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El Proyectista

M(i) V(ida) Diarios (1911-1917) de Juan Emar. LOM, 2007, 348 páginas

Por Alejandro Zambra
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 4 de Febrero de 2007



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"Basta inventarlos para verlos", decía Elias Canetti sobre los caracteres, ese género en extinción que practicó en El testigo oidor y cuya escritura recomendaba para combatir la parálisis literaria. Leyendo M(i) V(ida), la selección de diarios juveniles de Juan Emar que acaba de publicar la editorial Lom, he recordado "El proyectista", uno de esos afilados esqueletos de Canetti, y no sólo a raíz de los innumerables proyectos incumplidos que Emar anuncia en sus diarios, sino también porque desde hace años proyecto leer las cinco mil y tantas páginas de Umbral, la obra mayor de Juan Emar.

Ya se sabe que el proyectista vive a la espera del día en que materializará sus planes, un día que no llega nunca, pues, naturalmente, en el camino surgen nuevos proyectos que es preciso agregar al futuro. Por mi parte, la lectura de Umbral es siempre inminente: más que un proyecto tengo la convicción de que algún día leeré Umbral, una certeza alegre que de seguro comparto con los cien o mil emarianos que no han leído Umbral, y que muy probablemente sea vista con recelo, con severidad, por las dos o diez o cuarenta y tres personas que sí leyeron esa novela inmensa.

Hace un par de años el poeta Tomás Harris tuvo la gentileza de prestarme uno de los pilares de Umbral, que dejé pasar, a la espera de tiempos menos trajinados. Nunca devolví el libro y a estas alturas sería difícil regresarlo, pues entiendo que ahora Harris descansa de la civilización en algún insondable mundo paralelo ("basta inventarlos para verlos"), por fin ajeno a las garras del sistema. Antes de irse, por fortuna, Harris editó, junto a Pedro Pablo Zegers y Daniela Schütte, esos diarios que Emar llevó entre 1911 y 1917, cuando aún se llamaba Alvaro Yáñez Bianchi.

La lectura de M(i) V(ida) puede resultar algo decepcionante para quienes conocemos Cavilaciones, un decisivo diario inédito de 1923-24 que David Wallace estudió y anilló hace ya más de una década, y que desde entonces ha corrido de mano en mano, en impecables y muy bien anotadas fotocopias. A pesar del anecdotismo que por momentos prevalece, M(i) V(ida) recupera un valioso material de apresto, que da cuenta, sobre todo, de la permanente incomodidad de Emar con ese mundo de "despojos embalsamados" en que "los escritores escriben Maupassants, los poetas hacen Bécquers al por mayor y los pintores pintan en español o en francés". Por lo pronto Emar no sabe cómo lidiar con la corriente: "Para rebelarse es menester un cierto valor, y ese valor no lo tengo", anota en su diario, forzando un poco la tinta, pues él sabe muy bien que escribir es, justamente, una forma de resistencia: "Si no luchara, ¿qué sería de mí? Iría —ya lo veo— a parar al Senado, cúspide de las mayores glorias concebidas por los ciudadanos de Chile".

Emar, el hombre que escribía para escapar del Senado, protagoniza un presente adelgazado por ese futuro largo de grandes planes: "Vagaba por mi casa en silencio y de pronto me detenía: un nuevo proyecto acababa de cruzar mi mente", escribía entonces; "Toda vida heroica es ese no querer ser lo que somos", dirá más tarde, al comienzo de Cavilaciones, retrocediendo al tiempo del sufrido entusiasmo por la obra venidera. Uno de los pasajes curiosos de M(i) V(ida) registra la esperanzada lectura que hace Emar de ¡Ayúdate!, un libro de Samuel Smiles muy popular en la época, que aseguraba que para ser un genio sólo hacía falta trabajar y trabajar y trabajar: "Y si de pronto me asaltaba el temor de las dificultades, ¡oh!, ahí estaba Smiles diciéndome: ¡No hay tal! Con la constancia rabiosa de la hormiga o del tonto todo se puede".

Ya sabemos que no duró mucho ese romance con Smiles. El proyectismo, en cambio, persistió, pues, como advierte Canetti, los caracteres son meras excusas para autocontemplarse. El proyectista Emar fue, a la postre, un testigo atento que interrogaba su propia voz, que desplazaba su voz para que hablaran los otros; un creador de "máscaras parlantes", un creador a secas, más bien. Algunos proyectos murieron de muerte natural y los demás se acoplaron a la escritura asombrosa de Ayer, de Un año, de Miltín, de Diez.

Y de Umbral, claro. Tal vez el merecido encierro veraniego sea el tiempo para leer Umbral. No lo sé. Por lo menos he concretado el antiguo proyecto de escribir sobre el proyectismo. Y como quedan estas líneas finales que nadie lee, aprovecho de pegar un fragmento de M(i) V(ida) que no viene a cuento pero me gusta mucho: "Si en vez de nacer cuando nací hubiera nacido en tiempos de los griegos, habría dedicado mi vida al arte, y este arte lo habría desarrollado en una soledad deliciosa que sólo habría sido interrumpida por los antipáticos juegos olímpicos".

 

 

 

 



 

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LOM, 2007, 348 páginas.
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