Pequeños borradores para una mujer pintada de azul y primavera.
Marcial Mendieta,
Mosquito Comunicaciones, 2011.
Por
Arturo Volantines
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Cuando publiqué, hace un par de años, la antología de Coquimbo, “El Burro del Diablo, Arqueo de la Poesía Contemporánea de la Región de Coquimbo”, no tenía claro si ésta significaba un cierre o un corte con la tradición. Sí, por una parte, ha signado el establecimiento y continuidad de la tradición frondosa de la literatura de la región. Las críticas publicadas al texto, hablan de falta comparativa, ya que no hay suficientes arqueos en otras regiones; de lo cuidado de su estudio y de menor consideración a los autores. Pero, también, críticos y participativos de la obra, han llegado a concluir que de todas maneras el árbol es de ramaje frondoso. Percibo, ahora, que ha sido también un cierre; porque en este par de años siguientes, aparecen varias voces que se disparan desde la misma antología y de otros autores no incluidos. Esto viene a demostrar continuidad y cambio. Voces como Walter Hoefler, Álvaro Ruiz, Cristian Geisse, David Donoso, Marcial Mendieta y otros. Lo que me obliga a replantear algunos nombres y situaciones de mi prometida antología “Paso del Norte”.
El texto de poesía “Pequeños borradores para una mujer pintada de azul y primavera” de Marcial Mendieta (La Serena, 1965), es su quinto libro personal, al regresar a su ciudad natal después de 20 años. Esto es clave para entender su entramado estético, donde las ciudades y lugares recorridos y habitados por el poeta se imbrican con el amor asumido. El recorrido por San Felipe, Los Vilos, Santiago, Valparaíso, Coquimbo, La Serena, Tierras Blancas va conformado la ruta, donde apuesta desde la tradición. Sin embargo, puede ser algo engañoso esto, porque Marcial sólo usa la tradición para ubicarse más en la vanguardia con imágenes complejas, metáforas difíciles de digerir. Además, su emotividad no se pronuncia con destajo como es habitual en los poetas; tiene muchísimo sosiego. Pareciera que el caballo de sus palabras fuera manso; pero, creo ver que el corcoveo es para quiénes tengan la llave.
Con lo anterior, el tema central son los amores, a pesar que este libro tiene nombre y apellido. Se refiere a los encuentros dulces, pero también a los furtivos; resalta los parajes humanos y urbanos. Hay cierta atmósfera en que todo está invadido por lo cotidiano, lo que se lleva la vida y de cierta conformidad y melancolía por lo que pasa. También, hay del pasar en los amores, de dejarse llevar y aceptar lo que le toca y de lo efímero de ese pasar, aunque sea de “soldado y amante”. Hay cierto desasosiego lárico: “Una vez sostuve que no iba a enamorarme/ de la chica más hermosa que vive en el pueblo/ y el amor salió con sus ataduras a dar aviso”. Casi toda su poesía se refugia en un entramado mucho más complejo. Más bien, es un árbol movido por el viento; claro,viento achocolatado del amor.
No me ha sido fácil encontrar el río interno de su poesía o la casa donde habita su poética. Lo fundante de la química es la reacción que produce generalmente un nuevo producto o sustancia. En el caso de Mendieta es al revés: generalmente su alquimia produce dispersión de las metáforas, lleva a construir una nueva realidad, pero no en iluminación sino en las tinieblas, como si se repelieran, y eso hace difícil su comprensión. Además, del manejo de la emocionalidad: casi siempre a contramano, casi controlándola tal si fuera unayegua chúcara. Pero, esto es también su mayor logro. Desde el desasosiego existencial al desasosiego escritural; marca diferencia con la poesía habitual de la región, y logra obviamente hacer un aporte estético.
Los reiterados quiebres de sus imágenes, el entrar y salir de la emocionalidad, el deseo contradictorio de no ser poemas sino canciones y de la lucha interna de lo simple contra lo complejo,—donde casi siempre gana afortunadamente lo hondo—, hacen de esta propuesta una obra abierta, y de varias y necesarias lecturas. El libro sostiene un inteligente soporte de metalenguajes y giros aparentemente contradictorios, pero que a la larga tienden o proponen un estilo. Por ello, no se puede negar a Mendieta un lugar en el actual panorama de la poesía de Coquimbo y, por ende, en el Estado de Chile centralista. Le gotean, día a día, a este Estado, las distinciones regionales, que al final igual que en la Guerra del ‘79 termina siendo salvado por las regiones, para bien y para mal.
Pareciera que la poesía chilena está estancada. Pero, lo que está muriendo es esa forma centralista, abusiva de las instituciones nacionales adueñadas del Canon, de las relaciones con el Poder y sus beneficiarios y de la academia yanacona de la lírica española. Este cáliz se está trizando por el peso de los cambios epocales de aceleramiento, para abrir a una multiforma, infinita: en lo universal y en lo local que son el mismo rostro de lo inclusivo y libertario. Por lo tanto, la bendición de la literatura de Mendieta ya no viene del centralismo sino desde aquí; y, aún más, de la sociedad civil organizada de Coquimbo; en su lugar en el mundo.