COQUIMBO, DE MINERALES Y CIELOS LIMPIOS
“El burro del Diablo”, selección y notas de Arturo Volantines. Ediciones Universitaria,
Universidad Católica del Norte.
Por Marino Muñoz Lagos
El Magallanes, Punta Arenas
El poeta copiapino Arturo Volantines Reinoso (1955) llama a este libro de trescientas diecinueve páginas “Arqueo de la poesía contemporánea de la Región de Coquimbo”, que es un valioso documento para penetrar al conocimiento de la gente y los libros que hicieron posible el auge de estos territorios casi desolados del norte geográfico. El desierto de Atacama, el océano Pacífico, la cordillera de Los Andes y la cordillera de la Costa son sus puntos de referencias más significativos.
Volantines nos explica que el surgimiento de la poetisa Gabriela Mistral (Lucila Godoy Alcayaga, nacida en Vicuña, en 1889), le dio a la zona un resplandor lírico insospechado, aunque sus coetáneos estaban al tanto que su padre Jerónimo Godoy Villanueva fue alumno salesiano, sabía latín, tocaba y cantaba en guitarra por las fiestas de los santos y cumpleaños. Sin embargo, por las frecuencias de estas celebraciones fue perdiendo compostura y trabajo, lo que le obligó a recorrer muchos pueblos y a enfermar de cuidado.
Con Gabriela Mistral asomaron otros valores en valles y cerros de la provincia. Y la educadora fue nombrada directora del Liceo de Niñas de Punta Arenas y hasta acá llegó más tarde el poeta paisano de la poetiza, Julio Munizaga Ossandón (1888), quien era, además, un estudioso abogado. Autor del hermoso libro de poemas “Las rutas ilusorias”, le dio su nombre diáfano a su pequeña cuidad de Vicuña. El tranco de los años y el progreso llegó a nuevos rapsodas como Alfonso Calderón, Fernando Binvignat, Roberto Flores, Luisa Kneer, Benjamín Morgado, María Cristina Menares, Jorge Zambra y hasta Stella Díaz Varín quien inventó una poesía avasallante y un manifiesto distinto. Un par de fechas reveladoras le dan un empuje inesperado a la zona: una fue la fundación de la Universidad de La Serena, y la otra, fue el hallazgo de oro en el mineral “El Indio”, en las inmediaciones de Andacollo. Ambos acontecimientos llegaron a darle un golpe de suerte, prosperidad y cultura a Coquimbo y La Serena que vieron, perfilarse a sus profesionales, escritores y artistas sumidos casi en el olvido.
Atrás quedaban las ilusiones del café Tito´s, “La servilleta de la poesía”, los murales luminosos, los escondites de la dictadura. En este libro del poeta sobreviviente Arturo Volantines asoma el florecimiento de la libertad y la literatura, ya que de sus doscientos poetas de otrora, cincuenta escriben en este arqueo de la virtud de sus líneas alimentadas por los sueños y la creación de sus trovadores del metal y la añañuca.