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Arturo Volantines | Autores |










“La bala que te pegó, a todos nos mató algo”.
Pedro León Gallo
Poeta, revolucionario y tribuno
1830 —1877

Por Arturo Volantines


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Empapado de sudor y sangre —y cuando su caballo era derribado— su sable chorreaba patria. Alentaba a sus tropas barridas por la metralla y los cañones de La Esmeralda. Se levantaba entre rostros mortales y las bayonetas. Parecía que ya no iba a ponerse de pie. Pero, volvía y volvía a elevarse entremedio del aullido de la pólvora.


De este hombre insurgente quiero hablarle. Del más corajudo de Atacama. De su amor por la justicia y por su tierra. Fue poeta. Fue soldado. Fue tribuno. Hizo que Atacama apareciera en el mundo, y quedara para siempre inmortalizada.

Se crió entre chañares y jazmines, en el jardín perfumado de su hermana Teresa, que tanto alabó Rodulfo Philippi[1], escuchando a las cuculíes y los tordos. Y en las vegas de sus ojos pastaban: asnos, guanacos y vizcachas. Se hizo fuerte correteando entre montículos de piedras plateadas y arboleda frondosa, parloteando con el río opulento bordeado por cañaverales y colihues en La Chimba copiapina[2].

 

En la cumbre de la Batalla de Los Loros

 

Su casa paternal era jardín no solo de pájaros y tertulias sino de numerosos hermanos, pirquineros y amigos que lo acompañarían toda la vida, especialmente en la revolución, como fueron los “Olegarios[3]”. En el centro de esa casona, gobernaba Candelaria Goyenechea: severa, austera y diligente. Pedro León fue su hijo predilecto, que se educó con esmero en historia y lenguas. Su padre Miguel fue hombre de grandes sacrificios: soldado, primer gobernador de la república en Atacama. Y, a pesar de su inmensa fortuna, se le vio siempre montado en sus mulas detrás de sus faenas mineras.

 

Batalla de Los Loros, 1859.

 

El mundo que le tocó vivir al prócer fue floreciente, lleno de laboreos, donde cientos de minas eran destripadas en torno al río Copiapó. Arribaron a esta elipse, aventureros de diversos senderos y, profusamente, de Argentina: intelectuales y militares. Se fundaron numerosos diarios, que contenían textos traducidos principalmente del italiano, del inglés y del francés. Aparecieron escuelas y artistas. Nació una generación literaria que repercutió en la cultura chilena del siglo XIX. En esas tertulias nació la necesidad de una revolución, porque había que hacer cambios profundos en el país: separar al Estado de la iglesia y cambiar la constitución.

Pedro León Gallo solo quería ser poeta, pero no pudo desoír al pueblo atacameño, y le tocó ser también: soldado y tribuno.


II

Fue poeta. Si solo se hubiera dedicado al arte, el universo tendría que haberlo abrazado. Se formó entre poetas; también, sus hermanos escribían y su primo se elevó por sobre América: Guillermo Matta[4]. Varios poetas lo acompañaron en la revolución (1859) y muchos de ellos murieron en combate. Dantesca fue la muerte en la batalla de Cerro Grande de su segundo en sus tropas, el poeta Ramón Arancibia Contreras[5].

Después de la derrota de Cerro Grande (29 de abril de 1859) se exilió en Argentina, en EE.UU. y en España, donde apareció el poeta. Estuvo en las mejores tertulias sevillanas y perfeccionó su estilo. Es notorio que recibió fuerte influencia literaria del romanticismo y convivió con algunos de los poetas magníficos de España. 

Adhirió a la síntesis artística expresada por Delacroix [6]. Fue traductor, columnista y devoto de Víctor Hugo. Se considera macizo su artículo “crítico y bibliográfico” en torno a su coterráneo: Jotabeche[7]. Algunos de sus poemas de amor se destacan más: Susurro y A Laura. También, los poemas dedicados a O’Higgins, a Juan de Padilla y a Camilo Henríquez. Y donde corre un largo aliento es en el poema denominado: Himno a Rancagua[8].

Los sonetos Susurros y A Laura alcanzan altura literaria y deben ser considerados en la historia literaria de Chile. Además, este par de poemas son de lo mejor que se ha escrito en la región de Atacama. Dice, en A Laura: “Deja que te ame, oh Laura, el alma mía/ Con todo el fuego que voraz lo inflama;/ ¡Ay yo te imploro! Y no mi ardiente llama/ Tú menosprecies desdeñosa y fría;// Amarte, solo amarte es mi alegría,/ Y el bien mayor porque mi pecho clama;/ Es mi amor, cual la lumbre que derrama/ El sol inmenso en la mitad del día.// Que te amé, oh Laura, en tu mirar airado/ Siempre conmigo, y que yo te ame deja/ Aún en el polvo, que tu planta pisa;// Deja que así infeliz y desdeñado,/ Yo te ame al menos sin que amarga queja,/ Brote del labio a oscurecer tu risa.”[9]. 


III

Fue tribuno: regidor municipal (1853), diputado, senador y candidato a presidente de la república. Murió demasiado joven por las heridas de la guerra. Tenía una voz suave, parca, casi imperceptible. Cuando se trataba de una injusticia o hacerse escuchar en el parlamento, su voz era nítida, poética y precisa. El poeta envolvía el espacio y cautivaba; tuvo la rara sintonía de cautivar a soldados e intelectuales, poco visto en la historia de Chile. De allí viene este decir que los radicales tenían el don de la palabra. Procuró cambiar la constitución en el campo de batalla y, luego, reformarla en el parlamento. Luchó por el voto universal y fue apóstol de la educación pública. Impulsó muchas leyes para mejorar el país: la ley de matrimonio civil, la de cementerios laicos; la de libertad de imprenta, de comercio, de asociación, y la fundamental ley de separación de la iglesia y el Estado.

Fue diputado en 1867, 1870 y 1873 y senador en 1875, y en ese ejercicio encontró la muerte. En frente de su ataúd, Domingo Arteaga Alemparte[10], dijo: “Enérgico, valeroso, heroico en sus empresas, era modesto aun en sus palabras, poseía la bella ignorancia de su propio mérito, de su importancia y prestigio. Había en esa alma rica de vibraciones y sonidos, arrullos de palomas mezclados con rugidos de león”.

 

Sitio Batalla de Los Loros

 

Fue, además de bizarro, estoico como lo destacó la prensa frente a su muerte. Fue honrado y justo; sobresaliente y generoso; fiel a sus ideas y tolerante de los que pensaban distinto. Por eso cuando fue electo senador recibió todos los votos de los electores de Atacama.

Dedicó su vida a cambiar la constitución, hasta con una rebelión armada y desde el parlamento. Y, principalmente, se dedicó al pueblo, a su amado pueblo de Atacama. No hay duda que es su más notable y amoroso hijo. Amó a su tierra, desde siempre; procuró lo mejor para esta. Incluso, siendo senador y ya muy enfermo, seguía preocupado que se aprobara la “ley de la plata” que beneficiaría a esta. Y con esta murió entre sus labios: Atacama.


IV

Fue revolucionario. Puso a disposición de la revolución la fortuna familiar. Quedó muy herido en la quebrada de Los Loros y sobrevivió milagrosamente en la batalla de Cerro Grande. Hizo un destierro penoso sobre el valle de Elqui; llegó a Mendoza, donde creó un barrio y, luego, se fue a Estados Unidos y a España. Cuando volvió (1863), el pueblo lo recibió como nunca se recuerda un acontecimiento de este tipo.

Su pensamiento era federalista. Fue influenciado por los Carrera y Manuel Rodríguez y, también, por los emigrados argentinos: Varela, De Oro, Rodríguez, Tejedor, Sarmiento[11] y otros. Era un profundo patriota; creía firmemente que Atacama merecía una mejor consideración por su tremendo aporte a la formación de la milicia, la economía y la cultura de país.

Tempranamente se hizo soldado, igual que su padre y su abuelo. Fue arriesgado, caballeresco y sereno en la batalla. Derrotó al mayor estratega militar de ese entonces en América Latina: José María Silva Chávez[12]. Le propinó la primera derrota, en la historia, al ejército centralista. Con armas de mejor calidad, no hay duda: la revolución hubiera triunfado. Sin embargo, su éxito en Los Loros palideció a Montt[13] y a la burguesía centralista. Su gesta terminó con los gobiernos conservadores. Logró cambiar el país.

La mayoría de sus compañeros murieron en la insurgencia. Nunca los olvidó ni tampoco a sus familiares. Repartió su fortuna e influenció en la creación del regimiento más glorioso de la historia de Chile, donde muchos de sus soldados y oficiales habían luchado en la Revolución Constituyente. La familia Gallo a través de su madre ayudó a los pocos soldados que volvieron del 79 y a las familias de los atacameños que por cientos quedaron en los campos de batalla.

Atacama ha sido asolada por grandes tragedias, descuidos inapelables, azotada por autoridades y funcionarios deplorables, por traiciones y traidores impensados. Aun así, son cientos los hombres y las mujeres que han dado la vida por su tierra: ¡gestas y valentías que han asombrado al mundo! Son muchas las glorias. En medio de ese mar de pampa y chañares (leones en el decir de la gente) está Pedro León Gallo, que nos dio: bandera, himno y destino.

 


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NOTAS

[1] Ver: Rodulfo Amado Philippi. Viaje al desierto de Atacama. Cámara chilena de la Construcción, 2008, Santiago.
[2] Propiedad de los Gallo Goyenechea. Contenía la casona paternal. Por el sur, el río Copiapó y por el norte, el tren tutelar. Fue la Escuela de Minas; hoy, Universidad de Atacama. Los niños de Copiapó en los 60-70 nos bañábamos en el río y disfrutábamos de su arboleda frutal.
[3] Olegario Arancibia, Olegario Carvallo y Olegario Olivares. Fueron comandantes de regimientos del Ejército Libertador del Norte. Los tres sobrevivieron a la revolución.
[4] Poeta copiapino. Fue publicado en España y Alemania. En el siglo XIX, antologado en diversos recuentos en Chile y en el mundo. Intendente de Atacama durante la guerra del 79, lo que fue fundamental para crear un regimiento invicto.
[5] Poeta, coronel y jefe del Estado Mayor del Ejército Liberador del Norte. Autor del himno: La Constituyente. Murió luchando en la batalla de Cerro Grande (29 de abril de 1859) al lado de Pedro León Gallo.
[6] Delacroix, Eugéne. La libertad guiando al pueblo. 1830. Óleo sobre lienzo.
[7] Primer cronista de Chile; colorista. Originario de Copiapó. Se formó con ayuda social; sin embargo, fue muy conservador, diputado y Agregado diplomático en Bolivia.
[8] Revista El Mosaico, año 1, N° 12, 6 octubre, 1860, págs. N° 186-187, Santiago. Recopilación de Marcos González Salazar. 
[9] Revista El Mosaico, año 1, N° 10, 25 de septiembre, 1860, pág. N° 164, Santiago. Recopilación de Marcos González Salazar.
[10] Arteaga Alemparte, Juan Domingo (1835- 1880). Periodista, poeta, pensador ilustre y diputado de la república.
[11] Ver: Álvarez Gómez, Oriel. Atacama de Plata; Editorial Toda América, 1979.
[12] Silva Chávez, José María. Oficial del ejército chileno y experto en táctica y estrategia militar. Tiene varias publicaciones al respecto. En su época era considerado el mayor estudio del tema en América Latina.
[13] Montt Torres, Manuel. Fue presidente de Chile entre 1851 y 1861. Autoritario. Dos revoluciones nortinas, tuvo que sostener a fuego y sangre. No perdonó a los revolucionarios; los condenó a muerte. Muchos de estos sobrevivieron en el exilio, y fueron perdonados (1862) por el presidente: José Joaquín Pérez.

 



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