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Entrevista a Alejandro Zambra

“No confío en Piñera”

Por Javier García
La Nación Domingo. 7 de febrero 2010

 

Lleva un diario de vida y lo prefiere a la bitácora digital. Le gusta agotar a los autores y su biblioteca da cuenta de la opción, donde se pueden ver como en un desfile los libros de W. H. Auden, J. M. Coetzee, Natalia Ginzburg, Kafka, Borges, Walter Benjamin y las recopilaciones de entrevistas de Paris Review.

El dueño de casa es Alejandro Zambra (1975) y a las 11 de la mañana debe abrir una nueva cajetilla porque los cigarrillos se le terminaron. Tiene un cartón. Dice que le gusta fumar y se le nota. Apaga uno, y el fotógrafo le dice que prenda otro para retratarlo. “La única persona que me obliga a fumar”, dice entre risas el autor de cuatro libros. Dos de poesía y dos novelas.

“Bonsái” (2006) y “La vida privada de los árboles” (2007), publicadas por Editorial Anagrama, sacaron ronchas, envidias y halagos. De la breve primera novela, de 94 páginas, ha tenido resultados inesperados.

El año pasado lo contactó el director de cine Cristián Jiménez, quien alucinó con las imágenes de “Bonsái”. Al principio Zambra le dijo que no, porque creía que la novela era muy poco cinematográfica, pero luego le pidió que le mostrara algo de su trabajo y vio “Ilusiones ópticas”.

“Después de ver la película me convertí en admirador de Jiménez y tengo plena confianza en lo que va a hacer. A él le gustó la atmósfera que hay en el libro, pero lo mejor que le puede pasar es que al final se olvide de la novela”. Y agrega, riéndose, “estoy absolutamente seguro de que la película va a ser mejor que el libro”. La cinta se estrenará el próximo año y la ciudad de Valdivia será una de las locaciones.

“SOY MUY NACIONAL”

-Después de las publicaciones de tus dos novelas se produce un reconocimiento inesperado. ¿Cómo viviste eso?
-Con extrañeza. Yo vengo del mundo de los poetas, de las publicaciones que van de mano en mano. Los lectores son un amigo, el amigo de un amigo, la polola del amigo de un amigo, y así. Me gustaba eso pero también me gusta lo que pasa con las novelas, que tienen vida propia y les pierdes la pista. En todo caso no estoy muy pendiente de la recepción de mis libros. Se dice que publicar un libro es como parir, pero lo siento más como cuando los hijos se van de la casa. Esperas que les vaya bien, que hablen bien de ellos, que no se droguen tanto, que no hagan sufrir a nadie, que nadie los haga sufrir.

-¿Y tienes algún reclamo por esos libros?
-Ninguno. O bueno, que, excepto en España, son muy caros, y siempre tengo que estar pidiendo disculpas por eso. Recuerdo en Lima algo lindo cuando unos niños se acercaron con las dos novelas fotocopiadas y muy bien anilladas y me pidieron que se las firmara.

-Has sido considerado como uno de los escritores latinoamericanos con “mayor proyección internacional”, a decir de la prensa.
-Sí, pero yo soy muy nacional. Me gusta Santiago, escribir de cosas que tengo muy cerca. Una cosa que me gusta de los viajes es que puedo descubrir expresiones, conocer la lengua de los demás y entender mejor el habla chilena.

-Muchos dicen que eres un escritor de éxito.
-Para mí el éxito es sólo un programa que hacía el “Pollo” Fuentes en los ’80. Y creo que nunca se la voy a ganar al toro (risas). Entiendo que los libros han encontrado a sus lectores y eso es bueno y bello, pero no quisiera sumarme a la vanidad que se respira en todas partes. Hay demasiadas personas que en vez de ser escritores quieren ser personajes, y no creo que eso sirva de mucho. No creo que sirva vivir o escribir al amparo de una “obra”. El concepto de obra es un lastre. Al escribir me siento cada vez más amateur, más cerca del balbuceo. Siempre escribes el primer libro.

-¿Crees en la idea del escritor que siempre está escribiendo el mismo libro?
-Sí. El libro no cambia, es el escritor el que cambia. Yo tiendo más bien a la repetición, a la obsesión. Hace un tiempo me di cuenta que en mi primer libro de poemas, “Bahía inútil” (1998), hay referencias a Emily Dickinson y a Ezra Pound que luego aparecen en las novelas. No me había dado cuenta que esas imágenes me habían acompañado tantos años.

ESTÉTICA DE LA VILLA

Zambra se toma el pelo, recoge su cuerpo, se estira, apaga un cigarrillo y cuenta que está por finalizar su nueva novela. “Está casi lista” dice, y sobre el título confiesa que tiene tres nombres. Dos parecidos, uno completamente distinto. Debe elegir, y a eso le da vueltas y vuelve a estirar sus brazos.

-¿De qué se trata?
-Es sobre la infancia y está ambientada en Maipú. Habla de esa clase media nueva, sin historia, que emergió a fines de los años 70. Me interesa esa estética de la villa que se daba en Maipú o en La Florida, que entonces eran territorios formulados para borrar la historia, para ocultarla. Es también una novela sobre el presente. En alguna medida muestra el trayecto que va de la dictadura al presente. Durante muchos años creímos vivir en la novela de los padres, todo lo que hacíamos estaba ligado a lo que habían hecho tus padres. Si estaban vivos, si habían estado presos, si eran de derecha o izquierda, durante muchos años nos criamos en esa certeza.

-Porque los fracasos eran de ellos.
-Claro, y hay un momento en que descubres fracasos que son enteramente tuyos. Me interesa narrar esa proximidad con la culpa y con la inocencia durante la infancia. Y también rescatar ese paisaje que parece anodino. La novela nació cuando Jacinto Bustos me invitó a un ciclo que se llamaba “Radiografías de Santiago” en el Centro Cultural Manuel Rojas. La idea era escribir sobre Santiago, pero yo preferí escribir sobre Maipú, que no es Santiago, por mucho que haya crecido y se le parezca.

-¿Cómo era Maipú en esos años?
-Era todavía un poco campo, pero había ya muchas villas, instaladas seguramente en los terrenos que habían estado en disputa durante la UP. Era todo muy uniforme, con excepción de la famosa piscina y el Templo Votivo. Recuerdo también que en el Colegio Don Orione, en Cerrillos, el máximo honor era integrar la banda de guerra. Más encima yo vivía detrás del estadio de Maipú, donde ensayaban las bandas de guerra de otros colegios. Entonces el soundtrack de mi infancia es terrible, con el retumbar de los tambores todo el día.

-¿Hay una relación con “La vida privada de los árboles”?
-Sí, en “Bonsái” y “La vida privada de los árboles” los protagonistas desconocen a la familia, recuerdan su infancia, pero prefieren desoír esos recuerdos. Pero hay un momento en “La vida privada…” en que el personaje recupera el tiempo, hacia 1984, cuando pasaba el día viendo las Olimpíadas de Los Angeles, y piensa que le gustaría leer un libro donde se hablara de las cosas que sabía a los 8 ó 9 años. La novela nueva es eso en alguna medida.

LIBROS COCA-COLA

-¿De las temáticas de la actual literatura chilena podría definirse una nueva generación?
-Sí, yo creo que hay más gente escribiendo en plena libertad, sin apegarse a las modas. Gente que escribe los libros que quiere escribir, libros que no necesariamente son los que la academia o el mercado quieren leer. Hay mucha diversidad estilística y eso no puede ser malo. Me impresionó “Camanchaca”, la novela de Diego Zúñiga, quiero leer lo que él siga escribiendo. Y los libros de Maori Pérez. Ellos son de una nueva generación, los demás estamos ya bastante pasaditos.

-¿Influirá la amplitud del mercado editorial?
-Lo que hacen editoriales como Lanzallamas y La Calabaza del Diablo es muy importante. Les costó conseguir una cierta legitimidad, pero lo lograron. Creo que para los lectores de verdad cada vez es menos relevante que un libro se publique en Random House o en La Calabaza o en la Editorial Ripio o en Sangría. La renovación de la literatura chilena pasa por lo que hagan a pulso esos y otros tantos sellos independientes.

-¿Cómo crees que se percibe en Chile el “boom” Bolaño?
-Me parece excelente que se lea y se admire y se discuta tanto a Bolaño. Sobre esas antiguas polémicas, por desgracia son muchos los escritores que entienden la literatura como un espacio de competencia, con la misma lógica del libre mercado. Es absurdo, porque los escritores están fuera del mercado, nadie vive de sus libros, salvo esos narradores que escriben como buscando el ingrediente secreto de la Coca-Cola.

-¿Qué balance haces de la generación de poetas de los noventa, tus compañeros de ruta?
-No es tiempo de balances, sino de terceros o cuartos libros, y me entusiasma mucho este momento. “Chaquetas amarillas”, de Andrés Anwandter, me parece una obra importante, al igual que “El cementerio más hermoso de Chile”, de Christian Formoso, y “Material mente diario”, de Alejandra del Río. Este año Germán Carrasco publicará “Ruda” y Leonardo Sanhueza “La ley de Snell”, dos libros tremendos que he tenido la suerte de leer.

-¿Y poetas más jóvenes?
-Me han gustado libros recientes de poetas como Christian Aedo, Juan Santander, Priscilla Cajales y Manuel Illanes. Y espero nerviosamente “Alameda tras las rejas”, de Rodrigo Olavarría, un poeta a quien admiro mucho.

LOS LEGIONARIOS

-¿Qué es lo que no te gustaría que se produjera en cultura en el gobierno de Sebastián Piñera?
-Ojalá Piñera no ningunee la institucionalidad cultural que construyó la Concertación, que está llena de errores, de ideas maravillosas concretadas de forma no tan maravillosa, pero merece una continuidad. No espero mucho de Piñera. No espero nada bueno, en realidad. Sería terrible, por ejemplo, que se dejara de apoyar el sistema de bibliotecas, que hasta aquí ha avanzado mucho y bien.

-¿No hay artistas en la derecha?
-Claro que los hay, pero es peligrosa esa confusión, que le encanta a la derecha, sobre la palabra artista, todo el mundo debería tener claro que Marlen Olivari es muy bonita, pero no es artista, que Lucho Jara no es artista… El artista es alguien que no le sirve nunca a ningún gobierno, a ninguna multitienda. Una cosa buena que ocurrió en la Concertación es que se ayudó a artistas sabiendo que no iban a atornillar al derecho. Ese mensaje que mandó Raúl Ruiz a Eduardo Frei creo que tiene mucho sentido: hay que poner atención a las cabezas de pescado. La Concertación construyó algunas zonas de diálogo y a veces dio señas muy equívocas, pero sólo desde ahí puede salir algo genuino. Digo esto porque sinceramente no creo que la derecha sea capaz de ese diálogo. Creo que el gobierno de Piñera fomentará la idea de que un escritor debe convertirse en un empresario y venderse a toda costa. Pero un escritor es por definición un ser ocioso, es bueno recordar la diferencia entre ocio y negocio.

-¿Crees que seguirán instancias como el Fondart?
-Ojalá, porque le dieron un dinamismo enorme a la cultura. Pero no quiero ni pensar en lo que sucederá cuando las mentes de la UDI diriman o comenten algún proyecto provocador. Además, creo que a esa gente casi todo les parece provocador. La verdad es que le tengo mucho miedo a la UDI.

-¿No confías en Piñera?
-Ni en Piñera ni en sus amigos. La UDI, los Legionarios de Cristo, el Opus Dei, en fin. Que esos grupos estén en el Poder Ejecutivo, lo único que les faltaba, es muy peligroso.


 

 

 

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“No confío en Piñera”.
Entrevista a Alejandro Zambra.
Por Javier García.
La Nación Domingo. 7 de febrero 2010.