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Poesía de San Juan, Argentina
El túnel, 2.0.
Poesía contemporánea Región de Coquimbo y Provincia de San Juan
PRÓLOGO
Arturo Volantines
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I
El Noroeste argentino pobló mi infancia. Escuchaba a mis abuelos y a los cuyanos relatar, en fogón con leña de varilla y charqui de guanaco y mate, las inmensidades de la pampa, las luchas para amansar el horizonte y las aventuras de los Caudillos con boleadoras y facón. Allí escuché las aventuras de Facundo Quiroga, “Chacho” Peñaloza, José Artigas y, sobre todo, las hazañas de Felipe Varela.
Después, leí las aventuras de Domingo Faustino Sarmiento. Sus andanzas por Chile, de cómo fue tahúr en Vallenar y cómo trabajó en Chañarcillo con otros cientos de compatriotas suyos, rodeados de los feroces, violentos y armados mineros con esa herramienta llamada corvo. Se vistió de minero, y tradujo, día a día, las obras del autor de Ivanhoe, Walter Scott. Luego, supimos que le dio el mal de la montaña y tuvo que volver a San Juan.
Fueron muchos los argentinos en el Norte Infinito, miles. Llegaron a ser un tercio de los habitantes de Copiapó, capital cultural de Chile de entonces. Muchos de ellos, después volvieron a Argentina y ocuparon los cargos más altos de ese país, como Carlos Tejedor y Domingo Faustino Sarmiento. Muchos otros se quedaron y fundaron numerosas familias.
¡Vaya que se destacaron! Basta nombrar a dos de los más perceptibles historiadores chilenos y copiapinos, que son hijos de argentinos: Carlos María Sayago, autor de la “Historia de Copiapó” y Pedro Pablo Figueroa, cuyo padre es oriundo de San Juan. Y para qué decir del numeroso contingente del más glorioso regimiento de Chile, “el Atacama”, que se llenó de gloria llevando varios oficiales de origen cuyano: el capitán José María López; el capitán Ignacio Toro, nieto del general trasandino, Rudecindo Alvarado; el capitán Juan A. Fontanés, hijo de quien fuera intendente de Atacama, Juan Agustín Fontanés, argentino que luchara junto a San Martín.
En la correspondencia, recientemente publicada, entre los presidentes Montt y Sarmiento, éste último le envía carta, donde reclama por qué sus compatriotas eran obligados a hacer el servicio militar en Copiapó; Montt le responde que los argentinos no eran extranjeros[1].
Empecé a soñar con la pampa verde. No creía lo que señalaba mi tío cuyano, Ramón Pinto: las vacas andaban aladas por esta pampa sin alambradas y era sólo voltearla y churrasquear; lo que contaba para los patrones, decía, era solo el cuero.
Luego, atravesé el Paso de San Francisco por la cordillera atacameña en busca de mis familiares catamarqueños. Recorrí Tinogasta, San Blas de los Sauces, Catamarca, cuando el dólar valía lo mismo que el peso argentino. Y es cierto que encontré muchos Reinoso, muchos vestigios diaguitas con museos acopiados de cerámicas y tejidos.
Fue una fiesta, ya que me llené la panza con cervezas, sidras, vinos horrorosos, alcoholes de algarrobos, arrope de chañar, empanadas, churrascos, incluidas las berenjenas, que en sueños mis torturadores me obligaban a comer. El Noroeste fue una fiesta con ese dólar. Después anduve flaneando por La Rioja; estuve en la casa Menen buscando a Facundo Quiroga y, más abajo, compartí con el poeta y grabador, Jorge Ponce. Me encontré con museos y lugares mágicos, que creía que los había leído en la literatura gauchesca.
Con la recuperación de la democracia, la creación del “Comité de Integración Paso Agua Negra” y el camino de la paz mediado por el Papa, empezaron a surgir los primeros acuerdos y nos acostumbramos a las visitas protocolares y turísticas de las autoridades en ambos lados.
En una ocasión, apareció una agrupación cultural transandina dirigida por el sanjuanino, “Nolo” Fernández, que había venido a estos cenáculos y se dieron cuenta que aquí no tenían contrapartida. Así, llegaron a mi librería; empezamos a trabajar en conjunto; nos incorporamos a estas reuniones y surgieron acuerdos y acciones comunes.
Asistimos a los “Encuentros del Oeste” organizados por Víctor Nobre. Invitamos a delegaciones de poetas de San Juan a los Congresos que hicimos en la Universidad Católica del Norte, en Guayacán, con Graciela Ramos. Luego, hicimos un Congreso de etnicidad en Vicuña y publicamos el libro correspondiente: “Culturas surandinas Huarpes y Diaguitas”[2]. Y, también, una antología denominada: “Poesía contemporánea de Los Andes, Región de Coquimbo/ Provincia de San Juan”[3].
Este libro, lo hizo el fotógrafo Alberto Castex, y yo estuve a cargo de la selección y coordinación de la antología propiamente tal, con la ayuda del entonces responsable de la cultura de San Juan, Eduardo Peñafort. Libro bellísimo, acompañado de fotos de los autores in situ tomados por Castex, el cual tuvo que ir al lugar de residencia de los poetas, tanto en nuestra región como en la provincia de San Juan. Este libro está agotado, y suele verse en el Mercado Libre a subido precio.
De los diez autores de Coquimbo que aparecen en la obra, murió Tristán Altagracia. Y de Argentina han muerto: Jorge Leonidas Escudero, José Campus y, recientemente, Víctor Nobre, mientras avanzábamos en la presente antología, al cual hemos decidido incluirlo por su tremendo aporte poético y gestional. Vaya el homenaje a estos poetas; mi gratitud porque aceptaron participar en la aventura antológica y que, seguramente, si hubiesen estado vivos serían parte de este libro.
II
Ahora, el gobierno de la región de Coquimbo ha creado un concurso binacional para editar y reeditar obras; hemos ganado el concurso con “El túnel, 2.0. Poesía contemporánea Región de Coquimbo y Provincia de San Juan”.
Hace una década que publicamos la antología anterior, por lo que nos pareció que era oportuno volver a hacer un arqueo comparado e inclusivo. Con José Casas ya lo habíamos intentado hace algunos años, porque, además, con la enfermedad de Víctor Nobre y otros desaciertos gubernamentales, se había detenido el flujo entre los escritores de este sector.
Recientemente, con una delegación del Gobierno regional asistimos a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires con notables resultados, pero no fue posible juntarnos con los poetas de San Juan. También, habíamos estado con algunos poetas en eventos de Letrarte en Tucumán, organizados por Julio Carabelli y en la Feria del Libro de Mendoza, espoliados por los poetas mendocinos: Carlos Levy y Fernando Toledo. Nuestras verdaderas intenciones, siempre fueron ir detrás de un nuevo arqueo.
Indudablemente, la literatura de la región de Coquimbo está acotada por Gabriela Mistral y esa maravillosa constelación generacional a la cual ella perteneció. Pero, también, de su padre, Gerónimo Godoy, quien a su vez perteneció a esa primerísima Generación atacameña de la segunda parte del siglo XIX de Chile[4].
En cambio, el gran escritor fundacional de San Juan y de Argentina es Domingo Faustino Sarmiento, porque su obra galopa más allá de sus lares y porque habla de su tierra inigualablemente: cargado de furia, profecías y andaduras, el cual provocó sentimientos encontrados de lealtades y odios envenenados. “Facundo”[5], “Recuerdo de Provincia”[6] y sus miles de artículos, diatribas y poemas de cíclope, hasta ahora, muchísimos de ellos, desconocidos y precursores, son patrimonio de la literatura universal, como, por ejemplo, sus artículos de mineros y minería.
No sólo las cantadas aventuras de Felipe Varela y su americanismo, sino el notable folclore trasandino han sido influjo, entre otros letristas y poetas. Se destaca en la primera parte del siglo XX, el jachallero, Buenaventura Luna, con su tesis distintivita respecto a la visión sarmientina sobre la barbarie. Tampoco, creo, Sarmiento adhería necesariamente a la civilización, sino que ya en aquella época se toleraba lo “políticamente correcto” cuando el mundo americano luchaba por desarrollarse a la mano en la búsqueda de la plena libertad. Y, porque si leemos atentamente a “Facundo”, el infinito está más allá que las sostenidas riendas de sus palabras.
Hace algunos pocos años, Argentina fue el país invitado a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Allí, asistí, entre bombos y platillos, al lanzamiento concurrido de un hermoso texto, denominado: “Antología de la poesía argentina” [7], selección y prólogo de Daniel Samoilovich, publicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto y la Presidencia de la Nación. Obviamente, se trata de una intención canónica. Aumentó mi inquietud cuando recibí el libro y, sobre todo, en el debate después del lanzamiento y comprobé la ausencia total de la poesía de San Juan en ella. Ni en el agregado de “otros poetas argentinos” aparecen. Es fácil solo echarle la culpa al centralismo de Buenos Aires. Pero, debajo de esa realidad aplastante, que no solo sucede con la poesía, es notorio la falta de una estrategia local de diferenciación e inserción internacional, porque la literatura de San Juan es una expresión del mundo y no una oscura y pequeñísima provincia de un país extenso.
Otro caso ejemplar, es la obra en dos tomos: “Suma de poesía Argentina”[8] del doctor Guillermo Ara, quien pasa revista desde 1538 a 1968, donde es meritorio su consignación de la poesía del interior de Santiago del Estero y de Tucumán, pero San Juan no existe. Esto se repite en las antologías argentinas. Y no es un tema de calidad sino de desconocimiento y lejanía. No tengo duda que su destino en esto —y en casi todo— está en el Pacífico, porque bien es cierto, la hermandad no es cuestión de Estados sino de carácter.
Hemos tenido la fortuna de conocer la poesía de San Juan, a finales del siglo XX y la hemos vivido, en el comienzo de éste, y, puedo asegurar, que voces como Campus, Escudero y Nobre, incuestionablemente, son aporte para consolidar su ser y su destino.
Jorge Leonidas “Chiquito” Escudero se ha vuelto un árbol grande de la poesía florecida de San Juan; las generaciones posteriores son abejas relacionadas con este árbol que devienen de una clara tradición común. Escudero es un poeta del ethos, “creatura regional”[9] y continuador de las tradiciones de su pueblo. Apostó a una poesía de los imposibles cerca del folclor y del hablante popular. Se mantuvo lejos del experimentalismo centralista; ya que su modo poético fue vivencial y montaraz[10], siempre a punto de perderse y de nunca llegar; ahogándose de sed al borde del pozo. Creo que su poesía deja un legado de encontrar el vellocino de oro, que él no halló, pero que seguro las nuevas generaciones sí encontrarán. Escudero fue un tropero muy lejano de los cánones de la literatura oficial argentina. Este poeta nos deja un desafío y no solo a la poesía de San Juan, sino también a nuestro Norte Infinito, a pesar que reiteradamente lo invitamos y nunca vino.
Desde un país menos folclorizado se ve claramente la influencia que ha ejercido éste en la poesía de San Juan y de hecho, varios autores de esta antología son cultores de algunas de sus expresiones. Por ello, la poesía que acompañamos tiene la acumulación del ethos macizo del Noroeste; es su gran fortaleza, pero también es cuchillo de doble filo; porque tiene la tarea del quiebre y continuidad. Y si el individualismo y los proyectos necesariamente individuales no la degüellan, sus poetas actuales pueden llevar los arreos de las palabras que asoman por las montañas de Sarmiento, Luna y Escudero a parajes ignotos y dar el salto cualitativo en la historia de la literatura latinoamericana. Y, decir, a lo menos, como Guillermo Ara, respecto a Sarmiento y otros: “...pusieron fe en un lenguaje nuevo, en el idioma de la conversación y de la calle. Percibieron que allí balbuceaba la posibilidad de un decir original y argentino”[11].
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Notas
[1] Vergara Quiroz, Sergio; estudio, selección y notas; Manuel Montt y Domingo F. Sarmiento, Epistolario 1833—1888; Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Santiago, 1999.
[2] Volatines, Arturo, compilador; Culturas surandinas Huarpes y Diaguitas; Ediciones SALC de Coquimbo, 2011.
[3] Volantines, Arturo: Poesía contemporánea de Los Andes; Ediciones Gobierno Regional de Coquimbo, 2005.
[4] Álvarez, Oriel; Atacama de plata; Ediciones Toda América, Santiago, 1979.
[5] Sarmiento, Domingo Faustino; Facundo o civilización y barbarie en las pampas argentinas; Imprenta del Progreso, Santiago, 1845.
[6] Sarmiento, Domingo Faustino; Recuerdos de Provincia; Biblioteca Ayacucho, Caracas, Venezuela, 1991.
[7] Samoilovich, Daniel; Antología de la poesía argentina; Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, Buenos Aires, 2014.
[8] Ara, Guillermo; Suma de poesía 1538—1968; Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 2 tomos, 1970.
[9] Escudero, Alfonso M.; Recados contando a Chile, Gabriela Mistral; Editorial del Pacífico, Santiago, 1957.
[10] Ver: http://elquetienesed.blogspot.cl/2011/04/poesia-completa-de-jorge-leonidas.htmlRicardoLuisTrombino.
[11] Ara, Guillermo; Suma de poesía 1538—1968; Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 2 tomos, 1970, pág.: 9.