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Catálogo de juguetes, de Sandra Petrignani

Alejandro Zambra
La Tercera, 19 de febrero de 2012




 

 


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Catálogo de juguetes, de la escritora italiana Sandra Petrignani, es un libro hermoso y contundente. El ejercicio es tan simple que hasta parece ingenuo: la autora describe con precisión los juguetes de la infancia, alguna vez deseados y ahora más bien perdidos en la memoria. Monopatines, pistolas de agua, osos de peluche, muñecas, caleidoscopios, trompos, baldes, soldaditos de plomo, entre tantos otros. Inevitablemente surgen pasajes autobiográficos, pero no es ese el propósito de la autora, que más bien evade las confesiones. Si bien de vez en cuando libera algunas frases caprichosas y divertidas, es más frecuente que recurra a un tono curiosamente impersonal. Así nos advierte, de pronto: "No se aprende a jugar al yo-yo. Se es bueno enseguida o nunca".

Llevo más de una hora intentando decir esto de otra manera, pero bueno, qué hacerle: este libro es una joya. Me encanta esta descripción, por ejemplo, del momento en que una pompa de jabón explotaba en la piel: "En la boca quedaba el sabor amargo del jabón, en los ojos un encantamiento, en la mente el pensamiento desconcertante de la inconsistencia". O cuando la autora evoca las horas saltando la cuerda y lanza esta frase inesperada: "Quien nunca llevó el pelo largo no puede imaginar el alivio que da sentirlo volar y después caer desde lo alto sobre los hombros".

En otra entrada Sandra Petrignani recuerda que, más que jugar a las bolitas, la gracia era atesorarlas ("tener tantas en las manos, mirarlas, escuchar la música que hacían al frotarlas entre sí" y luego habla de perfección y de estabilidad, y entonces concluye: "Si Dios existe, tiene forma de bolita". Completamente de acuerdo.

No estoy de acuerdo, en cambio, cuando opina que una "extrañeza alarmante" de los autitos de juguete es su "vacío irreal", pues pienso que mucho más irreales son esos tontos adhesivos que simulan conductores y pasajeros. Recuerdo, en este sentido, un ensayo en que Martín Kohan se queja de los Hot Wheels ("mi hijo se fascina con ellos, y yo no logro adaptarme", dice), argumentando que representan modelos inexistentes, no como las tradicionales miniaturas, basadas en la tranquilizadora copia de los modelos reales. Kohan piensa en la obsesión de Walter Benjamin por las miniaturas, y en la posibilidad -tan importante para el pensamiento de un niño- de concebir un mundo a escala, porque esos juguetes "no sólo imitan el mundo, sino que promueven la ilusión de que son un mundo, o de que son el mundo".

Entre esas miniaturas vacías pero verosímiles y los Hot Wheels actuales están los autos de mi generación, que no solamente eran autos, sino también robots, aunque en algunos casos ni siquiera el argumento de esa presunta economía -la de obtener, por el mismo precio, un auto y un robot- nos permitió acceder a Optimus Prime o a alguno de sus más baratos secuaces. Mucho más importante que los Transformers, en todo caso, fue para mí la sección "Chile en miniatura", del ahora desaparecido parque Mundo Mágico: recuerdo la fascinación que me produjo, por ejemplo, ver a mis pies, al alcance de mis manos, la miniatura del inmenso Templo Votivo de Maipú. No fue una visita, sino varias; una y otra vez pedía ir allí, y mis padres, con la misma constancia con que me negaban los juguetes de moda, me consentían con esa inocente forma de turismo: contemplar la maqueta de una ciudad que entonces, a mediados de los años 80, en la realidad se caía a pedazos, pero que en la fantasía era apacible y abordable, compacta, definitiva.

Catálogo de juguetes es uno de esos libros que todos podríamos escribir. Quiero decir: sólo Sandra Petrignani pudo hacerlo, pero el ejercicio es contagioso y promediando la lectura ya sabemos que más temprano que tarde terminaremos imitando no sólo su procedimiento, sino también su mirada; que hablaremos sobre los juguetes propios, sobre los recuerdos propios, ya sin sentimentalismos ni moralina, tal vez incluso sin nostalgia, o movidos por una nostalgia nueva. Menos abstracta, más verdadera.



 

 

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Catálogo de juguetes, de Sandra Petrignani.
Por Alejandro Zambra.
La Tercera, 19 de febrero de 2012.