
        Vergüenza ajena, de Armando Uribe
        Por Roberto Contreras
          www.carcaj.cl          
        
        
        Meditaciones diarias de un condenado a la vida eterna.
        Armando Uribe lleva una vida escribiendo poesía. En un lejano 1954 publicó su   ópera prima El transeúnte pálido, desde entonces ha peregrinado por las   variadas formas de la métrica clásica, la prosa poética y el verso libre, para   aparecer este año con la persistencia de su oficio, con un libro desvergonzado,   sin pudores y lleno de visceralidad: Vergüenza ajena, algo así como un   diario de vida, una bitácora, una libreta de notas, donde sus temas, la muerte,   el tiempo, la memoria, el dolor, la fe y la política, pulsan una suma de versos   epigrámicos y fragmentarios, paseando la rabia como la reina de su fiesta.   Entendida ésta no sólo como un motor de arranque, en una suerte de consuelo, de   expiación y purga, sino que reducida a las notas finales más que de un moribundo   –como dice presentarse– si no que los signos vitales de un condenado a la vida   eterna.
        No en vano, Uribe se ha convertido con sobrados méritos en el poeta más   locuaz, retórico, rabioso y polemista, capaz de llenar de vitalidad un ejercicio   inútil, inoficioso y secundario en los tiempos que corren.  Dos imágenes sobre   Uribe: Una, en el programa noventero, El Factor Humano, del extinto   Canal 2, hablando y fumando de impecable traje, ante una cámara silenciosa que   sigue cada movimiento de sus manos, gesticulaciones, bocanadas de humo y   sentencias lapidarias sobre la detención de Pinochet en London Clinic. Una de   las mentes más lúcidas para hablar de derecho político, los crímenes de “lesa   humanidad” y la cara más amarga y patética de un Chile impune, sin memoria. La   segunda imagen, es la de Uribe en el documental Pre-Apocalipsis,   paseando en una carroza, saliendo de un ataúd imperturbable, pero agresivo, ante   los hitos de la ciudad camino al Cementerio General, no sin antes hacer un alto   en los lugares emblemáticos de Santiago, como La Moneda, el ex Congreso   Nacional y el epicentro del despegue económico en Sanhattan. Uribe   convertido en el padre de Hamlet, susurrando sangrante a sus hijos por los   crímenes cometidos; un poeta casi octogenario transitando como el mejor   testimonio de un sujeto saturado por las muchedumbres, la vida social, la   destrucción de la política, la pobreza cultural, los hospitales en ruinas, la   estafa económica y la extrema riqueza, en definitiva las formas de la muerte   hoy. Todo lo que a él, personalmente, tras un enfisema pulmonar, lo mantiene   encerrado entre cuatro paredes, fumando, leyendo y escribiendo poemas como los   que nos presenta en su Vergüenza ajena –que lleva como subtítulo– (Antipática, tonta y fea), recién aparecido por editorial LOM.
Dos imágenes sobre   Uribe: Una, en el programa noventero, El Factor Humano, del extinto   Canal 2, hablando y fumando de impecable traje, ante una cámara silenciosa que   sigue cada movimiento de sus manos, gesticulaciones, bocanadas de humo y   sentencias lapidarias sobre la detención de Pinochet en London Clinic. Una de   las mentes más lúcidas para hablar de derecho político, los crímenes de “lesa   humanidad” y la cara más amarga y patética de un Chile impune, sin memoria. La   segunda imagen, es la de Uribe en el documental Pre-Apocalipsis,   paseando en una carroza, saliendo de un ataúd imperturbable, pero agresivo, ante   los hitos de la ciudad camino al Cementerio General, no sin antes hacer un alto   en los lugares emblemáticos de Santiago, como La Moneda, el ex Congreso   Nacional y el epicentro del despegue económico en Sanhattan. Uribe   convertido en el padre de Hamlet, susurrando sangrante a sus hijos por los   crímenes cometidos; un poeta casi octogenario transitando como el mejor   testimonio de un sujeto saturado por las muchedumbres, la vida social, la   destrucción de la política, la pobreza cultural, los hospitales en ruinas, la   estafa económica y la extrema riqueza, en definitiva las formas de la muerte   hoy. Todo lo que a él, personalmente, tras un enfisema pulmonar, lo mantiene   encerrado entre cuatro paredes, fumando, leyendo y escribiendo poemas como los   que nos presenta en su Vergüenza ajena –que lleva como subtítulo– (Antipática, tonta y fea), recién aparecido por editorial LOM.
        
          Caminar por una tabla sobre el mar
        Un libro sin más propósito que escribirlo. Pactado entre las fechas que van   desde el 03 de julio al 10 de septiembre de 2007, acaso como el pulso diario de   una derrota que se quiere deletrear. Cuesta mirar estos textos de otro modo, en   tanto ensayan la mejor justificación de su ejercicio como poeta vigente   –¿redención, exorcismo, penitencia?– sin dejar dudas sobre el valor de que   continúe infatigablemente publicando sus textos apenas consiga cerrar corpus de   este tipo: “Cuando llego a diez textos en el día/ me conformo; si hay más de   veinte exulto”. A Uribe se le puede permitir todo. En la llanura de cierta   poesía anclada en las formas, lo suyo es una voz altisonante, por y gracias, a la derrota que arrastra, no así su potencia referencial e   ineludible. Sensatez y riesgo, licencias de un poeta mayor. De ahí el peso de   ambas imágenes con las que partíamos arriba.
        A medida que avanza el poemario nos hallamos con poemas como el registrado   el día Jueves 23 ag. 2007: “¿En qué consiste mi catálogo/ para cada día de   vida?/ Es una idea, el plan de un diálogo/ mío conmigo mismo a la salida/ del   sol que nos alumbra escéptico/ de lo que ocurre en este pozo séptico”, y   refuerza la idea de escritura diario –oración y canto– devenido en bitácora o   las nociones, al decir Lihn, de un diario-de-muerte escrito con sudor y sangre.   Dando forma a su soledad, viudez, fracasos, intentos, culpa, sublimación, fe,   sarcasmo, ironía, (auto)compasión, (auto)destrucción, en suma: la Literatura   asumida sin ninguna cuota de heroísmo. Salvo, sombras y dobleces, lo mismo que   provocación y ternura.
        Revisemos estos trabajos y los días: 
        
          
            El que estudia, el que lee y toma notas
            en el margen de cada página,
            considera que no hace nada
            de valor, ilusiones rotas
            de poesía, ciática y angina,
            cosas propias de vida condenada.
            Lunes 3 set. 07
             
             
            Con imbecilidad, con asco,
            hecho una magdalena, lloro
            sin lágrimas, sin más decir, me enfrasco,
            perdonen, en el mismo frasco
            para los lagrimeos, expectoro
            con ronquera un regüeldo, y masco.
            Lunes 23 jul. 07
            
             
            Lo único que quiero es no saber
            lo que viene después –¿después de qué?
            Benditas la ignorancia y la inocencia.
            Pero a mi edad no hay tal, hay lucifer.
            En lo demás de ha perdido la fe,
            y el amor es la peor de las licencias.
            Viernes 3 agosto 07
             
             
            Mírate en el espejo, envejecido,
            te cuelgan las mejillas, los ojos con legañas
            te pican por la alergia, ¡y la papada!,
            el siniestro perfil con amor a la nada,
            y tienes menos pelo, red de araña,
            ¡cuán imperfecto estás, tan imperfecto has sido!
            lunes 10 set. 07
             
             
            Contemplen su país y el tiempo actual.
            Negro el futuro y el presente negro
            y el pasado inmediato fue muy negro
            (si ése es el peor color y el más letal).
            Créanme, tácitos, si anuncio el mal
            porque a mi edad ¿por qué engañar?
            Sin un grano de sal ¿voy a bromear?
            sábado 8 set. 07
              
             
            Reconoce maldito que has escrito
            incontinentemente mal
            lo que se te ha ocurrido –ni bonito
            ni hermoso– sin piedad hacia el mortal
            aburrimiento tuyo de erudito
            de la fealdad y lo brutal.
            sábado 8 set. 07 
          
        
        Un paseo saludable, si lo fuera, por los tópicos de Uribe, pero también a   través de una propuesta de nuevas entradas a materialidades y experiencias que   la modernidad nos impone. Escribo luego el otro existe, diríamos.   Porque es el lector quien tiene la palabra. Un libro referencial y necesario.   Salvo por algunos poemas que, a nuestro juicio, bajo el influjo y proyecto de   escribir, al parecer, no fueron tachados ni eliminados al momento de cerrar el   libro. ¿O fue también parte del proyecto de su aprehensión del tiempo   de ocio y producción?
        Para cerrar solo un poema que creemos sintetiza esta empresa de escritura   que, en lugar de reiterativa, presume medio siglo pergeñado en soledad y sin   eufemismos: 
         
        
          
            Todos los días caminar
            sobre un tablón que daba al mar
            de tiburones en los versos.
            Esto cabe decirlo de modos diversos.
            En el fondo, a escribirlo me puedo acostumbrar.
            viernes 31 ag. 07