BORGES
EN COPIAPÓ
Por
Arturo Volantines
Que yo sepa nunca Jorge Luis Borges estuvo en Copiapó; sin embargo,
lo que él dijo y escribió aclara e influye en torno al ser de Copiapó.
Sí, hemos encontrado la siguiente recopilación atribuida a Borges:
“Copoyapo. 20 de octubre de 1550.
Sacra, Católica, Cesárea Majestad.
“Habiendo poblado este valle de Copoyapo
de Nuevo Extremo, me detove ocho meses y más, en las cuales buscando
sitio topé con aguas claras y vegas fértiles, donde guanacos, chinchillas,
lagartos y otros convivían con los naturales, indios gentiles y
fornidos.
Supe vuestra majestad que tove noticia por
la cacique de aquí que no tenían temor a vuestros jinetes, por tener
práctica en bestias de la guerra. La cacique manifestó que siempre
guerreaban con grandes bestias, cuyas bocas echaban fuego, tenían
piel de guanaco, garras feroces y colas largas y eran altos como
dragones. También manifestó que cobraban muchas vidas de la poblazón,
pero que siempre ellos los rechazaban… y estos diablos venían de
los infiernos…”
De Carta al Emperador Carlos V,
Antonio de Ulloa,
recopilación de Jorge Luis Borges”.
Veamos. Debido a que son muchos los intelectuales argentinos que
se asentaron en esta zona(Atacama, Chile), ya sea buscando mejores
perspectivas económicas(Chañarcillo), ya sea buscando refugio político
(dictadura de Rosas), o simplemente buscando un espacio de mayor tolerancia
intelectual; vino esto a determinar un aire nuevo, amalgamándose con
el espíritu estoico y austero de los copiapinos, lo que finalmente
ayudó a provocar dos revoluciones y el nacimiento de un movimiento
social encabezado por Pedro León Gallo, bajo la bandera azul y bajo
las proposiciones federalistas -cosa que los historiadores chilenos
desconocen-.
En el libro de entrevistas, "Borges, Sus días y Su Tiempo",
la periodista, estudiosa y amiga de Borges, María Esther Vázquez,
le pregunta a éste cuál es el argentino más importante de todos los
tiempos. Y Borges, sin duda, le dice: Domingo Faustino Sarmiento.
Este presidente de Argentina, del siglo antes pasado, permaneció algún
tiempo en Copiapó, como mayordomo(capataz) de una mina de Chañarcillo;
sirvió al gobierno de la época e influyó, con otros importantes trasandinos,
a la cultura de Copiapó y de Chile; y, también, se alimentó de las
tertulias, cabildos y polémicas, especialmente con José Victorino
Lastarria.
En el mismo texto, la periodista pregunta a Borges -clave a la hora
de saber el pensamiento del que fuera director de la Biblioteca Nacional
de Argentina-, cuál es el libro más importante de ese país. Nuevamente,
y concordante con la pregunta anterior, Borges, señala: “Facundo”.
En el comienzo de este texto, Domingo Faustino Sarmiento, dice que
la vidalita la escuchó por vez primera a los indígenas que le cantan
y le bailan a la Virgen de la Candelaria, en Copiapó; por lo tanto,
a de ser de allí su origen.
El texto de la periodista Vázquez, no sólo es valioso por lo que
dice en torno a Copiapó, sino por esta lapidaria opinión: "la literatura
no es una carrera, es un destino". Sobre todo ahora que circula un
sinnúmero de textos(de poesía) cojos, porque le ha sido necesario
un prólogo o una presentación de un famoso y, porque, aún con la tinta
fresca, buscan referencias de críticas confirmativas. El texto también
es gravitante, porque demuestra que a América no la divide el Río
Grande ni tampoco la cordillera de Los Andes, sino al revés: esta
cordillera nos une. Son algunos políticos ambiciosos y mediocres los
que hacen fronteras para repartirse las riquezas y auto-construirse
monumentos de humo. El texto es fundamental, porque demuestra un Borges
revolucionario al principio; luego, conservador y definitivamente
ciego, al final. Pero en su larga vida, no sólo habló y escribió Borges
desde el cerebro, sino también desde el volcán de su ancho corazón;
porque, por ejemplo, nunca hizo malas referencias públicas a Neruda
y porque al negarse a reeditar sus libros más lúcidos(El Tamaño de
mi esperanza e Inquisiciones), trató de acallar las verdades más hondas
de su propio espíritu y que, además, de las mal querencias del momento
que le sugerían no ver; en fin, ocultar lo horroroso de la realidad
de América Latina y de la frutosa buenas nuevas de su propio pensamiento
más comprometido.