ADVERTENCIA
No se debe traspasar el sueño con el rayo de la espada
ni tampoco someter a juicio la poesía de los camaradas
Remover los dormideros con asuntos inoportunos
como es la crítica
es encender la luz del velador y volver inefable el sueño.
Déjese en paz musitar los febriles delirios
No sea que el amanecer sorprenda al demonio partiendo nueces.
Todo libro es un cazador oculto
empolvado
espera en su nicho, tumba momentánea
la secreta ilusión de cantar al unísono
todo libro es un cantor ansioso
envilecido por el tiempo
única voz que en silencio
retumba entre cuatro paredes.
Estoy rodeada de un coro mudo de voces
las escucho a veces, mas de un bosque cercano
suele llegar el soplo
de un sueño pegajoso que no me abandona
y como siesta empozada en invierno
en el charco del hastío
duermo
sin escuchar
El cazador anida en mi oído
y murmura
así, despacito
el
.. . .. .. . SECRETO.
Primera inmersión
.. . .. .. I
zambullirse en este río
abandonar, por algunos segundos siquiera
la realidad
sumergidos en su espejo
su infiel reflejo
desde donde toda perspectiva es mejor y más bella
punto de partida de cualquier travesía
río arriba
zarpan húmedas aves, abajo el Calle Calle
mi nariz asomándose sobre la existencia
o un paréntesis de ella.
.. . .. .. II
el primer baño de la temporada
es siempre el último pedazo de un sueño
la noche anterior
.. . .,,,,,,,,,,,,,,,,. .. como adivinándolo
lo ensayamos hundiéndonos en la duermevela
la víspera de la inauguración oficial de la estación.
nunca se sueña dos veces con el mismo río
pero el rito es el mismo
todos los años
la noche anterior
al primer baño del verano.
Segunda inmersión
Andre Racz en la memoria.
"La memoria arroja y deja en
seco
una multitud de cosas retorcidas;
una rama retorcida en la playa,
devorada; lisa y pulida
como si el mundo rindiera
el secreto de su esqueleto,
rígido y blanco".
T.S. Eliot
Llevarse de la vida solamente
algunos tesoros encontrados en la arena:
trozos flotantes, boyas de madera, brillantes colores
conchas, caracoles
los restos que sobreviven de un desastre náutico
los pequeños tesoros reunidos
.. . .,,,,,,,,,,,,,,,,. .,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,.cada
verano
.. . .,,,,,,,,,.. . .,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,.
.,,,,,,,,,,,.,,,,,,,. ..dispuestos a lo largo de la costa
para descifrar el paisaje.
Cada piedra tiene aquí su correspondencia
sus concavidades en mordisqueadas rocas
se coleccionan piezas, redes
en donde cada espacio vacío del rompecabezas
quema como la sal
en los surcos de las manos de los pescadores.
Sólo restos
pedazos dispersos de un libro benévolo
materia encontrada al azar para leer las señales
el íntimo mapa de la existencia.
Tarde vertical
"No nos exijas la fórmula
que pueda abrirte mundos,
pero sí alguna sílaba seca y torcida como una rama".
Eugenio Montale / Huesos de Sepia
La tarde no escribe sino en su legajo
su tierra de hojas
busca palabras picoteando el suelo
- palomas entre las verduras -
cuando la feria y sus frutos mueren.
La tarde vertical que pende
con la pesadez de una gota de lluvia
escribe con la sospecha
de la palabra que está siempre por decirse
pero se calla.
La tarde y su rojez de otoño avergonzado
sopla su aliento para que crezca la hierba sobre la tumba
mientras la muerte cría su costra dura y reseca.
Terco otoñal
Terco el sol otoñal de mis días que me sueña
y me duerme
Terco el quemador de testas, que entre plazas y parques
me obliga a recoger las hojas olvidadas y húmedas de su libro:
las metáforas que van a dar al resumidero del día
esas quebradas en donde musgo y paciencia
tejen la atmósfera de lo que es igual en el mundo.
Terco el que en su majadería pregona el "mi mano es muchas
manos"
y la llamamos mi mano que escribe, boca y ojos cosidos
l a m a n o e s c r i b e
en este vasto cuerpo que somos
cuerpo en donde se congrega la tarde
con todo su sueño secular.
Más allá, en el despeñadero...
"El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe"
Alejandra Pizarnik
Más allá
en el despeñadero del romanticismo
la memoria no guarda
ni siquiera un soneto que con cada uno
de sus perfectos huesos, como sílabas
despierte el silencio del poema que crece.
No sé qué de lirismo contienen aún los amantes
a la hora de los parques en sus respiraciones
ni qué sesuda oscuridad
los versos borrachos de alguna alcantarilla
versos que no preguntan ni responden
pero eres mi testigo como gotera espantosa.
Está hermosa la edad de tu palabra,
me dices
yo la creo gastada.
Quiero escribir, pero me sale espuma.
Leo estos libros coronados...
.. . .,,,,,,,,,,,,,,,,.I
Leo estos libros coronados de polvo
en esta pieza sola que entra en el cielo
mi esquina lectora es la proa de un barco:
hasta que cayó el sol sin que lo oyera
y la lectura es un grillo anidando
vicio solitario chirriando en mi oído.
.. . .,,,,,,,,,,,,,,,,.II
Extraña de mí
no me reconozco al entrar en esta pieza lectora
sigilosa para no asustarme
me sorprendo obligándome a significaciones sombrías
que zumban furiosas en este aire
mixtura en encierro
me sorprendo
peinando palabras largamente hermosas
frente a un espejo
preparándome una emboscada a mí misma
cada mañana más cerca de la miseria.
No es de la fosforescente rama de abedul
de donde cuelga la imagen
ni está en el resto de café en el fondo de la taza
ni en el humo de cigarro al final de la fiesta
ni tampoco en su sabroso olor entre mis dedos.
Apenas si se puede contener la tentación de escribir sobre
una fotografía
imagen desteñida de una memoria mecánica
cuando todo es imagen qué se puede decir
mejor es amarrar la barca a la orilla de esta página
mientras las confusas instantáneas de la realidad
den vueltas y vueltas como un disco en el pick-up
desprendiéndose de toda palabra innecesaria
toda metáfora de más:
y ya en la orilla, sólo el abedul
su fosforescente rama
para observar el cielo.
Cisneros habla a su hermano ambulante
Los libros son adobes de una torre que nunca edificaste
poeta ambulante,
y ofreces tus poemas en canastos al mejor oído postor.
Ahuecas la cabeza para que no te detenga
la sorna de tus hermanos
el duro asfalto de la tradición, la historia de la desmemoria.
Vistes la ingenuidad impenitente
en una gastada camisa limpia
para no contagiarte con la vergüenza ajena
soy poeta, escribo versos y cuento historias,
pero no escribo para usted
adivinas de soslayo el desprecio y la desconfianza
no hay corazón que te aguante
otro siembra el árbol, tiene el hijo y escribe el libro
porque eres de otro país, ambulante, de otro tiempo.
Porque naciste cuando el musgo envejecía entre los nuevos
puentes sobre el río.
Se oyen pasar estaciones aéreas *
Me espera aún la otra casa frente al mar
húmeda y oscura ahora
ensancha sus paredes al tímido sol del invierno.
En tanto
la casa construye su propio recuerdo
sus estaciones aéreas
¿de qué sirve imaginarla
extendiendo su alfombra gris de arena
su mar teatral de papel azul?
Los barcos zarpan húmedos al alba
en esta casa de playa
como aquella noche en que aguardamos al paso del cometa
los ojos de niños tras el lente
en un abril benigno cuando el verano ya había sido sepultado
y mientras el hermano menor dormía
seguimos al envejecido astro bordeando el mar.
Aún me espera la casa
con un mar más cinematográfico ahora
para hallar las horas perdidas de la infancia
en un mes cruel
y en una playa
arenas en que nada florece.
* S. Quasimodo
Ciudad que viaja hacia adentro
Aquí
la vaguedad y sus signos son fijados
con certero golpe de tinta sobre la tierra.
El viento no duda cuando dibuja
el verso que es un surco en la tierra de una quebrada
sólo sus reminiscencias marinas
oxidan, a veces, con el tiempo
el esqueleto del poema.
Aquí
la vida se mira pasar con gafas de turista antiguo
y se puede oler la pestilencia del verbo.
Las coronas del monje y sus continuas renuncias
son pan de cada jornada.
La geografía y sus intersticios son el tejido del día
que se deja leer
tirando del ovillo
a cada punto
te confundes con el paisaje.
Más fácil es renunciar al pan que a las palabras
se nos advirtió.
Siempre lo supe cuando vine a esta ciudad
y me detuve a escuchar el paso del tiempo entre las hojas.
Tangos
.,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,I
El tango que va a saltitos es el pulso de un contrabajo
la tensada cuerda que lamenta que la intenta y la persigue
tropiezos de silencio, la alegría que da el dolor.
.,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,II
Tango, el fingidor, imitándose a sí mismo
como tocando frente a un espejo.
El silencio y sus dudas son el poema
hermoso de no poder
hundido en el ritmo no alcanza el agudo.
.,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,III
Pretender
que el ocio es triste y nos acompaña
como sueño jugueteando en la cabeza
ese sueño incesante que golpea demoledor
la muralla del pensamiento
el poema inconcluso pero final
el único hermoso cuando lo miran.
Conversación
.,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,a Pablo.
Hoja a hoja tragamos las palabras
en esta conversación que se deshoja por sílabas
mojándolas una a una en el jugo de la memoria
lamiéndole los dedos a cada frase
de una conversación silenciosa
que c o m o l e n t o c a r a c o l
hoja a hoja
hasta el carnoso corazón del silencio
condenados a la muda eternidad de la alcachofa.
Nada tenemos que ver
Nada tenemos que ver con la vida
cuando caminamos de la mano y nos besamos en las esquinas
y empañamos con un suspiro los espejos torcidos de todas las
vitrinas.
Nada tenemos que ver con la vida
y así y todo recorremos la ciudad que ignoramos
con la fe a punto de cuajar en las cocinas.
Nada tenemos que ver con la vida
pero la derramamos en todas las acequias
y juntos besamos a cada ambulante
que ofrece su vida montada en viejas carretas.
Nada tenemos que ver
pero a partir de esta ciudad despeinada
será trazada la ubicación de nuestros días.
De la ventana penden los espejos de la bella miseria
las ropas que olvidamos llevar, el espanto como tripa.
En cada muro
las casas que no habitamos pero que poseemos
corremos a ocultarnos en ellas
a mirar el mismo atardecer de mañana
y la vida mordiéndonos el corazón con su mirada.
Cuando nos volveremos a ver, preguntas
y ya la distancia comienza a tejer su tela viscosa
ávida de tiempo y kilómetros
su tela de transeúnte
de uno más en el corredor de la calle.
Cuándo
y nuestras miradas se extravían
mientras los amigos recuerdan las ciudades que nunca han visto.
Sin embargo, como la olvidada y vieja actriz
nos bajamos del escenario,
(la prudencia a la que obliga la despedida inminente)
y nos separamos mascando nuestras soledades
murmurando un "mañana te ví"
y admitiendo que hace días que esta ausencia venía anunciándose
a sí misma
como un mal sueño que nos despierta con hiel en el aliento.
Notas para el reencuentro
.,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,I
El despunte de tu rostro en la ventana
(una quebrada de Valparaíso al fondo)
es un gesto de romanticismo
aquí en Valdivia o en cualquier parte.
El aire es uno solo entre las dos ciudades
y tu barba oxidada
el viento marino quizás
es la más bella poda de otoño a la que haya asistido.
.,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,II
Como tarde de domingo
entre café y los libros de siempre
un viento que trae pastosos canciones
(un viento literario, por cierto) lo desordena todo.
La vieja memoria confunde
tus recuerdos y los míos, un poco de nostalgia
el cóctel perfecto.
.,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,III
La plaza es una fotografía
(la intervención de lo real)
el desembarco en la ciudad-puerto de los encuentros
mi hombre-muelle en quien llevar a cabo
la puesta en escena de esas metáforas
que imagino en mis viajes (imaginarios también)
algunas figuras de una retórica manoseada
(como las bancas del muelle)
que ensayo en mis sueños hasta el cansancio
la ansiedad de atracar en ti
fondear, primero, tu desánimo
y allí
en el centro
otra vez
en la materialidad del abrazo
recrear
el lugar del poema.
II
FIN DE TEMPORADA
En el pueblo sin límites
quedan señales, marmóreos hitos
dejados por el mar
para la reconstrucción imaginaria.
La plaza es un potrero por donde cruzan animales
rumiando la nostalgia condensada de sus habitantes.
Tres caras tiene el recuerdo:
el poema, hora y día y los muertos
la inscripción como lápida
clavada en medio del que fue Toltén 1960
añosos cipreses dibujando el plano ibérico
mapa sin el cual habría sido imposible la reconstrucción
del recuerdo
y el sol, como antigua luminaria
desenfocando un poco el primer plano
de este paisaje amarillo y empolvado.
primer andar
y así como el día y su transcurso nos enrolla como
a un cigarro
porque al día hay que liarlo antes de fumárselo
y no se le puede guardar hecho
porque sabe distinto, seco
y no se puede tener días preparados, alineados en una caja
así como se suceden los temas en un disco
temas aprendidos de memoria y que podríamos tararear sin escucharlos
así presentimos los días y los adivinamos
y entre cada intervalo ensayar la entrada del piano, la trompeta o
el saxo
así también se nos anuncia la mañana ya desde
la taza de café
todo el día y sus intersticios en el calor de la humeante taza
su escritura escondida
que bebemos como a un muerto para hacerla nuestra.
segundo andar
en la fotografía
aparecen borrosos mi padre y su amigo
en cuclillas para igualar el aire de mi lente
de apenas seis años de edad.
la casa, atiborrada de libros
es también un difuso daguerrotipo del recuerdo
la memoria fotográfica y discriminatoria
conserva instantáneas de escasas escenas:
un soleado patio y rosales
el pesado aparato entre mis manos
los mayores, cuerpo gacho
gesto de futbolistas antes del partido
mi emocionado respirar tras la lente
triunfo del precoz retratista:
inclinar al modelo hacia su disparo.
tercer y último andar
.,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,I
Pesado paso en el piso
desganado
condenado al surco que dibujas
sobre la tierra.
Es tu huella el inicio de otro viaje
ése del que tiene anhelo la pisada en el aliento
el intervalo
exhalo,
.,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,II
Y algunas hojas de tu libro se arrugan
otras se pierden en la penosa travesía.
.,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,III
No hay retorno en este bosque
Habrás perdido el mapa o ya no sabrás leerlo
El reverso de este viaje lo comienzas como a un viejo libro
ahora por detrás
leído al revés
es ya otra historia que te absorbe.
Orillas de tránsito
(2003)
(Primer Premio en el Segundo
Concurso Regional de Literatura "Luis Oyarzún",
de la Secretaría Ministerial de Educación de la Región
de Los Lagos. Ediciones Seremi Educación, Décima Región
de Los Lagos, Santiago, 2003).
I
Recostados sobre aéreas e inmensas piedras
acariciados por el pelaje que les ha dado el tiempo
parecíamos creer que la vida era un sinfín de tardes
soleadas
entonces, como ahora, la naturaleza se arrodillaba ante los días
y resignada al clima de nuestras almas
acompañó cada minuto, cada uno de nuestros húmedos
besos,
cada libro, cada siesta empozada
fiel a la promesa adolescente:
altas yerbas rozándonos las orejas
ahora quizás
en estos meses de calma
pueda decir: fui feliz
(el follaje se agita sobre mi cabeza
el sol brilla y enceguece mi lectura
tu sombra prepara el verano y la casa que vienen)
mientras escribo
caen blancos pétalos de guindo sobre mi cuaderno
y espero a los girasoles escuchando germinar la maravilla.
(líneas de un destino unívoco)
dijiste
que podría leerte como en un libro
los versos de tus manos y tu cuerpo
emplear métodos adivinatorios para descifrarte
y obtener letras o números cazados en el aire
dibujaría un mapa con los trozos que te recorren:
vellos, arrugas,
huesos, cabellos,
comí de tu carne durante el viaje
atravesé húmedas selvas
planicies amarillas
me especialicé en resolver puzzles existenciales
reuní datos para darles sentido
(te describo)
pero la constelación de tu cuerpo
está atravesada por estrellas fugaces
líneas de un destino unívoco
en el que éramos
las víctimas de una falsa ciencia
los practicantes de una superstición:
la palabra
las secretas costumbres
"estoy convencido de que hay más
rutina
en las aventuras que en un buen matrimonio".
. .. .. .. .. .. .. .. .. ..
.. .. .. .. Cesare Pavese
todas las noches recorre mi espalda
escribiendo un poema que habla de nuestra historia:
el eterno regreso al matrimonio.
se comen frías lentejas mirándose a los ojos
encaramados
uno al otro como arañas a la pared
se interroga, se interpela, se grita
se mira el techo en la oscuridad y se adivinan los sueños
no estoy seguro de tu amor y otros boleros sisean en el aire
-prende la luz.. .. .. .. .. ..
.. . -apágala.
-cuéntame algo.
si no conversamos la vida acabará pronto.
cuéntame alguna historia, aunque sea la nuestra.
la vida está hecha de historias
miles de ellas como telas de araña.
téjeme cualquier cosa.
Entonces comenzaba:
"existimos para acompañarnos
alimentados de la ilusión
el pan del amor conyugal.
Retozar abrazados en el mismo jergón
cuando en verdad estamos separados por siglos de biografía,
siglos de identidad, siglos de soledad
en que cada uno duerme solo en la cuenca de sus ojos,
para reunirse en un sueño común
soñado al mismo tiempo
en el que compartimos casa, comida y lecho".
Pláticas
. .. .. .. ...I
Nuestra conversación se vuelve
una sala de cine vaciándose lentamente
al terminar la película que nos deja inmóviles
mientras el acomodador nos mira ansioso
apurando la cháchara y el pasillo.
El espacio en blanco que media entre tu taza y la mía
(o entre un extremo y otro de la cama)
es un vacío, un silencio, un no-lugar
de esos que en las ciudades acumulan hiedra
basura
o crímenes.
. .. .. .. ...II
Guardamos conversaciones
en cajas de cartón
selladas y empolvadas bajo las camas
entre nuestras ropas y en el desván.
Como el amante que guarda los recuerdos de la amada
pinches caracoles marinos piedras cartas semillas
fotografías tristes testimonios
en una caja de zapatos como ataúd:
el rito del entierro es el mismo.
para roer el hueso de nuestro amor
he practicado meses con el poema
sin resultado.
tal vez consista en sepultar
como el perro
la obsesión por un tiempo
hasta un momento más propicio
en que la tierra haya hecho su trabajo.
la lluvia escribe
un capítulo más de la novela
sobre nuestro techo.
su lápiz rasguña
minuciosamente
-la escritura en el zinc-
poema que habla
dos amantes
años atrás
refugiados de la lluvia
un hotel de inminente desaparición.
Tarareas una canción mientras lavas los platos.
Lo interpreto como un gesto de romanticismo
una señal para deponer las armas.
Es la bruma de la muerte que viene hacia nosotros
la palabra no oída, la palabra gastada
flota inquietante sobre el puente.
El agua cayendo en susurros entre los trastos
no moja, no lava, no disuelve el silencio adherido
a todo el universo que poseemos:
un montón de ollas sucias.
Al amanecer
la anciana recorre el cuarto en desvelo.
Más abajo, la pareja divide su tiempo
entre pañales, libros y francachela.
Escenas que no se cruzan, no se escuchan, ni se tocan.
Perfectos planos de un arquitecto que parcela
los espacios con el lápiz o el cuchillo
o tal vez el director editando nuestras vidas
pedazos de película en el suelo como uñas
restos de papeles y basura tras la función
proyecta la historia en la tela:
una ventana iluminada a la hora
en que la niebla y los ancianos se levantan.
II
año cero
destilamos
. .. ... ....... ...el día
. .. ....... .. ...entre ramas
de mañío, canelo, coigües
. .. .. ....... ...el siglo que
se iba en un hilillo de luz
destilamos
. .. ....... .. ..un acto de
alquimia en medio del silencio cavado
. .. ....... .. ..entre el moribundo
calor de la tarde y la construcción del sendero
destilamos
. .. ....... .. ..la última
gota de un año seco que fue a parar a la fogata
. .. ....... .. ..junto con los
desaciertos de la biografía personal
ascendimos
. .. ....... .. ..destilando
en las camisetas el rencor acumulado
. .. ....... .. ..vimos caer
el último sol en mil años y bajamos con linternas para
hallar el destino
. .. ....... .. ..oler el polvo,
el suelo, besar sus piedras
. .. ....... .. ..hurgando, husmeando
levantarle el tejido al día
. .. ....... .. ..recorrer sus
cisuras, soplar entre sus rendijas
. .. ....... .. ..quietito allí
. .. ....... .. ..como dormido
. .. ....... .. ..para alzar
de pronto la vista del libro
. .. ....... .. ..y asegurarse
de que ya no moriremos esa noche
atrás
la ciudad azul
destilaba gota a gota el atardecer que escurría junto al miedo
de bajar más tarde por el túnel:
furtivos saltos, carrera de asesinos perseguidos por linternas y perros
el frenético sonido de la hierba rozándonos las piernas
apurar el relato apurar el paso para espantar los muertos del siglo
que
ahora
agónico
goteaba
alcanzar el campo que cruzamos imprecisos la memoria
cuyos senderos escogemos arbitrariamente para alcanzar el campamento
al fin
el nicho perfecto
el nido horizontal donde deslizar el sueño
y el amargo champagne copando el aliento
la ilusión de despertar en cero, cero y
cero.
. .. ....... .. ..AMPARO
. .. ....... .. ..I
atado a la umbilical certeza
de la gravedad a la que burla
flotando
un Midas
cuarenta días y cuarenta noches
pero en semanas
esa misma que lo amarra al tiempo
como al centro de la tierra
obligado a mirarse el ombligo
detenido
se escarba el cuerpo
para encontrar vetas, minerales
tesoros
. .. ....... .. ..II
así como absorbe el tiempo por una pajita
alimenta la memoria de acuosos días
reserva ilimitada de mineral
con que encenderá la caldera subterránea
a donde van a parar
los residuos de la propia biografía
cabellos, uñas, células
restos para avivar el fuego de la existencia
. .. ....... .. ..III
y el día traía agua
lluvia o sudor
agua
desde el amanecer tibio entre las piernas
hasta casi medianoche
goteaba la espera, casi dolor
casi fuerza
con el más hermoso beso
alimento tu labio al besar mi pecho
con el beso más buscado
dibujas mi cara
yo la tuya
como los enamorados.
Patios oscuros
breves tragaluces en que el sol apenas
alcanza en su oblicuidad
a entibiar la hiedra que sepulta
la fugaz niñez, recuerdo
allí
entre inusitado pasto y lápidas
jugamos a las bolitas o pedaleamos casi
una bicicleta que apenas se sostenía en pie
entre un extremo y otro del territorio.
Patios traseros
o laterales
una de las siete maravillas del mundo antiguo
cuyos jardines colgantes desafiábamos
con la mira de un juguete
ensayo precoz de las sucesivas muertes
que enfrentaríamos afuera
Patios breves
sombríos aleros de la casa de Dios,
la nuestra o la del vecino
tres cuartos de cemento y uno de prado
la mágica proporción del tedio.
Como en un ring
cada esquina es un aliento en donde crecen
pequeñas flores, heroicos brotes de resistencia vegetal.
Algo de terror habita en estos patios
la noche que sube en sus cañones, sube al sueño
las preguntas que cuelgan de sus jardines
tal vez el día entero pende de la verja
de pronto, el ladrido de los perros que nos ata al presente.
Sorprende el tránsito por esta zona oscura
en la que el sol ilumina a destellos
(igual que en mi memoria)
los rincones húmedos que habitan caracoles
musgos y chinitas.
Un muro lavado por la lluvia
ahuyenta a los intrusos.
El surco anaranjado que dibuja el zinc en el suelo
juego de saltos y números
lo mismo que afuera
luche o rayuela
seis, cinco
descanso
cuatro, tres
descanso
dos y uno:
la cuenta regresiva
para entrar al cielo.
Nalcas en el cementerio
Comíamos nalcas en el cementerio.
Como antes, equilibrados en una bicicleta
sostenidos en un pie
una
. .. ....... .. ..Y
. .. ....... .. ....... .. ... .. ..al
borde de la calle.
Comíamos nalcas en el cementerio
otrora
ahora sobre tus huesos.
Las mismas, untadas en la sal
una
. .. ....... .. ..Y
. .. ........ .. ....... .. .. .. ..de
bastón en la tumba.
En el inicio de los tiempos
lamíamos golosos
colgados de fibrosos hilillos
la prehistoria de la ciudad y su bosque.
El que va a morir no saluda
ni contesta.
Cifra su mirada en la pared
entre suero, alcohol y agujas.
Enfrente
compañeros del dolor suspiran
mismos líquenes del acuario.
¡Cuántas veces la escena como premonición!
¡Cuántas la agonía ensayada en los versos!
"La muerte es puro surrealismo"
me dijiste en un sueño, "vanguardia cruda".
Hierba de la mejor, pensé
un viaje entre el infierno y el paraíso.
Es que estábamos entrenados en estas prácticas
panteoneros, lloronas, viudas y huérfanos.
De tanto leerlas
se nos volvieron mudas las advertencias.
El que va a morir no saluda
ni despide
habrá escrito, silencioso y triste,
el último poema esa noche
en las arenas de la muralla.
A Jorge
La provincia europea evapora su jornada
en gruesos telares de bruma,
telón de fondo para la prematura muerte del día.
Más allá,
la gran ciudad hierve entre copas y animadas charlas de mesón.
Somos unos viejos campesinos alemanes
bajando las persianas al frío y al mundo
que encienden sus lámparas de combustible
abrigan sus soledades
los poemas humean precoces a la noche.
¿Hacia dónde escapa la tarde de este hemisferio?
Lejos, al otro lado del mar, manos y pies taladrados
puedes contar todos tus huesos,
mientras nosotros, nos sorteamos tu túnica.
La heredad no es sólo materia, la casa de mi niñez y
tus talismanes:
a cada uno toca también su porción de dolor,
su cuota de odio.
Me reservo, junto al hermano menor que ya no duerme
el beso de plata que sella tu muerte
los dos vástagos de tu maltratado tronco
únicos testigos y concelebrantes en esta temprana cena
el beso final, el adiós, la imagen religiosa bajo tu pecho
soplo los últimos secretos en tu oído hueco
el hijo desenreda la hiedra de tus dedos
que se graban en los míos
un padrenuestro ahogado
entre hipos
y mis disculpas por no llegar a tiempo.
¿Hacia dónde escurre la tarde en tu hemisferio?
Los antiguos inmigrantes
traían consigo las herramientas para reproducir el pueblo natal.
En el viaje inverso me acompañan
los elementos del álbum familiar: el equeco de la historia.
La boda de los padres cuando caía el verano
para así no olvidar el origen
la ciudad azul, magnífica,
el día que enterramos el siglo
el nacimiento de nuestra hija
los amigos, las madres infinitas en su espera
la muerte presentida y tu expirar profundo
que me despierta a sobresaltos
a medio camino entre tu cama y un aeropuerto europeo.
¿Hacia dónde ascienden los sueños del hemisferio?
La foto reproduce una tarde feliz:
el río entre niños y perros.
Una pobre orilla de playa a la que nos obligaba
el verano en la ciudad y su desierto.
La remota niñez se sumerge
junto a las oxidadas formas de Valdivia entrevisto
entre pesados fierros y memoria.
La inmersión en aguas de lo antiguo
cuando te creía nadador experto
de un río que oculta, aún hoy, el sonido de la muerte.
Un rostro es un rostro en París
Campos Elíseos, Parque Luxemburgo
Sagrado Corazón
un rostro que espera es el tuyo y el mío
entre amapolas de todos colores
rostro que añoras
rostro de culpa y madre
rostros de gente en el metro
silentes y abstraídos
el rostro que enfrentan y niegan
rostro del padre muerto
el del esposo, la hija
que cruzan el parque, entre follaje y estatuas griegas.
Un rostro es el rostro
del hambre y el miedo
el retrato de la niñita que está por nacer
su estampa futura en el lápiz de un artista callejero.
El rostro es la foto que sacas en medio del tumulto,
entre tus cosas
escarbas
el tesoro como botín de guerra
y lloras.
El incendio convoca a los curiosos en medio de la noche
como la llama de algún aniversario oficial
o zancudos al pabilo de la muerte.
La premonición nos despierta de un mal sueño
para llevarnos a otro que transcurre a metros de la ventana.
La tarde anterior
entrevimos el caserón abandonado
entre el pasto y las lápidas del tiempo
y discutimos acerca del inexorable transcurso de la voz
sus campanadas perentorias
llamando al centro cívico y sus rituales.
La noche atrozmente iluminada por la belleza de una hoguera
al lado, el río comunitario que nos ata al siglo y sus luces,
pasa como un ahogado pensativo, flotando,
asido al lomo de la historia.
La escena es atemporal
como pudo ser cien años atrás
quienes celebran, los mismos
en camisón y pantuflas, bruscamente iluminados
husmeando entre el carbón y las cenizas
buscando alguna pista, algún signo:
la truculenta forma de las llamas,
el trazado de las tablas en el suelo
los restos humeantes del desastre
cuya mojada fórmula enrarece el aire
para interpretar así, entre todos, el vaticinio.
Inventario de Equipaje
I
Para Javier Bello
Sostener el cuerpo con palabras
como quien sostiene la bandeja del desayuno
en ascuas
esperando ser invitado a la ejecución o al banquete.
Sostener palabras con el cuerpo henchido
como se sostienen cartas, columnas o banderas.
Sostener un libro como predicador
cuando se lee, a solas, un poema en voz alta.
Así se sostiene el cuerpo:
con preñez y palabras
gruesas, delgadas
en aduanas y puertos
de este modo se declara el cuerpo:
inventario de equipaje, aunque ligero, una oración
o el denso humo de su quema.
Copiamos algunos buenos versos con mala ortografía
para grabarlos con saliva en el cuerpo amado
como en ese precoz poema.
Somos la indiscreta mariposa nocturna zumbando
allí
justo donde debe decir polilla.
No nos espanta el frío ni el sueño.
Copiamos malas costumbres
escribir versos para combatir el insomnio
polvo de mariposas untado entre los dedos.
Los cuerpos hastiados del amor
han perdido su habitual elasticidad.
Desvencijados
pobres los humores y los hálitos
cohabitan un mismo y tibio hueco
con la misma religiosidad
con que a solas en el cuarto convexo
se lee en voz alta un poema
los cansados
los quemados
los expuestos
cuerpos imborrables del amor
sin espectadores hoy
gastan piel y saliva
en vals monocorde y mudo
Tanto tristísimo forcejeo
de tantas tristísimas cuerdas
cientos de tristísimos instrumentos
El cuerpo no se afina con tripas de gato
ni mejora la caja y la resonancia de ciertas palabras.
Por el contrario: su sonido es cada vez más trágico
finísimo, náufrago y fragante:
violetas azules secándose sobre las tumbas.
Tres veces me negarás frente a tu puerta
tras perder la cabeza de amanecida
y regresar pateándola por las calles.
No se pierde la belleza que nunca poseímos
se ganan, en cambio, monedas, migajas
restos mendigos del amor
para pegar ardiendo en la frente de nuestros muertos.
Tres veces te negué frente a tu casa
cuando al nombrarte fingí
cansada actriz, el diálogo improvisado
la palabra oscura que nace de los libros.
Los insomnios que te debo
son el tiempo fragmentado que transcurre
a los pies del escenario de tu lecho.
Es preciso cautelar el parlamento:
sobreactuar y los rumores te confunden
el público murmura en los pasillos
tanto griterío, sólo un entremés
fugaz divertimento entre dos actos.
Eco
"estás aquí
cerca, oculto en alguna parte"
El grillo / Gonzalo Millán
Las palabras de las palabras de nuestras palabras
aletean aún tras el griterío
suspendidas en el aire del cuarto.
Como graznidos o el crepitar del sexo
nos oímos aún más allá del silencio
de las mismas voces las mismas palabras asqueados
hartos de la cantinela.
En estas paredes están grabadas nuestras batallas
jeroglíficos de la conciencia
el eco de nuestras voces me cuenta
nuestra historia común: para que no digas.
II
Termas de Chihuío
ahora eres tú quien asciende
un camino de árboles inscritos
huesos de la historia
una hilera de cadáveres desnudos y pálidos
bautismo en las aguas del Jordán
¡polvo de huesos, polvo de historia al aire!
cenizas encendidas al viento
sólo un breve hito para viudas y huérfanos
solos se quedan estos muertos
en el secreto sueño de las cosas
los sacrificados nos acechan en la niebla
Gallinas en la carretera
Bajo una quinta de manzanas
en secuencia cuadro a cuadro
tres tiempos
picotean gallinas
punzan
pinchan
la costra de un suelo imposible.
Altaneras
consultan breves al cielo
el pico gracioso besa la tarde
y sus rostros.
La cresta
iluminada por el último de los rayos del sol
no intuye, no escucha, no imagina
siquiera el cataclismo que acontece
a metros del lugar.
Ajenas
sólo cantan al morir el día.
En un bus como en túnel que se desplaza, corren horizontales
tus sueños. Los pueblos que van quedando atrás son la
historia y su polvo suspendidos. Recuestas tu cabeza y sueñas
la luz blanca del verano en una playa del sur de tu infancia. Allí,
se recrea una vez más la genealogía: el hombre viejo
sube la cuesta, mientras el hombre joven y el nieto lo encuentran
de regreso al hogar, en el camino en donde se hunde la ciudad. Los
barrios bajos de la memoria. Los humedales de la familia en donde
el agua que corrompe, a la vez engendra. Allí aprendes que
la batalla es contra la corrupción: la corrupción de
la madera, la corrupción de la carne, la corrupción
de la materia. Mientras, la muerte florece atrás, en la trastienda
de la iglesia. Allí, donde crecen un huerto y varios árboles
frutales, el agua sigue su propia mecánica. Como si nada, el
verde tallo del poema emerge. El asfalto pudo sepultarlo para siempre.
Tímido y vigoroso, entre los surcos del cemento. Lo único
que se hereda es la muerte. Ni la casa, ni las herramientas, ni el
territorio cuyos pastos, como espigas, asoman a la calle. La muerte
y el oficio. La muerte, el oficio y el gusto por las nalcas. Esas
inquietantes plantas prehistóricas. Sus grandes y duras manos
te cubrirán de la lluvia y del miedo. Sus ácidos y fibrosos
hilillos te sostendrán al tiempo, a la historia, a la familia.
La calle, en tanto, es siempre la misma: pasillo del viento y sus
números. Allí se transita cómodo. Ahora el carpintero
las emprende con sus propias armas. Clavos entre los labios y martillo
en mano, el abuelo construye la casa en donde habitará la estirpe.
Asido a una escalera, un mágico polvillo brota de sus dedos
y deja huellas por todas partes. No es el zinc y su óxido.
Polvo de oro para transformar el mundo.
Delta del Paraná
a Tatiana
. .. ....... .. ..fin de siglo
en la frontera que extiende nuestro viaje
la mano venosa se detuvo en el país de las islas
el delta abrió los brazos
la noche anterior
un sueño predijo el hundimiento del tiempo
nuestro vuelo nunca despegó
de los humedales del sur de Chile
la tierra de las totoras y los juncos
la nave se detuvo
al compás de las mareas
con forma de remeros
surcaron flechas atravesando las horas
¿se acuerdan de la realidad?, pregunta el guía
abajo, al fondo
la historia se aconcha en el barro
restos, naciones que vienen a gotear a estas orillas
continente arriba
óxido, fango y selva
donde se hunde la memoria:
arrastrando ramas o muertos
lo mismo Valdivia o Buenos Aires
los ríos sangran lo mismo
pagamos en moneda local.
Los Noctambules
.. .. .. .. .. .. . .. .. ... .. . .. .. .. ..
.. A Cynthia, Alejandra, Andrés, Alejandro
y los otros
Los muchachos bailábamos al son de ritmos pasados de moda
creyéndonos nuestros propios padres, años atrás
cuando reventaba la primavera
en todo el planeta al mismo tiempo.
Entregados al gozo del alcohol y la música
pasamos revista a la decrepitud, la vejez ridícula
que nos ofrece el show de brillantina y penumbra:
en el escenario bautizamos a Pierre, "Demonio Rojo",
la pianola eléctrica imitando los sonidos de toda una orquesta
remedos de bolero o bossa-nova.
"Los noctámbulos" ofrece su espectáculo habitual:
pan y pedazos de una fotografía arrugada
del que fuera París 1960.
Atrás, el artista joven en blanco y negro
peinado a la usanza de la época.
El demonio es un zoom
en donde aparecen aumentados los rasgos del payaso:
el jopo, desproporcionado hoy,
un cuervo ahuecando el vuelo.
El cráneo pequeño, envilecido
por prostitutas, traficantes y África.
Los parroquianos
grandes negras que acompañan
a barrigones hombres de negocios
los amigotes del artista, trago en ristre
y un extraño grupo de jóvenes latinos.
Mantuvimos encendida una hoguera toda la noche
mientras la patria, a la distancia
se convertía en la Europa que anhelábamos
la mítica Babilonia en donde enarbolar banderas.
Mantuvimos la hoguera y la cordura
sobrios, simulando una gran borrachera,
salimos cuando ya amanecía
para abrazar la ciudad irreal y sus primeros brotes,
Abril en París desentumeciendo
hasta los últimos rincones de nuestra embarcación.
Trabajar cansa,
ya lo dijo un nieto directo de los antiguos latinos
y el tiempo, el viejo tiempo
que no se recobra sino en el pulso eterno de la muerte.
Trabajar estanca los cuerpos elásticos del amor.
El amor mismo detiene las horas
igual que en marzo la ciudad
cuando las pátinas florecen como joyas
iluminando antiguos caserones.
La práctica cansa y podemos evitarla
tendidos bajo el sol
siempre atentos
al murmurar de los nidos
o al deslizarse de remos en el agua
entonces, se congela el paisaje
y la calle y el viento son los mismos que hace siglos
nada ha cambiado
un cielo impreciso como el de una fotografía vista mil veces
una escena cualquiera:
pasan
parejas distraídas susurrándose fantasías eróticas
dispuestos a realizarlas tras la cena y la modorra
pasan
ancianos arrastrando una red de escombros retorcidos
pisan
los escolares nuestras migrañas
pesadillas soñadas tras la juerga
pesan
las horas con su lluvia y su sol
inmutables sobre estas fachadas de lata.
Y es que trabajar desgasta
los huesos
la piel
y la pintura
el trabajo desgrana
ninguna materia resiste el relampaguear
el flash de la captura
Lavorare stanca, como en un buen poema
terminar con el primer verso y provocar el efecto
de canciones populares
o de un himno
el cansado acto escolar
tras las fachadas
un lunes por la mañana.
Pasan ahogados por la ciudad
de tanto en tanto,
pasan cuerpos flotando.
Río arriba en busca del origen, unos
descienden al mar inconcluso, otros.
Pasan muertos a recordarnos el sonido azul
de los días inútiles a la deriva
añadiendo silencio al silencio
fracturando el tiempo horizontal y leve.
Por vías donde antaño cruzaban
lanchones cargados de chicha, murta y hongos
transcurren, por épocas, cadáveres pensativos
marcándole el paso al tiempo
metrónomos de la lluvia.
El pasillo,
la gran fosa comunitaria abierta
surcada por veloces remeros,
atletas de la muerte profunda y de sus aguas:
muerte en alemán, su ojo azul de piedra,
muerte indígena en el fogón oscuro,
muerte española en el fondo de un confesionario.
De tanto en tanto,
pasa un ahogado pensativo
cazado por redes
mientras se quema el atardecer entero tras las montañas
la cumbre más alta de la zona.