Me gusta comprar libros, acumularlos, mirar cómo se abulta mi librero mes a mes. Me gusta que mis amigos vayan a mi casa y miren mi biblioteca, que comentemos los libros que tengo y los que planeo tener. También me gusta prestarlos, hay cierto tono de tutor cuando prestas y recomiendas un libro, una posición agradable de dominio en un tema. Aunque prestar un libro también tiene contras. Bastantes.
El primer problema es que los libros son fáciles de olvidar. Quiero decir, después de terminar un libro, uno lo deja aparte y se olvida del “objeto” libro, porque el contenido, al contrario, está presente mucho tiempo. Sumado a eso, uno tiende a comenzar la lectura de nuevos textos, lo que también conspira en que el libro que pasó sea historia.
Qué decir del tamaño. En un estante repleto de libros con lomos medianamente similares, es muy difícil percibir que “algo” falta. Así, como objeto escurridizo que es, prestar un libro puede llegar a ser algo muy complicado.
Ahora, el verdadero gran tema con prestar un libro: que te lo devuelvan. El mayor pero es ése.
Prestas un libro y, como lo olvidas, no lo pides de vuelta y como no preguntas por él, el susodicho que tiene tu libro se hace el desentendido o también se olvida. El préstamo de libros está lleno de lagunas mentales y de malas intenciones.
Hay gente que no devuelve los libros nomás, que se los queda deliberadamente, que desde el momento en que dijo “me lo prestas” en realidad estaba diciendo “me lo quedo”. Y esa persona sabe que tiene tus libros y lo niega. Lo peor es que gozan de cierta impunidad. Es socialmente reprochable quedarse con un libro, pero es menos despreciable que deber dinero.
A mí me han estafado con muchos textos. Y por intentar recuperarlos me han tildado hasta de exagerada (?). Entonces, pensando en todos estos momentos desagradables, me he preguntado muchas veces si debo o no prestar un libro.
Después de mucho reflexionar, concluí que no quiero dejar de prestar libros, me gusta la idea de que el conocimiento circule. Por eso, creo que es mejor el préstamo-canje o trueque momentáneo: te presto un libro si tú me prestas otro. Por último, si nunca más ves tu libro, te quedaste con otro como prenda.
Hay un dicho mala onda y desagradable que resume todo este embrollo: “Tonto es quien presta un libro. Y más tonto quien lo devuelve”. Es tristemente cierto. Lo único bueno de esa frase es el tono de valoración hacia el libro, me gusta y lo destaco, porque pone al libro a la altura de un artículo digno de poseer. Es más, nos dice que un libro es algo digno de ser robado. Pero de robo libros vamos a hablar en otra columna.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Un dilema moral: ¿Prestar o no prestar libros?
Por Arolas Uribe.
Publicado en LUCHA LIBRO, enero 2013