes, Antonio, escritor premiado en Casa de las Américas, propone en la fiesta con que en la Moneda el pueblo celebraba la llegada al Gobierno de Salvador Allende: "...habría que hacer talleres de creación en las poblaciones, que todo lo que iba pasando tenía que volver a pasar, recrearse y a reinventarse mil veces en la literatura". En Soñé que la nieve ardía, lo cotidiano, la realidad de los últimos meses de la Unidad Popular y la irrealidad, el sueño, son vividos con la misma intensidad por diferentes personajes que habitan una pensión santiaguina que reproduce en pequeño el proceso vivido en el exterior, en la sociedad.
Arturo llega desde la provincia a triunfar a la capital. Sus únicas preocupaciones son llegar a ser un futbolista de fama y un experto mujeriego. En la pensión conoce al Negro, el Gordo, Mari, Susana y otros muchachos de alrededor de 20 años de edad, integrados al proceso de producción, políticos, de valores absolutamente diferentes a los suyos que le hacen comprender —después de haber vivido algunos fracasos— que su individualismo sólo lo aisla sin permitirle tampoco alcanzar las metas que se había propuesto. Los jóvenes obreros participan activamente en política colaborando en las múltiples actividades del momento: asisten a los trabajos voluntarios, realizan pintura mural, se divierten, tienen largas discusiones en que la situación política es analizada expresada en un lenguaje ágil y acorde con sus edades y extracción social, discusiones que revelan también las distintas posiciones existentes dentro de la izquierda.
Otro de los habitantes de la pensión, el señor Pequeño, tiene cierto parecido con Arturo (no es casual que se conozcan en el tren y lleguen juntos a Santiago) por su marginación de la realidad inmediata; pero mientras el muchacho es un soñador que no logra realizar sus aspiraciones, el señor Pequeño, un enano, artista de variedades, preparador de un gallo de pelea, sabe vivir los sueños que crea para evadirse del mundo gris y de miseria que lo rodea. El enano aporta a la realidad una necesaria dimensión de fantasía, de imaginación y creación que la enriquece y permite enfocarle y enfrentarla de manera nueva y diferente.
En su última aparición en la novela, después de haber perdido su gallo, de haber sido golpeado por unos apostadores estafados (por él), se encuentra junto a su fiel socio la Bestia en un basural donde son acosados por ratas y perros. La Bestia trata de despertarlo, pero Pequeño se niega queriendo prolongar la permanencia en su mundo de fantasía. Finalmente, termina por descubrir el cariño, el amor y un hogar en una mujer de la que se enamora. ¿El sueño se concretizó o la realidad se transoformó en sueño? El señor Pequeño es quizá la suma del resto de los personajes que o vivieron un sueño de solidaridad o soñaron una realidad de ratas y perros.
Mientras los otros personajes son destruidos física o anímicamente por el golpe de Estado, ¿es la capacidad de fantasía e imaginación del artista de variedades lo que le permite salvarse? No parece, porque aunque Arturo no triunfe como deseaba, reconoce que la generosidad y la lucha por el bienestar general valen más que sus egoístas aspiraciones, y aunque los sueños de los partidarios de la izquierda son destrozados por el golpe de Estado, no desaparecen —a pesar de la muerte de miles de chilenos— porque se encauzan en la resistencia que un día permitirá "una marcha donde por cada hombre va a haber una estrella y que ellos (los caídos) van a venir desde el cielo envueltos en una bandera grande que va a raspar la cola como un cometa en la cordillera".