Paseo en burro por los cielos nortinos
Por Juan García Ro
Estaba terminando de leer la novela “El mar enterrado” del antofagastino Patricio Jara, cuando llegó a mis manos: “El burro del Diablo, Arqueo de la poesía contemporánea de la Región de Coquimbo” con selección y notas de Arturo Volantines, Ediciones Universitarias – Universidad Católica del Norte. Hizo su arribo en una circunstancia bastante especial, fue al término del recital poético “La primavera de los poetas” que organizó la Salc. y Ediciones Mediodía en Punto, en la ciudad de Vallenar, en homenaje al poeta Vicente Huidobro y tuvo que esperar a que leyera otros tres libros más, “Versos de marinera” de Edith Dubó Romero, “Vuelos terrestres” de Rodrigo Durand Campos y la antología “Cascada de flores, poemas de amor” donde Leutun Ediciones, reúne a veinticuatro poetas de diferentes países. Así, el “Burro”, estuvo algunos días sobre mi escritorio y todas las noches su bella y bien cuidada portada, como su voluminoso cuerpo de trecientas diecisiete páginas me hacían guiños coquetones, hasta que postergando la lectura de otros libros, me puse a recorrer con avidez casi enfermiza, los caminos y senderos de las tres provincias de la Región Bucanera; pues siempre ando a la caza de los libros que se editan y autoeditan en mi largo y desmembrado Norte.
Ahora bien, entrando de lleno al Arqueo, es un excelente libro, hay voces de mucho peso, con una larga trayectoria, muy seria donde han demostrado con creces sus talentos y sobre todo, lo más importante, el constante trabajo, ahora en lo personal, y acudo al adagio que dice “Que sobre gustos no hay nada escrito” y sin desmerecer a otros que aparecen en este recuento, quiero destacar algunos nombres, insisto –como gusto muy personal-. Comenzando por Jorge Zambra Contreras, maciza voz de Atacama, a Julia Pinto, a quien conozco desde siempre y he seguido de cerca sus constantes avances. Bartolomé Ponce, que trajo hasta mi memoria con su poema Papero, al Niño yuntero de Miguel Hernández, Al incansable jornalero de la poesía y andamiador de la revista Añañuca, Samuel Núñez; A Ramón Rubina, que considero el hermano mayor de los poetas ovallinos. También a quien admiro y pienso que es la voz con más fuerza dentro de la poesía escrita por mujeres nortinas, la coquimbana Susana Moya. Benito Chacana, prestidigitador de las palabras. Al desordenado pero generoso, Javier del Cerro.
Ahora bien, lo que sí echo de menos en esta antología, son las composiciones de Arturo Volantines, que comprendo, que por ser el compilador no se incluya; pero no comparto, pues por la calidad poética debería estar, a riesgo de las odiosidades que suelen darse cuando esto ocurre.
Para terminar este breve comentario, quiero felicitar a Arturo Volantines, primero: porque, a pesar de los hilos curados que lo quieren mandar cortado, persiste con su inconmensurable amor al norte heroico, en seguir surcando los cielos de la patria, buscando los mejores vientos, con el único propósito de hacer justicia a las letras nuestras y segundo por el detallado paseo en el burro del Diablo por la historia literaria de esta ignorada madre telúrica.
Vallenar, 19 de septiembre de 2009.-