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El otro Che Guevara
FLORENCIO DEL MÁRMOL
Memorias de un soldado argentino en la Guerra del Pacífico

Por Arturo Volantines


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Nació el siglo anterior de Ernesto. Pero, igual que el Che, estudió en la Universidad de Buenos Aires; fue insurgente, soldado; luchó por Cuba y Bolivia; escribió libros desgarradores y luminosos. Y murió a los 30 años.

Empezó a publicar en los diarios antes de los 20 años[1]. En su corta vida escribió: “Noticias y documentos sobre la Revolución de Septiembre de 1874”[2]; “Ejército boliviano, Manual de Soldados, Cabos, Sargentos y oficiales subalternos, que trata de sus respectivas obligaciones, tomados del Código Militar de la República”[3]; “Recuerdos de viaje  y guerra”[4]. Y, al morir, el 24 de diciembre de 1881, preparaba el texto: “Historia de los Regimientos famosos de la República Argentina”.

Nació en Buenos Aires, el 19 de junio de 1851. Estudió Derecho en la Universidad del mismo nombre. Sus padres eran de familias alcurniosas: Máximo Vicente del Mármol y Reyna y Luisa Demaría y Escalada.

Su fisonomía es relatada por su amigo N. Reynal O’Connor, en un texto de tributo —que se publicaba en aquella época a los grandes hombres al morir—, llamado: “Corona fúnebre de Florencio del Mármol”[5]. Dice: “Mirándole de perfil, la frente con suavidad se levantaba, como las aguas de un arroyo que en vez de bajar subieran sin esfuerzo ni tropiezo alguno”. Luego, señala: “Empero, observándola por el plano anterior, entonces mostraba todo su esplendor. Sobre un fondo de color blanco mate, tres surcos horizontales la recorrían de sien a sien; y eran las huellas de sus dolores que habían recogido en el severo camino de la virtud”. También, dice: “La nariz bajaba en seguida describiendo valiente curva; y anunciaba en su fácil traza espíritu de valor y empresa. ¡Y cosa cierta es que Florencio fue atrevido para peligros reales!...”. Añade: “Su cabello negro, opaco, delgado y crespo pertenecía al cielo de los trópicos, donde, si las cumbres y valles alimentaban riquísima vegetación y las aguas serpentean refrescando las caldeadas tierras, y canta el ruiseñor y las simientes ofrecen frutos espontáneamente, también el hombre se consume muy temprano, bajo el fuego exuberante de las grandes pasiones. Así se consumió Florencio!...”[6].

La Universidad, como a muchas generaciones revolucionarias del siglo XIX y XX, a Florencio lo confundía y lo retraía, por lo que la abandonó varias veces. Cuando tenía veinte años, convenció a sus padres para renunciar e ir a combatir. Empezó de soldado raso; gallardo sargento hasta convertirse en oficial. Se hizo notorio por su valentía y prestancia, a pesar que era menudo, en la lucha contra López Jordán[7]. Ascendido a subteniente, volvió a la Universidad.

Los sucesos cubanos; la búsqueda de la independencia de la Isla y, sobre todo, los asesinatos del “Virginius”[8] aceleraron su espíritu americanista. Se dispuso a partir a luchar por la libertad de Cuba. Forjó en el periodismo su baluarte por ese pueblo. Y, luego de muchos avatares para embarcarse, no pudo viajar: “Hizo esfuerzos inauditos con el objetivo de ponerse en viaje a Cuba, apelando a todos los recursos y medios inimaginables para lograr su objetivo, pero todo fue en vano y debió ceder en presencia de dificultades insalvables”[9].

En la revolución de 1874, se alistó en las tropas del general Mitre. De esa contienda publicó un libro conmovedor y apasionado del levantamiento, que a la larga es el mejor texto que se ha publicado al respecto.

El libro: “Noticias y documentos sobre la Revolución de Septiembre de 1874”, parte con figura del prócer Bartolomé Mitre. Es libro de casi 700 páginas, que contiene profusos documentos; los retratos, además, del general Ignacio Rivas, del doctor José C. Paz, del general José M. Arredondo, etc. También, un croquis del combate de “La Verde”[10]; itinerario de las marchas hechas en la provincia de Buenos Aires por el ejército constitucional, levantado por el doctor Estanislao S. Zeballos, capitán de la Legión de septiembre. El libro cuenta con diez capítulos de admirables detalles, testimonio de quién los vivió in situ. En estas memorables páginas aparece el genio, la magia escritural de Florencio del Mármol. Indudablemente, los capítulos de esta revolución nos recuerdan la pluma de Benjamín Vicuña Mackenna sobre “El Sitio de La Serena”.

Dice Florencio en la introducción de este libro: “Más, la fuerza que se presentaron en los campos de “Pavon”, no eran aquéllas que siguieron la cruz negra de la roja bandera de Quiroga; ya no eran las que más tarde rodearon a Peñaloza, a Sáa o a Chumbita. Eran ejércitos regulares, mandados por jefes instruidos, muchos de los que habíanse educado en la escuela, de las más reputadas, militares argentinas: por un lado las fuerzas de la Confederación argentina, engalanada y explotada por el general Urquiza, fuerzas que traían en la punta de sus lanzas la enseña federal, creada por Dorrego, muerto con él, y desde entonces, groseramente emblematizada en el cintillo de Rosas, de Cuitiño y de Maza. En frente de tales elementos, de tales hombres, de tales ideales, el pueblo de Buenos Aires, preparando a combatir con las armas de la destrucción, haciendo flamear en sus manos la bandera en que el viejo partido unitario había escrito —libertad, unión, progreso— desde el momento en que apareció en la escena política con Rivadavia a la cabeza”[11]. En ese período, Florencio del Mármol era un nacionalista apasionado; después sería liberal. Todo esto en su ser volcánico ayudaría, innegablemente, a la brevedad su vida.

Al estallar la Guerra del Pacífico, el gobierno, de Sarmiento y Tejedor, había fracasado al tratar de unirse a la Alianza con Perú y Bolivia, a pesar que lograron que el parlamento argentino aprobara la participación y otorgara los recursos. Indudablemente, Argentina era contraria a Chile. Hubo manifestaciones públicas a unirse contra Chile. Muchos altos oficiales y renombradas figuras de Argentina se incorporaron a la lucha; algunos fueron asistentes de los Estados Mayores de la Alianza y otros comandantes de regimientos, incluso el oficial y abogado, Roque Sáenz Peña, que llegaría a ser presidente de la Nación trasandina.

Florencio del Mármol vendió la biblioteca americana que había heredado de su padre. Subió a un vapor por el Atlántico. Luego, atravesó por Rosario, Córdoba, Tucumán y Salta. Montado a caballo se encontró con una revolución en Jujuy; luego, atravesó el altiplano y se incorporó a las tropas bolivianas.

No le fue fácil su alistamiento en las tropas bolivianas, porque llevaba la correspondencia oficial que anunciaba la neutralidad de Argentina y no las noticias que se esperaban de la incorporación de ésta a la Alianza. Después de mucho deambular y quedar en la miseria, fue finalmente incorporado como “Capitán de la Segunda Compañía del escuadrón de Coraceros de Bolivia”[12], también llamados “Colorados” por su vestimenta y porte; regimiento escolta del Presidente.

Producto de esa experiencia escribió: “Recuerdos de viaje y de guerra”. Tradujo del francés, en su permanencia en la campaña, un texto denominado: “Reglas del tiro y de la artillería de Campaña”. Además, escribió un texto militar: “Ejército boliviano, Manual de soldados, Cabos, Sargentos y Oficiales subalternos, que trata de sus respectivas obligaciones, tomados del Código Militar de la República”.

Se había ido a la guerra ya resentido de salud. Estaba en cama con “tercianas” cuando lo pilló la batalla sanguinaria de Tacna. Se subió a un caballo alquilado contra la voluntad de los enfermeros. Llegó al campo de batalla, para asistir a muchas horas de combate; de movimientos envolventes de las tropas; de polvo y humareda; de balas y caballos, sables y bayonetas y vómitos de cañones; de degüellos y exterminio hasta la derrota de los aliados, donde muchos de sus compañeros de regimiento perecieron en la arremetida demoledora de las tropas chilenas.

La Batalla de Tacna o del Alto de la Alianza fue la contienda más sanguinaria y entrabada de la Guerra del Pacífico, ya que duró muchas horas y solo después de fatigosa jornada se resolvió a favor de Chile. Los aliados, luego del primer choque, iban ganando. Y salieron de sus trincheras; repasaron a los heridos chilenos caídos en los arenales, especialmente del Batallón Atacama que cargó en guerrilla al amanecer. Éste perdió a casi todos sus oficiales —que varios eran de origen argentino[13]— y más de la mitad de sus tropas. O sea, que se dio la paradoja que muchos oficiales argentinos lucharon en ambos bandos, pero con la consideración que los soldados y oficiales argentinos del Atacama eran desterrados o hijos de éstos de la dictadura de Rosas y de sus consecuencias. En cambio, los oficiales argentinos[14] en el ejército aliado eran profesionales y de tropas regulares y realizaban acciones a favor del interés trasandino. No hay duda que las luchas intestinas de Argentina influyeron en el destino de Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile.

Al refugiarse el ejército boliviano en el altiplano, Florencio consideró que su participación se había terminado. Volvió a Buenos Aires con el grado de Mayor, otorgado por el presidente boliviano, Narciso Campero, por sus acciones de arrojo y valentía en combate.

El libro sobre su participación en la Guerra del Pacífico es indudablemente notable escrituralmente, ya que además incluye sus ricas peripecias por el altiplano argentino y boliviano; la vida cotidiana de esos parajes que le tocó observar y de cómo vio al ejército aliado, especialmente al boliviano y, particularmente, de su participación en la batalla de Tacna.

Este texto es muy citado por los especialistas del tema, pero muy desconocido por el público latinoamericano. Más allá de la parcialidad de la visión de Florencio, escribió una pieza escritural inmortal, desgarrada y de profunda observancia del mundo latinoamericano de finales del siglo XIX que se debatía, como tan bien lo señaló Domingo Faustino Sarmiento, entre la civilización y la barbarie.

Una pulmonía fulminante, en algunos días, le arrancó la vida, el 24 de diciembre de 1881. Trabajaba como gerente de la Sociedad Científica Argentina. También, venía preparando un libro sobre los regimientos argentinos. Su muerte fue un hecho nacional; los diarios de Buenos Aires y muchos del interior noticiaron el hecho. Diarios como “La Nación”, “Las Libertades”, “El Constitucional”, “El Siglo”, “La Protesta”, “La Palabra Argentina”, “El Diario”, “La Prensa”, “La Tribuna Nacional”, “Las Provincias”, “El Oeste de Mercedes”, etc., consignaban su repentina muerte. La prensa unánimemente señalaba: Se había labrado prestigio imperecedero por su labor de revolucionario, de soldado, de liberal, de escritor notable y de valores incuestionables.

Fue amigo de sus amigos, tanto en la batalla como en los estudios. Sus amigos llegaban a su casa como a su segunda casa. Allí se conjuró con sus “seis amigos”. En 1882, días después de su muerte, publicaron: “Corona fúnebre de Florencio del Mármol”[15]. Allí se reunieron las notas de prensa, una sentida biografía del doctor, Juan Carballido; miramientos y poemas de sus amigos y un retrato suyo, impresionante.

En el prólogo de este homenaje, se rotula: “Éramos unos cuantos amigos que cruzábamos la vida unidos por las mismas aspiraciones y esperanzas. Del Mármol es el primero que cae, y ha caído el mejor. ¿Qué extraño que al borde del camino alcemos una señal que recuerde su paso fugitivo?// Un latido, un sentimiento, vibración natural que el dolor arranca, palpita en estas páginas, destinadas a vivir en la atmósfera pura que el cariño del amigo traza.// No hay esfuerzos intelectuales, ni el arte ha buscado modelos; son flores silvestres que la amistad esparce sobre su tumba silenciosa”[16].

En “La Nación” se señalaba: “Nadie que se haya acercado alguna vez a Mármol, podrá olvidarle jamás. Era un espíritu serio, que profesaba y practicaba la virtud con austeridad, con una firmeza y una moderación que revestían a la vez cierto tinte de grave melancolía. Cuando se le miraba y se le oía hablar, se tenía como el presentimiento de una temprana muerte: el espíritu trabajaba su cuerpo, y por sus ojos escapaban los resplandores del fuego concentrado de una alma ardiente, sin orgullo, pero bien templado, pero más fuerte que el vaso de tierra que la contenía”[17].

“La Libertad”, rotulaba: “Del Mármol ha muerto tan rápidamente como ha vivido: treinta años son a la vida, lo que cinco días de sufrimiento a la obra de destrucción que acaba con una existencia// ¿Le sorprendió desprevenido la muerte?// No; del Mármol era uno de esos peregrinos que andan por el mundo siempre listos para el gran viaje. Sin el bagaje pesado de una conciencia intranquila, con la satisfacción del deber cumplido en su más lata y generosa expresión; cumplido para con la patria, la familia y la sociedad, ha inclinado su frente abrasada por la fiebre, para caer en el seno de la tierra elevando el espíritu a esas regiones de eterno descanso con las cuales parecía vivir en estrecha relación”[18].

En “La Tribuna Nacional” se dijo: “Una noticia inesperada ha venido a conmovernos profundamente en medio del ruido enervante de la vida diaria, y esta noticia nos llega justamente en momentos en que nos ocupábamos en escribir algunas líneas sobre “Recuerdos de viaje y de guerra”, obra póstuma del desgraciado amigo, que baja a la tumba dejando sumidos en el dolor a sus amigos, que pierden en él un compañero cariñoso, franco y leal// Paz en la tumba de Florencio del Mármol”[19].

La vida de Florencio del Mármol fue breve, intensa, apasionada; hizo libros memorables, revoluciones, viajes; fue soldado latinoamericano, y se anticipó al Che y coincidió con éste en casi todo. Al final de su vida fue liberal, revolucionario en esa época; muy argentino no cabe duda; padeció la argentinidad; pensó como argentino dentro de la hibridad de esa nación. No hay duda que fue talentosísimo, valiente, audaz; salvó su vida de muchas refriegas para morir en la cama, aferrado a lo que menos lo identificaba. Seguramente sus padres esperaban que floreciera largamente en vida, pero él  florece largamente después de su muerte. Particularmente, no estoy alineado con lo que él pensó e hizo. Pero, no cabe duda: su vida fue magnífica y elevada como una estrella fulgurosa.

Se publicaron muchos sentidos versos en su honor. Martín Coronado escribió un poema en ocho estrofas denominado: “En la muerte de Florencio del Mármol”: Aquel que oyó el lamento/ De Cuba la infeliz, pidiendo en vano/ Alas de tempestad al mar y al viento/ Para llevarle el brazo hermano, / ¡No tiene ya el acento/ Que traducía el grito americano!”[20].

Su muerte y sus libros fueron resonantes como un disparo en la pampa; están allí el testimonio y las páginas para las nuevas generaciones de América Latina. Su mensaje fue claro: luchar por el mundo. No sería soldado de sus tropas, pero me maravillo de su gesta; seguramente hoy estaríamos en veredas contrarias. Soy federalista. Y participo que las controversias entre países hermanos no sean a través del fusil o demandas jurídicas, sino de encontrar el mejor sol en el diálogo directo. A Florencio del Mármol lo veo apagándose inmortalmente como vela intensamente encendida, pero entrando a la cotidianidad por su sed de vivir en la justicia y en la libertad; inmortal en su escritura.

 

 

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NOTAS

[1] Udaondo, Enrique; Diccionario bibliográfico argentino, pág.: 641; Buenos Aires, 1938.

[2] Del Mármol, Florencio; Noticias y documentos sobre la Revolución de septiembre de 1874; Imprenta de M. Biedma, Buenos Aires, 1876.

[3] Del Mármol, Florencio; Ejército boliviano, Manual de Soldados, Cabos, Sargentos y Oficiales subalternos, que trata de su respectivas obligaciones, tomadas del Código Militar de la República; Imprenta La revista del Sur, Tacna, 1880.

[4] Del Mármol, Florencio; Recuerdos de viaje y Guerra; Imprenta Obras de la Nación, Buenos Aires, 1880.

[5] Carballido, Juan y otros; Coronas fúnebres de Florencio del Mármol; Imprenta Colón, Buenos Aires, 1882.

[6] Ibídem 4

[7] Ver: Newton, Jorge; último caudillo en armas; Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1972.

[8] Ver: http://www.repasosayer.com/2010/02/el-asunto-virginius.html.

[9] Yaben, Jacinto R.; Biografías argentinas y sudamericanas, tomo III, pág.: 761, Editorial Metrópolis, 1938.

[10] Batalla La Verde (provincia de Buenos Aires) sucedida el 26 de noviembre de 1874, entre las tropas del coronel José Inocencio Arias y las revolucionarias de Bartolomé Mitre.

[11] Ibídem: 1.

[12] Vicente Cutolo; Nuevo Diccionario Bibliográfico argentino, pág.: 506; Buenos Aires, 1969.

[13] Entre ellos: José María López, Ignacio Toro, Juan Agustín Fontanes, etc.

[14] Entre ellos: Pedro Toscano Azurmendi, Manuel Isaac Córdova Jerez, Roque Sáenz Peña, etc.

[15] Ibídem: 4.

[16] Ibídem: 4.

[17] Ibídem: 4.

[18] Ibídem: 4.

[19] Ibídem: 4.

[20] Ibídem: 4.

 


 

 

 

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