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Un libro que podría haber escrito yo

Por Alejandro Zambra
La Tercera Cultura. Sábado 6 de diciembre de 2008

 

"Un libro que podría haber escrito yo", se lee en la faja de Me refiero a los Játac, la novela del catalán Carlos Peramo que recibió, el año pasado, el Premio Bruguera. La frase pertenece a la narradora Ana María Matute, autora de una obra lo suficientemente importante como para oficiar, sin culpas, de madrina literaria, a la manera de esos estelares de televisión en que un cantante consagrado presenta a un novato.

En calidad de jurado exclusivo del premio Bruguera, Ana María Matute leyó centenares o al menos decenas o tal vez -en honor al tiempo- sólo siete u ocho novelas, y eligió, a la postre, la que más se asemejaba a su propia obra. No es el mejor criterio, pero tiene el mérito de la transparencia: para ganar el premio habría que escribir como el jurado, cuestión bastante sencilla si se trata de un jurado unipersonal, aunque más interesante en el caso de que fueran cinco o seis -o cien- los jueces. De seguro hay concursantes expertos en esos ejercicios de estilo.

Hace unos días estuve a punto de comprar el libro de Peramo, pero retrocedí a tiempo, pues honestamente me interesaba, más que la novela, la posibilidad de anular, en la lectura, esa frase equívoca. Pensé en leer Me refiero a los Játac sólo para comprobar que el ahijado superaba a la madrina, aunque para eso debería leer también algo de Ana María Matute, cuya obra completa pertenece, para mí, al sobrepoblado ámbito de lo ya no leído. El tema no es grave, en todo caso: se sabe que a la primera de cambio las editoriales levantan maestros o discípulos, y el periodismo cultural suele caer fácilmente en el juego de los dobles, de los herederos, de los nuevos y de los viejos, de los postergados y de los redescubiertos.

Actualmente es raro que un escritor se presente sin padrinos, sin elogios previos de algún premio nacional o regional o de algún diputado sensible, por último. Pero sería mejor que el padrino o la madrina reconociera, en el auspiciado, un cierto talento autónomo. Cuando una obra parece intrascendente suele decirse: hasta yo podría haber escrito este libro. No es ese el sentido -espero- del elogio de Ana María Matute, que podríamos traducir así: esta novela es tan buena que incluso yo, una escritora probadamente excelente, podría haberla escrito. O, mejor me da envidia no haber escrito este novela, que es mucho mejor que cualquiera de las mías, a pesar de que mis novelas son, sin duda, como todo el mundo sabe, estupendas.

Entiendo que una de las características más destacadas de Ana María Matute es su sentido del humor, por lo que habría que atribuir esa frase ambigua a un exceso de optimismo o a un lapsus (y la existencia de esta columna a un exceso de celo o de prisa o de aburrimiento). Por lo demás, muchos escritores y críticos se han valido de fórmulas similares para construir sus elogios, lo que parece comprensible, pues el arte de alabar es bastante más difícil y sospechoso que el arte de reprobar. Pero es preferible pensar que nadie salvo Carlos Peramo podría haber escrito Me refiero a los Játac. No creo que la literatura deba reducirse a un juego de dobles o de padrinos y ahijados. Sería, a decir menos, un juego muy aburrido.

 

 

 

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Por Alejandro Zambra.
La Tercera Cultura. Sábado 6 de diciembre de 2008