"Jóvenes buenas mozas", poesía de Claudio Bertoni. Editorial Cuarto Propio, 2002, 130 páginas.
Mujeres perniciosas
Por Alejandro Zambra
Las Últimas Noticias, miércoles 27 de noviembre de 2002
"Levantan los brazos para hacerse
el moño/ se les sube la
polera/ y se les ve la guatita”, escribe
Claudio Bertoni en “Jovenes buenas
mozas”, su skptimo libro y acaso su
mayor incursion en el que, de no
mediar intelectualismos forzados, viene
siendo el tema principal de su
poesia: la calentura o, si se prefieren
los rodeos -Bertoni no loss prefiere-,
el estremecimiento masculino ante
las musas que, casual o voluntariamente,
infligen su generosa humanidad
a1 macho torpe e hipersensible: “las mujeres/ demasiado hermosas/
son perniciosas/ han creado su/
propia belleza/ y
sólo buscan/ perjudicar".
Lector devoto y desordenado de Jack Kerouac, Henry Miller, Julio Cortázar y Robert Creeley, jazzista ocasional y fotógrafo autodidacta (en una entrevista relata su anecdótica iniciación en ese oficio: "Tenía una mujer maravillosa a la que TENÍA que sacarle fotos en pelotas"), a los 56 años Claudio Bertoni vive confinado en Con Con, balneario donde se dedica, según Roberto Bolaño, a recoger conchas y cochayuyos o, según Alejandra Costamagna, la cariñosa prologuista de "Jóvenes buenas mozas", a recolectar los frutos de su jardín "con la prudencia del sabio". La lectura del libro, sin embargo, evidencia que la rutina diaria de Bertoni incluye frecuentes callejeos mundanales cuya naturaleza define bastante bien "Walking around", especie de homenaje naif al famoso poema de Neruda: "¿existe/ algo más rico/ que caminar detrás/ de un buen poto?"
Como es habitual en sus poemarios, Bertoni propone aquí una poesía "espontánea", si cabe el término, renuente a la seriedad, en todo caso, aunque de pronto -o por lo mismo- provista de una demoledora simpleza, vagamente estoica: "debo irme de lo húmedo/ no quiero lamer una concha más en la vida/ no quiero tener ni siquiera lengua/ no quiero chupar a nadie más nunca".
Por otra parte, abundan textos formulados como preguntas, la mayoría de ellas de índole retórica (el delicado "Hemisferio", por ejemplo: "¿Existe algo/ más tierno/ que un cachetito/ de poto?") y otras francamente metafísicas: "¿en qué transformará dios/ nuestro deseo por las minas?".
Destaca, además, la constante evocación del haiku japonés ("la telita/ que te cubre/ los labios no/ da más"), y merece una mención aparte esta curiosa caracterización de la incertidumbre amorosa: "algo me debe querer/ porque me llama al celular/ y sale súper caro".
Perpetuamente seducido por los jumpers de las nínfulas que "se sientan/ en los asientos de atrás/ como si fueran diosas/ y apenas son hijas/ del huevón que va manejando", Bertoni hace sinceros esfuerzos por caminar con la vista gacha, pero suele perder la batalla, ya que -como dice en un poema de este libro- "el amor es más fuerte". No le queda más remedio, entonces, que sacar su cuadernito portátil y, sentado en la cuneta o encerrado en su pieza, consumir el dudoso ansiolítico de la poesía.
La descarada frescura y el humor corrosivo, tierno y a veces muy triste de "Jóvenes buenas mozas" sin duda afianzan a Claudio Bertoni como uno de los autores más extravagantes y asertivos de la actual poesía chilena.