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Antonia Torres publica "Las vocales del verano", su primera obra narrativa
Poeta se lanza como novelista por el polen, el clasismo y el deseo
Por Leonardo Sanhueza
Publicado en Las Últimas Noticias, Lunes 16 de enero de 2017
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La escritora valdiviana Antonia Torres ha sido hasta hoy conocida por sus libros de poemas, con los que se ha destacado como una voz clave entre los poetas chilenos nacidos poco antes o poco después del golpe militar. Ahora ha querido probar otros rumbos publicando su primera novela, Las vocales del verano, que acaba de aparecer bajo el sello de Penguin Random House.
Una mujer de mediana edad llega a pasar un tiempo en la casa de veraneo de su infancia, en algún punto de la costa sureña. A partir de ahí, el brevísimo relato se despliega alternando los recuerdos más remotos con las vicisitudes que propicia el contacto con los lugareños y con el paisaje. La novela transcurre de invierno a primavera, lo que acentúa el descalce entre la memoria de los veranos familiares y el presente. Los recuerdos son calurosos, jóvenes, llenos de gente, mientras que el presente es frío, extraño y solitario.
–Ese descalce es producto de una fatalidad –dice la autora–. Se supone que la memoria funciona vinculada al espacio, pero en la novela ese espacio está fracturado por la imposibilidad de la experiencia viva, de recuperar lo vivido tal como fue.
–Pero esa fatalidad da lugar al relato.
–En el texto intento convertir la fatalidad del tiempo y su fugacidad en un ciclo esperanzador. Hay una imagen hacia el final del texto que describe los granos de polen de hace veinte mil años que duermen bajo la tierra a la espera de alguien que los descubra o despierte, ya que contienen datos claves del pasado. El polen es bastante resistente a la putrefacción, que es un primer estadio de la muerte. Esa idea de permanencia me parece hermosa.
–Las diferencias de clase son un elemento importante en tu novela. ¿Qué piensas de eso?
–Es un asunto que me interesa mucho y que me parece clave en Chile. Creo que la clase y todos sus problemas de pertenencia están tristemente concertados en la base de un cierto tipo de poder, sobre todo en las instituciones, y particularmente en sus más oscuras formas de manejo. Basta con fijarse quiénes están al mando de éstas: la clase alta o los excluidos que buscan tomar revancha sin descreer de ese orden dicotómico, sino reafirmándolo al ansiar ese lugar y jugar con sus reglas.
En la novela quise tensionar esas dicotomías con que la protagonista ordena el mundo: provinciano/cosmopolita, burgués/campesino, roto/educado, etcétera. Son espurias, pero están vinculadas a una supuesta identidad esencialista. De hecho, la pequeña tragedia privada que se desencadena al final contiene esa lección: en ti está contenido lo extraño, lo otro te define, eres lo que niegas. En la novela hay una presencia constante y creciente del deseo sexual. La protagonista, a medida que se interna en una búsqueda ciega de algo que no sabe bien qué es, se deja llevar por pasiones eróticas repentinas e inesperadas.
–¿Crees que el deseo sexual está relacionado en la novela con la búsqueda de identidad?
–Es verdad eso: la búsqueda sexual de la protagonista es una búsqueda identitaria. Una manera de explorar el “quién soy yo”. Si nos ponemos psicoanalíticos, podríamos decir que el sexo la ayuda a descubrir un fundamento trágico de su identidad, que tal vez ella preferiría no haber descubierto. Es una suerte de pulsión de muerte, que la lleva a mirar de frente lo extraño que así se vuelve familiar, o, dicho de otra forma, lo familiar que siempre está constituido un poco por lo ajeno.
Algo dormido
En la novela hay varias menciones a la historia precolombina del lugar: tiempos en que las mismas playas que recorre la protagonista eran habitadas por gente ocupada en comerciar obsidianas y fabricar utensilios de piedra. "La memoria está marcada por el paisaje", dice la autora. "Todos sabemos que las personas mueren, el viento sopla, la vegetación desaparece o cambia, las rocas se erosionan. Pero algo permanece. Por eso los desaparecidos en Chile vuelven, de vez en cuando, como los cadáveres en la playa de la novela. Algo queda del tiempo pasado, incluso del tiempo remoto sin presencia humana. ¿Acaso nada sucedió cuando nadie vivía ahí para dar cuenta de eso? Algo duerme en el paisaje y quiere ser despertado para hablar".