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La sonrisa del papa nos preocupa​

Por Alejandro Zambra
Publicada en Las Últimas Noticias, 13 de abril de 2005


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Los días de 1987 en que Juan Pablo II estuvo en Chile fueron festivos y contradictorios: los mismos niños que un año antes habíamos avistado el cometa Halley (que resultó ser una mancha blanca bastante discutible) ahora nos disputábamos a gentiles codazos la oportunidad de ver pasar a ese héroe de la paz que viajaba en papamóvil y sonreía con indudable talento. El archivo de imágenes es abundante: un papa templado e incómodo en el Parque O'Higgins; un papa cercano y enérgico en el Estadio Nacional; un papa protocolar y cómplice en La Moneda, cuando junto a un Pinochet terneado, piadoso e inofensivo saludó largamente a una feliz multitud escogida con pinzas.

Después de aquella visita, Nicanor Parra escribió "La sonrisa del Papa nos preocupa", a mi juicio uno de sus mejores poemas (y vaya que hay candidatos), pues resume, con total precisión, la falsa apacibilidad de aquellos días: "nadie tiene derecho a sonreír/ en un mundo podrido como este". Ahora que un letargo de optimismo domina el ambiente, no viene mal recordar los versos afilados y esenciales con que Parra consignó aquella triste ambigüedad: "S. S. debiera condenar/ al Dictador en vez de hacer la vista gorda/ S. S. debiera preguntar/ por sus ovejas desaparecidas".

Lo que Parra captó en ese poema no fue una mera inconsecuencia, sino una contradicción radical y muy peligrosa, sobre todo porque por entonces el consenso incitaba a desestimarla, a dejarla pasar: "S. S. debiera llorar a mares/ y mesarse los pelos que le quedan/ ante las cámaras de televisión/ en vez de sonreír a diestra y siniestra/ como si en Chile no ocurriera nada". ¿Es este un poema antirreligioso? Claro que no. De hecho, justamente alude a valores cristianos, a valores humanos violentados por apego a las conveniencias institucionales. Que se entienda bien: "La sonrisa del papa nos preocupa" no es un poema antirreligioso; es un anti-poema religioso, o sea, un poema que denuncia el ropaje retórico de la Iglesia Católica. La buena poesía -que al fin y al cabo es exactamente lo mismo que la buena antípoesía- suele incomodar a moros y a cristianos: "S. S. debiera pensar un poquito/ fue para eso que los Cardenales/ lo coronaron Rey de los Judíos/ no para andar de farra con el lobo", escribió Parra, y, aunque a muchos les incomode recordar estos enojosos detalles, la verdad es que después de las largas homilías no vienen mal los discursos de sobremesa. Nicanor Parra supo captar la voz de la tribu, ese resto de sentido común que aun en medio de los fuegos de artificio permite sospechar de tanta maravilla.

El pasado viernes, entre los millones de personas que asistieron al funeral del Juan Pablo II, hubo varios miles que pidieron a voz en cuello que el papa fuera santificado inmediatamente, sin mediar mayores papeleos. Es curiosa tanta urgencia, a decir lo menos, sobre todo si queda la eternidad por delante.Y es que estos días han sido muy raros; tan raros, quizás, como aquellos días de 1987, cuando el papa vino a vernos y no nos vio.


 

 

 

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La sonrisa del papa nos preocupa​
Por Alejandro Zambra
Publicada en Las Últimas Noticias, 13 de abril de 2005