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EL MEJOR SOLDADO DE LA HISTORIA DEL NORTE INFINITO
Por Arturo Volantines
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Soy soldado. Siempre lo he sido como casi todos los atacameños, los cuales tuvieron que resistir las invasiones incas y de otros pueblos del altiplano. Somos, claro, el confín (Atacama). Luego, las invasiones españolas. Durante el siglo XIX vinieron las rebeliones, especialmente en Chañarcillo. Y, en cada década de ese siglo, participaron activamente en las reiteradas revoluciones. Se llenaron de gloria en la del 1851, 1859 y 1891. Pero, donde dejaron ejemplo inigualable fue en la Guerra del Pacífico. Allí murieron casi 2.000 soldados. Por ejemplo, del Primer batallón Atacama, volvieron apenas 40.
Solo un par de años usé uniforme. Fui del último contingente del Atacama en Copiapó. En 1974, el Regimiento Atacama se fue a Chuquicamata.
Soy soldado. Pero, no necesito usar uniforme; porque, en lo que creo y en lo cual trabajo, me basta el overol que uso, aunque mi color favorito sea el verde.
Es difícil decir cómo es el uniforme del regimiento más glorioso de Chile, porque ha sido de muchos colores como el negro, caqui, zuavo y, el más conocido, es el azul plomo de las batallas de Chorrillos y Miraflores. Siempre fueron civiles insurgentes. Además, los Viet Cong, quienes han sido, en la modernidad, los mejores soldados —y que derrotaron al imperio más poderoso del mundo— no usaron, precisamente, uniformes.
Es entendible que haya gente que le guste entretenerse en las recreaciones militares. Sin embargo, no es necesario disfrazarse de soldado, para amar la patria y creer que el patrimonio es capital en la hora de la globalidad. Tampoco, es claro que disfrazarse de soldado y usar armas de juguetes no termine siendo apologismo de la violencia. Por eso, en lo escolar, no se propicia este tipo de juegos. Obviamente, los verdaderos soldados son; no se disfrazan de ello.
El genuino soldado va vestido por su misión, por su relato, por el propósito de su servicio y no de su indumentaria. Tampoco, es necesario vestirse de soldado de alguna época, para rendirle homenaje a nuestros héroes, que casi todos vienen del mundo civil. Suele, más bien, ser exógeno frente a lo que no se puede ser. La esencia del soldado es el espíritu de cuerpo, la obediencia, lealtad, austeridad, y nunca trabaja solo. Las batallas y las guerras se ganan con tácticas y estrategias sumadas, como lo hicieron Alejandro y Napoleón.
El mejor soldado del Norte Infinito, en toda su historia, no hay duda, es Pedro Pablo Muñoz Godoy, y nunca usó uniforme; incluso, combatió con humita, como se ve en el óleo del Sitio de La Serena.