Alejandro Zambra: "Tenía la necesidad de recuperar el paisaje de la infancia y los 80"
Por Roberto Careaga C.
La Tercera. Sábado 23 de abril de 2011
Pensó que era el fin del mundo. Lo pensó varias veces durante el terremoto del 27 de febrero de 2010. Luego, Alejandro Zambra (1975) salió al pasaje donde vive, en La Reina, y comprobó que sus vecinos estaban bien. "Ustedes, cómo están", le preguntaron y él, sorprendido, mintió: "Estamos bien". Esa noche, y desde hacía dos años, estaba solo. Vivía solo desde su separación. Antes de que amaneciera, Zambra caminaba por su barrio en solitario. El mundo seguía en pie, pero algo suyo estaba en el suelo: una novela. La novela que estaba escribiendo esa noche dejó de tener sentido.
Formas de volver a casa no terminó en la basura, pero se convirtió en otro libro. Era una historia de los 80 en Maipú, donde un niño se asomaba a la resistencia contra la dictadura. Hoy, a menos de una semana de llegar a librerías, la novela es la historia de ese niño, pero también es la del propio Zambra en los días en que la escribía: los ecos de su separación, su niñez en Maipú en los 80, sus padres, sus dudas sobre la novela y la soledad. Antes era pura ficción, ahora la mitad es verdad. "De pronto -dice-, sientes la necesidad de la honestidad absoluta".
Llegar a la honestidad de Formas de volver a casa fue un proceso: en Bonsái (2006), el narrador controlaba desde lejos a los personajes, luego, en La vida privada de los árboles (2007) se aproximó hasta muy cerca del protagonista, y ahora es incapaz de la distancia: "Llega a la no ficción", dice Zambra, que desembocó ahí por una necesidad personal.
"Tenía la necesidad de hablar sobre la infancia, sobre los 80. Quería recuperar ese paisaje y aceptarlo como mío. Tal vez necesitaba hablar de mí. Quizás sí hay mucha autorreferencia", dice.
Ficción vs. no ficción
Zambra habla entre viajes. Acaba de llegar desde Lima, donde participó en el Festival Eñe de literatura. El jueves pasado, en tanto, era el escritor en la mesa del Día de Chile en la Feria del Libro de Buenos Aires y cuenta que en mayo viajará a Europa: lanzará Formas de volver a Casa en España, y luego partirá a Francia invitado a las Escapadas Literarias, un encuentro en Draguignan, Francia. Justo antes, se hará tiempo para pasar por el Festival de Cine de Cannes, donde Cristián Jiménez presentará su adaptación de Bonsái.
No sería raro que en 2011 Zambra también se aparezca por Nueva York: Farrar, Straus & Giroux, la misma editorial que hoy publica a Roberto Bolaño en EEUU, contrató para el inglés Formas de volver a casa. Allá no sería raro que al hablar del libro tenga que hablar de Pinochet y la dictadura, el telón de fondo de la historia del niño en Maipú. No le molesta. "Para los que crecimos en dictadura, esa es nuestra infancia. Mi generación no puede escribir de la infancia y no hablar de eso", dice.
Zambra terminó de convencerse que debía escribir sobre su niñez durante largas conversaciones con su amiga Andrea Insunza, nieta de Luis Corvalán, viejo jerarca del Partido Comunista. "Hablábamos sobre la infancia y descubríamos sensaciones parecidas en biografías completamente distintas", dice.
Su experiencia infantil, plasmada en Formas de volver a casa, era esta: en los 80 era un protegido del horror en una familia deliberamente apolítica. Sabía de Pinochet por la televisión, pero terminó de tener claro el panorama cuando en 1987 entró al Instituto Nacional. En la parte de ficción, al niño le pasa algo: por encargo de una amiga, espía a un vecino que vive solo. Las experiencias de ambos se mezclan en Formas de volver a casa.
"Es fácil escribir sobre la infancia idealizándola. El tema es cómo hacerlo sin alardear de culpa o inocencia. Porque es devastador pensar que a los nueve años el mundo era una porquería y para ti era un espacio cálido", dice. "Yo no espié a nadie, pero viví en un mundo en que todos de alguna forma se espiaban. Primaba la desconfianza. Eso quería capturar y al comienzo confié en la ficción", dice.
- ¿No bastaba la ficción?
- No. Buscaba un libro que pudiera ser escrito por mí. Conocemos mil historias de la dictadura y podemos contarlas bien, pero cuáles son las que te corresponden. Y me interesaba reflexionar genuniamente sobre la historia que estaba contando. Yo crecí en una familia sin muertos y protegido.
- Hablas de gente real y de ti mismo en la novela, pese a que escribes: "Es mejor no aparecer en ningún libro".
- Es uno de los pocos versos que escribí en el tiempo que escribí la novela. No quiero ser misterioso, pero me pregunto en qué medida uno inevitablemente se autorrepresenta en un libro. También tiene que ver con lecturas, con la prosa irremediablemente autobiográfica de Natalia Ginzburg.
- ¿La novela es irremediablemente autobiográfica?
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Creo que sí. Asumí que hay que hablar y al momento de hablar de ciertas cosas ninguna máscara realmente sostiene tu rostro.
- ¿Hasta dónde llegaste sin que apareciera el diario?
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Casi al final, pero la novela no me gustaba. El peso de las elecciones ficticias me molestaba. Luego pasaron cosas que me hicieron replantearme el libro. Y sucedió un terremoto. Esa noche salí a caminar, estaba muy impresionado, pensaba que se acababa el mundo. Y, bueno, creo que me sentí solo.