Gabriela Mistral
El Norte con su Norte en su Prosa Inédita
Caminando se siembra. Prosas Inéditas, Gabriela Mistral, Editorial Lumen, 2013
Por
Arturo Volantines
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Hay que agradecer al compilador de este libro (Caminando se siembra. Prosas Inéditas, Gabriela Mistral, Editorial Lumen, 2013), que no exagera ni se hace auto elogios a cuesta de Gabriela Mistral; no cae en escribir para él y para su propia inmortalidad, como vemos con frecuencia en las Viudas de la poeta. También, hay que agradecerle su método de analizar la obra, porque guía y contextualiza e incluso enseña a escribir.
En el “Preámbulo”, la explicación de Luis Vargas Saavedra es magnífica respecto al estilo de Gabriela: sobre su ritmo, su lógica gramatical; también, de sus errores y su “sintaxis enrevesada”. Indudablemente, Gabriela tenía un ritmo cardíaco, montaraz, personalísimo y no muy respetuoso de la oficialidad académica, asumida en esa forma “loca” que deviene del pensar de Santa Teresa de Jesús: “La imaginación es la loca de la casa”.
El libro está salpicado de notas referentes al Norte y, especialmente, al Valle de Elqui. No hay duda que esta “Criatura Regional” veía el mundo desde su ethos y desde su linaje; expresaba su desasosiego y enojocidad; en su ser transpiraba dosis alquímica que fluía desde su gran volcán interior, de su tremenda conciencia de decir, a pesar de lo políticamente correcto.
Particularmente, cuatro artículos me atrapan, y se vuelven materiales que dan profundidad en la identificación del Norte Infinito. Además, vienen a demostrar que la tierra atacameña es un lugar en el mundo, y la descentralización no es aspiración lejana sino sustancial a nuestro desarrollo integral.
Gabriela Mistral es montaña en el mundo, y los componentes áureos de esa montaña vienen en todos los hijos del valle; esto es otra cosa que va más allá de nuestra pura racionalidad, porque es el río del ser el que fluye.
En el artículo “Mapa coloreado de Chile (págs.: 88, 89, 90, 91)” visualiza, descubre y analiza potentemente al páramo del Norte Grande y del Norte Infinito. El conocimiento de su Norte era clarísimo y de sus dificultades, y tiene alta conciencia de su pertenencia; habla confianzudamente de su tierra: “La tierra tiene un fondo blanquísimo de reverberación…”. Y, luego, dice, de Coquimbo: “...Así sucesivamente donde el sol se ablanda y condesciende con otra coloración”. Y compara este páramo con el otro: La Patagonia. O sea, hay una cultura del páramo que ella domina: Chile es gobernado desde el Valle Central a espaldas de nuestra verdadera identidad.
En el artículo “Campo Chileno (págs.: 92, 93, 94)” se queja hondamente de la pobreza del Valle de Elqui, de cómo se usurpa la tierra a los campesinos. Dice que a las escuelas del Valle de Elqui no llegan médicos, dentistas y que los niños van al colegio sin zapatos: “El abandono de las criaturas se ve en el cuerpo desmedrado…”. Es más durísimo cuando dice: “Yo fui niña de esa escuela de Montegrande, yo conservo una foto en la cual había una niña descalza sobre treinta; ahora hay 10 o 15”. Argumenta y le pide los niños de Montegrande: “Que sean fieles un poco más a su suelo preciso”. Desgraciadamente este manuscrito esta interrumpido, aquí. Pero, es suficientemente claro que Gabriela estaba debidamente informada de lo que sucedía en su Valle y en su “Páramo”.
En el artículo “Comento a todas íbamos a ser reinas (págs.: 261, 262, 263, 264, 265)” da cuenta magistralmente del Valle de Elqui, de su aislamiento, del deseo generalizado de los niños de conocer el mar y de sus tres compañeras de escuela, a las que se refiere en el poema en cuestión. Al ahondar en el tropicalismo de dicho poema defiende que no es falso, ya que era atmósfera “del trópico, en el precioso jardín de un viejo Vasco: Iribarren, que los llevó allí por no sé qué milagro”. Obviamente, habla y justifica a su “Valle caliente”.
El artículo “A Mario Agostinelli (pág.: 519)” es breve y fragmentado, pero muy significativo, ya que reitera lo que dice en otros artículos de su prosa altísima: “Y el Perú es para mí, mi amigo, un emporio de imágenes buscadas y hasta perseguidas con la persecución del amor por el indio Quechua. Por algo mis Godoyes fueron gentes de los pies del Imperio Incaico: Atacama (Chile), Argentina (San Juan). Tengo una vieja sed de averiguar y recobrar a esa criatura tapada primero por la desdeñosa tontería de la conquista y más tarde por la indiferencia y así sucesivamente…”. Esto es muy importante para el entretejido identitario del Norte Infinito, porque son muchos los hijos como ella que tienen abuelos Cuyanos. Y esto también echa luces a los orígenes de su literatura, de dónde viene y de dónde es.
Gabriela Mistral fue menos calculada que Neruda y se sumó a Rubén Darío y a Vicente Huidobro en tratar de heroicas a nuestras tropas civiles en la Guerra del Pacífico y en valorar esa gesta. También, fue valiente en destacar a muchos revolucionarios latinoamericanos; sí, con menos sostén ideológico, pero con más fuerza ética. Esta Gabriela recopilada en este libro no cambia sustancialmente lo que ella es o que sabemos de ella, pero abona a un saber más público. Y hay que valorar bien a este libro, porque indiscutiblemente nos aporta o nos remite a su “lápida filial” por el Norte Infinito.