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ELEGÍA A ARMANDO URIBE (1933 - 2020): PENSADOR, CONSCIENTE, CRÍTICO

Jorge Martínez Pizarro[1]
(enero de 2021)




.. .. .. .. ..

Creo en las imperfecciones de la creatura humana.
Entre ellas, junto a la tontería (propia y unánime)
 y los errores, está, oronda, la vanidad.
Tengo esperanzas para el Otro mundo,
no las tengo para Éste, terrenal
(Armando Uribe, Vida viuda, 2018)

Armando Uribe, escritor chileno (1933 – 2020), Premio nacional de literatura en 2004, fue autor de muchísimos textos, poemas, libros de prosa y en verso. Los publicó en numerosos ensayos bajo las formas de columnas, artículos, cuadernos impresos, antologías, cartas abiertas, resultados de investigaciones (incluso jurídicas), comentarios y notas críticas, homenajes a escritores, uno que otro diario, memorias, en prosa y en verso.

Para bien nuestro, hasta aceptó grabar un sinfín de entrevistas y presentaciones para verlas una y otra vez, enteramente profundas e interesantes que están disponibles en la web.

Vayan estas sencillas palabras como homenaje a su obra que tanto he admirado.

Uribe, Ar Ur como firmaba a veces, también fue objeto de variados premios, distinciones y homenajes en vida, así como de un buen número de estudios sobre sus obras y sus temáticas recurrentes, esto es, la muerte, la autocrítica individual y la crítica social. La primera, presente desde sus más primeras incursiones literarias.[2] En todo caso, el Premio nacional de 2004 lo recibió —para su pesar según llegó a expresar, por lo supuestamente inmerecido— más de medio siglo después de iniciar sus publicaciones.

Famosas y quizás míticas son las alusiones que él mismo hacía acerca de sus versos escritos en pochettes de fósforos; sus lectores concordamos en que cada frase y párrafo de su prosa revela una autoexigencia extrema.

Lo anterior, junto con sus miradas denunciadoras de la sociedad chilena, lo volvieron, en cierto modo, un referente para los críticos del neoliberalismo instalado desde la dictadura.

Una gran parte o buena parte
de coetáneos que circulan
y figuran, merece algún desprecio,
o todo mi desdén: pues cobran precio
por virtudes y vicios, y acumulan
riquezas y prestigios, y hasta el arte
(Tonto, 2011, p. 26).

Cabe indicar al respecto que Uribe, muy a diferencia de varios autores y autoras, se distingue por haber dedicado una trayectoria docente universitaria en Chile y Francia, haber sido diplomático Embajador en China y hasta militante de partido.

A un año de su partida, estremece escribir sobre este prolífico y multifacético gran creador sabiendo de antemano que nadie o casi nadie me cuestionará ni entonará estrofa en contra y a lo mejor hasta se empeña en leerlo y en aprender de sus entrevistas. Como su Diario enamorado, escrito en quince cuadernos iniciados antes de sus veinte años y publicados muchos años después por impulso de quien fuera su compañera de vida, Cecilia, tras su muerte (Diario enamorado, 2003). O sus Obras reunidas (1951 – 1989), versos publicados en 2004, un legado para sus lectores con varios de sus poemas hoy bien conocidos.[3] Solo menciono estos textos como muestra de una incesante dedicación de Ar Ur a las letras.

Quizás entre lo más útil para nutrir estas líneas donde intento homenajearle en forma torpe pero inconsciente, como él decía, son sus hermosas, profundas y casi postreras memorias (Vida viuda, 2018). En ellas nos susurra su presencia luminosa en nuestras vidas. Resultan esclarecedoras para definir su pensamiento consciente y crítico, forjado desde niño en su percepción sensible del mundo y expresado a tiempo una y otra vez, majadero al extremo para recuperarlo en nuestros tiempos difíciles.

Se trata de un autor esculpido en sus lecturas, tareas docentes, diplomáticas y en el pesar del destierro en Europa y luego el que le afectaría tras su retorno a Chile en los noventa.

Escritor, ensayista y lector

De entrada, quiero ayudar a aclarar, si cabe, una cuestión que me infundieron las crónicas de su fallecimiento en enero de 2020. En las alusiones que recibió por su deceso (en su mayoría, muy incompletas en mi opinión) se habló en varios medios, reiteradamente, de la muerte del “poeta”. Armando, en su propia voz, no se identificó como poeta, sino como escritor de versos, admitiendo que la poesía es palabra honda. “…me molestaba si me decían “poeta”. “El poeta Uribe”. ¡Ay!” (Obras reunidas (1951-1989), 2004, p. 195).[4]

Escribir poesía es susurrar un secreto, expresar una duda en forma de pregunta, procurar varios sentidos para una misma palabra (Memorias para Cecilia, 2016, p. 45).

Pongo así las cosas en mejor lugar, respetando su autoidentificación: “…he publicado muchas más páginas y palabras en prosa que los libros en verso…a uno le consta que ha escrito y escribe versos, pero no que sea realmente poesía” (Vida viuda, 2018, p.12).

Naturalmente, el valor literario creativo y complejo de este autor puede poner en debate esta autoidentificación. ¿Un ensayista no puede ser también un poeta?

En el supuesto que poeta
fuese, escribí líneas cortadas;
dijeron que era Poesía.
Las dudas que tenía
las mantengo hasta ahora, todas.
Y le digo a esta Niña: conmigo no se meta
(La fe el amor la estupidez, 2005, p. 110).

Y viene al caso su autodescripción: “Armando Uribe nació en Santiago hace más años de lo necesario.  Después fue abogado. Después, diplomático en Washington y en China. Luego desterrado. Así pasaron quince años; hizo clases en la antigua Sorbona de París. Ahora, de vuelta, en Santiago: profesó leyes en la Universidad de Chile. Ha escrito una serie de libros. Pone también su nombre como Armando Uribe Arce etcétera. Desde 1998 se enclaustró en su casa para bien o mal morir” (original de Odio lo que odio, rabio como rabio, 1998; corregido en De muerte, 2004).

Uribe, con su autocrítica permanentemente disparada y quizás en su calidad de bien reconocido creyente católico romano cultivador de la culpa, se consideraba hasta un mal escritor. A lo más un poetícola, como él mismo decía, y con obras que creía más influyentes por sus trabajos en el derecho minero (al que dedicó intensa dedicación) y algunas investigaciones que realizó con perspicacia y estilo sobre personajes de la historia de Chile, como Patricio Aylwin, Agustín Edwards y el dictador.

En este último tema, Armando Uribe, abordó su presencia en el alma nacional en varias ocasiones. En un esfuerzo de síntesis, podría decirse que la idea matriz concerniente a la identificación de este personaje se relaciona con el “profundo fantasma psicológico del inconsciente colectivo chileno” (Vida viuda, 2018, p. 268). Se trata de una tesis principalmente elaborada con ayuda del psicoanálisis, presentada entre otros, en un congreso de psicoanalistas en París en 2000.

En dicha oportunidad, Uribe afirma: “La manifestación en la realidad externa de este fantasma del inconsciente colectivo constituye un estado patológico que nos afecta impidiéndonos ser civilizados” (Vida viuda, 2018, p. 217).[5]

¿Es Armando Uribe un poetícola o ensayista? Quizás esto poco importa.

Siempre creí que no era yo el que escribía, sino un tal imbécil
que se apropiaba de mi nombre, desprestigiándome pues
nunca he sido poeta y, para mí, ese tal era mediocre y malo como poeta
(Tonto, 2011, p. 43).

Naturalmente, como el mismo lo profesó, se pueden tener discrepancias sobre estas auto calificaciones (“si me injurio, lo hago de buena fe”, Vida viuda, 2018, p. 62). Es la imperfección humana que está en juego, desde que nacemos, premisa uribeniana de primer orden que destacó hasta sus últimos años y que fue esbozada bellamente ya en sus primeras obras como El engañoso laúd (1956):

Esta vida que yo no alcanzo a ver
y me rodea sin embargo
es la que debería ser objeto de mis actos
de rabia, amor, indiferencia o muerte”.
(Obras reunidas (1951 – 1983), 2004, p. 43).

Es singular conocer de él mismo que quería que lo recordasen como un excelente lector (a un ritmo de diez horas diarias, según confesó). Lector y relector de variados autores, géneros y temas (incluso religiosos). Así es como uno puede encontrarse con referencias muy diversas en sus opiniones y análisis de la realidad social y económica, fundados, por decir ejemplos, en Freud, Proust o en Hobsbawm, en Pascal, en Góngora. Vida viuda es testimonio de todo esto.

Considero que mi vida vale más por lo leído. Si me dieran a optar -cosa que no ha pasado ni tiene porqué suceder- entre seguir leyendo o escribiendo, estoy seguro de que preferiría lo primero, porque a través de la lectura hice amistades con numerosísimas personas y personajes, y en cambio al escribir estoy solo en amistad o enemistad conmigo mismo” (Vida viuda, 2018, p. 57).

“…he leído absolutamente de todo, cuentos, novelas, libros de historia, ensayos, tratados, de un cuanto hay; muchísimo más en prosa que en verso -no leo mucha poesía, salvo la de autores que releo como La Divina comedia, las Coplas de Manrique, y otros grandes autores en las lenguas que conozco…” (Obras reunidas (1951 – 1983), 2004, p. 194).

Los ensayos y el inconsciente colectivo de Chile

Respecto de los ensayos y otros trabajos, viene muy al caso mencionar que Uribe dedicó atención además del dictador chileno y los otros personajes nombrados, a la historia y devenir de la sociedad chilena. Son realmente singulares estos textos arrancados de sus Memorias para Cecilia (2016):

Chile es un asunto que me motiva a darle vueltas día tras día. Tengo (no diré por patriotismo, puede ser por obstinación) la convicción de que este país posee una naturaleza, contextura y extravagancia que lo separan de cualquier otro que conozca por lectura o por haber vivido durante varios años en él…mi certidumbre de ser chileno es inseparable de  mi convicción de que Chile debe ser soberano, lo cual está acompañado del conocimiento relativo pero más racional de lo que ha sido en su historia (Memorias para Cecilia, 2016, p. 9).

Quería que se supiera que volvió a Chile después del destierro en Europa para vivir el desgarro de este país de la distancia atrozmente azotado por la violencia y la zozobra en toda su prehistoria e historia, en decadencia cultural desde la dictadura (siguiendo la conocida tesis del historiador Mario Góngora). Con el que tenía el pacto de la nación y su pueblo, y que deseaba lo mismo para los inmigrantes.[6] Su encierro en sus últimos años de vida, una forma radical e íntegra de protesta, expresó la razón frente a la convulsión neoliberal de los años noventa y a la vuelta de espaldas que recibió de parte del establishment cultural y de los líderes del proceso neoliberal iniciado por la dictadura y perfeccionado acríticamente por los gobiernos sucesivos hasta el período actual: “Fui una persona marginada, objetivamente descartada” (Vida viuda, 2018, 35).

Pero con más fuerza Ar Ur nos da (en presente) luces de Chile: “Casi nunca ha habido -¡salvo meses o días!- iguales derechos para el conjunto de la población. Así es desde 1540…Pienso que en Chile ha habido una intención organizada por realizar, en épocas de cambios, una transformación democrática, pero sucedida del fracaso. En ese mismo sentido recuerdo una idea de un diálogo entre Varas (José Miguel) y yo mismo, de que en Chile está pendiente una guerra civil debido a la frustración de algo que se consideró plausible” (Vida viuda, 2018, p. 303).

Uribe muy seguramente quería en el fondo que se le recordara por sus oportunos cuestionamientos al neoliberalismo desregulado, a la clase política que lo asumió en alianzas entre sí y con el empresariado, de espaldas al pueblo, cuestionamientos que se extendieron a la moral de los mandatarios post dictadura, al papel nefasto del hiper imperio de los Estados Unidos en la historia de Chile y de la humanidad entera, con su cultura pop y sus sabotajes permanentes a América Latina.[7] 

Seguir apuntando a la derecha chilena protofascista le trajo “…las enemistades…incluso de quienes se planteaban como sus opuestos y que, sin embargo, no lo eran, como sucede con la Concertación” (Vida viuda, 2018, p. 35). Los políticos chilenos, incluyendo sus colegas de la Izquierda Cristiana en la que tuvo un fugaz paso, nos dice Uribe, tienen poca preparación intelectual.

En nuestra opinión partimos de la base que esta crítica es correlato de la condición propiamente autocrítica de este pensador, lo que le permite referirse al género de los políticos de tal forma, consignando tanto la inconsistencia y la hipocresía como escudos de la poca preparación intelectual.

Me acostumbré a dicha superficialidad y cuando trato de razonar…lo hago de mala gana, apresurado, sin originalidad alguna. Generalizo, mi tono es cansino y trivial, mis palabras son de cajón” (Vida viuda, 2018, p. 78).

Para perder el tiempo veo televisión.
No sólo pierdo el tiempo: me contagio
con aventuras norteamericanas
que me irritan y enferman: son insanas
como negocios sucios bursátiles del agio
que propagan al mundo como una entretención
(Tonto, 2011, p. 26)

Rabia y amor

La rabia de Uribe es otra de sus conocidas características como ser humano. Pero no le fue un rasgo desde siempre. Aludiendo al título de su libro de 1998, Odio lo que odio, rabio como rabio, publicado como corolario de la exclusión de sus aparentemente cercanos y las aberraciones que le tocó presenciar en su retorno al país, señala que este rasgo le marcó a fuego. “La cólera pasó a ser parte fundamental de mi carácter durante ocho años, desde el noventa…Fue una indignación consciente ante hechos que me parecían injustos, incluyendo aquellos en que era víctima. Una indignación razonada, siempre acompañada de argumentos a mi juicio sólidos, que justificaban mi estado de rabia” (Vida viuda, 2018, p.48).

En Odio lo que odio de 1998 (este libro es como si fuera póstumo, p. sn, indica en nota introductoria), hay versos, con sus distintivos juegos de palabras, que enuncian su estado en el Chile de fines de los noventa, la desesperanza:

Odio lo que odio, rabio como rabio
el sumo amor sumo esplendor pronto se atrofia
atroz el disco vobis amen amen
amén amén amor amor bazofia
me hago la cruz en la frente y el labio
y sobre el corazón para que me amen
pero en cajón terminaré con cofia”.
(Odio lo que odio, rabio como rabio, 1998, p.28).

Tal cual se describe él mismo, el aislamiento le trajo consecuencias, cuya evaluación conclusiva y autocrítica es profunda y honesta:

…de todos modos es necesario realizar un promedio de vida social y que es mejor hacerlo de buena gana que forzándose y mostrando disgusto. Creo que, al fin de cuentas, esta actitud de mantener la distancia me ha perjudicado en distintos momentos, tanto en Chile como en otros países…” (Vida viuda, 2018, p. 90).

El amor es otra faceta esperada en un autor de este calibre, menos conocida o comentada, cuyos textos no solo se remiten a su juvenil Diario enamorado (2003) dedicado a Cecilia, sino también en muchas obras con estrofas en verso:

“Me enternecí con recordarte,
como la sombra de un olivo
se rememora en las ramas.
Tú, que no me amas ni me llamas
ya, como cuando estaba vivo,
si es que me amaste un día martes
de una semana sola, el corazón me partes”.
(De muerte, 2004, p. 55).

Y desde temprano, la relación intensa y continua con la muerte (“porque entre nosotros la muerte es femenina”, Vida viuda, 2018, p. 24):

Amor, mil veces amor y me hago cruces
de verme solitario y cada vez más viejo.
Y asusto mi deseo con una brizna verde
diciéndole: Ya ves. La muerte no es tu novia”.
(Transeúnte pálido (1954), en Obras reunidas (1951 – 1983), 2004, p. 8).


Cierre

¡Cuánto se le extraña y haría falta su palabra y opinión en el Chile del 2020 en adelante! Su estilo único, racional, frontal, autoexigente, luminoso, sensible, humano, discreto, elegante, queda estampado en todo párrafo o verso breve, que le fue tan característico.

La web hoy día resulta un referente apropiado para acercarse a su presencia: luego la lectura de sus trabajos será una continuidad lógica. Es difícil encontrar creadores de esta envergadura moral y brillantez en Chile.

Este singular pensador, crítico y consciente necesita ser escuchado en estos tiempos infames de pandemia, aunque motivadores por el proceso constitucional.

Y no a regañadientes como algunos han dicho. Es mucho más que todo lo que se diga y siga diciendo, tuvo y seguirá teniendo reconocimientos cada vez más importantes en cuanto se le planteen a Chile y al mundo desde definiciones trascendentales de su historia (como en estos momentos de críticos episodios) hasta la búsqueda de referentes para el debate, los diálogos y la fuerza de la ética.

 

 

 

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Notas

[1] Migrante2@gmail.com.

[2] Una excelente descripción de su obra, junto con varios y valiosos antecedentes biográficos y documentales, así como la disponibilidad de un importante número de sus textos, se consigna en el sitio Memoriachilena de la Biblioteca Nacional de Chile (http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-3306.html#links).

[3] Obras reunidas (1951 – 1983) (2004) contiene seis trabajos en verso comenzando por Transeúnte pálido de 1954, además de Por ser vos quien sois de 1980.

[4] Un muy buen homenaje que recomiendo al lector se emitió en el Programa Barco de papel, del 27 de enero de 2020, de la Radio Nuevo Mundo (Equipo editorial de la Gaceta Léucade). Sus autores dedicaron una investigación pormenorizada a la vida y obra de Uribe, lo que constituye un hermoso trabajo, serio, estudiado, bien elaborado, con respeto y claro interés en rendir tributo al autor (https://www.youtube.com/watch?v=Otw2PWZcIds).

[5] El texto fue publicado en 2006 como el Fantasma Pinochet, aunque Uribe señala que originalmente lo había llamado El fantasma de la sinrazón (como describe él mismo en Vida viuda, 2018, p. 216). Be-uve-dráis Editores publicó dicho texto en 2001 (De muerte, 2004).

[6] Para muestra, esta extraordinaria afirmación: “A mí no se me ocurriría jamás ser otra cosa que chileno. Este país fue hecho por inmigrantes de los cuales provengo y la circunstancia de venir también de gente indígena me parece excelente” (Vida viuda, p. 281).

[7] Respecto de la historia de los Estados Unidos, afirma: “Me refiero a lo que la población norteamericana, sus dirigentes, intelectuales y poderosos financieros, creen es una forma de existencia humana razonable y envidiable. Dicha nación constituye para mí las más peligrosa de las experiencias colectivas que ha conocido la humanidad en su historia y prehistoria, la más riesgosa también para los demás seres vivos presentes en el planeta llamado mundo” (Vida viuda, 2018, p. 298).

 

 

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Referencias utilizadas

Vida viuda, (2018), Lumen, Memorias y biografías.

Memorias para Cecilia (2016), Lumen, Memorias y biografías.

La vanidad de la soberbia (2016), Catalonia.

Tonto (2011) Editorial Mago.

La fe el amor la estupidez (2005), Editorial Universitaria, Colección Premios nacionales de literatura.

De muerte (2004), Editorial Universitaria, Colección El poliedro y el mar.

Obras reunidas (1951 – 1989), (2004), Tajamar Editores.

Diario enamorado (2003), Catalonia.

Odio lo que odio, rabio como rabio (1998), Editorial Universitaria, Colección El poliedro y el mar.

Sitio web:

http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-3306.html#links).



 

 

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