El segundo libro de Arelis Uribe, Las heridas (2021), continúa trabajando con los materiales que narró en Quiltras (2016). La clase social, la diferenciación entre los géneros, las personas comunes alejadas de espacios de poder, la Gran Avenida de Santiago de Chile, pero aumentando lo emotivo, porque esta es una crónica de la muerte del padre. Una figura nunca correcta, ni la mejor posible, pero es el padre.
Esta obra inicia con la caída al hospital y el funeral. Con el acontecer, la escritora utiliza trazos de recuerdos, las fotografías, los recortes de diario, los testimonios cercanos para componer el esquema familiar y las aflicciones que conforman ese tejido durante el tiempo del desamor. El abuelo era masón, carabinero (ACAB), maltratador, abusador y, no menos importante, un simpatizante nacionalsocialista. Además, incorpora la hospitalización por accidente cerebrovascular del padre, y conversaciones con la abuela materna, quien trabajó para los Caffarena y era una asesora proactiva. Los múltiples cambios de casa, de colegio, los novios de la madre, las depresiones, el rol dentro del hogar y las distancias familiares van estableciendo el sentido de esta obra.
En este pequeño cuadro familiar, destaco la exhibición de los antecedentes en la cultura de la discriminación por género. Es decir, los hombres tienen mayores beneficios –van a la universidad, mientras las mujeres llegan a un nivel educacional básico–, derivando en otra generación en la que las herencias y los poderes económicos pertenecen a los hombres. Por el contrario, las mujeres son dejadas en un sector degradante y ajeno a un tipo de valor. Lo que genera precariedad y desigualdad.
En términos estructurales, el volumen tiene capítulos no enumerados y que varían de extensión. Los que van intercalados entre el trágico evento familiar, y la rememoración de la identidad personal junto a las relaciones familiares. Estas secciones son breves y no permiten desarrollar los ambientes en los espacios periféricos porque se ocupa del sentir frente a las materias temáticas. Es importante indicar que describe las dimensiones de las casas habitadas, pero no alcanza a distinguir lo que significa vivir en Marcoleta, Gran Avenida y otros sectores de la capital. El final (que no es lo mismo que el desenlace) no es el mejor, ya que debió haberse dado por finalizado en la página anterior.
Uno de los puntos altos que tiene este libro son los distintos temas que cruzan esta crónica, en la que es innegable recordar el fuerte vínculo con Veneno de escorpión azul de Gonzalo Millán, donde el poeta utiliza el diario de vida contando lo que significa llevar el cáncer y el apoyo familiar de su condición. De igual modo, el vivir hacinadas y la estrechez económica que enlazo con la novela Allegados de Ernesto Garrat, que muestra a los protagonistas viviendo en una pieza en un departamento. Una realidad cotidiana que se mantiene todavía. En efecto, otro tópico es el rol de las hijas que se hacen cargo de la casa, del alimento, de la madre en tratamiento y de sus hermanos menores. Una realidad cotidiana como las relaciones de las hermanas en Mujercitas de Louisa May Alcott.
Las heridas (2021) es una obra desgarradora y honesta, angustiante y dolorosa, en la que se exponen las llagas, las simpatías en el proceso de pérdida y de sanación. Dicho de otra manera, lo que nos parece literatura, no es más que el padecimiento de personas en distintos niveles. Finalmente, el relato parte y termina en cómo la autora se siente en relación a la ausencia física del padre y esto la sitúa en la contingencia de la literatura local. En todo caso, Arelis Uribe da cuenta que tiene un amplio abanico de temas literarios que podría desplegar a futuro.
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Las crónicas de Arelis Uribe: Las heridas de la familia chilena
"Las heridas", Emecé Editores, 2021, 112 páginas
Por Gonzalo Schwenke
Publicado en El Insular, 20 de enero de 2021