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LA COMUNA DE TIERRAS BLANCAS
Historia de un pueblo legendario
“Tierras Blancas, historia de una comunidad del Norte Infinito” de Hildo Pinilla Rodríguez
Por Arturo Volantines
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En los años ‘70 conocí la ciudad de La Serena, de la cual había leído a través de Pedro León Gallo, Jotabeche, Antonio Acevedo Hernández y otros. Y, también, en esa misma ocasión, conocí la ciudad de Ovalle y al doctor Jorge Jordán Domic, asesinado por la Dictadura. Iba como parte de la “Marcha por la Paz” que venía desde Arica. Al salir de La Serena, camino a Ovalle, en una tarde muy nublosa y fría, hicimos una detención en un páramo y nos desviamos levemente hacia la izquierda y terminamos en un mitin en enramada precaria y arenosa.
Tierras Blancas siempre me ha parecido un pueblo popular y creciente. En los ‘80 vi como fue desarrollándose: apareciendo colegios, servicios, electrificación y pavimento; muchas de sus casas de adobe y latones fueron dando paso a viviendas más sólidas. Recorrí cientos de veces sus calles; me dejaron entrar a sus casas, y muchos libros fueron quedando sembrados aquí como árboles frutosos. También, fui dándome cuenta como se fue haciendo la ciudad; sus luchas sociales, sus héroes y víctimas; los muchos pobladores comprometidos con el cambio y la recuperación democrática. Indudablemente, este pueblo es producto de una gesta. Tengo deuda de gratitud, y espero que mi poesía de cuenta de esta sorprendente comunidad.
Tampoco la bibliografía nacional y regional ha explicado el nacimiento y crecimiento de Tierras Blancas. Por ello, desde que conocí a Hildo Pinilla lo incentivé a escribir un libro al respecto. A él, que viene de familias fundadoras, le veía muchas ventajas escriturales; conoce a éstas, y creció en este medio. Es parte del desarrollo de su pueblo. Es un actor privilegiado. Tierras Blancas ha generado un fuerte sustrato identitario: popular, democrático, participativo e incluso, sorprendentemente notable, desde el punto de vista urbanístico.
Este páramo desechado por los inmigrantes y que ha dados hijos notables en la política, el deporte y el arte para nuestro país, necesitaba un primer testimonio de su historia. Hildo Pinilla llevó adelante la tarea de construir la obra; sacándole tiempo a otros afanes, fundamentalmente por el amor a su terruño. Indudablemente el registro de este libro puede representar genuinamente a los cerca de 80 mil habitantes. Hildo es hijo que ha puesto una piedra en la pirca: patrimonio intangible que es muy gravitante para salvaguardar la memoria, ya que unido al patrimonio tangible son eléctricos y prenden lo lumínico de Tierras Blancas, porque la ilusión siempre ha sido bien asumida por esta comunidad del Norte Infinito.
La resultante del libro viene a demostrar efectivamente que Tierras Blancas es una experiencia de desarrollo poblacional sorprendente; ya que esta comunidad, que partiría con dos familias, en tan poco, tiempo llegaría a 80.000. Este fenómeno de Chile, opera además con su notable armonía; porque crece, a pesar de los altos rangos de pobreza, equilibrándose en lo social y cultural y, fundamentalmente, en lo urbanístico. Creo que esto fue posible porque, a pesar de la baja instrucción de sus primeros habitantes, tenían una gran conciencia social, lo que les permitió, entre otros, organizarse y asociarse detrás de mejores oportunidades para sus habitantes.
“Tierras Blancas, historia de una comunidad del Norte Infinito” de Hildo Pinilla Rodríguez es demostración del comportamiento de pueblo maduro que se autoabastece, que tiene todos los servicios; agricultura y barrio industrial. Por lo tanto, no hay ningún motivo para que no sea Comuna. Incluso, al revés: es Comuna; en la cual, está clarísimo, que no se condice que no tenga Concejo y Alcalde democrático. O sea, que es absolutamente ineludible su autogestión y la elección de sus propias autoridades, para que en éste y en otros casos no sea tan falso cuando nos llenamos la boca con la premisa de la descentralización como práctica democrática.