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Qué gana un viejo con el Cervantes

Por Alejandro Zambra
La Tercera, sábado 21 de abril de 2012





 

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En Chile y en Latinoamérica la obra de Nicanor Parra fue reconocida tempranamente, aunque fue el reconocimiento temprano a un poeta tardío: a menudo se olvida que publicó su primer libro a los 40 años, cuando ya era viejo, y es que, aunque parezca poco amable decirlo de esta manera, Nicanor Parra es viejo desde hace muchísimo tiempo.

Y no, claro que no, su obra no empieza a los 40, con Poemas y antipoemas. Una de las jugadas más brillantes de Parra fue cumplir con el que debe ser  el sueño mayoritario de los grandes poetas: borrar el primer libro. Casi todos los estudiosos de su obra aceptan sin problemas, en la mejor de las ondas, la pauta que sigilosamente el autor instaló desde sus primeras entrevistas: que Cancionero sin nombre, de 1937, fue un “pescado de juventud”, una imitación del Romancero gitano de Federico García Lorca, y que por tanto no puede ser considerado el comienzo real de la antipoesía.

Alguna vez Parra lo explicó así: “La voz de García Lorca era hipnótica, una especie de encantador de serpientes, cuyo ritmo  y cuya música me resultaban avasalladores y muy fácil de imitar. Y, sin embargo, como advirtieron más tarde críticos como Leonidas Morales y Federico Schopf, en Cancionero sin nombre hay procedimientos y tensiones ausentes en el modelo de García Lorca. Por lo demás, los primeros versos del primer poema del verdadero primer libro de Nicanor Parra no deslucen como emblema de la antipoesía entera: “Déjeme pasar, señora,/que voy a comerme un ángel”.

Como los alumnos obedientes, Parra empieza imitando a un poeta español, pero incluso ya entonces, mientras imita, ha comenzado a alejarse del original, a distanciarse de García Lorca y de esa institución llamada “la poesía” y de España. El enemigo número uno de la antipoesía era Neruda, o el nerudeo, pero también España. Y España se dio cuenta, por eso tardaron tanto en darle este premio. (Nótese que me abstengo de revisar la lista de los ganadores anteriores, porque eso únicamente nos conduciría a pelar a Jorge Edwards, y no es la idea.)

En 1969, Nicanor Parra ganó el Premio Nacional de Literatura y se publicó Obra gruesa, la primera antología de su obra, lo que es otra forma de decir  que a partir de ese año, mediante el reconocimiento más oficial disponible, Chile aceptó que la antipoesía era, efectivamente, poesía. Y entonces Parra dejó de ser el antipoeta y empezó a escribir sus libros más susurrados y más radicales.

Lo que en Chile pasó a fines de los años 60 sucede en España recién ahora, con varias décadas de retraso. Y no es extraño. Sabemos que a la realeza le gusta cazar elefantes pero no estamos para nada seguros de que acepten la potencia subversiva de una obra como la de Nicanor Parra.



 

 

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Qué gana un viejo con el Cervantes.
Por Alejandro Zambra.
La Tercera, sábado 21 de abril de 2012