Visiones
Veo que el mundo se da vueltas, más que el
globo terráqueo.
. . . . La humanidad se da vuelta en la cama. Se cae de la cama.
Almas de los países, se van, dónde se han ido. No se las ve.
. . . . Se ven grandes huecos en la capa atmosférica.
. . . . Entra por ellos el veneno.
Nada sale por ellos: son los hoyos físicos del espíritu maléfico
. . . . de los hombres los ricos, que buscan el lucro los lucros
. . . . las lujurias, el lujo, las concupiscencias, y no sólo sexuales
sino además estomacales, cerebrales. Celebran sus triunfos
. . . . (¡qué triunfos a lo Pirro!) Y se pirran
por cosas. Cada cosa tiene un hueco más grande que la cosa.
. . . . Buscan placeres indebidos, imposibles, ridículos.
. . . . Se acuestan
con máquinas de reproducciones asistidas. Se donan como ovejas.
. . . . Ovejas son, las descarriadas negras ovejas que ya no aspiran
. . . . a ser lobos, desean ser más dioses que Dios mismo. En el nombre
del Padre. No quieren padre. En el nombre del Hijo.
. . . . No quieren tener hijos. Peor: en cuanto al Espíritu,
. . . . de lo que menos tienen es de espíritu.
Bueno. Pasemos a otro tema. Malo. No hay otro.
. . . . Acabo de mundo es éste, acabamiento. Y Acabóse.
Veo una fortaleza gigantesca. Después describiré (pero no quiero
. . . . dar explicaciones) su forma. No tiene forma. Imaginen que domina
todo. Todo es mayúsculo y temible. Terrible es poco decir: es peor
. . . . que el Pánico. Ya no quedan palabras después de apocalipsis
. . . . como las que han venido para decir lo que se dijo
con ayes, ahs, espantos de gruñidos y lamentos. Los niños gemían
. . . . y los viejos gesticulaban y los adultos de todos los sexos se masturbaban
. . . . los unos a los otros. Poco
es decir lo que se dice. Hay pausa.
Escribí de visiones. ¿Y por qué de visiones? Tengo media,
. . . . medio borrosa. No la veo más que un cuarto. Pero en mi cuarto
. . . . estoy, y escribiendo esto.
Los tataranietos y choznos del industrial capitalismo, los que
. . . . producen los lápices mismo con que escribimos los que usamos
. . . . tres dedos de la mano
derecha -con salvedad de los turnios o de los mancos o de los zurdos
. . . . célebres- y las máquinas aceleradas de los otros, hasta avanzar a los
. . . . computadores e internetes,
son más salvajes bárbaros -en esta época que llaman cibernética,
. . . . y están buscándole etiquetas más complicadas, más herméticas,-
más bestias son de presas, nuestras presas y miembros, los de nosotros
. . . . prisioneros en sus jaulas (de las que también hacen negocios),
. . . . que sus antecesores
que aparecían por ejemplo en las novelas de Díckens y Balzác*
. . . . -y no damos más nombres, algunos menos conocidos- para que no
. . . . nos tilden de pedantes.
Los veo, a los de ahora, haciéndose palacios de cráneos bien pulidos:
. . . . todo lo que era más que hueso ha sido usado en las industrias químicas
-y los huesos también aprovechados, muy bien descorticados, en
. . . . aprovechamientos los más sutiles y complejos -Auschwitz fue
. . . . demasiado primitivo-,
los veo entre decoraciones de fémures y tibias con los cráneos
. . . . múltiples luciendo
en arañas luminarias; la luz proviene de las grasas
. . . . de los cadáveres necesarios antiguos,
y no los veo más pues se apagó la luz. Y en Chile
veo lo de hace mil años: el baile de las brujas de Macbéth
. . . . en claroscuro del bosque silvestre de bayonetas y cañones apuntando
al negro cielo, la danza de las Parcas grasientas y grasosas -que aún no
. . . . son cadáveres- con cabezotas hidrocéfalas en sus cuerpos ventrudos
. . . . sobre sus patas palmipedas, veo
al almirante Carvajal, al general voluminoso con voz de señorita
. . . . de provincia, el Pinochet Ugarte, y, detrás del matorral
. . . . de sus anteojos,
Leigh
(en cuanto al general rastrero Mendocita, no se lo ve), comunicándose
. . . . por radio organizada desde los barcos de las operaciones Únitas,
bailando alrededor del caldero llameante, humeante, hirviente de la casa
. . . . de Estado por sobrenombre el palacio de Moneda.
No hay monedas. Hay hombres.
Pronuncia Carvajal: «El Edecán Naval me dijo que el Presidente anda
. . . . con un fusil
ametralladora, que tenía treinta tiros Y que el último tiro
. . . . se lo iba a disparar en la cabeza.»
Pinochet: «Esas son no-balas
. . . . no más...
. . . . Este huevón no se dispara
. . . . ni una pastilla de goma.»
Carvajal: «Conforme, ¡je, je, je!».
Se ríen. ¿Bromas negras?
Espérense. ¿Son bromas?
Tomen bromuro. (Las «bromas» son animalillos subterráneos
. . . . submarinos que destruyen el casco de los barcos.
. . . . Consúltenlo en el diccionario).
Escuela Militar: «Puta, el Uno... huevón
. . . . histérico con el Qú Erre Te... claro...
. . . . están hablando los generales».
. . . . Se oyen silbidos.
El Uno es Pinochet.
Pinochet: «Conforme, conforme. En este momento
. . . . (...) Vos sabís que este gallo es chueco.
. . . . En consecuencia (...) sabís la cosa».
Carvajal: «Le intimé rendición (...)
. . . . Eh... contestó con una serie de garabatos».
Pinochet: «Cuando lleguen los primeros pericos,
. . . . vai a ver lo que les va a pasar.
. . . . ¡A las once en punto se bombardea!»
Carvajal: «se evacúe La Moneda
. . . . va a ser más fácil asaltarla».
Pinochet: «una vez bombardeada la asaltamos».
Poco rato más tarde:
Conversaciones siniestras literales
interferidas por un ciudadano.
Publicadas a los veinticinco años.
Editorial Sudamericana.*
Poco rato más tarde (Setiembre,
año setentaitrés, día once):
Poco rato más tarde:
Carvajal: «No, pero en las tanquetas
. . . . no, no huyó. Las tanquetas
. . . . se habían ido antes y yo,
. . . . posteriormente, en persona,
. . . . hablé por teléfono con él».
Pinochet: «Conforme, conforme.
. . . . Entonces hay que impedir la salida. Y
. . . . si sale hay que tomarlo preso.»
. . . . «Entonces
. . . . hay que estar listo para actuar sobre él.
. . . . Más vale matar
. . . . la perra y se acaba
. . . . la leva, viejo»
«Exacto» dice Carvajal.
Fuerza Aérea de Chile: «Conforme.
. . . . Continúo.(...)
. . . . No salir a la calle.
. . . . Deme su comprendido».
Escuela Militar: «¿Quién lo firma esto?
. . . . ¿Mi general Leigh?»
. . . . «Leigh».
Escuela Militar: «Perfecto».
Pinochet: «Otra cosa...»
Escuela Militar: «Sí, dígame...»
Pinochet: «(...) contra la hambruna(...),
. . . . contra las colas que rodean»(...)
. . . . «a que nos estaba llevando el señor
. . . . Allende, mientras él se satisfacía
. . . . con fiestas y parrandas en la casa...»(...)
. . . . «contra las colas, el hambre, la miseria».
. . . . «(...) contra las colas, la hambruna la miseria».
Escuela Militar: «Ya, perfecto, Adelante...
. . . . Vamos a ver, Puesto Uno».
Pinochet: «Otra cosa (...) no estamos
. . . . atacando
al pueblo, estamos atacando
. . . . ¡a los marxistas! que tenían dominado
. . . . al pueblo y lo tenían
. . . . hambreado».
Carvajal: «Correcto, sí...»
Pinochet: «A las once en punto hay que
. . . . atacar
. . . . La Moneda,
. . . . porque este gallo no se va a entregar.»
Carvajal: «Se está atacando ya... Se está
. . . . rodeando
y atacando con... con... a ver... con bastante
. . . . ímpetu».
Pinochet: «Conforme. En seguida se sale al
. . . . avión,
. . . . viejo, y se despacha altiro».
. . . . «¿Va a concurrir él?... ¿El va a concurrir?»
Carvajal: «No, se negó...»
Pinochet: «... yo sabía...
. . . . (...) la idea es que si llega
. . . . p'allá lo metís en el sótano».
Uno, que no es el Uno del golpe militar y de la Junta y del país
. . . . y todo lo demás, se cansa de copiar los diálogos de brujas
. . . . con uniformes de horrenda soldatesca.
. . . . Se cansa. No se aburre. Sigue. ¡Sigan!:
Pinochet: «se le va a despachar para otra parte».
Carvajal: «Conforme. Ya... o sea
. . . . (...) sacarlo del país».
Pinochet: «sacarlo del país...
. . . . pero el avión se cae, viejo,
. . . . cuando vaya volando».
Carvajal: «Conforme, je, je, conforme.
. . . . Vamos a procurar que prospere el parlamento».
Las carcajadas, jajajá. Los carcajeos, je, je, je.
. . . . ¿Qué les parece? Vómitos negros
. . . . con que se perece.
Pinochet: «Ten cuidado
. . . . con el señor Presidente,
. . . . que es muy re chueco,
. . . . no dice nunca la verdad.
. . . . Así es que hay que tener
. . . . mucho cuidado con él».
He estado revisando los residuos de estas conversaciones
(siniestras me soplan unas voces al oído
. . . . siniestro con que las oigo):
. . . . Observaciones:
Las voces se confunden -Los individuos se confunden unos con otros,
. . . . aunque digan sus nombres: del antro en que se
. . . . encuentran unos y otros,
oscuro, no se ve más que masas informes por pesadas
. . . . que estén o sean, no son pero están, pesando -y siguen hasta
. . . . ahora veinticinco años más ¿tarde? tarde veinticinco más noches-,
pesándonos, y casi no podemos pensar en eso claramente.
. . . . Veamos. En veremos
estamos. Pero en fin, continuemos en cuatro pies o patas
. . . . avanzando: son torpes
esas voces, nerviosas:
«Está en el teléfono».
No es por purismo de lenguaje académico o almibaramiento de profesor:
es porque sus palabras los describen
¡tan bien!, así son, son así,
con su tam-tam sonando hondo desde sus vísceras
situadas entre el estómago y el colon...
Y la vulgaridad… Dicen: puta. Dicen huevón, huevada, huón,
se
suenan las narices, es muy probable que se peen
–el ruido de los cables impediría oírlo-,
dicen con lanza-cuete, altiro, ese montón de jetones,
que es muy re-chueco, todos estos mugrientos, esta gente,
todos estos campeones, los mandamos de un viaje,
hache-hache, éste es facho huevón, qué no dicen…