Formas de asaltar a Zambra
Alvaro Enrigue
Escritor mexicano, autor de Hipotermia
y Vidas perpendiculares.
El manuscrito de Formas
de volver a casa fue trabajado por Zambra
durante una larga
estancia en Ciudad de México,
en la que lo asaltaban casi todos
los días. Durante los meses
que pasó en el DF cenábamos
una o dos veces por semana,
en casa: lo robaban tanto que
Valeria y yo optamos temprano
por ni pisar la calle en su
compañía.
Durante esas cenas seguíamos
una rutina similar: comentar
entre mezcales los episodios de
violencia que había padecido
desde el último encuentro y
enlistar los libros que no habíamos
podido terminar de
contemporáneos más exitosos
que nosotros; pasar a la mesa y
el vino discutiendo los defectos
y virtudes del “Chupete” Suazo;
desmadejarnos en whisky.
Al final lo acompañábamos
hasta el taxi en que seguro lo
asaltarían ya bajo la luz templada
de la aurora.
Durante todas esas noches, ya
en la zona del escocés, había
siempre un largo capítulo en el
que Zambra enlistaba las razones
por las que uno no debería
ser escritor. He sido su amigo
durante suficientes años para
saberme de memoria todas sus
cantaletas y lo he sido con tanta
devoción que las disfruto
cada vez más. Me cayó de maravilla
cuando platiqué con él
por primera vez tomando café
en una barriada de Bogotá –en
la que no nos asaltaron— y
cuando a los pocos días lo leí,
pensé que por primera vez en
décadas las clases medias latinoamericanas
tenían un narrador
digno de su distinguida y
tibia epopeya. Tal vez debería
ser, entre todos los autores de
nuestra generación (incluyéndome),
el único que no debería dejar de escribir.
Leí el manuscrito de Formas
de volver a casa ya que se había
ido –y en consecuencia lo
habían dejado de robar. Al
poco de su regreso a Santiago
envió un archivo electrónico
con instrucciones de no abrirlo.
Lo leí y me pareció, sobre
todo, un libro importante: una
revisión del trauma de los 70
latinoamericanos cuya deslumbrante
inteligencia descansa
en la modestia de su
perspectiva, en la ternura con
que cultiva a sus personajes, en
la seca honestidad con que ilumina
la enfermedad de una generación
que, si sigue siendo
latinoamericana, es gracias a
que sus padres -los de todos
nosotros- colaboraron de un
modo más bien triste con algún
sistema brutal.
En la hora tan emocionante
de las apuestas, me parece que
con esta novela Zambra dejará
de ser un autor chileno para
ocupar un centro que merecía
desde La vida privada de los árboles: el de un autor latinoamericano.
El asunto me preocupa
un poco: seguro cuando
venga a presentar a México lo
van a empezar a asaltar desde
que se suba al avión.