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Patrimonio - 2007 | index | Ángel
Valdebenito Verdugo | Autores |
INVENTARIO
DE ESPECIES
(selección)
Ángel
Valdebenito Verdugo
Abatido
Abatido
es un pájaro de colores grotescos, cuyo canto no cumple función
alguna en su entendimiento con el medio externo o el resto de su especie. Canta
por desprecio a sí mismo y eso le complace. Baila mientras los demás
lo hacen, mas no es su baile, su momento ni su ritmo. Y aunque los ojos miran
hacia adentro con pesadumbre, él muestra sonrisa y deslumbra protocolo.
Porque el plumaje puede a veces parecerle - según la intensidad luminosa
o el encantamiento de la imaginería - su traje mejor lucido y entonces
él puede sonreír, hacer pose y hasta incluso parecer coqueto. Pero
no es más que un despojo de sí mismo, un harapo zurcido por sus
propias manos. Algo leve e insignificante le hará reír de vez en
cuando y él dirá que es su mes, su ciclo de buena racha, sin embargo,
bastará un minúsculo gesto de normalidad adversa para revolcarle
la esperanza y deshojarle una a una esas escenas imaginarias que Abatido goza
en montar.
Se mostrará sensible ante la música y las cuestiones
sociales, pero ¿habrá acaso en él una inquietud más
allá del fracasado impulso de sus propios huesos, cuando aún revuelve
el nido preguntando si le está dada la capacidad de volar? Muchos dirán
que es una ignorancia pretender que un Abatido vuele o alcance al menos el valor
para intentar un aleteo. Que "dormirá al amparo de las bestias
benefactoras", que "reirá entre los animalejos del sector
mortuorio y deambulará entre ellos como un nativo..." "Pactará
con los seres del claro y se hará fuerte como un rapiña"
dicen de él las aves más hermosas, pero Abatido sigue el curso de
su inmundo picotear. Y arrulla en él una imperfecta esperanza. Y reniega
para sí el oficio de los demás. Y refunfuña..., pero no vuela.
Conclusiones
del vulgo
1.- Que todo este silencio ya es sabido.
2.-
Que la futilidad de nuestras esperanzas se discutirá en el corto plazo.
3.-
No practicable el arma,
ni el sueño.
4.- Ligera obstrucción
no amenaza destino,
por tanto,
forzar curso propio y ajeno en pleno derecho.
5.-
Casa propia sitiada
no arriesga conciencia.
6.- Criamos padres
y soldados que algún día nos darán remedio.
7.-
Hablamos en clara lengua bien obedecida.
Doméstico
Se
ha escrito mucho acerca de mis costumbres más convencionales (saludar con
un sinuoso movimiento del brazo derecho y un bramido corto, encoger el cuerpo
hasta el límite en señal de descontento, etc.), ocultando en cambio
aquellas menos respetuosas de la tradición protocolar de nuestra especie.
De ahí el silencio ante mi afición por la estrategia bélica.
En
las escuelas, los dibujos me representan como un ser sumiso y amigable, apenas
corrompido por un inextinguible apetito. A espaldas de aquello está lo
más honesto de mi vida: colecciones de carros de combate, libros sobre
armamento, mapas colgando en el taller, réplicas de los soldados de terracota
y otros tantos artículos comprados, hechos y recogidos durante años.
En tanto, el gesto de mi mano frente al espejo ya no es rígido ni solemne,
aletargado por el sopor de las multitudes, no alcanza para emular a los vigorosos
generales cuyas historias tanto me apasionan.
Recuerdo un día de infancia
con sonido de tambores tras el corral. Llegaban a mí las severas voces
de un ejército cuyos triunfos más tarde conocería. Territorios
conquistados con esfuerzo y numerosas bajas; nuevas regiones y riquezas para las
manos abiertas de la nación que hoy impone la pasividad por decreto, el
protocolo, la opacidad de las voces; capitulación ante una civilidad absurda.
El humo de la conciliación satura las ciudades con su desprecio por la
tropa. Así, proscrita cada criatura que honre las armas, nada queda más
que callar ante las gentes, esperando la noche para vestir uniforme frente al
espejo y ensayar posiciones en una estrecha habitación, con diminutos batallones
esparcidos por el piso.
Educandos
Nos vociferaron
gravemente:
"Darás a cada día un pedazo de tus sueños".
De
ahí en adelante, nada.
Ni una palmada o mano siquiera
para uno pensar:
"Están
ahí atentos siempre
y reabrirán los libros aquellos",
pero
nada,
tampoco hicieron sonar sus palmas
y nosotros
ya héroes de
nuestros vulgares días,
reescribimos los libros
y revisamos el sentido
de cada frase
en las rondas y poemas,
conviniendo una nueva forma para nombrar
las criaturas,
cambiando incluso el compás
en el crispar de los
dedos.
Luego ellos reaparecieron,
pero habíamos avanzado lo suficiente
y
teníamos un pedaleo casi espontáneo.
Los vimos murmurar entre
sí con intención de hablarnos,
pero nosotros los miramos con
rigor
y los echamos de casa:
"Para que anden -dijimos-
para
que aprendan".
En el baño del trabajo
Un
cuerpo entre baldosas
puede temblar de frío
o de impaciencia,
caerse
de sueño,
pararse espejo al frente,
encogerse sin aliento
o al
fin,
quizá rendirse
ante su propia mirada
de animal recién
cautivo.
No eran ellos quienes estaban, pero a veces sí
estaban y miraban las ventanas de reojo y de frente nuestros cercos y los sacos
apilados por la orilla, repletos de arena o tierra, mismos sacos que a sus ojos
el rostro nuestro iban tapando. Claro, después de formar por la mañana
e iniciar actividades con premura nos llevaban por escuadra hacia los patios,
y sentíamos los gritos, los insultos, señales torpes suyas que no
nos fascinaban. Y así por los patios, éste como aquel corriendo
a igual manera y sus señas siempre, sus farfullos; tropel lejano que nos
miraba entre risas, en tanto encerrados bichos o mocosos de turno, pisando a ritmo
seco las callejas de la patria.
Pendencia
Ese
ruido de fondo
que escuchas
es mi familia.
Colgados de pies,
la
rodela va moldeando sus palabras.
Ya no más hijo,
pan,
portón
de fierro.
Ya no más catre,
madrugada,
agua o cortina.
Ahora,
la paz del duelo sea con nosotros.
Remedio para el hastío será
el llanto
en pendencia derramado.
Pero no olvidar el brillo en los rodamientos,
para
que el aire de mi familia
siga avanzando sin pronóstico.
Piedras
Nos
llega el sol.
Nadie sabe como afrontarlo.
Somos un puñado
(cada
vez más disperso)
de voces iguales tiradas por el patio.
Gente
afuerina ha dicho
que nuestra vida es una jaula.
Comemos tarde y torpemente,
bajo
un mismo cielo
y sobre la misma gravilla.
Por las mañanas,
recogemos
escombros que asemejen personas,
para emparentarlas
y separarlas según
nuestra voluntad.
No abandonamos este juego al crecer,
por lo demás
no
envejecemos hacia arriba,
sino incrustándonos en la tierra
gradualmente,
hasta
que sólo queda al aire
el brazo menos diestro
que en vida hayamos
tenido.
Alrededor merodean los niños
y los tábanos.
Gente
afuerina dice
que moriremos asoleados.
Púberes
jugando al eclipse,
con las manos sobre el pecho de la hermana.
¿Qué
designio,
en la liviandad de nuestras guerras,
pudo corrernos por el patio
a varillazos?
Entonces el temor
no fue tan grande balde
de agua fría
para
acallar la jerigonza del capricho.
Manera de volver silbando atentos,
con
polvo en las manos
y la lujuria oculta en el bolsillo,
como manopla.
Quien
viaja en frágil nave
por aguas de interior,
vuelve pronto,
espantado,
como
fiera que al morder el propio cuerpo
comprueba el abismo inconquistable
de
su ira.
Trincheras
provisorias
1
Camina por una fosa cavada a propia mano.
Día
en que se amanece matando indios.
No apagando tales fuegos,
luego cocinen
bien espeso para la cena
y enmiéndenle el rumbo a esos baldes
por
la extendida fosa.
2
Yo improvisaba mis temblores bajo
el agua
en cada amanecida.
Llamaba a mi hermano contando :
"Ayer
matamos indios"
3
De todas formas no se pierde
nada, se sabe que hay que cuidarse ¡Vivo al ojo! y si les da por entrar
responda al tiro.
4
La ronda de cigarros pide más
cuerpos.
Puntudas, filosas manos entre la niebla.
Ahora tú apareces
en un pasillo con guantes verdes
y el cuerpo acurcunchado.
Tienes un amigo
de apellido Inostroza
y te acercas a él.
Ahora tu voz rebota entre
Huaquimilla, Sanhueza, Catriñanco…
Para avanzar, para alejarte
te
vas con ellos.
5
Yo no sabré, tío, cual será
el fruto de estas melgas.
Ni qué valor tiene ahora esta pala chica.
Pero
si quieren entrar los hacemos polvo.
Así la nieve, la lluvia, la piedra,
el frío.
Así los maricas durmiendo en las capitales.
Varios
I
Violencia
es el crecimiento interior de las criaturas.
III
Rayos
para un espejo que no reflejará más muerte
que la propia.
Silencio
para
las hormigas del guardapolvo.
V
Agonía no es otra
cosa
que el aleteo resignado
de un insecto
engullendo de una vez
la
vida
que le queda por delante.
VI
Solcito enterrado
a medias.
Intemperie.
X
El silencio se preñaba
en la aspereza de las sillas.
XI
Las tazas,
con restos
de té
sobre la mesa de madera,
aún no han sido alcanzadas
por el sol del mediodía.
Ángel Valdebenito Verdugo,
Freire, 11 de octubre de 1978. "Papeles de la Villa Hostil" (Pewma
Ediciones, 1999). Miembro del Taller Santa Rosa 57. La presente selección
de textos corresponde al libro "Inventario de Especies", próximo
a publicarse por Alquimia Ediciones.