Proyecto Patrimonio - 2009 | index |
Arturo Volantines | Autores |

 

RECADO SOBRE MICHOACÁN;
XII ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POETAS;
ZAMORA, MICHOACÁN, MÉXICO.


Por Arturo Volantines


En su “Recado sobre Michoacán”, Gabriela Mistral, —escrito el 3 de julio de 1944; reproducido en el texto Gabriela Mistral y México, selección y prólogo de Pedro Pablo Zegers (Ril editores)—, dice, que Michoacán es un Estado mexicano de “gracia, locuestre y folclórico…”. También, señala: “Como tierra subtropical, el verdor no ralea ni se empaña en ella por las estaciones zurdas de otoño e invierno”. Luego, numera los diversos prodigios y atributos de la “raza tarasca”, y sus inigualables sabores. Dice: “Yo dormí en tantas casas que no puedo contarlas; comí en las mesas dispares, los guisos de las variadas cocinas: comí en tarasco y en zapoteco, en yaqui y en otomí”.

Detrás de esas especias, coloridos y guisos, partí a México; detrás de esa música que escuchaba en mi casa paterna, en los bares del norte; partí detrás de su poesía y detrás del rostro hermanado que hago mío desde la revolución mexicana.

Me llama la atención de Ciudad de México, que cada 3 minutos baja un avión. Llueve suavemente sin molestar a los transeúntes. Huele a tierra mojada, canta, Amparo Ochoa. Es el comienzo de julio. El Zócalo y la plaza Garibaldi están casi desnudos y húmedos, pero se siente el ronronear de los mariachis y la alegría de los enamorados. Entro a un bar lleno de fotos y fetiches. Aparece el olor de la tortilla de maíz que me acompañaría todo el viaje. Al amanecer, aparece América, en el Palacio de Gobierno, en los tremendos murales de Diego Rivera. Me parece una ciudad tranquila y amable, a pesar que los diarios dan cuenta de veinte asesinados en la noche. Al ir al encuentro de Frida Khalo, descubro que el Metro es barato(menos de 200 pesos chilenos). La gente que va y viene es sencilla y tiene ropa de trabajo duro. En la Casa Azul, en su patio refrescante, me tomo un café, y le comento a unas italianas del libro de César Moro colgado de una estantería de la casa.

Luego, me voy a Jalisco. La salida de Ciudad de México es lentísima en bus, y sólo veo a los vendedores de fresas enrojecer el camino.

En Guadalajara me encuentro con la familia de Fabián Muñoz, el cual prepara un texto de la Generación ’80 de Chile, llamado “El árbol de los libres”. Recorremos la notable ciudad; nos estacionamos en el mercado y nos zarpamos unas cervezas y un recital de mariachis proporcionado por Felipe Ponce, editor de Arlequín y premiado en México por sus preciosos libros. Con Fabián y Felipe nos damos un festín de caldos de borrego, pozole, birrias de chivo, tacos, huitlacoche y otras exquisiteces locales. Luego, vamos, al Instituto Cultural Cabañas, al encuentro de los murales de José Clemente Orozco, que me dejan mudo y rendido a la importancia mundial del muralismo mexicano y su vigoroso aporte al arte. Ya complacido, nos dirigimos al bar La Fuente, donde gastaban codos Arreola y Rulfo. Se nos hace la tarde, entre el repaso de la música y la literatura mexicana tan influyente en el pueblo chileno.

Al amanecer, estoy en el terminal de buses, y me encuentro con las poetas, Florita Villegas y Adelita Zapata, que también van al Encuentro de Poetas en Zamora.

El Estado de Michoacán es tal, lo dice Gabriela Mistral. Un escolar me emociona cuando recita en su lengua nativa. Las calles de Zamora también tienen la amabilidad de La Serena. Su mercado está atiborrado de artesanías locales. Los ponchos y los sombreros llenan de color la mañana. Su iglesia inmensa tiene un órgano fenomenal que deja pálido al concertista chileno, Jaime Valenzuela. El lago Camécuaro es azul y verde, y pareciera que bailara con el “Paso del Norte”. La lluvia que cae se abriga con el tequila. Camino por las calles de Zamora –—la de Tierra Negra y de los espejos de agua—, con la serenidad de andar por las calles de mi pueblo natal, allá en Atacama. Estoy abismado por la cordialidad. Mande. Aún no me encuentro con los asesinos feroces de “Los detectives salvajes”, pero sí con la poesía de Rosario Castellanos.

Pero, indudablemente, lo más notable es el Encuentro. Desde Argentina, Perú y Chile y subiendo por América hasta la Madre Patria llegan los poetas. El programa es estricto, cargado de lecturas. Veo que será difícil escaparse a un bar, pero debajo de los árboles del hotel saboreamos la poesía. Escucho lecturas notables, precisas, exigentes al oído; hay que estar atento a las diferentes modulaciones y ritmos de América. Hay versos que se me quedan cantando como pájaro en el aire. Y, con la poesía de las calles de Zamora, de sus mercados y de las conversaciones, ya no volveré a ser el mismo.

He organizado una media docena de Congresos. He participado en un par de docenas. Y siempre queda la duda que pudieron hacerse mejores. Las peleas típicas entre los organizadores, los atrasos y los egos, se construye una tapia que no deja saborear lo bueno de juntarse, de hablar de lo infinito; y que, entre la calidad de los poetas invitados y los esfuerzos de los organizadores, siempre hay una dicotomía insalvable. Pero, el XII Encuentro Internacional de Poetas en Zamora fue inolvidable, porque el arte subió con dignidad a los escenarios y en la conversación con la gente; porque la organización venció la dicotomía irreversible entre la calidad y la cantidad y porque, indudablemente, se necesita algo de maestría para hacer también poesía de los congresos de artistas.

Ha sido un esfuerzo financiero importante de entidades locales, pero quien hace posible —de cuerpo y alma— este evento anual de factura latinoamericana es Roberto Reséndiz. Este poeta, médico dentista y gestor cultural, logra indudablemente con paciencia, agudeza y experiencia llevar adelante un evento, que concentra a muchos poetas de valor latinoamericano; y logra, sobre todo, que estas voces puedan dialogar con un público atento. Además, este diálogo permite trasmitir valiosa información literaria e, incluso, de las necesidades y esperanzas de los pueblos de nuestro idioma.

Lo dicho viene a denotar que los eventos artísticos deben ser desarrollados principalmente por éstos, y no caer en el garlito que los artistas sólo se deben dedicar a su arte. Esto permite que el espíritu más profundo saque adelante las esperanzas más sentidas; además, dignifique el oficio, —frente a la sociedad que persiste en crisis—, al contar directamente con recursos.

Este evento indudablemente fue posible por la maestría de Roberto Reséndiz. La poesía de Roberto Reséndiz no sólo es su poesía sino todo lo que hace para que, a partir de esta hibrides, seamos una sola voz.

Finalmente me voy de México con un puñado de hermanos en el corazón, y con un libro que reúne obras de los 50 autores participantes del Encuentro. En la portada: mar del cielo apegado a un valle, con un rostro de labios rojísimos, con notable diseño gráfico de Mirna Ávila Barrera, publicado por “Cultura, Arte y Tradición”. Otro acierto.

No tengo certeza que me he ido de México, pero sí que volveré. Tal como dice Roberto en el prólogo del libro, ha valido la pena, porque: “La voz del poeta sigue firme, fuera de la retórica y el discurso de un mundo desgastado; ellos, con el sentimiento en la epidermis, amanecen, algunas veces, con una sonrisa entre los labios y otras se alimentan con el sinsabor de la derrota…, sin embargo, cada uno de ellos, sueña la luz que ilumina al viento…”. Orale wei.

Atacama, diciembre, 2008.-

 

 

 

Proyecto Patrimonio— Año 2009 
A Página Principal
| A Archivo Arturo Volantines | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez S.
e-mail: osol301@yahoo.es
RECADO SOBRE MICHOACÁN; XII ENCUENTRO INTERNACIONAL DE POETAS;
ZAMORA, MICHOACÁN, MÉXICO.
Por Arturo Volantines