ALIA TRABUCCO:
"Para mí la escritura sigue siendo un terreno desconocido" Por Roberto Careaga C. Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 6 de noviembre de 2022
Recién premiada por la Academia Británica y tras haber ganado el Premio Anna Seghers en Alemania, la escritora chilena lanza la novela "Limpia", una historia que desde la mirada de una asesora del hogar explora las hipocresías y grises de la sociedad chilena.
"Se busca empleada, buena presencia, tiempo completo", eso dice el aviso, nada más. Es una casa ubicada de lo que parece ser un barrio alto de Santiago. Un matrimonio necesita a una persona lo antes posible para ocuparse de las labores del hogar. La esposa está en las últimas semanas de su embarazo. No piden referencias, solo les basta "al señor y la señora" mirar de arriba abajo a Estela y hacerle algunas preguntas generales para aceptarla. Unos años después vendrá una intempestiva tragedia, y ahí está el origen de "Limpia", la última novela de Alia Trabucco (Santiago, 1983), pero lo que pasa antes es lo más importante esos días que parecen mil vidas, en que Estela se desvanece en esa casa ajena limpiando todo el día.
Asesora del hogar, empleada puertas adentro, nana. Esa es Estela Ortiz. Tiene 40 años, viene de Chiloé a Santiago, para intentar una nueva vida lejos de las pesqueras y conseguir dinero para su madre. Sabe cuál será su trabajo e intuye lo que significa, pero no todo. Trabucco le entrega la voz a ella, que en un relato que muchas veces parece un monólogo teatral narra su historia en esa casa, como si estuviera entregando un testimonio ante una audiencia judicial. Es una testigo: en esa casa que nunca puede ser suya, en la que vive en un segundo plano perpetuo, Estela observa a sus jefes: una familia acomodada que aspira a la perfección, asustada de la delincuencia y disociada de los latidos del país. En la televisión abundan las noticias de marchas y crímenes. Hacia el final, Chile estalla.
La tragedia de la novela es la muerte de la hija de los dueños de casa, eso el lector lo sabe en las primeras páginas, lo que no sabe es
cómo sucedió. El comienzo, dice Estela en "Limpia", es múltiple y difuso, y ella trata de contar todo lo posible. "Algo similar ocurre con las causas, son tan confusas como los inicios. Las causas de mi sed, de mi hambre. Las causas de este encierro. Una causa empuja a la otra, un naipe derrumba al siguiente. Lo único cierto es el desenlace: al final nada queda en pie", dice Estela con una voz compleja, que va entre un tono seco y filoso hasta arrebatos poéticos. Es una opción estética de Trabucco: esa asesora del hogar puertas adentro, de origen humilde, es también una voz que problematiza un lugar social y la percepción cultural que tenemos de él.
"Me interesaba la incomodidad y los posibles tropiezos que pudiera generar esa voz en las lectoras y lectores. Romper con los lugares comunes y las expectativas sobre cómo hablan ciertos sujetos sociales. Porque en esas expectativas no solo hay clasismo, no solo hay una apropiación del lenguaje, sino también una cuestión normativa que dice lo siguiente: así pueden hablar ciertas personas, así no; tal cosa es verosímil, tal otra no; tales palabras solo las podría ocupar un patrón, pero no la empleada", dice Trabucco, que prácticamente viene bajándose de un avión desde Inglaterra.
Hace una semana, Trabucco recibió premio al Entendimiento Cultural Global de la British Academy por "Las homicidas" (2019), un libro de no ficción que revisa los crímenes de Corina Rojas, Rosa Faúndez, Carolina Geel y Teresa Alfaro. Todos de gran impacto social y político en la sociedad chilena del siglo XX y que Trabucco las lee bajo nuevas luces del feminismo. El galardón en Inglaterra confirmó
una trayectoria plagada de reconocimientos y de impacto internacional: su primera novela, "La resta" (2015), recibió el premio a la Mejor Novela Inédita del Consejo del Libro y luego, al ser publicada en inglés, fue finalista del prestigioso Man Booker Internacional. En mayo pasado, ganó en Alemania el Premio Anna Seghers, siguiendo la huella de autores como Rafael Gumucio, Pedro Lemebel, Cristina Rivera Garza o Fernanda Melchor.
"Fueron reconocimientos muy inesperados. Y es que los dos libros, y también "Limpia", son bastante locales y su circulación internacional no deja de sorprenderme. "La resta" por la historia de la dictadura y sus consecuencias y también por su lenguaje, y "Las homicidas" porque los casos provienen de la historia de Chile y de la reacción de la sociedad chilena con esos crímenes", cuenta Trabucco. "En el caso de "Las homicidas" tuve que pelear bastante dentro de la universidad para poder escribir un ensayo y no un paper académico. Que varios años después una institución académica tan prestigiosa reconociera esa escritura ensayística, su perspectiva feminista y su apuesta formal, me alegró mucho porque tal vez así otros se animen a desafiar las exigencias productivistas que hoy impone la universidad neoliberal", añade.
—"Limpia" es la historia de Estela, pero también ella es una testigo de un modo de vida que la aprisiona: observa a esa familia de clase acomodada que aspira a la perfección. ¿Buscó retratar la moral que circula en esa clase social?
—"Creo que hay un modelo de familia en crisis hace mucho tiempo y me interesaba el cruce entre el neoliberalismo, como aparato productor de subjetividades, y esa crisis de la familia. Una familia cada vez más aislada, cada vez menos enraizada en el tejido social. Los grises aparecen de esa tensión. La patrona, madre y profesional exitosa, siempre estresada, controladora, pero también vulnerable. Lo mismo el patrón. Y la niña, tal vez el personaje más gris de todos: niña sin ser inocente, ahogada en exigencias, pero también tierna y frágil. Y todo eso ocurre entre cuatro paredes, dentro de una casa. Me interesaba revisitar ese espacio como prisión y como teatro, tal como lo hiciera Egon Wolff en "Los Invasores" o Ibsen en "La casa de muñecas". Ingresar a ese hogar, pero ya no desde la mirada de los propietarios, sino desde ese sujeto invisibilizado, desde la pieza de atrás. Que el personaje históricamente relegado al segundo plano pasara al frente, que ella viera, que ella narrara, que ella escogiera las palabras, y ver qué ocurría entonces con la familia, con el hogar y con su simulacro de felicidad".
— La trayectoria vital de Estela es la de muchas mujeres en nuestro país, pero sin embargo, no hay mucha literatura contemporánea chilena que explore la vida de las asesoras del hogar. En la decisión de narrar esta historia, ¿hay un deseo político por relevar la experiencia de esas mujeres?
—"Leí mucha literatura de los sesentas y setentas mientras escribía este libro. Realismo social, sobre todo. Me interesaba y me sigue interesando la pregunta por la representación, la visibilidad y su potencial político. También vi las películas y leí los libros que habían trabajado antes con la representación de la trabajadora de casa particular: "La nana" o "Roma", en el ámbito del cine latinoamericano, y en la literatura, Rosario Castellanos, José Donoso, Jean Genet, Magda Svabó, y libros de memorias como las de Aída Moreno o Camila Sáez. Una inquietud que me surgió mientras veía esas películas o leía esos libros, era el efecto que producían: ¿tranquilizador o inquietante? Porque me parecía tremendamente sospechoso un retrato tranquilizador de un tipo de trabajo basado en la explotación, en el abuso. De allí surgió con más fuerza aún la pregunta por la representación y sus consecuencias: ¿era posible narrar en primera persona?, ¿desde qué ángulo?, ¿con qué palabras?, ¿para producir qué efecto? Todas esas preguntas, políticas por cierto, me orientaron en la escritura".
—¿Cree que de alguna manera los premios que la han reconocido ponen cierta presión a su escritura?
— "Creo que la escritura va por un carril distinto al de los premios, las entrevistas, los eventos o las traducciones. La escritura es lenta, es chúcara, es solitaria la mayoría de las veces, requiere de muchísimo tiempo y, además, exige una paciencia y una cantidad de trabajo demencial. Siempre hay presiones, por supuesto, pero para mí no tienen que ver con obtener un premio, sino con tratar de escribir lo mejor posible y llevarme a mí misma a algún terreno desconocido. Creo que por eso mis libros son tan distintos entre sí. Estoy buscando, siempre. La escritura, para mí, sigue siendo un terreno desconocido y cada vez que vuelvo a ella ingreso a tientas, un poquito asustada, pero también un poquito temeraria. Tal vez por mi formación, porqué estudié derecho, siempre me voy a sentir algo extranjera y esa sensación de ajenidad, aunque me asusta, me impulsa".
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"Para mí la escritura sigue siendo un terreno desconocido"
Por Roberto Careaga C.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 6 de noviembre de 2022