"Formas de volver a casa", de Alejandro Zambra
Por Marcelo Beltrand
La Voz de Valparaíso,
Jueves, 3 de noviembre de 2011
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Leí el último libro del escritor Alejandro Zambra, Formas de volver a casa, su tercera novela. Y se lee rápido, gracias al estilo directo y al lenguaje sencillo. Al inicio logramos imaginar al niño recorriendo su memoria, reconstruyendo los paisajes, calles y casas de su infancia; el tono, sin estridencias ni lenguaje rebuscado, ayudan a eso, a la imaginación. En Formas de volver a casa el autor revive toda una generación, una época, la historia.
En pequeños hechos y detalles el lector, necesariamente, volverá a sus lugares, a sus espacios, a su barrio. Como hecho importante, se recuerda el terremoto del 85, la experiencia del personaje, la de sus vecinos y con habilidad, se queda en la minucia que significa la imagen desfigurada del recuerdo. Pero más que esa mirada, están los temas que va dejando a un lado, los nombra, los toca, los mira: la memoria, el Chile en Dictadura, la identidad, la relación con los padres, todo, tratado como en un boceto, como si el libro aún no se terminará. Con todo, logra situarnos y mostrarnos los temas. Por otra parte, el título (lo mejor del libro), no sólo hace alusión directa a la primera imagen del libro, sino que, actúa como metáfora, en cuanto a reencuentro del personaje (autor) con su propia historia.
Ahora bien, para ser la tercera novela, Zambra vuelve al estilo de sus dos anteriores libros, la simpleza y concisión, que por ser ésta, la tercera novela, se agota. Leemos la historia y no podemos dejar de ver al autor, no a un narrador ficticio, vemos al autor en cada uno de los hechos y esperamos, vanamente, a que la historia, la ficción, se desarrolle.
Escribir desde el ombligo, como punto de inicio, es un recurso que se puede utilizar, pero no se debe abusar, ya que el lector espera leer ficción, una historia que no es la historia del autor.
Por otra parte, es cierto que todo lo que el escritor escribe tiene que ver con él mismo, pero, el lector no tiene porque saberlo. Claro, si escribe su biografía, está declarando abiertamente, que lo que se va a leer, es toda verdad, o, se acerca a ella, es lo que llaman, no ficción. Pero si dice, que es una novela o que son cuentos, lo que está diciendo, es que ha escrito ficción. Que los personajes no son reales, que ha distorsionado los hechos, que ha construido un pequeño mundo a su entero antojo y, puede que todo lo que cuente es cierto, es absolutamente toda la vida del escritor la que está contada, con otros nombres, otros escenarios, otro tiempo, pero, el lector no se entera, no sabe, no se dice, a lo más, lo intuye. La referencia directa del autor en la historia, se olvida, o es subsumida por la historia, por la ficción.
Murakami, en su libro Al sur de la frontera, al oeste del Sol, utiliza, como parte de la vida del personaje, su propia experiencia como dueño de un club de jazz, de eso nos enteramos si leemos el libro De qué hablo cuando hablo de correr, del mismo autor. O tenemos el caso de Kundera, este, se incluye en gran parte de sus libros, por no decir en todos, es su experiencia la que está relatada, pero, la historia, los personajes, las escenas, superan al recurso. La historia sobre la herramienta literaria. Zambra con Formas de volver a casa agota el recurso, la técnica y, se queda en la superficialidad. Zambra, olvida que cuando se escribe, se juego al ocultamiento.