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CONTRADANZA CON BORGES

Por Arturo Volantines



No sólo el jazz me convoca a Jorge Luis Borges, sino también el tango: Gardel me alumbra como una estrella en mi ventana y no es el viento el que mueve las enaguas de la casa, es su “Mano a Mano” y es su “Cuesta Abajo”. Vuelvo a Borges.

Inquisiciones (Seix Barral, 1995; Buenos Aires, Argentina), tampoco había sido reeditado; pero ahora lo encontré en la Editorial Planeta, mientras recorríamos con Bartolo Ortiz las perfumadas y navegables estanterías de esa bodega. Lo leo con fruición y fanfarria. Aquí, descubro los gérmenes de la obra posterior y magnifica. Pero, aún más, sorprendido me quedo, cuando reconoce éste que no pudo leer y comprender completamente a Ulises y se refugia en la confesión de Lope de Vega acerca de Góngora: "Sea lo que fuera, yo he de estimar y amar el divino ingenio deste caballero, tomando del lo que entendiere con humildad y admirando con veneración lo que no alcanzare a entender".

Un par de cosas que relata me inquietan: su desazón por la falta de ser de Buenos Aires y su visión respecto al éxito.

Da cuenta de la vitalidad que provocan ciertas singularidades en distintas ciudades del mundo y que su ciudad amada no posee; sin embargo, el poeta ciego estaba sentado sobre el espíritu de Buenos Aires: el tango y su lenguaje y el propósito metafísico de sus calles.

Por otra parte, negándose a sí mismo encontró su inmortalidad; inclusive, creo, que su universalidad deviene de la raíz que él rechazara y que espolea en sus primeras obras que evitó reeditar: esa voz menos intelectual y más emocional.

Borges desconfió de Gabriel García Márquez, de Huidobro; pero, sobre todo, desconfió de su propio fluir. Su contradanza es paradoja y contradicción que propone en el prólogo de este libro: "Sólo hay éxitos de amistad, de intriga, de fatalismo. Ojalá este libro obtenga uno de ellos".

Esta obra de juventud no tiene el vigor de esa otra obra de juventud: “El Tamaño de mi Esperanza”. Sin embargo, hay algunos artículos notables como el dedicado a Joyce o a Buenos Aires, pero el más significativo es “Después de las Imágenes”. Aquí, Borges, plantea las motivaciones y las remembranzas que lo convertirían en tan profundo narrador y en tan singular poeta. Y aparecen, aquí, ya, los signos de su lenguaje culto, insinuante y sosegado.

Indudablemente las primeras obras de Borges son más históricas y más humanas. Borges niega al otro Borges. En el cuento “Sur”, el personaje rehace su vida mentalmente y muere heroicamente, a pesar de estar postrado en un hospital. Borges fue adicto a una melancolía epopéyica y redentora.

El tango que sale por mi ventana hacia las nubes no es de Gardel, es de Dios. El tango que cubre mi pequeña vivienda emponchada y de libros volteados, es de Borges. Y, mientras bailo en la soledad de la noche, estas Inquisiciones son compañía y dulce proposición.

 

 

 

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