Yo también vi pasar el cometa.
Y no fue malagüero, Minalisa.
Aunque mi Ciruela me haya tapado
ojos con sus manos de pan amasado,
porque leía en El Peneca que era otro:
El Mandinga que nos busca
en el descampado de la madrelázuli
o por el barrio con el finao
en la carroza de madera y vitrales
azuzado por mular de ojos sanguinarios.
Y horrorizados íbamos = a perros pateados
a refugiarnos debajo de la falda calentita
de la puta enmohecida y Presidenta
de la Junta de Vecinos del barrio.
—No fue malagüero, Minalisa.
Ni cuando Moctezuma Ilhuicamina
cayó en una profunda depresión
y los españoles usurparon su reino;
ni en el Libro del Príncipe de Huai Nan
marchando en las tropas del Rey Wu;
ni en relato de Josefo, en el año 66,
sobre una espada colgando sobre Jerusalén.
—No fue malagüero.
Ni cuando los normandos, en 1066,
presenciaron el regreso del cometa
y con Guillermo El Conquistador invadieron Inglaterra;
ni tampoco en 1466, cuando los turcos
se apoderaron de Constantinopla.
—No fue malagüero.
Ni cuando Newton, en 1666, cayó enfermo
así granizo, y del manzano de su cabeza le floreció
la fuerza de gravedad y el cálculo diferencial;
ni cuando la cacique Magdalena Sasmai,
se rebeló ese mismo lustro contra colonizadores
por el derecho a bañarse desnuda en aguas del río,
y cuyos descendientes —igual que casi
todos los hijos de Copiapó— morirían
después en los campos de batalla;
ni tampoco el Gaucho Insufrible:
agónico e incendiado = a un rayo
cuando terminaba su texto 2666,
—numerito conocido de prostíbulo berlinés—
donde profetiza para el año en cuestión:
El regreso a Ciudad Juárez de la Estrella de Belén.
—No fue malagüero, Minalisa.
Tampoco será en profecía del Giotto,
en La Adoración de los Reyes Magos.
No se puede predecir a Dios.
Nosotros nos volveremos Galeones
más rápidos que la olaluz y será Él, quien
nos abra/za/da/bra La Puerta de Tiwanaku del 7
perfecto: 7 puertas de las 7 tumbasalcobas, de las 7
escaleras del altar de los 7 poetasacerdotes de lo perfecto.
Será buenagüero; entonces, aguacero
sobre el desierto de Atacama cuando los poetas
de la Retaguardia: los Tebaida infrarrealistas del altiplano
y el ejército de zuavos Constituyentes del Norte —así Roberto
y su boleadora con Putas Asesinas— rompan el 2666:
la vidriera monstruosa del horrizonte.