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LA LOBA
Prólogo

Por Arturo Volantines

No hay duda que la literatura de Ovalle ha cobrado interés. Se han realizado en estos últimos años un par de encuentros y surgió la agrupación literaria Liq Malliñ que ha sobrevivido a los primeros impactos del ego y del individualismo rastrero hacia Santiago. Después de la muerte de Odette Álvarez, sopló un viento fuerte de desolación, pero voces como la de Mario Banic, Ramón Rubina y Guillermo Pizarro devolviéronle su connotación en perspectiva de incorporarse plenamente a lo que llamamos norte chileno. Aparece, ahora, un grupo significativo de poetas, y ya se subieron al “Burro del Diablo” y, luego, irán al “Paso del Norte”.

Yanny Morales, la loba en el Limarí; loba nítida cuyos alaridos se han escuchado hasta allende de Los Andes, ha recopilado sus textos muy mujeriles y valientes para hacer obviamente un diálogo con la pirca hablante. Yanny Morales es el mejor ejemplo del crecimiento en la zona de la literatura de género y de la mayor cantidad y calidad del quehacer literario. La hemos visto avanzar lentamente, y ha ascendido hacia una obra más sólida y ubicada en la primera línea del contexto nortino.

La Loba es un texto de género, pero no es el género atrincherado en el género sino en la genuina hembra que se ubica y ubica su complemento; es un reclamo, pero no de lo evidente ni siquiera del reclamo mujeril sino del respeto de la consideración intelectual y de la búsqueda de la cordura del hombre, porque es locura de su afán verla a ésta como objeto y objetivo de cocineo. La Loba grita, llora e implora por el desconocimiento y por la aceptación de su lugar en el mundo. Claro, busca amor y su realización, pero en la armonía del cosmos; ser violín en el mundo y no pellejería de la pasión banal del hombre. La Loba es la luna que reclama, pero si el sujeto de su canto recuperara la razón, ella estaría allí.

Si vemos la poesía como un objeto, un objeto que habla y que son palabras que ven, entonces podemos entender muchísimo la búsqueda estética de Yanny Morales, ya que ella aúlla de explicar su poesía desde el texto. Esto ya me parece importante. Y si a eso le agregamos logros indudables de inconformidad frente a la literalidad y literaturidad —que suelen imponernos en el uso cotidiano de la palabra—, valoro su esfuerzo estético de buscar una nueva mirada. Por ejemplo, en el poema llamado “Un día, un genio” señala o remata el texto: “Que ese genio era mío/ porque la lámpara era yo”. O, en ese otro, en la perorata de la hablante loca que termina señalando: “Soy la que sueña,/ la que espera,/ que un día recobres la razón”.

Esta loba aúlla textualmente por primera vez; aúlla intensamente de una manera que no será la única ni con el único motivo de su aullido; será seguramente zaga ya que el oficio de loba es aullar para encontrar y encontrarse con su plenitud. A la larga su aullido será manso y más profundo, con su hablante más desatado; y será otro el otro, en el motivo de su canto. No es de luna ni de loba, es de poeta procurando un discurso propio; y, ahí sí, como una colibrí acierta más en la luz que en la ceguera de la espera y del desamor, porque cuando vuela es pura fuente de la poesía.


 

 

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