PACHAMAMA
Arturo Volantines
Editorial Cambio, Colección Encuentro, Septiembre de 1987, Santiago
de Chile
Por Graciela
López*
Escritora. San Juan, República
Argentina.
A un poco más de 20 años de la publicación de este
libro en la "Colección Cambio", -que dirigió el poeta Aristóteles
España y que interrumpió por su abrupta salida al exilio-, donde también
publicó, entre otros, a Rolando Cárdenas, Rosa Bettty Muñoz, Carlos
Alberto Trujillo; y, también, a propósito de la inclusión de algunos
de estos poemas en la "Antología, El Árbol de los Libres, Poetas
de la Generación NN en Chile", de Fabián Muñoz, en México; me permito
hacer la siguiente reflexión.
Vestido en la luminosidad de un lenguaje simbólico,
A. Volantines nos muestra en su libro "Pachamama", el amor por su
tierra; un amor incondicional en el que se entrelazan pasado presente
y futuro y se empapan de una realidad que vive con fervorosa intensidad.
Un poeta que expresa su revolución humana mediante
la palabra.
Al igual que Mallarmé o Baudelaire su simbolismo entremezcla
las sensaciones y las imágenes con el intelecto.
Entrando a las puertas de lo indescifrable el escritor
se expresa sobre impresiones objetivas sin borrar por esto las huellas
de lo meramente subjetivo, dejando al lector en plena libertad de
aceptación e interpretación.
El simbolismo usado en la palabra de Volantines está
en la búsqueda de nuevas expresiones, en la necesidad de expansión,
sintetizando en el lienzo de la vida el existir de su tierra, de su
gente desde los comienzos hasta la actualidad.
El hombre luchando con la naturaleza codo a codo,
envuelto en soledades, en sentimientos encontrados, en los desórdenes
que éstos provocan en la naturaleza y en la voz del poeta.
Cantados de manera exquisita, triste y hasta por momentos
descarnadas, así se presentan los poemas en los que pareciera auto
exiliarse por instantes y ver a su país desde afuera dejando su corazón
en él como observamos en la descripción de estos versos:
"... La dejo con un beso acodada en la ventana
A lo lejos levanta su mano áspera y pura".
Tal vez el autor nos hable del Desierto de Atacama,
de su sentir más recóndito, de la existencia de un lugar poblado de
voces y de ensoñaciones.
Luego repite una vez más:
"...El desierto m (edita)...".
El desierto lo escribe a este poeta en su sangre, en
su cuerpo, en sus venas.
El cuerpo de un pueblo cansado de la lucha sin mesura
y sin tregua que se ve sumergido en la hostilidad del clima, convirtiéndolo
en un sitio de desolación del que aún y a pesar de todo surgen flores
como símbolo de vida, de esperanza.
Sin egoísmos deja la huella de su corazón abierto
como surco en la tierra, mostrando las enseñanzas de quienes fueron
ejemplo en su juventud: amigos, profesores, próceres:
"... Era profesor de biología / me explicaba las célula
/ La capacidad de los perros para sobre VIVIR a los dolores.".
Enfrentándose a las sucesivas muertes cotidianas,
a las carencias y a los vacíos inexorables que éstas ocasionan.
Eternamente en comparación: la tierra - mujer. Madre
dolorosa, sufrida, pariendo a sus hijos día a día:
"...No necesita sintéticos para ser hermosa / porque mi
oscuridad ha traído su primavera".
Esta confluencia de sentimientos amalgamados a un
pasado que ni por un instante se atreve a dejar en el olvido.
Un poema inigualable y tal vez el más conmovedor resulta
ser aquel que vuelve al hombre a sus orígenes: "Suchita Mutsisma".
Íntegro, perfectamente acabado por la sensibilidad de las imágenes
que presenta:
"Su nieto le cerrará los ojos / cuando en su eternidad baje
/ para subir por las raíces del mundo".
Canta a la muerte con fascinante sabiduría y belleza.
"Somos una carreta con panteón o quizás ventana en camisa miserable
del viento".
Un libro que nos habla constantemente de un pasado
doloroso, con un lenguaje extraordinario.
Al analizar una obra, me pregunto hasta dónde llega
la legitimidad de hacerlo.
¿Quién es el que escribe? Es él, o son otras voces
del pasado encadenadas a un sitio predestinado.
Recuerdo entonces las palabras del eximio J.L.Borges
cuando escribió memorablemente:
"Cada hombre es todos los hombres que vivieron antes que yo".
En analogía se puede decir que para Volantines cada
hombre de su tierra reúne a todos los hombres que lo precedieron en
ella; así como también congrega a los que están y a los que vendrán,
fusionándose internamente con ellos de manera magistral en su canto.
Entrar en Pachamama es entrar en el centro mismo de la tierra, donde
todo es un milagro a revelar.