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  “Festival Internacional de la Palabra”
QUILLACOLLO—COCHABAMABA, BOLIVIA

Chile, Arturo Volantines y la Revolución Constituyente
PRESENTACIÓN

Gastón Cornejo Bascopé
Médico; ex Senador de Movimiento al Socialismo Humanista
Cochabamba. Bolivia.


Hace más de una década, mediante una correspondencia virtual logré relacionar mi vivencia personal con los instantes literarios de Arturo Volantines Reinoso, escritor, historiador y poeta del Norte Grande  de la hermana República de Chile; por tanto, hermano en las raíces del etno-culturismo que nos caracteriza a bolivianos chilenos y peruanos, en esta región del continente Abya Yala, milagro de la Naturaleza.

En mi registro personal, los encuentros con escritores y poetas de Chile han sido múltiples desde que arribé a Santiago como estudiante hace medio siglo, más tarde como profesional médico, luego como político Senador del Movimiento al Socialismo Humanista.

Cómo no evocar, en homenaje especial y en presencia de un joven poeta chileno, a los grandes maestros de la palabra del país de la poesía, aquellos que también son nuestros, y por trascendencia, universales. Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Jorge Teillier, Nicanor Parra, Fernando Alegría, Francisco Coloane, Volodia Teitelboim, Gonzalo Rojas y toda una pléyade de seres sublimes.

En alguna visita encontré la poesía de Arturo Volantines expuesta sus versos en la Biblioteca Nacional de Santiago, aquella gran casona organizada en sus archivos culturales por el culto boliviano Gabriel René Moreno; sus poesías adornaban  hermosas pinturas nativas. Le escribí felicitándole y él respondió prontamente.

Más tarde, me envió trabajos literarios, describió la historia de un poeta desaparecido llamado Ariel Danton Santibáñez Estay, por él calificado como: “el niño que sonreía y callaba”. Yo describí el de otro bardo malogrado, Bernardo Chandia Fica, premio Fundación Neruda 1999.

El Festival de la Palabra ha permitido el conocimiento recíproco en cuerpo y alma después de una década y por supuesto la sorpresa es infinitamente agradable y humana. ¡Dios sea bendito!

Para contextualizar el marco histórico que nos ocupa y la sintonía ideológica con el escritor, debo recordar nostálgico mi apoyo decidido a Salvador Allende, cuando me incorporé universitario al empeño patriótico de la Unidad Popular, estudiante próximo a coronar mi formación de médico en Santiago junto a los condiscípulos Ivan Insunza y Gabriel Castillo, más tarde asesinados por la guardia pretoriana de Pinochet, en septiembre de 1973. 

Como una confidencia especial y en honor a Chile, mi patria cultural, relato el trabajo médico ejercido en Tal-Tal como mi  experiencia profesional primera en 1962. Kilómetros adentro del desierto de Atacama, al sur de Antofagasta, logré el contacto profundo espiritual y político con el sufrido habitante minero, el grave entorno ambiental y social, aquel que selló en mí interioridad una impronta de compromiso total con el ser humano y con el socialismo, hasta la muerte.

Fue en la Pampa nortina cuando aprendí lo detalles del evento histórico de la Escuela de Santa María de Iquique, donde obreros bolivianos decidieron morir con sus pares chilenos y peruanos bajo la metralla mortal olvidando los límites virtuales de la nacionalidad; a semejanza de los crímenes de Chicago en 1886, se impuso a sangre y fuego la explotación, la plus valía a favor de los intereses del capital industrial asesino, hasta el presente.

Allá conocí y hospedé a Elías Lafferte, sobreviviente de esa matanza, el héroe del comunismo, discípulo de Luis Emilio Recabarren, el padre del movimiento obrero del continente. (Recientemente aprendí por trabajos de investigación histórica del Cónsul de Argentina en Cochabamba Gabriel Servetto, que Recabarren de origen atacameño puede estar relacionado con el Gobernador realista de Cochabamba nacido en Coquimbo, Francisco José de Recabarren, en tiempo previo a la Independencia)

Fue en las Oficinas Chile y Alemania donde encontré entre los mineros a los poetas populares que más tarde Neruda glosó en hermosos sonetos. Recitaban, componían y sufrían la dura existencia pampina. Cumplido el año de gestión fui despedido con aplausos, amistad y amor, en gratitud por los servicios médicos y el declarado gesto socialista en favor de los humildes.

Retorné siempre a Chile, a continuar estudios de cirugía, a renovar amistades y sentimientos, a adquirir textos en San Diego, a reencontrarme con la santa tierra chilena donde reposan los restos familiares, a vigilar el nuevo edificio de la Instituto Alejandro Lipschutz, a gozar del Quijote con pensamientos del sabio Jorge Federico Nicolai, a conocer la Fundación Víctor Jara y dar un beso a Noam, a  la CUT, a las oficinas del partido y del periódico El Siglo, a visitar Isla Negra, a descubrir a Pablo y a Matilde para los míos, a visitar la tumba de Huidobro en el fondo del mar en San Antonio. A participar congresista cirujano en La Serena y adentrarme al valle del Elqui a registrar con el corazón el propio de Lucila Godoy Alcayata en su niñez y en su tumba. A deslumbrar mis ojos con Venturelli y Matta. Y con Fernando Alegría repetir: “La olla del pobre no tiene fondo, apenas un fuego de estrellas junto al río”, repetir a pulmón abierto la hermosa expresión poética: ¡Viva Chile Mierda!, mientras entono “La Internacional” y el Himno Patrio marchando con el puño izquierdo en alto, todos los primeros de mayo rodeado de carabineros agresivos.

Más tarde investido de senador, torné a la Moneda recibido por la misma Presidenta Bachelette, a la Cancillería, al Parlamento en Valparaíso, para iniciar los encuentros de diálogo y confianza en la diplomacia parlamentaria y de los pueblos persiguiendo nuestra aspiración suprema. Mar para Bolivia con soberanía. O con Tomás Hirsch a abrazar a los humanistas de Silo, en Los Andes al pie del Aconcagua.

Cuántos hermanamientos y amistades genuinas me honraron en la Sociedad de Escritores de Chile con el conocimiento de Diego Muñoz Valenzuela, Jaime Quezada, Mario Ferrero, la entrañable amistad de Fernando Quilodrán, y tantos espíritus sublimes como el escritor que hoy nos visita, a quien recibimos con especial afecto boliviano, brazos abiertos, corazón en las manos.

Cuerpo y raíz de este árbol provecto de producción y nobleza literaria es Arturo Volantines Reinoso. Escritor proficuo de multitud de artículos, escritos históricos, biografías, poemas.

Séame permitido comentar su obra. Se trata de un regalo misterioso que llega al corazón de Bolivia en Cochabamba, centro histórico de la revolución libertaria del continente.

Titula “Revolución Constituyente (1859—2009); Tributo a Pedro Pablo Muñoz Godoy, Comandante de los Igualitarios” a propósito de los 150 años de la Revolución Constituyente, que lleva adelante la Sociedad Patrimonial que lleva el nombre del héroe de La Serena;  prólogo de Luis Ortega Martínez, académico de Historia, de la Universidad de Santiago de Chile y el Canto en poema propio a las glorias de la Revolución Constituyente de Arturo Volantines.

Contiene 14 artículos de importantes autores con temas de enorme importancia de análisis histórico, aportes de Coquimbo en la revolución de 1859, proceso de la Constituyente, contexto socio cultural de La Serena, personajes heroicos del Valle del Elqui, rescate de biografías, investigación documental epistolar del Archivo nacional epistolar del presidente Domingo Santa María Gonzáles y de prensa en “El Mercurio”, “El Atacameño” , “El Coquimbo”; homenajes fúnebres y mapas de la “Batalla de Los Loros, Cerro Grande y plaza fortificada de Talca”

El libro que publica Arturo Volantines es un estudio histórico literario de elevada factura sobre el nacimiento democrático y de reivindicación revolucionaria episodio histórico poco conocido en nuestro medio, cuando el 14 de marzo de 1859 los mineros de Atacama y Coquimbo derrotaron a las Fuerzas Armadas del Ejército chileno. Miles de combatientes revolucionarios de infantería, artillería y caballería constituyentes en batalla contra fuerzas del gobierno, bien pertrechadas y superiores en número. El relato épico tiene detalles semejantes a los sucedidos en nuestras guerrillas y combates heroicos de Aroma, Tumusla, la Coronilla. El sacrificio, los muertos y heridos, el resultado de la contienda, el triunfo heroico, la entrada gloriosa  de las tropas victoriosas a La Serena.

Surgen evocaciones históricas: la defensa del Callao, el bombardeo de Valparaíso el 31 de marzo de 1886, en la guerra de Chile contra España.  Por asociación, llegan a la mente los eventos asociados: la alianza entre Chile, Bolivia, Perú y Ecuador; el Teatro de la Unión Americana, luego Teatro “Achá” en adhesión de Cochabamba a Chile junto al envío de víveres para las víctimas de la incursión marinera española, el bombardeo sobre Valparaíso ordenado por la reina Isabel II; también la figura del Dr Cleómedes Blanco Ferrufino, familiar político y héroe cochabambino en la Defensa del Callao.  Surge Manuel Aniceto Padilla, el prócer valluno que intervino en la creación y Constitución de las nuevas repúblicas de Chile y Argentina.

Sobre un análisis y crítica literaria de ejemplaridad, retorno al Padre del movimiento obrero de Chile y de Bolivia, Luis Emilio Recabarren. Cito el comentario de Arturo Volantines al texto “Ricos y Pobres” de la conferencia de 3 marzo de 1910, aún vigente para todas las repúblicas americanas: “En el primer capítulo hace aseveraciones tenaces, respecto a que la nacionalidad chilena no es posible mirarla de un solo punto de vista, Hay pensamientos suyos relevantes:, que el progreso económico no es progreso social, que la alfabetización tampoco nos asegura libertad, que el momento judicial y penitenciario del país prueba de manera evidente el desastre moral de nuestra sociedad y, que la pobreza impide todo progreso. Hace un análisis descarnado del país, del tráfico de influencias, de la manipulación de los gobiernos burgueses y de la falta de dignidad que se ha establecido en el Congreso Nacional. Concluye Volantines Reinoso: “No hay duda que este texto es un pequeño manifiesto; con dotes políticas y evangélicas, con gran confianza en los cambios radicales que tendrán que venir”

Comulgamos con él, sorprendidos por la contemporaneidad de las palabras del constructor del socialismo primigenio, anterior a la revolución bolchevique de 1917. En Chile imperante un neoliberalismo modelo en injusticias, y en Bolivia, abriendo camino con dificultades y abismos implantados por el sistema globalizado que trata de impedir toda iniciativa de justicia social y evolución humanizadora.

Arturo Volantines Reinoso como poeta genuino posee amplia formación y experiencia, dueño de vocablos musicales de gran contenido y mensaje. Su poesía guarda sonidos de aguafuerte, bruñidos como el metal más puro, canto de aves, sinfonía de colores, paisajes a veces tétricos y a la vez ternuras infinitas, canto regional transparente como arroyo que in crescendo aúna vocablos de tesitura mayor.

He degustado su poema “Profesía del Padre Negro” que inicia con la sugestiva  frase de Vicente Huidobro: “Hay que construir un poco de infinito para los hombres”.

Finalmente, también por parentesco y origen, importa citar a un poeta boliviano de voces parecidas: Edmundo Torrejón Jurado, natural de Tarija y cuya madre, de raíz chilena, tiene la sangre de Gabriela Mistral por su apellido Godoy Alcayaga. 

Nuestro poeta atacameño, por tanto americano, chileno, boliviano; amerita nuestro afecto sin límite por sus valores intrínsecos, por su ethos de delicado poeta, por su amor a la Patria, la suya, la nuestra. Cuando epiloga y hace suyos los pensamientos profundos de Recabarren: “Yo estimo que la patria, es el hogar satisfecho y completo, y la libertad sólo existe cuando existe este hogar”. No tengo dudas: Atacama es mi hogar; Atacama es mi patria”.

¡Bienvenido Arturo Volantines Reinoso, Bienvenido a tu hogar boliviano!


Quillacollo, 2 mayo de 2011


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Bibliografía:

  • Luis Emilio Recabarren “Ricos y Pobres”
  • Periódico Ovalle La Constituyente de 1859. Batalla de los Loros.
  • Manuel Aniceto Padilla.
  • Alianza Perú Chile Bolivia Ecuador
  • Francisco José de Recabarren

 

 

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