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UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADO
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES
DEPARTAMENTO DE LENGUA Y LITERATURA
VINCULACIONES HÍBRIDAS
EL VÍNCULO SOCIAL EN CUATRO TEXTOS NARRATIVOS CHILENOS RECIENTES:
EN COMPAÑÍA DE ACTORES, LIBRO DE PLUMAS, LA VIDA PRIVADA DE LOS ÁRBOLES Y BONSÁI.
TESIS PARA OPTAR AL GRADO DE LICENCIADO EN LENGUA Y LITERATURA
PIA ARRIAGADA AGUIRRE
PROFESOR GUÍA:
IGNACIO ALVAREZ
SANTIAGO - CHILE
2007
Índice
I. Introducción…………………………………………………………………. 2
II. Coordenadas dentro del mapa………………………………………………. 3
A. Telegrama informativo…………….……………………………………... 3
B. Genealogía literaria……………………………………………………….. 5
III. Instrumentos de navegación: Identidad, posmodernidad y vínculo social…. 10
IV. En alta mar: el vínculo social en Torche, Labbé y Zambra…………………. 14
A- En un nivel individual de las relaciones sociales………………………… 14
... 1. Vínculo Familiar………………………………………………….. 14
... 2.
Vínculo de Pareja…………………………………………………. 22
... 3.
Vínculo de Amistad………………………………………………. 28
B- En un nivel más amplio de las relaciones sociales………………………... 32
... 1. Vínculo Nacional………………………………………………….. 32
C. En un nivel universal de las relaciones sociales…………………………… 35
1. Soledad……………………………………………………………… 35
V. Llegando a puerto……………………………………………………………... 38
Bibliografía……………………………………………………………………….. 44
I. Introducción
La hipótesis sobre la cual trabajaremos surge al preguntarse por el tipo de vínculo social que se da en la novela posmoderna chilena, específicamente en En compañía de actores de Pablo Torche, Libro de plumas de Carlos Labbé, en La vida privada de los árboles y Bonsái de Alejandro Zambra, que serán nuestros textos narrativos de estudio.
Las pretensiones de este trabajo apuntan a comenzar a vislumbrar el posible surgimiento de un nuevo grupo de escritores chilenos del siglo XXI y su narrativa, la cual estaría dando cuenta de la sociedad a la que pertenecen.
El análisis del vínculo social, a nuestro parecer, es el indicador pertinente para identificar el tipo de relaciones que se da entre los sujetos y, en ese sentido, estas obras narrativas constituyen una muestra de la sociedad y sus vínculos.
Es por ello que estos autores podrían ser parte de un nuevo grupo dentro de la literatura chilena pues, basados en nuestros hallazgos, el vínculo social que retratan sus narrativas da cuenta de una nueva o diferente forma de relación entre los sujetos: ya no serán solamente vinculaciones naturales o solamente vinculaciones culturales sino que, de alguna manera, se producen ambas simultáneamente: una a través de la otra, una en términos de la otra.
II. Coordenadas dentro del mapa
A. Telegrama informativo
Considerando cuatro narraciones de tres jóvenes escritores chilenos, revisaremos de qué manera se establecen los vínculos sociales entre los personajes. Comenzaremos con un acercamiento a los autores y, desde la crítica que se ha escrito de sus obras, nos aproximaremos, asimismo, a sus narrativas. Alejandro Zambra (1975), Pablo Torche (1974) y Carlos Labbé (1977): tres santiaguinos, treintañeros, formados en literatura y autores de publicaciones recientes parecen estar instalándose en la escena narrativa chilena. Revisemos, a continuación, breves reseñas informativas a cerca de los autores y sus obras.
Zambra comienza como poeta y crítico, para luego publicar el 2006 su primera novela, Bonsái, y el 2007 la segunda, titulada La vida privada de los árboles(1). Con Bonsái recibió tanto buenas como malas impresiones. Camilo Marks en la Revista de Libros de El Mercurio, Carlos Labbé en Sobrelibros.cl, Miguel García-Posada en el Suplemento ABDC de España, Juan Manuel Vial en La Tercera Cultura, entre muchos otros, valoran la obra de este joven escritor, destacando la originalidad que logra desarrollar en pocas páginas; el hecho de que publicara ambas novelas en la editorial Anagrama, además, es considerado como un logro importante, pues sólo tres chilenos más han publicado en dicha editorial: Donoso, Bolaño y Lemebel. También se destaca el notable crecimiento o evolución que experimenta con su segunda novela, La vida privada de los árboles. José Promis, en la Revista de libros de El Mercurio, limitará sus elogios por la brevedad de la novela, considerando incluso que no califica para este género por su corta extensión. Lucero de Vivanco, en el sitio web letrasenlinea.cl, publica una interesante crítica a Bonsái, destacando la genialidad del joven autor y describiendo la obra como “una novela en escorzo”, término que también podría ser aplicable a La vida privada de los árboles. El principal interés de las novelas de Zambra radica, a mi juicio, en la muestra del sujeto fragmentado que es el Julio de Bonsái,y en los vínculos que Julián establece, especialmente con su hijastra Daniela, en La vida privada de los árboles.
Pablo Torche, por su parte, se ha dedicado al guión teatral y cinematográfico. El año 2001 publica Superhéroes, y el 2004 En compañía de actores, ambos libros de relatos(2). La recepción de sus textos no ha sido tan ruidosa como la de Zambra con Bonsái, sin embargo recibe una crítica favorable que se conjuga además con los premios de los que se hizo acreedor. Mónica Ríos, por ejemplo, retrata, a En compañía de actores, como un texto terapéutico que busca su propia voz, lo que lo hace muy interesante. Para nosotros, lo esencial en los cuentos de Torche será también su insistencia en un sujeto fragmentado que, a diferencia de Julio en Bonsái, se presentará en cambio desvinculado de otros sujetos por propia opción.
Carlos Labbé también ha estado ligado a los guiones de cine y televisión, es crítico literario y ha publicado dos novelas: el 2004 Libro de plumas y el 2007 Navidad y Matanza.(3) La recepción de sus novelas y cuentos ha sido favorable; una gran originalidad y un texto fragmentario, y un texto complejo e inteligente, como lo denominó Patricia Espinosa en la revista Rocinante, sumado a la importancia que ha tenido Internet en sus publicaciones, como en Navidad y Matanza, son elementos que llaman la atención del lector, pues éste último texto fue construido de forma colectiva en un blog que, posteriormente, Carlos Labbé compiló y publicó. Joaquín Cociña escribió un trabajo llamado “Interpretación hermenéutica de Libro de plumas, novela de Carlos Labbé”, en el cual desglosa de manera bastante acuciosa la novela de Labbé, y en donde es posible comprender a cabalidad los puntos intertextuales que posee esta obra, lo que lo posiciona como un trabajo muy útil para la buena lectura y comprensión de Libro de plumas. Nuestro interés en esta obra radicará en la multiplicidad de vínculos que logra Máximo, tanto con su entorno familiar, de pareja, como en el histórico nacional.
B. Genealogía literaria
Antes del análisis detallado de los textos, será preciso ubicar a los autores dentro de la historia de la novela chilena y, al mismo tiempo, asumiendo que escriben en la época posmoderna, establecer desde qué lugar de esta estética surgen sus narraciones.
Desde el modelo de las generaciones de Cedomil Goic intentaremos organizar, en primer lugar, una estructura más bien lineal para situar a estos escritores en el contexto más amplio de la historia de la novela chilena de las últimas décadas (9-18).
El antecedente inmediato de nuestros narradores es la generación del ochenta y siete, los autores de la llamada “Novela de la Orfandad”, que integran escritores como Sonia Montecino, Marcela Serrano y Alberto Fuguet, entre otros. Nacidos entre 1950 y 1964, tendrían su vigencia desde el año 2000 hasta el 2014. Dividirán su imaginario en tres partes: antes, durante y después del régimen militar; son llamados por Rubí Carreño como la generación de los “exiliados-retornados”, y sus textos darán cuenta de ello con una literatura que girará en torno a temáticas ligadas al 11 de septiembre de 1973: sus consecuencias y repercusiones (Carreño 105). La “cultura política” que Rodrigo Cánovas identifica en la generación del setenta y dos (16-7)(4) continúa de alguna manera en la generación del ochenta y siete; sin embargo, las condiciones de producción han cambiado notablemente: el mercado editorial comienza a crecer, lo que, conjugado con la pronta llegada de la democracia, propicia la entrada de estos autores a la sociedad (Cánovas 19-20). Ambas generaciones están relacionadas con una postura marcadamente disidente del régimen militar.
Continuado de la mano de Goic, si tuviésemos que ubicar a Zambra, Torche y Labbé en un grupo, habría que definir una nueva generación, del 2002 o actual. Revisando, en una primera lectura, las novelas a trabajar, adelantemos que no se inscribirían en la “cultura política” antes mencionada, sino más bien en lo que podríamos llamar una cultura social, pues, a nuestro juicio, ubican como temática central las relaciones sociales, los vínculos que se dan entre los sujetos-personajes y la sociedad a la que pertenecen. Los sucesos de la dictadura aparecen en su literatura en tanto son parte importante de la historia de Chile, y sobre todo porque constituyen un período del que aún se observan vestigios; no podríamos decir, sin embargo, que actúen como el motor narrativo como lo fue en generaciones anteriores.
Es también una generación que, hasta hoy, no ha participado en grandes manifestaciones políticas o artísticas, ni se ha congregado en instancias narrativas como el taller de José Donoso, que funcionó como una suerte de semillero literario para sus mayores (Cánovas 18). Desde nuestra lectura, se trata más bien de un grupo que, además de estar recién comenzando, no se erige con un mensaje o impronta que los identifique como colectividad enmarcada en un lugar y tiempo determinado.
Otro elemento que caracteriza a la nueva generación es la influencia que han recibido de los medios de comunicación; no sólo vivieron el paso a la “era digital” sino que se vinculan con la tecnología actual de manera cotidiana, sin restricciones. A este respecto, recordemos que Carlos Labbé tiene una relación importante con internet, pues ha propiciado en gran medida el juego y la creación de algunas de sus obras y, por otro lado, Pablo Torche también tiene publicaciones vía internet de su narrativa, aunque en menor escala que Labbé. Sin duda ha sido una muy buena plataforma de difusión para ambos.
Una marca distintiva de la narrativa de estos nuevos autores es el encuadre que han dado a sus relatos. Desde una lectura preliminar, las novelas presentan un personaje y sus vinculaciones para dar cuenta no tanto de una problemática política y social colectiva, como se hiciera antes, sino entregando la visión de un sujeto y su entorno social, es decir, se muestra una problemática social particular desde la perspectiva de un sujeto individual renunciado a su explicación política. Son los dilemas que de alguna manera podemos encontrar dentro de la sociedad del siglo XXI; sin embargo, no se manifiestan de manera masiva, sino en un solo individuo particular. El vuelco hacia lo interior o personal responde a la estética en la que se adscribe este grupo, y que tiene lugar dentro del posmodernismo.
Así como lo hiciera Goic, Leonidas Morales también crea una imagen de la historia de la novela chilena contemporánea, pero que se distancia del esquema generacional por ser un “modelo de interpretación cerrado sobre sí mismo” y que le da al “lector crítico la incómoda sensación de que en él la realidad debe acomodarse al modelo, en vez de lo contrario” (22-3).
Sin desconocer la importancia del modelo de Goic, Morales plantea una imagen histórica de la novela fundada en los conceptos de narrador y sujeto y en los cambios de paradigma que se darán en ellos. Estos cambios de paradigma se darán a través del tiempo, como advierte Morales, y serán de suma importancia pues permitirán dar cuenta de la sociedad o cultura a la que adscribe la novela (25-7).
Si nos ubicamos en una primera instancia en el paradigma de la obra de Blest Gana(5), por ejemplo, advertimos que construye un narrador y un sujeto que se relacionan en tanto que el primero otorga lo que Félix Martínez denomina “un marco de inteligibilidad” para el lector respecto del sujeto narrado (Morales 24-30). La ruptura que trae consigo el vanguardismo, como una suerte de segunda instancia, implica ahora un sujeto que pasa a ser ininteligible, y una obra cada vez más fragmentaria.
El posmodernismo podría ser ubicado como una segunda corriente dentro de la novela contemporánea, y para Morales surgiría en continuidad con la vanguardia, pues fue ésta última la que en realidad realizó un quiebre con el paradigma anterior, el realismo (31). Se erige con una estética diferente, no obstante: del sujeto alienado pasamos al fragmentado (Jameson 35). Esto funda un rasgo distintivo no sólo dentro de la estética de la posmodernidad, sino que se instituye como un elemento significativo de la identidad en los textos de Alejandro Zambra, Pablo Torche y Carlos Labbé en tanto que chilenos del siglo XXI: su vínculo debilitado con el trasfondo histórico y social les dará una identidad fragmentada. Retomaremos esto más adelante.
Nuestros autores se adscribirían, entonces, al relato posmoderno, caracterizado por mostrar sujetos liberados de sentimientos y angustias profundos; no se trata de una abolición del sentir sino, como lo apunta J.F. Lyotard, del reemplazo del sentimiento por una “intensidad” superficial que se apodera del personaje y circula en un libre flujo impersonal y de singular euforia (citado en Jameson 36). En Bonsái, La vida privada de los árboles, En compañía de actores y Libro de plumas, en efecto, podremos distinguir estas “intensidades” en los personajes: no se muestran desesperados por las emociones que los invaden, sino más bien inundados por el momento concreto, temporalmente acotado que están enfrentando. Por el momento no es preciso ahondar mucho más sobre este punto, que constituye un adelanto de lo que desarrollaremos más adelante.
III. Instrumentos de navegación: Identidad, posmodernidad y vínculo social
Cuando Fredric Jameson señala que “la fragmentación del sujeto desplaza a su alienación” (35) alude, en primer lugar, al sujeto de la vanguardia, inicialmente alienado de sí ya sea en términos psicológicos o sociales; es un sujeto al que le falta, y por ende busca, un centro unificador –lo inconsciente, la conciencia de clase– para su ser escindido. El sujeto fragmentado de la posmodernidad ya no buscará ni sentirá la falta de este centro, no vivirá la angustia de la escisión de su ser. Por tanto, en la actualidad, los vínculos que el sujeto cree con su entorno no serán construidos a partir de su alienación, ya desplazada, sino de su fragmentación.
Para adentrarnos en esta materia es pertinente explicar bajo qué condiciones se produce y qué entenderemos como vínculo social: en nuestro concepto, el vínculo social será la relación que un sujeto establezca con el entorno, la manera en que un individuo crea lazos con otro sujeto. A partir de esto, veremos que existen diferentes tipos y niveles de vínculo social, que podrán o no estar presentes en las novelas.
La vinculación que se dé entre los personajes está estrechamente ligada a su identidad; a partir de la forma que toma el sujeto es que ese mismo sujeto tomará a su vez una posición dentro de la sociedad y establecerá un vínculo que, a su vez, lo definirá en cuanto al rol que desempeñe. En Posmodernidad e identidades nacionales y posnacionales Grínor Rojo establece tres niveles de identidad, que nos servirán para abrir la discusión acerca del vínculo social. Habla de lo singular, que será la identidad individual; lo particular, que será la identidad colectiva, y la identidad universal o general que referirá a lo humano como categoría (29-31), Estos tres niveles son fundamentales para comprender la tridimensionalidad del concepto de identidad que queremos desarrollar pues, antes de la modernidad, el sujeto era concebido como una unidad en bloque que no evolucionaba y que era totalmente homogéneo. Apoyándose en el antropólogo Eric R. Wolf, Grínor Rojo apuntará que las sociedades, como la cultura y las identidades, no se producen a sí mismas sino que son construidas por los cambios que atraviesan (19), lo que da cuenta, además, de la fragilidad de tales construcciones identitarias que, lejos de ser homogéneas, experimentan también cambios al producirse contactos con otras culturas (22).
Con el proceso de globalización ha comenzado un cuestionamiento más profundo acerca de la identidad; al interior de ese debate podemos percatarnos de que la identidad ya había sido pensada como un conjunto heterogéneo de elementos, al menos en Latinoamérica. Néstor García Canclini, en ese contexto, habla incluso de hibridez latinoamericana, de una mezcla compacta que si bien está conformada por varios elementos, estos no son posibles de distinguir; sería el resultado de los préstamos y transacciones interculturales; estos factores participarán de manera significativa dentro del proceso de construcción de identidad en una actualidad globalizada (III).
Es en la identidad nacional, como modelo de instancia subjetiva que provee un vínculo social, que queremos ahondar en una primera instancia. La identidad chilena actual, por ejemplo, se forja a partir de elementos culturales propios del pasado de una nación, como son las tradiciones, y también a partir de elementos presentes como el capitalismo tardío, que integra a Chile en la globalización en tanto política económica del régimen militar de Augusto Pinochet (Larraín 166-72). Todos estos elementos, presentes en la realidad del país, producen que los sujetos tomen una posición en la sociedad, se ubiquen dentro de la nación construyendo una identidad que los define. Podríamos hablar entonces de la difusa y desdibujada identidad chilena actual, que es asociada a la lógica cultural del capitalismo tardío, al comenzar a forjarse una identidad globalizada.
La identidad, como matriz fundamental en el ser de cada quien, influirá de alguna manera en la relación social que existirá, por ejemplo, dentro de una comunidad o nación.
Volviendo a Jameson, una identidad fragmentada se vuelve hacia sí misma, hacia el interior del sujeto con un fluido de intensidades más que de sentimientos. Cabe señalar que tanto dictadura como posmodernidad se inscribieron en Chile en un escenario de globalización; la dictadura, de la mano de sus políticas neoliberales, transformó al país en una nación capitalista y, como refiere Jameson, será el capitalismo tardío el marco material de la estética de la posmodernidad.
Como revisaremos más adelante, los personajes de las novelas de nuestros autores serán sujetos fragmentados e instalados en la posmodernidad, que se relacionan con otros sujetos en diferentes niveles y de maneras diversas. Para determinar el tipo y nivel de vínculo que establecen es preciso introducir los conceptos de filiación y afiliación, que Edward Said explica de la siguiente manera: “El esquema filiativo pertenece a los dominios de la naturaleza y de la ‘vida’, mientras que la afiliación pertenece exclusivamente a la cultura y la sociedad” (34). Con esta terminología podremos ser más precisos en decir, entonces, que un sujeto que ha desintegrado sus vínculos naturales o filiativos, tiende a buscar o crear en otro lugar que supla la pérdida anterior en vinculaciones afiliativas, e incluso podría no buscar ni crear nada.
Si la modernidad, según Said, subraya el vínculo afiliativo, y si el vínculo preferente de las épocas premodernas es de carácter filiativo, nuestra hipótesis surge al preguntarse por el tipo de vínculo social que se da en la novela posmoderna chilena, específicamente en las mencionadas de Zambra, Torche y Labbé. Los dos tipos de vínculo que nos presenta Edward Said nos permitirán matizar el tipo de vínculo que se produce en las novelas que analizaremos. En la posmodernidad, suponemos, el vínculo ha evolucionado y, como veremos más adelante, no se presenta en la figura excluyente de uno u otro, sino uno por medio o a través del otro. Las relaciones de los personajes darán cuenta de una fragmentariedad, de un espacio vacío o una pieza faltante que es reemplazada por otra que, si bien no es la “original”, calzará muy bien y será lo que posibilite la vinculación social. Por tanto, al considerar el vínculo social en la novela posmoderna chilena a través de las nociones de lo afiliativo y filiativo, éstos últimos se darían en términos del otro, o no se darían, por lo que es importante incluir también la noción de ausencia de vinculación, la inexistencia de ésta.
IV. En alta mar: el vínculo social en Torche, Labbé y Zambra
Al ser el vínculo social lo que nos convoca, revisaremos de qué manera se hacen presentes diversos tipos de vínculo en cada una de las novelas.
A. En un nivel individual de las relaciones sociales: revisaremos tres tipos de vínculo, el familiar, el vínculo de pareja y de amistad.
1. Vínculo Familiar: Tradicionalmente, se asocia a una relación de tipo sanguínea entre individuos, por tanto a un vínculo filiativo, que presupone una relación entre los sujetos, un lazo que se da de manera natural (Said 34). El vínculo biológico es el elemento primario, básico y necesario, un presupuesto indispensable para la existencia del vínculo familiar, pues la familia es una institución que responde a una ley natural; sin embargo, y como veremos en uno de los casos a continuación, el elemento biológico seguirá siendo un presupuesto, pero no indispensable para pensar en vínculo familiar.
En En compañía de actores, de Pablo Torche, el protagonista, quien narra su propia historia y, además, se configuraría, aparentemente como el mismo sujeto narrador y protagonista de todos los relatos, nunca incluye de manera demasiado protagónica a otro personaje más que a sí mismo, y los integrantes de su familia no serán la excepción, pues ni siquiera los nombra. En ninguno de los relatos hace referencia a ellos ni muestra, en ningún momento, alguna clase de lazo familiar. Al comenzar el libro, sin embargo, en el cuento “El hedor del mundo”, el protagonista, luego de ensuciarse el zapato con lo que creemos son las típicas fecas caninas que en Chile están en todas las calles, hace una reflexión en torno a un recuerdo familiar: “En mi familia, me di cuenta entonces, nunca había habido ningún olor. Mi familia había carecido siempre de olores. (Esa carencia me pareció entonces monstruosa). Yo no estaba acostumbrado a los olores, yo no estaba preparado para los olores…” (13).
El episodio de ira y desesperación que le produce el accidente con su zapato nos muestra una intolerancia desmedida por los malos olores, superior a la convencional; desde esta suerte de frustración surge el recuerdo de la familia, que de alguna manera parece culpable porque jamás habían olido a algo. Por un lado encontramos que el personaje reconoce que la familia otorga ciertos fundamentos en la vida, aunque sea el preparar para los olores que un individuo encuentra en el mundo. Podemos asociar los aromas a esencias, a la identidad olfativa que de alguna manera otorgamos a ciertas cosas, a lo hogareño y distintivo que encontramos en la propia familia. En este caso, la familia del narrador carece de aromas, no es posible definirla en esos términos, pareciera que la falta de esencias es también la falta de familia. El nexo que establece con la familia es lejano, no refleja sentimientos o afectos profundos. Ha tenido un problema y la culpa es de la familia porque en su labor de educadora y preparadora para la vida ha fallado.
En el penúltimo cuento del libro, “La familia”, el protagonista no nos habla de la propia, sino la de un amigo que llegó recientemente de Alemania. En verdad es poco lo que refiere a esta familia como tal, se remite a decir que son unos “clase media” que, a pesar de tener más dinero, siguen siendo mediocres. Este relato es más bien la excusa del protagonista para hablar de la familia como institución, incluso pareciera que la considera casi una invención de la sociedad, una imposición cultural del deber ser y la estabilidad:
Pretendemos preocuparnos de ganar dinero o de formar una familia, y muy pocas cosas más, la mayoría de nuestras energías escuálidas las invertimos en pretender que ganar dinero y formar una familia nos preocupa (111)
…diría yo ahora, la pobreza es en verdad mucho más horrible que la infelicidad todavía, y por eso esas mentiras respecto de proteger a la familia nos calzan tan bien (112).
Existe una notable manifestación de la poca validez que el narrador le otorga a la familia, que más que el propio camino a la felicidad, es un escudo para esconder la ambición o necesidades tal vez vistas de no muy buena manera, pero que bajo el alero y justificación de la familia se blanquean frente a la sociedad.
El vínculo que este personaje establece con la familia es inerte, lo ubica dentro de la gama de posibilidades, buenas o malas, que ofrece el mundo. La posibilidad cínica de lograr otros propósitos es planteada como la excusa o disfraz para encubrir carencias, sin embargo, lo propone más como una posibilidad existe que una por la cual él optaría. Lo reconoce como vínculo, pero uno que a él no lo vincula.
En Libro de plumas, de Carlos Labbé, encontramos fuertemente el vínculo familiar como positiva afirmación de lo filiativo. En primer lugar, la historia se articula en torno a dos familias, los Irízar y los Doublet. De esta última será integrante Máximo, el protagonista, que sí vive de forma convencional la relación con su familia: tiene comunicación periódica con sus padres y, aunque fueron sacudidos por la detención del padre durante el régimen militar, son capaces de reponerse pues él aún vive. Sin embargo, a causa del hobby del padre de Máximo de cazar aves, éste ha desaparecido, trayendo malos recuerdos de la década de los setenta. La familia Irízar, por su parte, con Renato como el padre, vivirá en constantes tensiones, primero por la desaparición de Lucho al negarse a hacer tratos con el régimen militar y romper su sociedad con Renato, lo que produce además que las familias se distancien. Luego, Anita, esposa de Renato, se suicidará, lo que continuará con la tensión familiar y provocará un desequilibrio emocional en Josefina, la mayor de las Irízar, quien no puede tolerar la lectura del diario de su madre.
El aspecto más relevante del vínculo familiar que podemos observar en esta novela tiene directa relación con Máximo y Lucho, su padre. Desde el inicio del relato, el hijo relaciona a las aves y sus sonidos con su padre, pues su gran pasión es estudiar sus cantos, plumajes, etc.: “Escucha, mi papá, el canto de un zorzal, la variación nimia que cada pájaro, insiste, es capaz de darle al mismo canto de una especie. Y en su croquera intenta transcribir con palabras esa variación…” (27) Anotaciones que nunca dejó que Máximo viera, a pesar de pasarse todo el día junto a él para lograr ese propósito.
“Hacia las seis de la mañana, la inflexión del canto de un pájaro me despierta. Un zorzal. Mi primer pensamiento se dirige a ti…” (11), declara Máximo, y esa persona a la que dirige sus pensamientos primeros del día es el padre, pues asocia en todo momento a esta persona con el zorzal de su ventana, que sería un ejemplar seguramente de interés para el señor Doublet. Así, a lo largo del relato van intercalándose comentarios acerca de aves, y a medida que la desaparición del padre se hace más patente y concreta, pues pasan y pasan las horas sin que haya noticias de él, se van intercalando estos comentarios de una manera más independiente y más extensa. Son una suerte de delirio, una voz que pretende llenar con plumas el espacio dejado por el padre: “Diucas y chincoles alimentan al hijo del tordo sin distinguirlo de los suyos. Como se desarrollan con mayor rapidez, come el doble de su ración, sin importarle el debilitamiento de los otros polluelos…” (155).
En el título mismo de la novela vemos algo de lo que hemos estado tratando: las plumas refieren a los pájaros que tanto amaba el padre de Máximo, lo que constituye una línea de desarrollo muy importante en cuanto contenido de la novela. El libro comienza en una mañana posterior a todo el relato que sigue en la novela. Máximo encontrará los dibujos de la muerte de Lacunza con lápiz Bic rojo que las escolares le habían entregado y recuerda a su padre, dirige hacia él sus primeros pensamientos y lo refiere como si se lo estuviese contando en persona. Junto con el guiño a las aves en el título, pareciera que es un relato que Máximo dedica a su padre.
En la hebra que tiene como protagonista a Manuel Lacunza, personaje histórico aludido en el relato, también podemos evidenciar la fuerza de este vínculo, pues envía cartas a su madre desde el exilio y continua, por tanto, con este lazo sanguíneo a pesar de estar lejos: “Desde Imola, Manuel Lacunza escribe la última carta a su madre el 7 de diciembre de 1779, lamentando lo mucho que los separa la tierra y el mar, sin saber que ella había muerto en marzo del mismo año.” (168). Un arraigo a la tierra que aún persiste, pues existe un lazo, sanguíneo, familiar y afectivo: la madre.
Tanto Máximo como Lacunza representan una fuerte vinculación filiativa con el padre y la madre, respectivamente.
En Bonsái, de Alejandro Zambra, el vínculo familiar filiativo no está presente en Julio y Emilia, los protagonistas, pero sí en las relaciones de Anita, la mejor amiga de Emilia. Al parecer, los padres de Anita se han separado, de alguna manera ya no están juntos, y el hecho de rehacer su vida, en el caso narrado de la madre, deja en evidencia la debilidad del vínculo familiar con su hija:
Anita llevaba seis meses viviendo sola, ya que recientemente su madre había formalizado una relación, por lo que merecía –eso fue lo que le dijo a su hija- la oportunidad de comenzar desde cero. Comenzar desde cero, significaba comenzar sin hijos y, probablemente, continuar sin hijos (47).
El vínculo filial que une a Anita con su madre se ve superado y relegado por una relación de pareja de esta última. El vínculo afiliativo desplaza al filiativo, pues no sólo se une en un nuevo matrimonio o vida de pareja, sino que se plantea como una relación que parte sin hijos y que se perfila para continuar sin ellos, lo que elimina de cuajo la posibilidad de formar una familia con vínculo filiativo, no pretende generar lazos sanguíneos.
Anita sigue ligada al vínculo familiar, aunque esta vez es ella quien toma la decisión de formar una familia, o más bien las circunstancias la obligan a tomarla:
Anita descubrió que estaba embarazada dos meses antes de que la relación de su amiga con Julio se disolviera del todo. El padre –el responsable, se decía entonces- era un estudiante de último año de derecho de la Universidad Católica, cuestión que ella enfatizaba, probablemente porque hacía más decoroso su descuido. Aunque se conocían desde hacía poco, Anita y el futuro abogado decidieron casarse, y Emilia fue la testigo de la ceremonia (48).
Pese a la velocidad con que deben que afianzar su relación, se constituyen como matrimonio, tal vez intentando una familia ideal:
A los veintiséis Anita ya era madre de dos niñas y su marido se debatía entre la posibilidad de comprar una camioneta y la vaga tentación de tener un tercer hijo (para cerrar la fábrica, decía, con énfasis que pretendía ser gracioso, y que quizás lo era, ya que la gente solía reírse con el comentario). Así de bien les iba (48-9).
Sin embargo: “No hubo auto ni tercer hijo o hija, sino dos años de calculado silencio y una separación dentro de todo bastante amable…” (55), y la familia se desglosó, quedando las niñas un tiempo con el padre y otro con la madre. Una realidad cada vez más común y que lejos de alarmar, se piensa como parte de la cotidianeidad. Es la ruptura de un lazo que tal vez jamás se constituyó como tal, sino como convención y resultado de un embarazo no planificado ni deseado. Existe un vínculo filiativo que los une a ambos, más que entre sí, hacia las hijas, y lo que trataron de formar entre los dos se rompe al no estar basado en su relación afiliativa libre, sino obligados por los hijos que llegaron.
En La vida privada de los árboles, también de Alejandro Zambra, encontramos un vínculo familiar bastante particular, pues si bien éste se comprende, como lo decíamos al principio, como la relación sanguínea y filiativa, en esta novela se dará un vínculo afiliativo en términos filiativos. Julián se casa con Verónica, que tenía una hija de un matrimonio anterior, Daniela; el protagonista, por tanto, pasa de ser un individuo aislado a tener una familia completa, hija incluida, que adopta como propia: “Daniela no es su hija, pero a él le cuesta no pensarla como su hija. Hace tres años que Julián llegó a la familia, pues fue él quien llegó, Verónica y la niña ya estaban, fue él quien se casó con Verónica y en cierto modo, también con Daniela…” (13). De esta manera, los lazos que naturalmente encontramos en una familia, que son sanguíneos, no lo son en verdad entre Julián y Daniela. Sin embargo, él se afilia a este conjunto que sí es sanguíneo, Verónica y su hija, y forman los tres una familia: un vínculo afiliativo que se da de manera filiativa.
Frente a la posible muerte de Verónica, Julián se repite a sí mismo que proviene de una familia sin muertos, él no posee ese tipo de nostalgias, y comienza a recordar su niñez y su familia:
Hay familias en las que a las nueve de la noche el hombre empieza a darle al vino y la mujer al planchado, ajenos a la suerte de los niños… También hay familias que ven caer la noche al compás de responsables conversaciones de salón. Y también hay familias que a esa hora recuerdan a sus muertos, con el aura del dolor copando sus rostros … Es ésta, en cambio, una familia que espera el toque de queda jugando al Metrópolis … Los jugadores son un hombre serio, que viene de abajo y va para arriba, una mujer de aspecto dulce y triste, una niña bella y quebradiza, y un niño de ocho o nueve años que se llama Julián… (70-1)
La referencia a la falta de muertos en su familia, puede leerse como la carencia de historia familiar, a antepasados, a una memoria inexistente para ellos. Un grupo familiar que no tiene raíces, por tanto, es débil y vulnerable.
También encontraremos que Julián escapa del vínculo familiar filiativo, la relación verdaderamente sanguínea que tiene con su familia de padres y hermanos. Al no ser una opción sino más bien una imposición, Julián la rechaza, y es por ello que la vida junto a su anterior pareja, Karla, le era tan cómoda:
La ventaja de Karla era que no tenía familia; la desventaja de Julián era que no sólo tenía un padre y una madre y una hermana, sino también una confusa variedad de abuelos, tíos, primos y hasta sobrinos. Karla le ofreció un lugar perfecto donde aislarse del pasado. En el pasado de Julián no había nada de que huir, pero de eso, justamente, escapaba: de la medianía, de las innumerables horas perdidas en compañía de nadie (44-5).
La vida junto a Karla y su ausencia de vinculaciones le entrega un buen ambiente. Sin embargo, su ruptura se irá suscitando cuando ella comience a recobrar ese vínculo filiativo que en realidad sí tenía, aunque relegado. Empieza a reunirse con su madre: “¿Cuándo vas a volver?, preguntó Julián, desconcertado, pero no tuvo respuesta. Debería haberla presionado, haberla obligado, quizás, a que le confesara lo que él negligentemente comenzaba a sospechar: que la mujer aquella era la madre de Karla” (46).
Karla está sola por propia opción y reniega de tener familia; sin embargo, busca luego a su madre y se queda con ella. Julián, que sí tenía un grupo familiar bastante grande, también rehúye de ellos, escapa de la familia. Como Karla, no obstante, sufre un revés y termina optando por la familia, una que ya estaba semi formada, así que se construye una relación o vínculo afiliativo en términos filiativos.
La distancia de Julián con su familia, padres y hermana, no se configura como algo antojadizo, pues deja entrever que existió un episodio, oculto para el lector, en donde se fracturó el vínculo filiativo con ellos:
Ahora Julián vive cerca de una calle celeste, Tobalaba, y antes vivió a pasos de una calle azul … A esa casa llegó desde otras calles que no figuran en el Metrópolis, pues quedan lejos, hacia el poniente de la gran capital … Durante la infancia y la primera parte de la juventud de Julián esas calles fueron blancas. Sólo ahora son polvorientas. Sólo ahora, desde hace poco, el tiempo ha conseguido ensuciarlas (73).
A través de este análisis podemos ver, principalmente, la vulnerabilidad del vínculo filiativo, la facilidad con que se fractura y la fuerza que comienza a tener el vínculo cuya construcción podríamos decir que es opuesta a la de este lazo natural, pues la afiliación se instala al interior de las relaciones que antes se regían única y exclusivamente por vía sanguínea
2. Vínculo de Pareja: El siguiente vínculo social refiere a las relaciones en las que, como en los siguientes casos, dos personas del sexo opuesto se unen en una relación amorosa, sexual y/o de compromiso. Por tanto, se trata de un vínculo afiliativo; sin embargo, debemos considerar que la pareja constituye la base para formar una familia, la que es entendida como vínculo filiativo y que se proyecta con hijos.
Será así que encontraremos vínculos que se quedarán en lo afiliativo, otros que se afianzarán para convertirse en filiativos, en la medida que construyen familia, y otros que serán de un carácter erótico, y que se presentarán más bien como relaciones e incluso, como encuentros sexuales furtivos sin vínculos importantes.
En compañía de actores, en general, no tiene orientaciones afectivas de este tipo, no hay representaciones de amor de pareja ni de amor filial, que se atribuye como propio de los lazos familiares. Sólo observamos un vínculo de afecto, e incluso admiración, pero en términos de amistad, que abordaremos más adelante. Más que un vínculo de pareja propiamente tal, encontramos la atracción erótica que suscita la hermana del amigo llegado de Alemania en el cuento “La familia”:
…luego sacó a relucir su calzón lila, su calzón lila casi me cegó, el lila es un color hipnotizante, el color lila de su calzón tenía la facultad de hipnotizarme… (119)
Puse una de mis manos sobre su carne blanca. Y mi mano sintió el contacto (el contacto perverso) y se contrajo, pero yo no tuve piedad con mi mano y la zambullí en ese contacto perverso… (122)
Su carne blanca tiritaba, pensé que era virgen, la virginidad es un bien preciado que en cualquier caso ya no posee, pensé (123).
Del inicial sentimiento erótico que despertó en el protagonista la ropa interior que la joven dejaba ver, pasan a un furtivo encuentro erótico y sexual, que deja en evidencia cómo una pulsión pasional puede unir a dos sujetos en un vínculo afiliativo; sin embargo, el vínculo dura tanto como el encuentro mismo: en cuanto el deseo es satisfecho, la relación pierde sentido.
El vínculo que el narrador establece, es sólo para satisfacer el deseo de una intensidad momentánea, pero no tiene intenciones de forjar una relación que perdure. Es un vínculo muy débil.
Libro de plumas establece dos relaciones amorosas afilitivas en Máximo, con las hermanas Josefina y Anita Irízar: “… de la voz de Ana cuando nos despedimos en la reja de su casa y el extremo de sus labios rozó el extremo de los míos” (11). ”… cuya escalera alguna vez subí furtivamente y borracho, dándonos besos larguísimos con Josefina…” (36). El presente de la vida de Máximo está con Ana, sin embargo, el hecho de que sean hermanas, la casa de la familia de ambas, hace que también recuerde a Josefina y lo que juntos vivieron.
La relación que mantiene Máximo con la menor de las Irízar, Ana, se construye de manera bastante particular, pues en la formalidad y tal vez, convencionalidad que presenta el protagonista, se ve enfrentado de manera potente al estilo de vida y sobre todo a lo que ella representará, ya que se trata de una joven no sólo vanguardista, sino una pop star que, junto a otras jóvenes como ella, forman un grupo musical. Por otro lado, el recuerdo de Josefina es muy fuerte, no sólo por ser hermana de su actual pareja, Ana, sino que además porque ahora vive lejos, escapó de la ciudad para no tener que ver a nadie.
Al casi dar por muerta a Josefina con su desaparición, Máximo comienza una nueva relación con la hermana menor de su novia, como a la usanza de la antigüedad en donde, si la mujer quedaba viuda, el hermano que precediera al difunto debía tomar por esposa a su cuñada. El caso es similar, sólo que se invierten los géneros. También es importante recalcar la gran diferencia que existía entre las hermanas, el vuelco de Ana hacia el mundo y el retraimiento de Josefina que de alguna manera se conecta con la línea materna de la locura, del deseo suicida, y a pesar de todas estas diferencias, aparentemente, ambas encajaron a la perfección con Máximo, que demás, era distinto a los dos Irízar.
María Elena y Lucho, los padres de Máximo, mantienen un matrimonio convencional y se prestan el apoyo y preocupación esperado de una unión marital. Anita y Renato, los padres de Josefina y Ana, no lograron gran comunicación, y así como esta mujer tomó la decisión de casarse con su esposo, tomó también la decisión de separarse de él y de todo al suicidarse. De alguna manera estos matrimonios muestran las dos caras de la moneda y se puede hacer la asociación de la vida más simple de los Doublet, gente “correcta”, con valores, especialmente al rechazar trabajar en conjunto con la dictadura. Y los Irízar, gente fría, movida por intereses más egoístas y de conveniencia. Se muestran dos tipos de conformación de familia, y queda claro que uno resultará mejor que el otro, con respecto a la unidad familiar y los afectos, que el otro, que se ve corrompido por vicios y enfermedades.
En Bonsái podríamos establecer varias relaciones de amor afiliativo, como la de Anita con Andrés, quienes se casan y tienen hijas, y terminan separados; también están las relaciones que tuvo Emilia antes de Julio, propias de una edad adolescente:
El primer pololo de Emilia era torpe … Ambos tenían quince años cuando comenzaron a salir, pero cuando Emilia cumplió dieciocho y diecinueve y veinticuatro, y él quince … El segundo pololo de Emilia era demasiado blanco. … Se manosearon mucho pero no llegaron al coito, porque él era demasiado blanco y eso a Emilia le producía desconfianza … El tercero, en realidad, un enfermo. Desde un principio ella supo que la relación estaba condenada al fracaso, pero aún así duraron año y medio, y fue su primer compañero sexual, su primer hombre, a los dieciocho de ella, a los veintidós de él (17-8).
Luego de ellos, Emilia y Julio, con una relación de compañía, sexo y literatura, también fueron pareja:
… Julio nunca llegó a compararlas, en parte porque no había comparación posible y también debido a que Emilia pasó a ser, oficialmente, el único amor de su vida… Cuando Julio se enamoró de Emilia toda su diversión y todo sufrimiento previos a la diversión y al sufrimiento que le deparaba Emilia pasaron a ser simples remedos de la diversión y del sufrimiento verdaderos (21-2).
Tras los primeros encuentros sexuales que tuviera Julio con una prostituta, como parte de la iniciación tradicional de los hombres de su familia, este joven conoce a Emilia, que no sólo se convirtió en una compañera sexual y de literatura, sino que lo marcó profundamente, llevándolo a experimentar de manera muy profunda su relación de pareja.
El lazo de Julio con Emilia, sobre todo en él, caló muy hondo, él realmente involucró muchos sentimientos y, a pesar de haberse roto su vínculo, la cita indica la importancia de la relación para el joven, pues deja en evidencia un antes y un después de ella en la vida de él.
Las relaciones de vinculación más bien erótica se dan tanto para Julio como con Emilia, como ya vimos, los encuentros de éste con la prostituta y más adelante con su vecina María; y los encuentros de ella con sus novios anteriores a Julio y Julio, ya en España será un par de hombres e incluso una mujer:
Años más tarde viviría en Madrid, ciudad donde follaría bastante, aunque ya no con Julio, sino, fundamentalmente, con Javier Martínez y con Ángel García Atienza y con Julián Alburquerque y hasta, pero sólo por una vez, y un poco obligada, con Carolina Kopec, su amiga polaca (15).
Las relaciones se dan más que como un hecho de afiliación, especialmente las abordadas en la cita anterior, y tienen que ver con un acercamiento erótico entre los personajes, dan cuenta de un acto motivado con la atracción y que tienen como fin un placer físico.
En el caso específico de Bonsái, encontramos el término que Emilia decide utilizar para sus relaciones sexuales:
Poco antes de enredarse con Julio, Emilia había decidido que en adelante follaría, como los españoles, ya no haría el amor con nadie, ya no tiraría o se metería con alguien, ni mucho menos culearía o culiaría … Éste es un problema de los chilenos jóvenes, somos demasiado jóvenes para hacer el amor, y en Chile si no haces el amor sólo puedes culear o culiar, pero a mí no me agradaría culiar o culear contigo, preferiría que folláramos, como en España (15).
La determinación de Emilia por utilizar el término ‘follar’, crea de alguna manera un término medio entre una relación sexual emocionalmente comprometida y otra comprendida en términos más vulgares, pues podemos deducir que ella no quiere ni lo uno ni lo otro, y por ello busca una palabra que calce más con sus intenciones al momento de intimar. Esto, además, definirá el carácter interno de las relaciones de pareja que Emilia establezca, pues serán básicamente para ‘follar’, una particularidad que quiere hacer hincapié en el erotismo de las relaciones sexuales, dejando fuera la vulgaridad de otros términos y otro tipo de relaciones que se puedan definir con ellos, y también pasando por alto la afectividad que se podría producir.
En La vida privada de los árboles encontramos el vínculo que Verónica tuvo con Fernando, el padre de su hija Daniela, afiliativo en cuanto a la propia decisión de casarse: “Verónica y Fernando se casaron dispuestos a cumplir con la convención de ser felices. Habían decidido congelar, por un tiempo, las diferencias, como si realmente fueran una pareja y no una pálida idea que había cobrado forma a pesar de los malos augurios” (57).
Así como lo graficado en Bonsái con Anita y Andrés, y también, aunque en otro sentido, con En compañía de actores, el matrimonio es orientado a un deber ser de hombres y mujeres, que se hace ineludible cuando existe un embarazo que muchas veces, más que fruto de un vínculo amoroso que se orienta a lo filiativo, es producto de la pasión y deseo de la pareja que no pretende engendrar un hijo. Por tanto, este tipo de relaciones que de pronto deben legalizarse bajo el matrimonio, no conforman una buena unión al forjarse en vínculos afiliativos, que son los que inicialmente los llevan a formar pareja, y de alguna manera no evolucionan a un vínculo filiativo tanto como pareja como sujetos que formarán una familia con hijos.
La relación de Julián con Verónica, que se inicia con la primera compra de torta de tres leches, es una afiliación que no sólo conlleva la formación de una pareja, sino la de una familia. Al elegir a Verónica, Julián también escoge a Daniela, y de alguna manera se casa con ambas:
En un principio la historia de Verónica y Julián no fue una historia de amor. De hecho, se conocieron por motivos más bien comerciales (18).
Sería inexacto decir que aquella tarde Julián quedó prendado de Verónica. La verdad es que hubo tres o cuatro segundos de torpeza, es decir, Julián debió marcharse de aquel departamento tres o cuatro segundos antes, y si no lo hizo fue porque le pareció agradable mirar tres o cuatro segundos más el rostro oscuro y nítido de Verónica (19).
El vínculo de pareja, si bien comienza como afiliación, puede proyectarse también como vínculo filiativo al poder crear una familia y tener hijos. Sin embargo, existe una vinculación que podría decirse es estéril, como el ejemplo que revisamos de En compañía de actores, en donde el nexo entre el narrador y la joven, hermana de su amigo, se basa en un furtivo encuentro sexual; se vincularon por el erotismo, y la relación no llegó a nada más, incluso tampoco podríamos decir que, si bien no se casaron o no tuvieron hijos, por lo menos establecieron una vinculación de pareja, en términos afiliativos, pues la real vinculación entre ellos fue establecida por un deseo que, en cuanto fue consumado, rompió la cercanía.
El erotismo por sí solo no construiría vínculo, sino una unión momentánea. Pero al darse dentro de una pareja que ciertamente esté afiliada o forjando ya un acoplamiento filial, como teniendo hijos, la relación erótica toma una consistencia más significativa para la pareja.
3. Vínculo de amistad: relación afiliativa que puede darse entre personas de un mismo o diferente sexo y que implica compañerismo, afecto, etc. Además, es un modelo de vínculo cultural y construido.
En En compañía de actores el vínculo de amistad es el único lazo afiliativo del que da cuenta la relación del protagonista con quienes lo rodean. Dentro de este libroexisten tres vínculos amistosos que serían, al parecer, el único tipo de relación que el protagonista puede crear con su entorno. En el relato “En el matrimonio” se nos presenta uno de ellos: “Claudio, uno de mis mejores amigos, se ha animado a decir unas palabras” (28), sin embargo, aparece sólo en este relato. En “El actor y el escritor” el narrador introduce a un segundo viejo amigo, un compañero del colegio:
Era un amigo entrañable, a este amigo, me he dicho ya cuando hablaba con él, yo lo amaba; de una manera casi homosexual lo amaba yo y sin embargo me he alejado de él, sin saber cómo nos separamos, dejamos de vernos, de hablarnos siquiera, por cinco años no he sabido de él nada, muchas veces en estos cinco años monstruosos y dilatados he pensado yo en él, eso sí, ¡con qué frecuencia he pensado yo en mi amigo querido estos cinco años! (85).
La inexistencia de lazo alguno con otro sujeto se compensa totalmente y se concentra también en este amigo, Ramón. En él, el personaje vuelca todo los sentimientos y emotividades que simplemente no posee para depositarlos en otra persona, y pareciera que tampoco le importa carecer de alguien, no lo necesita. Sin embargo, le produce culpa y mucha nostalgia el recuerdo de Ramón y la distancia que han mantenido. La pausa que ha experimentado la relación de amistad que tenía con Ramón realmente le deja un sabor amargo y no tiene reparo en decirlo.
La amistad que el personaje recuerda también está acompañada por admiración a la genialidad artística de Ramón, y vemos que en esta relación el protagonista compromete expectativas hacia su amigo, espera grandes cosas de él: “¿Qué ha hecho Ramón con todo su genio, para terminar haciendo esta obra? … Que fracasen los demás, incluso que fracase yo, no tiene la menor importancia, pero no Ramón. Y entonces pensé: Este mundo es demasiado para mí” (98).
En ese sentido de profunda amistad, admiración, afecto (que incluso parecía homosexual según sus propias palabras) y un deseo de protección hacia Ramón y su perdido arte, pareciera que el protagonista hace confluir todos los sentimientos que no puede depositar en otro, en su amigo Ramón, llegando a experimentar sentimientos que no son tan propios de una amistad. El narrador sustituye todos los vínculos de los que carece por este de amistad que lo une a Ramón, la ausencia de otras relaciones lo llevan a utilizar ésta como una prótesis que simula y ocupa el lugar de las piezas, las vinculaciones faltantes.
Los lazos filiativos y afiliativos están presentes todos en esta relación que tiene con Ramón, el protagonista usa un medio afiliativo para además filiarse a su amigo, cuya actitud responde a las carencias del narrador, pues no se produce de esta manera en forma recíproca entre ambos.
En Libro de Plumas, Máximo no refiere a ningún lazo amistoso que él tuviese, sin embargo existe el vínculo entre su padre y Renato Irízar, roto porque este último acepta los negocios con el régimen militar: “No es una elección, le respondí, no te pregunto nada, solamente te informo” (118). Esto trae consigo que la relación amistosa de las familias se rompa también: “… Anita temblaba a mi lado, él siguió gritando desde la ventana del auto, nunca pidieron disculpas” (120).
La afiliación en la amistad, como vínculo que se construye, puede basarse en diversos elementos que la configuren, y al verse uno de ellos fracturado, el vínculo puede destruirse, pues ya no funcionará de la manera en que se pensaba cuando fue creado. Como la base del vínculo está rota, no hay manera de que éste se componga, pues no existen otros elementos, como lazos sanguíneos por ejemplo (filiación), que propicien retomar la relación y componerla.
En Bonsái, el vínculo de amistad más claro es el de Emilia con Anita: “Por entonces ambas tenían cuatro años. Semana por medio los padres de las niñas se ponían de acuerdo para que ellas se juntaran y a veces pasaban sábado y domingo jugando al pillarse, a imitar voces, a pintarse la cara con pasta de dientes. (45)” “…fue un año especialmente largo, después del cual Emilia se fue a vivir con Anita, su amiga de la infancia” (29).
El lazo de amistad que une a estas dos mujeres no sólo comienza de la niñez y se extiende por su adolescencia, sino que además perdura hasta la muerte de una de ellas, Emilia. La afiliación en este vínculo amistoso, poco a poco, pareciera dar paso a un sentimiento filial entre ambas. La constante ayuda que Anita le presta a Emilia, primero cuando se van a vivir juntas, luego, literalmente le prestará a su marido para que finja ser el esposo de Emilia y finalmente, el deseo de saber cómo está, lleva a Anita a visitarla en España y le da todo el dinero que llevaba consigo.
La protección que de alguna manera Anita intenta brindarle a Emilia, nos habla de un lazo de amistad muy profundo, de una preocupación filial que se da por medio de un lazo afiliativo.
En La vida privada de los árboles existe la pequeña participación de Sergio y Bernardita, amigos de Julián, quienes le regalan el ya seco bonsái y que lo visitan en su nuevo departamento:
Una noche de hace ya varios años comentó la imagen con sus amigos Sergio y Bernardita: un hombre encerrado con su bonsái, cuidándolo, conmovido por la posibilidad de una obra de arte verdadera. Días después ellos le obsequiaron, a manera de broma cómplice, un pequeño olmo. Para que escribas tu libro, le dijeron (29).
La relación que existe entre ellos es de esporádicas visitas, una amistad distante, pues no participan diariamente de la vida de Julián, ni son mencionados más que en dos oportunidades, con el regalo del bonsái y cuando lo visitan en su nuevo y desierto departamento de soltero.
Fuera de estos amigos, ninguno de los personajes establece relaciones de amistad con nadie; Julián se vincula sentimentalmente con Karla y ahora está casado con Verónica, que tiene una hija a la cual él de cierta manera adopta; Verónica se vincula con Fernando, está casada con él y tiene a Daniela, su hija, pero ahora ella está separada de él y se casa con Julián; Daniela se vincula con sus padres y con Julián: no hay lazos de amistad que primen.
Ambas novelas de Zambra grafican dos tipos de vínculo amistoso, uno más convencional que el otro, pues En la vida privada de los árboles, tanto Sergio como Bernardita representan la unión afiliativa en este vínculo, en tanto que en Bonsái, Anita y Emilia se vinculan en una relación de casi hermanas.
B. En un nivel más amplio de las relaciones sociales: revisaremos el vínculo nacional presente en las novelas, cómo se relacionan los sujetos con la nación, si existe la vinculación de este tipo, también remitimos a una identidad nacional, a que los sujetos se sientan partícipes e identificados con una nación o que por lo menos, busquen o intenten hacerlo.
1. Vínculo Nacional: Entendido de carácter cultural, por tanto, afiliativo.
En compañía de actores no presenta este vínculo, si bien el protagonista indica que está en Santiago de Chile, sólo esboza lo que es muy característico del “sentir de muchos” al no haber salido del país para realizarse profesionalmente:
Pero no importaba cuánto brillo le hubiese sacado a mi proyecto profesional, a mi proyecto “personal” incluso, lo que importaba, pensaba allí, airado frente al timbre, era que me había quedado en Chile esos tres años mientras que verdaderos ejércitos de personas emigraban a estudiar a España o a Francia o a Alemania o a Inglaterra o a Estados Unidos (110).
No existe ninguna identificación, por parte del protagonista, con una identidad nacional, no es posible verla en ninguna parte. Además, denotamos cierto disgusto por el país, mientras toda esa gente viajó, él se quedó en Chile, y salir es sinónimo de éxito y expectativas para el futuro, especialmente en lo laboral, mientras él seguía donde mismo.
El continuar en el país, de alguna manera, es homologable al fracaso para el protagonista, no existe la vinculación nacional porque no le otorga nada positivo, muy por el contrario, le da la identidad de un frustrado, y por ende la rechaza. El ser chileno o vivir en Chile es un claro signo de estancamiento, existe una carga negativa que el personaje le da a su propia identidad por pertenecer a este país, asociado al subdesarrollo o a la misma mediocridad que en reiteradas situaciones refiere a la gente que como él, vive en Chile.
Con Libro de plumas pasa algo bastante distinto que con la novela anterior pues, partiendo por el protagonista que, trabaja en la Biblioteca Nacional, ya estamos frente a una institución que no lleva este nombre de manera fortuita y no aparece en el texto de forma antojadiza. Es un lugar cultural y que además lleva una identificación con el país, la nación, su historia. Además, el estudio que realiza Máximo en la biblioteca tiene que ver con una vinculación especial: con el pasado. Pero no es cualquier pasado, o el pasado como una generalización, sino un momento determinado, la colonia, y un personaje con nombre histórico, el jesuita Manuel Lacunza, desde el exilio: “En cambio recibe una carta de José Antonio Martínez de Aldunate, albacea de la familia, que le comunica la noticia. Mientras le escribía con tristeza lo mucho que la extrañaba, ella llevaba meses en la tumba” (168).
El protagonista pareciera querer vincularse con la nación, pero lo hace desde la perspectiva histórica, considerando que el personaje sobre el cual Máximo trabaja no es cualquiera, sino un sacerdote jesuita chileno que, por ser expulsada su congregación, debe partir fuera del país. Hay una carga tanto política, como religiosa e histórica que habla de una suerte de añoranza por el territorio abandonado, la represión a la que fueron sometidos y por la cual fueron expulsados los jesuitas y, aunque los motivos no son los suficientemente claros, apuntan en gran mayoría al apoyo que dicha congregación le otorgó a los campesinos para tener un trato más justo y una venta de cereales que les favoreciera. Es inevitable encontrar las similitudes con los exiliados políticos durante la dictadura militar de 1973.
A los tiempos que remite la vinculación de Máximo, a Lacunza, refiere a la época de la colonia en Chile, período histórico en el que aún no existía la nación como tal, sino como proceso, como construcción que lentamente se llevaba a cabo. Por tanto, la vinculación que pareciera querer hacer el protagonista es casi a los albores de la nación, a los instantes en que aún ésta no existía, en contraposición a los momentos de su actualidad, y del que dan cuenta también los demás textos narrativos que estamos trabajando, un momento en la historia en que la nación, la identificación nacional se está perdiendo. Máximo busca recuperar, con recuerdos de aves, a su padre, y a la nación por medio de las memorias de Lacunza.
En Bonsái no está clara la figura de un vínculo nacional, la única marca posible sería el escritor Gazmuri, con el que finalmente Julio nunca llegará a trabajar; sin embargo, éste último inventa un lazo con este renombrado escritor chileno creado por Zambra. Julio necesita vincularse a él, a la tradición cultural nacional para acceder, por ejemplo, a su vecina María:
Durante los meses siguientes Julio dedica las mañanas a fingir la letra de Gazmuri y pasa las tardes frente al computador transcribiendo una novela que ya no sabe si es ajena o propia, pero que se ha propuesto terminar, terminar de imaginar, al menos. Piensa que el texto definitivo es el regalo de despedida perfecto o el único regalo posible para María. Y es lo que hace, termina el manuscrito y se lo regala a María (76-7).
La novela configura a Gazmuri como un escritor prestigiado en Chile, y al asociarse a él, Julio obtiene renombre nacional. El vincularse al escritor se vincula con la historia de la literatura chilena reconocida, afamada:
Gazmuri ha publicado seis o siete novelas que en conjunto forman una serie sobre la historia chilena reciente (63).
En realidad Julio está dispuesto, incluso, a trabajar gratis, aunque, por cierto, no le sobra el dinero. Le parece un privilegio tomar café y fumar cigarros negros con Gazmuri (66).
El asociarse a Gazmuri es un beneficio para Julio, puede hacerse acreedor del mismo prestigio que el célebre escritor, por tanto, es provechoso para el joven pertenecer a un grupo que se identifique o sea identificado con la nación. Julio ya había leído todas las novelas de historia chilena que Gazmuri había escrito, y le gustaron, siente una admiración por él, lo que crea el vínculo nacional, una identificación del joven con el escritor y su obra, que finalmente remitirá al país y su historia. La identificación con la nación que Julio hace está mediada por el resultado que, en el caso de Gazmuri es el éxito, y de alguna manera el protagonista quiere asociarse al escritor para lograr lo que el novelista ha logrado. Identificación nacional en la medida que ésta da fama y prestigio.
C. En un nivel universal de las relaciones sociales: revisaremos la soledad como circunstancia o estado en que el sujeto está exento de vínculos sociales. Según lo que apunta Ernst Tugendhat, la soledad estaría en un nivel universal, pues todos los sujetos de una época, en este caso la posmoderna, están sometidos a una serie de factores que los aíslan y vuelven más individualistas. La universalidad, en vez de afianzar la identidad de un sujeto, también puede desplazarla, y como consecuencia, se dará la soledad, el deseo de no tener compañía ni relaciones con otros sujetos.
1. Soledad: El caso más notable en este ámbito será el que nos presenta Torche con En compañía de actores, en donde el protagonista parecerá aislado del resto del mundo y sus habitantes:
Miro un poco a toda la gente que viene aquí. Un poco a eso es a lo que vengo. A mirar a la gente, cosas así. Nunca me he sentido muy inclinado a establecer propiamente en contacto con ella: la gente. Quiero estar solo. A la gente, después de todo, la detesto, me digo remeciendo inútilmente mi botella de cerveza(71).
La falta de vínculos o la precariedad de ellos, como el de la amistad que revisamos anteriormente, tienen mucho que ver con la actitud e interés que el protagonista tiene de crear lazos interpersonales. Existe un rechazo por las demás personas, un desprecio y desinterés por otros y más aún por establecer alguna conexión con ellos. Este personaje está en un mundo en el cual se ve obligado a participar y, en verdad, no le importa estar rodeado de personas. Prefiere estar solo pues, después de todo, interactuar con otros requiere un esfuerzo performativo para él:
Trato de aparentar que lo paso bien, me digo, pero la verdad es que no lo paso bien nunca. Mientras miro a la gente bailando o paseándose o riendo, aparento cosas, me digo, vengo a una discotheque, me digo, y aparento estar pasándolo bien, mirar a la gente, sentirme inseguro, cohibirme frente a las mujeres, pienso, lo aparento, hago turismo con al vida, todo el tiempo, finjo estar sorprendido, estar admirado, estar maravillado, el interés, pienso, lo finjo siempre porque en el fondo no estoy interesado. Buscar chicas lo finjo, mi actitud varonil, fingida…mostrar dignidad, yo mi dignidad, pienso, apoyado contra la pared, también la finjo (71-2).
Una soledad que, además, le ha quitado identidad, pues incluso las cosas que hace responden a una imagen o una actuación que siente necesaria tener que realizar para moverse entre la gente. Es más, este “moverse entre la gente” es también una actuación, las personas no le agradan, y sin embargo está entre ellas. No existe una configuración ni relaciones, vínculos que lo identifiquen, que le otorguen una identidad (más que el múltiple lazo que establecía con Ramón en análisis anteriores).
La ausencia de vínculos repercute en la ausencia también de una identidad, un hombre que dice carecer de dignidad y actitud, pues las que muestra al mundo son en verdad impostadas.
V. Llegando a puerto
Con la revisión de estas cuatro novelas no hemos querido dar cuenta cabal de ellas, sino más bien configurar el análisis de la presencia y naturaleza del vínculo social y sus niveles, para también crear paralelos entre ellas y hacer posible el diálogo y comparación pertinente a la temática que queremos desarrollar.
El posible nuevo grupo o generación de escritores chilenos del que formarían parte los tres autores que hemos trabajado, estaría inscrito en una nueva narrativa ubicada en la posmodernidad, en el siglo XXI, y el principal interés que significa para nosotros, estriba en la manera en que sus textos han dado cuenta de esta sociedad a la que pertenecen. No existe, por el momento, ningún tipo de “clasificación” para estos jóvenes escritores, y aunque lejos de querer encasillarlos, nos aventuramos a decir que serían parte de un emergente grupo narrativo.
La distinción que reagrupa a estos escritores es a nuestro juicio, justamente lo que hemos trabajado en este análisis y que tiene relación con el tratamiento del vínculo social, lo que da cuenta de no sólo una nueva sociedad, con rasgos distintivos que marcan la diferencia con otras épocas, sino que además de una narrativa que la refleja.
Son autores que, junto con sus textos, van graficando la existencia de un vínculo social híbrido, que ha surgido de la necesidad de crear relaciones sociales que responden, a su vez, al intento de establecer una identidad individual por parte de los sujetos presentes en la sociedad.
Nuestra hipótesis inicial se instalaba en la pregunta por el vínculo social que se producía en las novelas de los autores que revisamos, de qué tipo era y cómo se construía. De esta manera, quisimos demostrar que este nuevo grupo de escritores, Torche, Labbé y Zambra, se inscriben en una narrativa que los diferencia de sus antecesores. Escribiendo desde el posmodernismo, los personajes serán sujetos fragmentados y construirán vínculos sociales que se darán uno en términos de otro, como lo desarrollamos más extensamente con La vida privada de los árboles, en donde este fenómeno se da de manera más evidente entre Julián y Daniela.
El tipo de vínculo de Julián con la hija de Verónica cambia su identidad. Él se siente como el padre de la niña, no sólo el esposo, y además se vincula a ella en un lazo que debería ser natural, por propia voluntad, y adopta la actitud de un padre biológico que piensa en el futuro y se preocupa del presente de Daniela.
Que un vínculo se diera en términos de otro, descubrimos, también ocurre en el caso de otras de las novelas que trabajamos, como es el caso de En compañía de actores, cuyo protagonista concentra todos sus sentimientos en una sola persona, su amigo Ramón. Es así como todas las intensidades y vinculaciones las traslada a este amigo, de manera afiliativa transporta vínculos tanto filiales como afiliativos. Por tanto lo netamente afiliativo que es una relación de amistad, se ha transformado también en un vínculo filiativo. La soledad que proyecta el personaje está exenta de angustias, culpas y nostalgias, no es un estado que incomode al protagonista de Torche. Sin embargo, todos los sentimientos de hermano, amigo, padre, hijo e incluso amante se desatan frente a la figura de Ramón. El afecto que tiene depositado en este amigo, al parecer la única persona en la que deposita sentimientos, lo hacen reflejar la multiplicidad de roles de personas que no están en la vida del protagonista. Este personaje, más que carente de sentimientos, es carente de personas, de cercanos que él estime, es por eso que al no tenerlos Ramón se transforma en el depósito de todos los sentimientos posibles, pero no profundos, sino sentimientos superficiales.
La identidad del protagonista se configura, entonces, no con los vínculos que pueda tener con las personas del mundo, pues si bien es cierto, es hijo en la medida en que alguien lo engendró, no se relaciona con nadie en esos términos, no es pareja ni amante, pues está solo. Sin embargo son vínculos y relaciones que sí necesita, y que confluyen en su amigo, al no tener a nadie más a quien admirar, querer y extrañar. Ramón hace que él sea feliz, sienta culpa, se decepcione, quiera protegerlo…
En Libro de plumas existen múltiples vínculos que se dan entre la familia, entre parejas y entre amigos, sin embargo, el que más nos importa es el de Máximo con su padre, Lucho Doublet. La novela se va configurando con la desaparición del padre, su gusto por las aves, y con Máximo que comienza a recordar lo que sucedió el día anterior al que Lucho fue a cazar loicas blancas. También se van intercalando recuerdos de la infancia, voces de otros personajes, pero no la del padre, no, porque está perdido. Y además de estas voces, hay una que no sabemos de quién es y que nos habla de aves. Podría ser la lectura de la croquera de apuntes de Lucho, aquella que Máximo nunca pudo ver… Tras la pérdida o suspensión del vínculo filiativo que el hijo tenía con su padre, el primero comienza a afiliarse a las aves que tanto le gustaban a su padre, oye una y lo recuerda. Es así como por efecto filiativo, Máximo se vincula afiliativamente a las aves, pues son el recuerdo de su padre.
Máximo también pareciera buscar afiliarse a la nación, pero lo hace desde sus raíces, desde los albores de ésta, cuando aún no se configuraba como tal, esto también es significativo en la medida en que el vínculo con la nación creará identidad para él.
En Bonsái pudimos ver la fragilidad del vínculo, y de cómo el estar vinculado genera identidad. Las relaciones de pareja, familiares y laborales se instalan en la vida de los personajes para remitir a una identidad de cada uno, a un papel que desarrollan y que es confirmado por otro en la medida en que están vinculados. Emilia deja de ser la pareja de Julio, y Julio la de Emilia, ambos se encuentran con otras relaciones y personas, pero también ambos se quedan solos.
Anita es sacada de la vida de su madre que intenta empezar de nuevo, sin hijos, por tanto, sin Anita. Anita también dejará de ser esposa, romperá el vínculo afiliativo del matrimonio, pero seguirá siendo madre de sus hijas y amiga de Emilia. Emilia también estará sola, como Julio, luego de erradas relaciones comienza a hundirse y su desvinculación con las personas es también desvincularse del mundo, no ser en el mundo. Su identidad no tiene cómo reafirmarse pues simplemente no está en el mundo y lo hace más concreto cuando se lanza al metro en España.
Frente a la fragmentariedad que padece el sujeto en la posmodernidad, podemos decir que sus vínculos también son fragmentarios. Especialmente si analizamos el tratamiento de los vínculos que hemos trabajado, nos encontraremos que poseen una naturaleza muy frágil y vulnerable. En una situación tal, el sujeto va desvinculándose de una y otra relación, o formando uno y otro vínculo.
Lo cierto es que pareciera que existe una necesidad por vincularse, por poseer ciertas relaciones con otro. Y se debería, fundamentalmente, a la imperiosa necesidad de ser, de estar que otorga el tener una identidad, pues ésta es la que posiciona a los sujetos en el mundo como individuos.
Las relaciones sociales permiten que quienes interactúan se sitúen en un tiempo y espacio, pero principalmente, que sean acreedores de una identidad personal frente a otro sujeto.
Por tanto, en la medida en que el vínculo crea identidad, es que los individuos necesitarán relacionarse con otros individuos. El problema se presenta cuando aquellas relaciones no funcionan o simplemente no se dan, y en esto incide una multiplicidad de factores que no es de nuestro directo interés clasificar.
Sin embargo, este problema no es tal, pues en nuestro análisis pudimos comprobar que los personajes, en mayor o menor medida, buscaban y establecían las vinculaciones necesarias para crear su identidad, aun sorteando obstáculos como que Daniela no fuera hija biológica de Julián. Esto no impidió que el vínculo filiativo se diera entre ambos, que Julián sintiera y pensara a la niña como su hija de verdad. Utilizando el vínculo afiliativo, Julián establece un nexo filial con la hija de Verónica.
La necesidad de vincularse creó también la necesidad de transformar los vínculos, de alguna manera de componer las relaciones haciendo encajar dos piezas de naturalezas contrarias, para formar una relación un vínculo nuevo e híbrido.
La sociedad actual del siglo XXI necesitaba crear esta nueva forma de “arreglar” los vínculos, y así no perderlos. En una época en donde éstos son tan vulnerables y frágiles, no se puede simplemente dejar que se extingan, y en la perentoriedad de una identidad es que nos atrevemos a decir, y nuestro estudio lo avala, que una misma relación se estaría dando ya no de una manera natural o cultural, sino de ambas y de forma simultánea, pues el vínculo afiliativo sería utilizado como portador de un vínculo filiativo, por ejemplo, ya que también podría manifestarse a la inversa.
Con nuestro análisis hemos querido demostrar que, en la actualidad, la narrativa chilena de la que extrajimos una pequeña muestra, no presentará vinculaciones sociales excluyentes que refieran sólo a lo filiativo o sólo a lo afiliativo. Si bien estas relaciones se dan entre los personajes, existe la aparición de un fenómeno del que quisimos dar cuenta en esta revisión y que trata de la relación de un vinculo por medio de otro, cómo una vinculación se produce con una naturaleza contraria a la que la define en una primera instancia.
La literatura, en este caso la narrativa, siempre tiene relación con su contexto, y la realización de este análisis de las novelas no sólo da cuenta de un mundo ficticio, sino que es más bien el reflejo de una sociedad, la chilena del siglo XXI, y de cómo se relacionan los sujetos que habitan aquí y ahora.
La precariedad del vínculo ha producido separaciones, tanto en lo filiativo como en lo afiliativo, sin embargo, la necesidad de construirse como sujeto, de encontrar una identidad, ha impulsado a que los lazos se den unos en la voz de otros. Hay una intención por no perder la identidad que define a cada sujeto, de significar algo para otro, y es por ello que se busca calzar de alguna manera, como decíamos anteriormente, si bien no con la pieza “original” con una que encaje y haga que funcione.
Podemos extraer, entonces, una lectura de la sociedad que nos indica que existe un interés de los individuos por construir su identidad, y por ello ha surgido esta nueva manera de relacionarse, utilizando un poco de uno y otro vínculo con el sólo fin de poder crear un lazo, una conexión con otro individuo.
No podemos olvidar que el contexto sobre el cual refieren estos cuatro textos narrativos que hemos analizado es Chile, y las conclusiones que son posibles de obtener señalan a la sociedad de nuestro país. Las fábulas que leímos en cada uno de los textos son imágenes de sujetos que probablemente conocemos e incluso más allá, la manera en que se construye el vínculo, esa hibridez a la que aludíamos, está presente también en las relaciones que actual y realmente, ya no personajes de una novela, sino personas chilenas del siglo XXI, mantienen con otras personas.
La anterior alienación, de épocas ya pasadas, y la casi invisibilidad de la identidad de sus individuos ya no es tal. Ahora, con la fragmentariedad, los sujetos tomarán elementos de diversas fuentes y naturalezas para crear su identidad por medio del vínculo. No tendrá importancia que el vínculo esté hecho de trozos y retazos, pues lo que se busca es la funcionalidad de éste, y sin duda es lograda.
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(1) Alejandro Zambra estudió literatura en la Universidad de Chile y Filología Hispánica en Madrid. Actualmente es profesor de la Universidad Diego Portales y editor de la revista Dossier de la Facultad de Comunicación y Letras de la misma universidad. Comenzó publicando su poesía con obras como Bahía inútil (Santiago: Ediciones Stratis, 1998) y Mudanza (Santiago: Quid Ediciones, 2003), y ha realizado su trabajo de crítica literaria en el diario chileno Las últimas noticias.
(2) Pablo Torche estudió Psicología en la Universidad Católica y un doctorado en Literatura Inglesa en la University of Warwick en Inglaterra. Desde el año 2006 es Coordinador de la Unidad de Investigación Social Aplicada en el Instituto de Investigación de Ciencias Sociales (ICSO). Ha recibido los premios del Consejo Nacional del Libro el año 2000, cuento inédito, por Superhéroes (Santiago: RIL, 2002); Consejo Nacional del Libro 2002, cuento inédito, por Sin cartografías. El año 2003 publica en el sitio web Cyber Humanitatis, de la Universidad de Chile, el cuento “La voz sola”.
(3)Navidad y Matanza es publicada bajo la Editorial Periférica, Cáceres, 2007.Carlos Labbé es magíster en Literatura en la Universidad Católica de Chile. Vía Internet ha publicado una novela hipertextual llamada Pentagonal (http://www.ucm.es/info/especulo/hipertul/pentagonal/6.htm) y Coreografías espirituales (http://coreografiasespirituales.blogspot.com/), cuyo formato y título advierten que es una novela en cuarenta y cinco entregas; es compilador de Lenguas, antología que reúne cuentos de dieciocho jóvenes escritores chilenos y del que además participa como editor. Se dedica también a la crítica y análisis de libros en sobrelibros.cl, en donde es el editor, y al análisis de textos dramáticos en Archivodramaturgia.cl. Su proyecto más reciente fue trabajar como co-guionista de la película chilena Malta con huevo del director Cristóbal Valderrama y Alberto Fuguet en la co-producción.
(4) Generación de 1972 (nacidos 1935-1949) (vigencia 1985-1999) o novela de la desacralización , compuesta, por ejemplo, por Poli Délano, Patricio Manns, Rodrigo Quijada, Mauricio Wacquez, Cristián Huneeus, Juan Agustín Palazuelos, Patricio Hoyuela, Marta Blanco, Antonio Skármeta, Francisco Simón Rivas, Isabel Allende, Carlos Cerda, Adolfo Couve, Eduardo Labarca, según la propuesta de Cedomil Goic.
(5) Morales cita a Blest Gana considerando para su análisis la obra El loco estero de 1909.