PUSE UNA PUERTA...
Puse una puerta
en el poema
para que una palabra
pudiera abrirla
y matarlo
¡no resultó!
todo en él
sigue vivo
y ahora
¡me persigue un cuchillo!
INDISCUSIÓN
Yo no discuto con la magia que hay en el horizonte
ni le despego los ojos de las alas.
Con fiebre
la nombro
para salvar ese esplendor
que siempre viaja.
De una celda a otra.
De un cuerpo a otro cuerpo.
De una pipa a otro mundo
no discuto con la magia.
ACEQUIA DE LA NIÑEZ
Sentado
y con los pies
dentro del bar
como si se tratara
de una acequia
de la niñez,
que era mi río,
soy una gota de noche
sobre la paciencia del agua
en un desierto
también mío,
lagartija alada
por la humedad
del deshielo
y el vino,
una puñalada
de álamos
contra la tierra
seca
de
mis
pensamientos
hundidos.
VIERNES SANTO
Hoy es viernes santo en San Juan
las calles huelen a pescado del desierto
y en los bares
no se derrama sangre
como no sea azul
o negra.
¡No se sabe en qué momento van a soltar al Diablo!
Por eso todos sostenemos
un encendedor invisible
y sobre él
una cuchara
en donde hierve
una droga
más invisible todavía
llamada Religión
llamada Perra
o llamada Papa.
Es viernes santo, pasó el jueves
y esperamos un sábado de gloria.
Y mientras
se enfría la cuchara
pienso
que cuando los Santos se fumen las velas
habrá tantos
milagros
en el cielo
como en el infierno
y sin embargo, certeza tan bella
no cabrá en el ojo mezquino de Dios.
JARRO Y CANTO
El jarro
de arcilla
que me donó el alfarero Luis Fernández
hace cantar al vino durante las mañanas de Cuyo
desde el suelo de Albardón
ha viajado a través de sus manos
el sol entra en él y se llena de canciones
nuevas leyendas que nadie ha escuchado
pájaros de barro contra lo imposible aletean
palabras amasadas
mares rojos
indios
virginales
astucias
de la tierra
sexo del agua
niño del aire
para soplar el fuego o la esperanza.
DANTE Y JUAN
A cada atento mensaje doy la hora de mi nacimiento
documento implacable el amanecer
y la distancia
el día coagulado sobre la cicatriz de la tierra
hombres sin hombre por las calles
mujeres sin mirada
y niños que juegan a morir
y a cada brújula sin sentido
le doy la charla de mi cuerpo
como cae la lluvia en el mar
me baño en mis propias aguas
apartando sueño de tormenta
y oyendo
sin remedio
la canción de mis hijos
me alimento
mar
de mi sangre.
MADRE
Madre sabe doblar el vientre del día.
Niño dice:
. . . . . . . . . Madre ¡no nos abandones!
. . . . . . . . . Estamos, yo y mis muertos,
. . . . . . . . . con palomas en las manos
. . . . . . . . . con agujeros en el dolor del dolor
. . . . . . . . . y más hondo, más hondo allá en lo feliz que somos.
Una paloma trágica nos dibuja los próximos ojos.
Madre sabe a la vez, ser madre
hija, de nuestro destino.
¡Madre tras de mí, con tu ungüento bendito!
. . . . . . . . . Por el tanto decir estoy muy solo en mí.
. . . . . . . . . Por el tanto mío de vos —en tu centro —
. . . . . . . . . estoy llorando porque irás hasta donde yo muera
. . . . . . . . . —en mi centro — delante de tu altura y más hondo,
. . . . . . . . . en donde hija.
Madre sabe doblar el vientre del día
y en los próximos ojos,
se le va la vida
en dos pétalos
tras de mi rastro.
SUEÑO CON POETAS
Si las calles vacías
en donde andamos
no fueran puertas
y detrás de esas puertas
no hubiera ríos
en cuyas aguas
cantan los poetas
no elegirían, ellos
la soledad
de los versos
en que viven,
las calles desiertas,
la música
de los ríos
Para espantar
a la última tempestad
no encontraron nada mejor
que el solitario canto de sus aguas
por eso
marchitas las ciudades
derribados los puentes
sueño con poetas
encerrados
en el interior
de una fonola
de agua
de noche
junto al río
que separa
con su voz
las tinieblas
de la sequedad.
Ellos, dentro de la fonola del río
oscuros peces y voces
no encuentran razón
para volver a confundirse
entre las ciudades de aceite
las babas de los perros
sus ladridos de ceniza
donde alguna vez acusaron a su época
de perdón y desvarío, de acorralar a la locura,
de violar nuestros sueños / por medio de la tortura,
el asesinato, el catequesis y gran parte de la educación pública,
tanto en escuelas como en almacenes de barrio,
por medio de todas las cosas que nos enseñaron
sólo para dominarnos
me gusta apoyar la oreja en el suelo, cerca de un álamo
para escuchar todavía el eco
de sus reclamos de ternura
sueño con poetas
encerrados en el interior
de una fonola de agua.