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GABRIELA MISTRAL, Cuesco de Coquimbo

Por Arturo Volantines


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Manuel Concha en sus Tradiciones Serenenses nos habla de un gran tesoro enterrado en Coquimbo. Ricardo Latcham se suma en El Tesoro de Guayacán y da pistas encriptadas de su ubicación. El cronista Pedro Álvarez, entre muchos, ha dedicado su vida a encontrar este tesoro. Existe. No me cabe duda.

Al lugar del mundo que uno vaya se puede saborear y pronunciar la palabra Coquimbo, y ésta repercute como flecha. Es palabra única y originaria. Herman Carvajal en su Toponimia indígena del valle de Elqui, dice, que trata, entre otros, de “Tambo de plata”; o sea, estación, lagar, lugar de descanso e incluso del mapuche: Lugar de aguas tranquilas. Coquimbo es en el mundo; un mundo dentro del mundo. Un tesoro en el mundo.

Pareciera que nosotros no vemos; pareciera que está enterrado. Es tanto, que se quiere cambiar el nombre a nuestra región. Se le ningunea como se ninguneó a Lucila Godoy. Se quiere usar a ésta para ningunear a la otra; consagrar la cultura de lo invisible.

Coquimbo tiene, además, una historia heroica, potencial y estremecedora. Cuando se es nadie se puede usurpar, porque no tiene valor, y es más fácil. Somos una región, que soportamos como los frutos del chañar: enterrados, resistes y persistes.



El chañar da un fruto duro, áspero, dulce y de oro. Este árbol, tan preciso en su belleza autóctona, es refrescante y es panal ambarino cuando florece. Para proteger a su fruto, lo oculta debajo de sus faldas por años, y cubre su remesa con arena, para tiempos mejores y tiempos sumamente peores. Es tesoro diezmado del Norte Infinito. Esta remesa suele salvar cuando el hambre se adueña del páramo, como esos otros Godoy que encontraron su tesoro en Chañarcillo.

Se ha escrito tanto sobre esta cuesco. Y así, todavía, se le conoce muy poco. En Coquimbo, no se le conoce, y se le trata externamente. Esta cuesco, pareciera que se resiste, se mantiene dura en su ser; en vida y después de su vida: intacta, a pesar del usufructo y del manoseo que se le ha hecho. Es una cuesco tan poco conocida. Sin embargo, cómo brilla este núcleo del tesoro de Coquimbo. Motivo suficiente para que Coquimbo navegue por el universo con luz propia.



Gabriela Mistral no es sombra sino cuesco de chañar: espíritu inexplorado y bullente del Norte Infinito. Es atendible que es materia extraña y poco aprehendible, para sus “mamones” del mundo y para los de Coquimbo: es casi invisible. Pero, esta cuesco está allí: irradiante, casi inmutable y navegando para los siglos siguientes.

El tesoro de Coquimbo existe; está en nosotros y su mayor cuesco es Gabriela Mistral.



 

 

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GABRIELA MISTRAL, Cuesco de Coquimbo.
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